En 2011 una sequía que afectó el norte del país provocó una contingencia de sanidad forestal en Durango.

La escasez de lluvias que duró 19 meses debilitó a los bosques y propició la vulnerabilidad de los pinos al ataque de insectos descortezadores de los géneros Dendroctonus spp, Ips spp y Pityophthorus spp.

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A finales de octubre de 2011, los habitantes del ejido Estación Otinapa y San Carlos perteneciente al municipio de Durango detectaron los primeros signos de enfermedad en los árboles.

Estos insectos habitan debajo de la corteza y se alimentan del tejido que provee de nutrientes, debilitando a los árboles hasta ocasionarles la muerte.

“Notamos que los pinos tenían un color diferente, el follaje se tornó con un verde limón y con el paso de los días empezaron a secarse de la copa hacia abajo”, compartió Jorge Sarmiento Luévanos, presidente del comisariado ejidal.

En ese momento los ejidatarios supieron que debían movilizarse de inmediato y trabajar largas jornadas para evitar la pérdida de sus bosques, en los cuales realizan actividades de silvicultura y agricultura, actividades que son el sustento económico para sus familias.

Un total de 64 mil 533 hectáreas en el estado requirieron acciones de saneamiento forestal para el control de los descortezadores.

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El 40 por ciento de la superficie plagada se concentró en el municipio de Durango y el resto de la afectación se distribuyó en 15 de las 39 localidades.

Estación Otinapa y San Carlos fue de los más afectados, la plaga infestó mil 165 hectáreas de las 15 mil 750 que posee.

En el 2012 comenzaron las labores de sanidad conforme a la Norma Oficial Mexicana NOM-019-SEMARNAT-2006 que establece los lineamientos técnicos de los métodos para el combate y control de insectos descortezadores.

“Fueron meses de intenso trabajo, entendimos que de un momento a otro todo se acaba. Vimos cómo esta plaga terminaba con parte de nuestro patrimonio”, recordó el presidente del comisariado ejidal.

Los ejidatarios unieron fuerzas junto con las autoridades del área de sanidad perteneciente a la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) para atender la contingencia, formaron 22 brigadas de diez integrantes cada una para iniciar el tratamiento.

Las acciones consistieron en el derribo de los árboles plagados, actividad que debe realizarse en forma direccional para desviar el daño que se pueda causar a la vegetación aledaña.

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También se hicieron labores de descortezado que consisten en la separación de la corteza al 100 por ciento en trozas, además, quemas de ramas afectadas y la aplicación de insecticida. Cada medida se llevó a cabo de acuerdo con el grado de afectación en los árboles.

El tratamiento que se realizó entre 2012 y 2013 implicó que durante un año y medio, en Estación Otinapa y San Carlos se extrajera un volumen de 17 mil 35 metros cúbicos de madera, lo que equivale al volumen que se puede aprovechar en siete años.

En el paraje denominado Mesa del Oso que se encuentra dentro del ejido se realizan investigaciones y se colocaron 15 trampas llamadas multi-embudo para monitorear a la población de insectos.

Las trampas permiten capturar cierto número de insectos en determinado tiempo, posteriormente se contabilizan para poder saber si su presencia es regular o se han convertido en una amenaza para los bosques.

A pesar de que la situación se encuentra bajo control, los ejidatarios aseguran que se mantienen alertas, ya que temen vuelva a ocurrir una contingencia sanitaria.

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“Cuando vimos y sentimos que la tormenta había pasado, comenzamos con el proceso de restauración que nos llevó cinco años de 2013 a 2017 y que han valido todo el esfuerzo que hemos realizado”, dijo Sarmiento Luévanos.

Los 437 mil 636 árboles con los que se reforestaron 459 hectáreas afectadas, presentan un 70 por ciento de sobrevivencia.