Alrededor de las ocho de la mañana del viernes 20 de julio de 1923, el General Francisco Villa –mejor conocido como el Centauro del Norte– junto con su secretario Miguel Trillo y 5 personas más que los acompañaban, fueron acribillados por un grupo de nueve hombres, cuando circulaban por las calles de la ciudad de Hidalgo del Parral, en el estado de Chihuahua.
La noticia de su asesinato corrió rápidamente por todo el país -a pesar de las comunicaciones de la época- generando un gran asombro entre los mexicanos. A cien años de este trágico acontecimiento, presentamos algunos datos interesantes que giraron alrededor del hecho:
- La conspiración se había realizado con previa anticipación, esperando el mejor momento para realizarlo. El 20 de junio de 1923, un vigía designado por los confabulados, les avisó que Villa había salido en su automóvil rumbo a Parral, por lo que salieron a toda prisa para encontrarlo. Llegaron al lugar acordado, viendo a regular distancia que el automóvil se acercaba, pero cuando se preparaban para la ejecución, fue grande su sorpresa al observar que Villa no iba en él. Tendrían que esperar otro momento.
- Un segundo intento. El 10 de julio cerca de la una de la tarde, les avisan que el General Villa venía caminando junto con tres personas, en la acera de enfrente del lugar donde se hospedaban los conspiradores. Por lo que apuntaron sus rifles, esperando la señal acordada. Justo cuando iban a abrir fuego, un grupo de niños que habían salido del Colegio Progreso, pasaron al lado del caudillo, razón por lo cual decidieron suspender el atentado.
- Posterior a su muerte, Francisco Piñón –hijo adoptivo de Villa- aseguró en diversas entrevistas que él ya sabía del complot para asesinarlo. Pero también asegura, que Villa siempre creyó que sería atacado en el campo y no en la ciudad como finalmente sucedió. A decir de Piñón, “este error le costó la vida”, aunque también precisa que “como estaban las cosas, de cualquier manera lo hubieran matado, si no allí, en cualquier otra ocasión”.
- La mañana que partió de su hacienda rumbo a Parral y consciente de la confabulación, acordó con Francisco Piñón, que cuando estuviera listo para regresar le enviaría un telegrama para que le mandara a cuatro hombres de su escolta, bien armados para que lo esperaran afuera de Parral. Así lo hizo Villa, remitiendo el telegrama en clave con la siguiente frase: “En tren de mañana sírvase mandarme sin falta tres quesos de los secos y bien hechos”. Lo que sin duda significaba tres miembros de su escolta bien armados.
- Una vez efectuado el trágico acontecimiento, los periódicos registraron diversas respuestas. Los que eran opuestos a Villa, publicaron amplios trabajos sobre variadas acciones cometidas por el general. En tanto que los que le eran favorables – El Demócrata y El Universal- encabezados por directores críticos al gobierno de obregonista, difundieron reportajes sobre su vida y hazañas, pero, sobre todo, dejaron en el ambiente que el crimen había sido de carácter político.
- El 21 de julio, cerca de las 6:30 de la tarde y una vez realizados los honores correspondientes al grado divisionario, Villa fue sepultado en el Cementerio Municipal de Parral. Si bien, el general en vida había mandado a construir un mausoleo en el Panteón de Regla, en la capital del estado, para que sus restos descansaran ahí, eso no sucedió ya que previamente fue clausurado el panteón.
Friedrich Katz, quien tiene uno de los trabajos más completos sobre Francisco Villa, señala que siempre tuvo la característica de desconfiar de todo mundo “Sin embargo, a final de cuentas, el mismo exceso de confianza que había sido fatal para Madero, Zapata y Carranza le ganó la partida: en su caso, no fue el exceso de confianza en otra persona, sino en sí mismo y, tal vez, también en el gobierno, lo que lo llevó a la muerte”.
A cien años de su trágico fallecimiento, es importante ponderar la imagen del villismo y de los soldados de la División del Norte, en la conformación de este país.