La gran cantidad de productos del campo con los que cuenta nuestro país nos coloca no sólo como un importante centro de origen y diversificación de múltiples cultivos, sino que también nos permite un aprovechamiento amplio de estos recursos, muchos de los cuales han ganado un importante espacio tanto en el mercado nacional como en el internacional.

Es el caso precisamente de las frutas, que desde tiempo atrás, fascinaron a los españoles que llegaron al “Nuevo Mundo” y posteriormente, a muchos de los viajeros que han pisado nuestras tierras.

Recordemos a Fray Bernardino de Sahagún, que en el libro X, cap. XXII de la Historia general de las cosas de las Nueva España, hace mención de la gran cantidad de frutas que estaban presentes en los mercados indígenas: “El que trata en fruta va por ella a donde se hace, y después de traída, llévala a otros pueblos para vender… vende una fruta como nabos que llaman jícamas… y piñas… y tzapotes de todas maneras… anonas, mameyes, ciruelas de todas maneras, guayabas, manzanillas de la tierra, cerezas de cualquier especie, tunas amarillas, coloradas, blancas, rosadas, vende también unos tomates pequeños dulces que se venden por frutas”.

Ya en el siglo XIX, la escocesa Frances Erskine Inglis, mejor conocida como la Marquesa Calderón de la Barca –esposa del Primer Ministro de España en el México independiente– escribió en su libro La vida en México. Durante una residencia de dos años en ese país, el enorme placer que sintió cuando descubrió los recursos frutales que ofrecía esta tierra: “El calor nos agobiaba; parecía un día de julio en Inglaterra. El camino corre a través de un terreno boscoso. Árboles en flor, cubiertos de variedad de flores y cargados de las frutas tropicales más deliciosas… Palmas, cocoteros, naranjos, limoneros, se suceden unos a otros.”

Y qué decir de la condesa Paula Kolonitz, que llegó a México formando parte del séquito de Carlota, durante el periodo de la intervención francesa. A pesar de su desdén por muchos aspectos de la vida nacional –fundada en su visión eurocentrista– no deja de mostrar su agrado y deleite por las frutas que le ofrece su estancia, tal como lo dejó plasmado en su libro Viaje a México en 1864: “Todos los días tenía yo sobre la mesa un ramo de rosas blancas y de muy fragantes violetas. Junto a las flores, en canastas o dispuestas a modo de pirámides hay escogidísimas frutas. Tiene la primacía la banana, que aquí llaman plátano y que es el principal alimento de los indios… Su cascara es amarilla punteada de negro y la pulpa del color del albaricoque, farinácea, aromática. Junto está la reina de las frutas tropicales, la piña, ese precioso, refrescante, balsámico fruto de abundante jugo. Y a su lado el zapote, el mamey, después la tuna, el fruto de los nopales, la granadilla de china, fruto de la passiflora, los aguacates, suaves y mantequillosos, que se comen con pan y con sal; la papaya, las guayabas, que después de cocidas venden como dulce; la celebradísima anona cuya parte interna es una crema, y muchas otras.”

Hoy en día, las frutas constituyen uno de los grupos más destacados de la agricultura nacional. Se estima que en promedio se producen alrededor de 22.2 millones de toneladas de estos deliciosos y jugosos cultivos, que contribuyen día a día en la alimentación de millones de personas en el país y alrededor del mundo.

De ese total, 10.3 millones de toneladas se agrupan en los frutos y subtropicales que incluyen plátano, aguacate, piña, papaya, coco fruta, guayaba, caña de azúcar, guanábana, litchi, dátil, zapote, higo, rambután, granada, maracuyá, carambolo y mangostán. Son los primeros cuatro frutos de esta lista, los que concentran los mayores volúmenes.

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También se generan cerca de 8.6 millones de toneladas de cítricos, como: naranja, limón –no olvidemos que los mexicanos le ponemos éste cítrico a todas nuestras comidas e incluso bebidas–, toronja, mandarina, tangerina, tangelo y lima. Los dos primeros cítricos de esta lista son los que más se producen.

De igual forma, se cosechan aproximadamente 1 millón de toneladas de frutas de pepita y hueso que comprenden manzana, durazno, ciruela, aceituna, maey, pera, nanche, membrillo, tejocote, perón, chabacano, saramuyo, chirimoya, capulín, arrayán, cereza, níspero y caimito.

Así como 970 mil toneladas de bayas, que abarcan fresa, zarzamora, frambuesa y arándano, todas ellas con gran demanda en el mercado internacional durante los últimos años; 380 mil toneladas de uva; 174 mil de nueces (nuez, piñón y pistache); y 544 mil toneladas de otras frutas que comprenden tuna, tamarindo, pitahaya, pitaya, algarrobo, persimonio y guamúchil.

La venta de frutos al mercado exterior permite obtener importantes divisas, gracias al esfuerzo de los productores en aspectos como calidad, inocuidad, variedad y sobre todo disponibilidad. En el último año, las berries generaron ingresos del orden de 3 mil 553 millones de dólares, el aguacate 3 mil 478 millones de dólares –en la actualidad no puede haber Super Bowl sin este fruto–, la nuez 639 millones de dólares, el mango 399 millones de dólares y  la uva 332 millones de dólares.

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El sabor, la textura y el color de las diversas frutas que produce nuestro país, es una riqueza natural que ha fascinado a los viajeros, y en el presente, a los consumidores del mundo; en tanto que para nosotros, continuará siendo una importante fuente de nutrición.

¡Celebremos nuestras frutas!, símbolo del patrimonio biocultural de México.