Esta ciudad llegó a albergar a 200,000 habitantes, sostenidos en su mayoría por chinampas, tales como las que sobreviven en Xochimilco, maravillando así a los conquistadores.
Las siguientes son palabras de Bernal Díaz del Castillo:
“…nos quedamos admirados y decíamos que parecían cosas de encantamiento que se cuentan en el libro Amadís, por las grandes torres y edificios que tenían dentro del agua, todos de cal y canto.”
La ciudad estaba cruzada por canales y muchos de ellos siguieron existiendo todavía hasta el siglo XIX. Todos sus edificios públicos estaban pintados y contaban con almenas coloridas. Lo que hoy conocemos como Templo Mayor era un edificio de 45 metros que se alzaba sobre el recinto sagrado.