La radiación cósmica de fondo es una forma de radiación electromagnética que llena el universo y es remanente del Big Bang, el evento que se cree marcó el inicio del universo tal como lo conocemos. Esta radiación es uno de los principales pilares de la teoría del Big Bang y proporciona importantes evidencias sobre la naturaleza y la evolución del cosmos. Se emitió aproximadamente 380,000 años después del Big Bang, cuando el universo se enfrió lo suficiente como para que los electrones pudieran unirse a los núcleos atómicos, formando átomos estables. Antes de este punto, el universo estaba tan caliente y denso que los electrones y protones estaban libres, y formaban un plasma caliente y opaco que impedía que la luz viajara libremente.

A medida que el universo se enfrió y se expandió, este plasma se enfrió y se volvió transparente, permitiendo que la luz se propagara. La radiación cósmica de fondo es la luz residual que quedó de ese momento, y actualmente se presenta como un fondo de microondas en todas las direcciones del cielo.

La radiación cósmica de fondo fue descubierta, en 1965, por los astrónomos Arno Penzias y Robert Wilson. Trabajando en el laboratorio Bell Telephone en Nueva Jersey, Estados Unidos, estaban tratando de resolver un problema relacionado con la interferencia en las comunicaciones por satélite.

Descubrieron un ruido de fondo constante que no podían eliminar, independientemente de cómo ajustaran su equipo. Eventualmente, se dieron cuenta de que este ruido provenía de todas las direcciones del espacio y tenía características consistentes con la radiación de microondas, lo que se convirtió en una de las pruebas más sólidas de la teoría del Big Bang. Por este descubrimiento, Penzias y Wilson recibieron el Premio Nobel de Física en 1978.

Por otro lado se encuentra la radiación cósmica, que es una forma de radiación electromagnética y de partículas que proviene del espacio exterior, más allá de nuestra atmósfera terrestre. Esta radiación está compuesta por diversas partículas cargadas, como electrones, protones y núcleos atómicos, que viajan a altas velocidades y energías a través del espacio.

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La radiación cósmica está compuesta por diversas partículas subatómicas que provienen del espacio exterior, incluyendo el Sol, otras estrellas, supernovas y otras fuentes celestes. Estas partículas pueden ser de origen primario, es decir, directamente emitidas por fuentes cósmicas, o de origen secundario, que son partículas generadas cuando las partículas primarias interactúan con la materia en el espacio o la atmósfera de la Tierra.

Las principales componentes de la radiación cósmica incluyen:

Rayos cósmicos primarios: Estos son protones, núcleos de helio y otros núcleos atómicos más pesados que son acelerados a velocidades cercanas a la velocidad de la luz por eventos violentos en el espacio, como supernovas o agujeros negros. Estas partículas cargadas son las que constituyen la mayor parte de la radiación cósmica.

Rayos gamma: Son fotones de alta energía liberados en procesos nucleares extremadamente violentos, como explosiones de supernovas, colisiones de partículas aceleradas y otros eventos cósmicos energéticos.

Partículas secundarias: Cuando los rayos cósmicos primarios interactúan con la atmósfera terrestre, producen una cascada de partículas secundarias, como muones, electrones y positrones. Estas partículas secundarias pueden llegar a la superficie de la Tierra y son una parte importante de la radiación cósmica que experimentamos en la superficie.

Radiación electromagnética: Además de los rayos gamma, la radiación cósmica también incluye otras formas de radiación electromagnética, como la radiación ultravioleta, la radiación infrarroja y la radiación de radio, provenientes de diversas fuentes en el espacio.

La composición exacta y la energía de estas partículas pueden variar significativamente, dependiendo de su origen y de su trayectoria a través del espacio.

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La radiación cósmica es de particular interés en la investigación espacial y la exploración del universo, ya que puede tener efectos en la salud de los astronautas, en la operación de equipos electrónicos y en la formación de nubes de partículas en el espacio. También es relevante para la comprensión de la evolución y la estructura del universo, así como para estudiar fenómenos astrofísicos como las estrellas de neutrones, los agujeros negros y las galaxias activas.

La radiación cósmica es uno de los factores que los astronautas y las misiones espaciales deben tomar en cuenta, cuando se diseñan las naves y los trajes espaciales, pero sobre todo, en sus posibles efectos en la salud.

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