La vida activa de don Santiago

Don Santiago de la Cruz de la Cruz camina seguro aunque algo lento, por eso prefiere montar a su caballo “lucero” cuando tiene que hacer algo en la cabecera municipal de Jalapa, Tabasco. A sus 80 años, asegura también que suele correr a su caballo solo porque le gusta la sensación de velocidad, el aire y el paisaje de su tierra.

“A mí me gusta principalmente el aire puro bendito que Dios dejó, me gusta ver las arboladas, nuestra agua, los pastizales. Aquí nací y por eso estoy acostumbrado a esta tierra, casi la ciudad no me gusta, ni trabajar allá, porque hay mucha corrupción”.

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La hermana de Santiago se llama Pura, tiene 117 años y ya no puede caminar, por eso se encarga de ella, tienen más hermanas en Villahermosa que se han ofrecido a cuidar a Pura, pero la señora prefiere estar en la ranchería donde nació y ha vivido siempre.

Santiago se levanta todos los días a las cuatro de la mañana para trabajar en su parcela, pastorear su ganado y alimentar a sus gallinas, también prepara la comida y lava la ropa, el día se le acaba pronto y se duerme a las ocho de la noche.

Asegura que toda su familia es de carrera larga, sus padres vivieron más de 100 años y atribuye esa longevidad a los alimentos de buena calidad. Por su parte él nunca ha fumado ni tiene la costumbre de tomar alcohol porque le gusta estar sano.

“Mi papá falleció de 140, mi mamita falleció de 115, duraban mucho buenos materiales. Antes vivía la gente porque antes era muy libre, eran de corazón de Dios, se amaban unos con otros y principalmente se sustentaban de la tierra, sembraban maíz, calabaza, yuca calabaza frijoles de todas las clases y tenían animales de gallina criolla y pescado de laguna.

“Ahora mucha gente no dura, ya ve, anda moda el cardiaco, el infarto cerebral, todo eso, se madrean mucho el corazón nuestros compañeros, quizá porque la comida ya viene diferente, hay mucha gente que, ¡ni modo! Tiene que buscar a como sea la comida porque no hay otra forma”.

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Asunción, una encantadora mujer de 97 años

“¿Trajeron cámara?, que bueno voy a salir muy guapa”, asegura Asunción Correa Hernández, una mujer que recientemente cumplió 97 años de edad y que desde la cama en su habitación, a pesar de sus achaques por la edad, dice estar siempre animada.

Doña Asunción, quien desde niña conoció el valor del trabajo, enfatiza que quisiera vivir aún muchos años más, pero sabe que “en algún momento alcanzaré a mi esposo”, quien falleció hace 32 años.

Entonces, la señora Correa se hizo cargo de sus hijos Ramón, Clarita, Teresita, Rosario Mary y Rafa, los que le han dado 13 nietos y presume tener 16 bisnietos.

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Originaria de Michoacán, doña Asunción, quien espera celebrar el del Adulto Mayor o Día del Abuelo este 28 de agosto, llegó a la Ciudad de México a los cinco años de edad, estudió hasta tercer año de primaria y recuerda con precisión diferentes momentos de su vida desde que era niña y adolescente, cuando por necesidad tenía que trabajar y cuenta cómo conoció a su esposo Ramón.

“Conocí a mi esposo porque él andaba en un camión vendiendo leña, porque antes los calentadores de agua usaban leña, de la cortita. Él llegaba donde trabajaba a vender leña y así lo conocí cuando tenía 18 años. Después, antes de casarnos, sus tíos fueron a hablar con mis papás porque él no se atrevió. Dijeron, bueno si ella lo quiere y él la quiere, pues que sean novios. Fuimos novios como un año y luego ya nos casamos”, recuerda la abuelita Asunción.

En su cama, su hija Mary le da unas fotos familiares y de cuando era joven, que tiene que acercarlas a sus ojos porque dice que ya no ve muy bien. “De más distancia no veo las caras de las personas, las reconozco por su voz, cuando hablan sé quien es, pero así de lejos veo borroso”, asegura la mujer quien en ratos tiene que ayudarse con oxígeno para poder respirar.

Atrás, reconoce, quedaron los tiempos en los que, dice con gusto. bailaba con su esposo. “Bailaba danzón y de todo, a mi esposo también le gustaba mucho bailar, sacaba también a mis hijas y a mis sobrinas en las fiestas”.

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Desde su cama, ve hacia la ventana y sonríe al recordar que hace unos días cumplió 97 años. Cuenta: “El sábado tuve una fiestecita, estuve muy contenta porque llegaron mis hijos, mis sobrinos, mis nietos y bisnietos, la pasamos muy bien”.

Y aunque menciona que “tengo las piernas como si fueran palos y no las puedo mover” y que vive las secuelas de una reciente caída en la que se lastimó la cadera, doña Asunción afirma que está bien, que es optimista y reitera que quiere seguir viviendo muchos años y cocinar para su familia, de lo que presume: “Me queda muy rica la pancita”.

“Un doctor me viene a ver aquí, también lo conocí desde chiquito, y le gusta mucho como cocino la pancita. Me dice: doña Asunción, no se tiene que morir hasta que me pase la receta de la pancita”, recuerda al tiempo que ríe de lo que le dijo el médico.

Como abuela, destaca la importancia que tiene esta figura en las familias, a la que considera se debe valorar y tomar en cuenta sus conejos. “Yo a mis nietos y bisnietos siempre les digo que se porten bien, que sean personas de bien”, como ella ha hecho de sus hijos.

Asunción Correa Hernández asegura que seguirá luchando contra sus enfermedades y resalta que una medicina para ello es el cariño de su familia. “A mí me gusta que cuando llegan los niños vengan y me abracen, eso es muy bueno”, subraya la abuelita.

La Secretaría de Bienestar reconoce a todos aquellos adultos mayores, que como doña Asunción, con su trabajo, dedicación y esfuerzo, son parte de la construcción de este país y de la formación de futuras generaciones. Por ello, hoy en este su día y siempre, celebramos a las abuelas y abuelos de México.