Se estima que alrededor de 33 por ciento de los suelos en la superficie terrestre están degradados, lo que causa serios problemas a nivel mundial. Uno de ellos es el impacto en la producción local de alimentos básicos y prueba de ello es que cerca de 815 millones de personas tienen insuficiencia alimentaria y aproximadamente 2 mil millones no disponen de alimentos suficientemente nutritivos. No obstante, es posible revertir esa situación mediante la agricultura orgánica y el manejo sustentable de la tierra. 

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De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), “los suelos que se manejan orgánicamente poseen un alto potencial para contrarrestar los efectos de la degradación, dado que se adaptan mejor tanto a la tensión del agua como a la pérdida de nutrientes”. 

Un ejemplo exitoso es el Proyecto Sekem en El Cairo, Egipto, donde mediante el uso de abono orgánico, acolchado, cultivo de cobertura y otras técnicas biodinámicas se han logrado volver fértiles alrededor de 70 hectáreas de lo que en décadas pasadas era desierto arenoso.

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Revertir la degradación en el campo mexicano es posible y prueba de ello es que las comunidades beneficiarias del Programa Sembrando Vida, producen su propio abono para evitar el uso de fertilizantes industriales que dañan los suelos. Ello sirve para combatir la erosión, así como rehabilitar las tierras dañadas y desgastadas por el cultivo intensivo, el pastoreo y la deforestación entre otras causas.

"El abono orgánico contribuye a rehabilitar las tierras dañadas y desgastadas por el cultivo intensivo, el pastoreo y la deforestación".

Como parte de Sembrando Vida, se proyecta la construcción de 5 mil 714 biofábricas en las 17 entidades federativas donde llegará el programa. En ellas los campesinos aprenden lombricultura y a fabricar “bocashi”, que es una técnica japonesa de compostaje rápido. 

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Actualmente, en las comunidades de los ocho estados donde opera el programa, las biofábricas son una realidad, como la ubicada en el municipio de San Mateo Chignautla de la Sierra Norte de Puebla, en la que más de 200 familias de sembradores han aprendido el proceso con ayuda de los técnicos y facilitadores de la Secretaría de Bienestar.  

La Ingeniera Lucero Vázquez Gómez, quien se desempeña como técnico productivo en esa comunidad, explica que los sembradores se encargaron de construir las galeras que albergan el “bocashi”, así como las materias primas para su elaboración que son: tierra, agua, hojarasca, estiércol, ceniza, lombrices, rastrojo y olote entre otros desechos orgánicos.  

De acuerdo con la especialista, el compuesto se deja fermentar varios días, en los que se remueve y se revisa periódicamente para medir los niveles de humedad. Una vez listo se utiliza para abonar las milpas de los sembradores.

Los abonos orgánicos son una alternativa sustentable y amigable con el medio ambiente, si los cultivos están bien nutridos empiezan a crecer y a detener el viento, ellos mismos empiezan a crear esa cortina para evitar que el suelo se siga erosionando”, explica Lucero Vázquez quien detalla de que este municipio, el viento ha erosionado el suelo y el aire se lleva la materia orgánica, por eso se están reintegrando y nutriendo los suelos para que se pueda sostener la producción.

 

Técnicas como éstas, que impulsan el aprovechamiento de materia orgánica para nutrir la tierra serán fundamentales  para hacer fértiles las parcelas y lograr que las comunidades produzcan alimentos básicos para fomentar la autosuficiencia y fortalecer la economía local. 

La producción de abono orgánico en biofábricas comunitarias es además uno de los componentes que hacen de Sembrando Vida un programa sustentable que contribuye a la preservación del medio ambiente.