El origen del durazno es un poco confuso ya que su nombre científico es Prunus persica, lo que provocó que se creyera que era originario de Persia, ahora Irán, pero realmente este es originario de China, donde era considerado como un símbolo de larga vida e inmortalidad.

Gracias a los persas y sus viajes comerciales, este fruto fue llegando poco a poco a Europa y finalmente, en 1600 fueron traídos a México huesos de durazno por exploradores españoles para poder comenzar su producción en América.

A su llegada a nuestro país, y aproximadamente por tres siglos, este fruto sólo se cultivaba en los jardines de la nobleza; hoy en día el durazno se cultiva en 26 estados mexicanos siendo Michoacán, el Estado de México y Chihuahua los estados con mayor producción.

La producción de este fruto era limitado en la época de la conquista por lo mismo de que era exclusivo de nobleza, pero fue hasta 1927 que comenzó su plantación con fines comerciales lo que permitió una mayor disponibilidad de este aterciopelado fruto en los mercados nacionales e internacionales, con lo que también  aumentó su consumo.

Actualmente, la producción de esta fruta en nuestro país es una de las 20 más grandes a nivel mundial, con casi 164 mil toneladas, lo que deja ver el alto potencial del campo mexicano y de la gente que lo trabaja.