La flor de calabaza se obtiene de la planta de dicha verdura. Sus pétalos son de color amarillo, naranja o blanco. Se produce en mayor medida en temporada de lluvias, debido a la humedad que requiere. 

Son consideradas como quelites (plantas tiernas comestibles) y junto con las calabacitas, el maíz y el frijol, formaron parte de la dieta básica mesoamericana, por lo que se ha cultivado en las milpas de nuestro país desde hace más de diez mil años.

Al ser rica en nutrientes, la flor de calabaza es fuente de calcio, fósforo y potasio. Se recomienda consumirlas durante el embarazo ya que complementan el ácido fólico.

En México, la producción de flor de calabaza es una de las opciones más rentables e importantes a nivel nacional; gracias a su enorme demanda como un alimento que también podemos encontrar industrializado, ya sea enlatado en salmuera (agua saturada de sal), sopas y cremas.

En la Sierra Tarahumara, los pobladores las deshidratan (este proceso es conocido como bichicori) para anticipar la escasez de alimentos en el invierno.

Recordemos que su importancia va más allá de lo que imaginamos, pues al ser parte de  las curcubitáceas su polen es de consistencia pesada y densa lo cual hace difícil que éste se pueda mover de una flor a otra solo con la brisa del viento, por lo cual es imprescindible la ayuda de polinizadores de gran tamaño como abejas, abejorros, aves pequeñas y otro tipo de insectos. 

La flor de calabaza es tradición, historia, cultura e identidad, resulta casi imposible imaginar la gastronomía e historia culinaria de nuestro país sin pensar en este delicioso producto, cultivado por las y los #HéroesDeLaAlimentación.