Este fruto de color rojo y sabor ligeramente ácido se produce y consume en todo el mundo, tanto en fresco como procesado, ya sea rebanado en ensaladas o en salsas, puré, jugo, zumo, deshidratado o en lata. Es originario de los bajos Andes y en épocas prehispánicas fue cultivado por los aztecas en México. Su nombre cambia dependiendo de la zona geográfica y para identificarlo es necesario conocer la raíz de ambos nombres: tomate rojo y jitomate.
De acuerdo con la región donde se consume es como se le nombra, de tal forma que en nuestro país, en los estados del centro y sur lo conocen como jitomate, mientras que en las entidades del norte lo ubican como tomate rojo.
Conociendo este fruto desde su raíz
Tomate rojo: como palabra con terminación ate, proviene de la lengua náhuatl, tomatl, compuesta por dos palabras, tomohuac = fruto; atl = agua, “fruto de agua”, agregándole que es de color rojo “fruto de agua rojo”.
Jitomate: de igual manera proviene de la lengua náhuatl, xictomatl, compuesta por tres palabras, xictli = ombligo; tomohuac = fruto; atl = agua, “ombligo de fruta de agua”.
¿Podemos decir entonces que el jitomate se refiere a una variedad especial de tomate, esto es, el tomate ombligo (bola)? ¿Ahora que lo sabes, cómo le llamarás?
Hoy en día el tomate rojo es parte de la base de la cocina mexicana; además de su sabor, es muy nutritivo: su componente principal es el agua, contiene grandes cantidades de vitamina C y es la fuente más importante de un pigmento rojo llamado licopeno, que tiene propiedades antioxidantes y puede ser anticancerígeno.
El Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) publicó en el cierre 2016 una producción de 3.3 millones de toneladas; el avance al mes de julio 2017, registra 1.6 millones de toneladas, 17.8% más que la obtenida al mismo mes del año pasado.
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