Originario de la ciudad de Campeche, Campeche, donde nació el 29 de febrero de 1920, Román Piña Chán consagró toda su vida a la Arqueología, destacando como escritor, docente e investigador. Obtuvo el grado de Licenciado en Arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), y el de doctor en Ciencias Antropológicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

De su labor docente, intensa y destacada, iniciada en 1953, cabe señalar que fue catedrático en distintas instituciones educativas de nivel superior tanto nacionales como extranjeras, dentro de las que se cuentan la ENAH, la Universidad de San Luis Potosí (UASLP), la Normal Superior, la Southern Illinois University of Carbondale, la UNAM, entre otras. En todas ellas su actividad fue importante, pues en muchos casos fue el iniciador de nuevos cursos y carreras donde no las había. También cabe destacar su actividad como asesor pedagógico en la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito de 1965 a 1970.

Su labor en el enriquecimiento de la historia del pasado quedó pasmada en un gran número de publicaciones, entre las que destacan Tlatilco (1958), Quetzalcóatl, Serpiente Emplumada (1977), y Culturas y ciudades de los mayas (1959), en las que reunió un importante material de investigación. Asimismo se destacó por sus actividades museológicas, donde siempre enfatizó la función pedagógica sobre la ornamental, llegando a participar en la instalación de exposiciones de gran relevancia en la arqueología prehispánica en México.

De su labor de campo, siempre incanzable, caben mencionar los trabajos de Chalcatzingo y Atlihuayán, en Morelos; el de Tlapacoya, en México; Comalcalco, en la Venta, y los reconocimientos arqueológicos en la cuenca del río Grijalva, en Tabasco, todo ello entre 1945 y 1960. En la década siguiente realizó trabajos arqueológicos en Mulchic y el Cenote de Chichén Itzá, en Yucatán; la Ventilla, en Teotihuacán, Estado de México, y en Cuicuilco, en el sur de la Ciudad de México. Toda esta labor siempre la realizó privilegiando un enfoque multidisciplinario.

Sus aportaciones en la docencia, la investigación y la escritura le hicieron merecedor de incontables premios, entre los que destacan la Medalla de Oro del INAH por 30 años de investigación y docencia (1977); la Medalla de Oro “Justo Sierra”, por su obra pedagógica y antropológica (1985); la Medalla de Plata de la UNAM (1985), entre otros.