Cuando una pista de aterrizaje de un aeropuerto dispone de un sistema ILS se pueden llevar a cabo aterrizajes en condiciones meteorológicas que de otro modo impedirían directamente el uso de la pista.

Simplificando mucho, estos sistemas funcionan emitiendo dos pares de señales que indican tanto el eje longitudinal de la pista, para indicar que el avión está volando en la dirección adecuada, como la senda de planeo correcta, generalmente situada en un ángulo de 3 grados por encima de la horizontal, para indicar que el avión lleva el ritmo de descenso correcto que lo colocará además en la pista con espacio suficiente para frenar.

Los receptores ILS de a bordo del avión indican mediante una barra horizontal y otra vertical al piloto el rumbo a seguir y el ritmo de descenso adecuados, y en algunos aviones estas señales se pueden enviar además al piloto automático para que este vuele la senda ILS automáticamente.

Según la precisión de las señales, la fiabilidad de los sistemas que los emiten, y la presencia o no de ayudas luminosas en la pista, los sistemas ILS se dividen en Categoría I, II y III, esta última subdividida a su vez en A, B y C.

Cuanta más alta es la categoría del sistema, más bajos son los mínimos en los que permite operar, aunque cada categoría exige unas características específicas al avión y un entrenamiento adecuado del piloto.

Así, la Categoría I permite que el avión no tenga piloto automático, aunque exige una visibilidad mínima de 2.400 pies (o 1.800 si la pista tiene la iluminación adecuada), mientras que la Categoría III exige que haya piloto automático a bordo, pues este es el que vuela el avión hasta el final, ya que permite aterrizajes con mínimos de visibilidad ni de techo de nubes.