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En el mapa del mundo, México sobresale por contar con 142 humedales de importancia internacional que abarcan una superficie de 8.64 millones de hectáreas, entre los cuales destacan los manglares, ecosistemas que aportan un largo inventario de servicios ambientales al planeta y económico para la región donde se encuentren.

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Cada 2 de febrero se conmemora el Día Mundial de los Humedales a iniciativa de la Convención Ramsar. Este tratado intergubernamental firmado el 18 de enero de 1971 y vigente desde el 26 de diciembre de 1975, da marco a la acción local, nacional e internacional en pro de la conservación y el uso racional de los humedales y sus recursos. Este año, las 169 naciones firmantes trabajan con el lema “Humedales para la reducción del riesgo de desastres”.

Ecosistemas estratégicos y de gran importancia para la conservación de la biodiversidad y el bienestar humano, los humedales en general son sitios donde se desarrollan comunidades vegetales de cuantioso valor ecológico y económico. En sus límites crece vegetación de manglar, popal-tular o de galería, y de esos suelos donde predomina el agua surge su riqueza biológica, sean áreas de inundación temporal o permanente, sujetas o no a la influencia de mareas, como pantanos, ciénegas y marismas o zonas lacustres.

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La Convención Ramsar amplía la categoría de humedales a lagos, ríos, turberas, oasis, estuarios y deltas, y también a sitios artificiales como embalses, salinas y zonas marinas próximas a las costas cuya profundidad en marea baja no exceda los seis metros, incluso manglares y arrecifes de coral.

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En los manglares la megadiversidad biológica tiene una de sus más excelsas manifestaciones por constituir uno de los ecosistemas más productivos. Se les conoce también como “cunas de vida”, porque en las aguas costeras o interiores donde crecen, entre sus raíces, sobre sus troncos, ramas y flores, bulle la vida. Peces, anfibios e invertebrados se reproducen en variedad y abundancia en las aguas salitrosas donde el mangle se enraíza con fuerza al fondo limoso para librar desafiante las bravas marejadas o los vientos huracanados.

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En su ramaje, aves nativas y migrantes anidan o se posan a descansar de largas travesías, seguras de que ahí podrán engullir los manjares que ofrecen mares, lagunas y ríos, mientras el jaguar avanza sigiloso en la espesura del follaje para degustar un banquete y el cocodrilo digiere perezoso el enorme bocado que con huesos y piel tragó hace rato.  

Los manglares son sistemas naturales de control de inundaciones en las costas y barreras contra los huracanes, sirven de refugio a la fauna silvestre, desempeñan un papel vital en el ciclo global del carbono, contienen grandes cantidades de materia orgánica, captan enormes cantidades de carbono en sus sedimentos y mejoran la calidad del agua al funcionar como filtro biológico. En contraparte, su deterioro tiene un elevado costo ecológico, social y financiero y sus consecuencias son la contaminación, la declinación de la pesca y la erosión del litoral. En las costas del Atlántico, Pacífico, Caribe y Golfo de California, encontramos todas o alguna de las cuatro especies de mangle que existen en México: rojo, negro, blanco y botoncillo, con lo cual México ocupa el cuarto lugar en extensión de manglares después de Indonesia, Brasil y Australia.

Por ser los manglares un ecosistema único, especial y vulnerable, la UNESCO acordó proclamar el 26 de julio “Día internacional de defensa del ecosistema de manglar”, y en México desde 2005 la CONABIO desarrolló el Sistema de Monitoreo de los Manglares de México que en 2015 reportó la existencia en territorio nacional de 776 mil hectáreas de manglar, es decir, el 5% de la cobertura total mundial de manglares.

Compete a la CONANP aplicar en nuestro país los lineamientos de la Convención de Ramsar sobre los humedales de importancia internacional. A través del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático y del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, con apoyo financiero del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés), en los humedales se desarrollan proyectos de adaptación al cambio climático que consisten en conservar, cuidar y restaurar bosques, selvas y manglares; limpiar y desazolvar canales de los manglares para facilitar un buen flujo de agua, además de repoblar los arrecifes de coral con ejemplares resistentes a altas temperaturas. Conoce en video el trabajo que estos organismos realizan con el apoyo de las comunidades en el humedal de Punta Allen dentro de la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an, en Quintana Roo.