Daniel comenzó a practicar la lucha olímpica grecorromana, no solo por la influencia de su papá, Bobby Bonales uno de los gladiadores más importantes en los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado, sino también porque desde niño supo que quería ser luchador y sentía vocación por esta disciplina. Inició en este deporte junto a su hermano Roberto, y narra que se dieron cuenta que para ser luchador había que ser primero un atleta, lo que implicaba hacer ejercicio con pesas, correr, nadar, jugar basquetbol o futbol. “Creo que me enamoró no solo la historia de la lucha olímpica, sino sobre todo su práctica”
Participó en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, donde obtuvo la medalla de plata para México. Su triunfo marcó un momento histórico, pues fue el primer medallista hispanoparlante y latinoamericano que se hizo acreedor de una presea en la lucha grecorromana. Recordar estos Juegos Olímpicos es una manera de revivir un sueño, para él no existe un deportista que no aspire a ser un atleta olímpico.
Se siente muy agradecido pues dice que no podría explicar la existencia de su familia y la suya sin el tema del deporte y la cultura física, y mucho menos sin el movimiento olímpico.
En la actualidad continúa aportando con su experiencia al deporte mexicano, pero desde diversas trincheras, ya que participa en la Fundación Alfredo Harp Helú para el Deporte y preside la Asociación de Medallistas Olímpicos Mexicanos.
Daniel recomienda encontrar un equilibrio entre la alimentación y la actividad física, además, piensa que esta cultura de mantener el cuerpo sano debe formar parte de toda la población y no solo de quienes practican algún deporte. “Hacer ejercicio treinta minutos, cinco veces a la semana y acompañado de una buena alimentación es lo ideal, pero sin una restricción total porque al final a todos nos gustan los antojitos y la extraordinaria comida mexicana”.
“Bailen, caminen, suban escaleras, anden en bicicleta o en patines, la actividad física y una alimentación sana mejorarán su vida y su salud “.