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Desecho correcto de cubrebocas

La pandemia de COVID-19 es uno de los grandes retos a los que la medicina se ha enfrentado, y la población también toda vez que se ha visto en la necesidad de cambiar sus hábitos y estilo de vida en aras de preservar su salud.

Procuraduría Federal del Consumidor | 29 de julio de 2022

Si bien, la información e investigación científica crece en forma acelerada, existen dos aspectos que han provocado controversia: la forma en cómo se transmite el virus y el papel que puede jugar el uso universal del cubrebocas para frenar la transmisión, junto con otro tipo de material desinfectante o sanitizante.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), aunque el uso de cubrebocas por sí solo no basta para proporcionar una protección adecuada contra el COVID-19, su uso forma parte de una estrategia integral de medidas para eliminar la transmisión y salvar vidas.

En esta Brújula de Compra te explicaremos la importancia que el cubrebocas ha tenido en la reciente pandemia, las recomendaciones de uso por parte de las autoridades, pero sobre todo la forma correcta para desecharlos como una medida ambiental, toda vez que si no se desechan de manera adecuada, pueden llegar a infectar al personal encargado de la recolección de la basura y del servicio de limpieza, de igual forma pueden quedar atorados o desechados en terrenos baldíos, barrancas, ríos, drenajes y hasta en los océanos, contaminando el ambiente por varios años, pues están hechos con fibras sintéticas resistentes que no se degradan fácilmente y generan contaminación.

Un poco de historia

De acuerdo con información del documento de José Alfonso Ramírez-Guerrero La importancia del cubrebocas en la población general durante la pandemia de COVID-19, el uso de cubrebocas inició a finales del siglo XIX. En 1867 el cirujano Joseph Lister postuló que las infecciones de las heridas quirúrgicas eran causadas por los microorganismos que poco tiempo antes había descrito Louis Pasteur. En 1880 los cirujanos sospechaban que estos gérmenes contaminaban las heridas a través de las manos, el instrumental e incluso la exhalación.

En esos mismos años Carl Flügge demostró que las gotas respiratorias tenían bacterias y el cirujano Johann Mikulicz propuso en 1897 el uso de una mascarilla facial que describió como “un trozo de gasa atado a la gorra con dos cuerdas que cubriera la nariz, la boca y la barba”. Para evitar la contaminación, su uso se popularizó y para 1935 casi todas las fotografías de cirujanos los muestran con cubrebocas.

Durante la plaga de Manchuria en 1910 y la pandemia de influenza entre 1918-1919 se usó por primera vez fuera de los quirófanos con el objetivo de proteger a los trabajadores de la salud y a la población general. De hecho, la disminución en la mortalidad en algunas ciudades como San Francisco se atribuyó, en parte, a su uso. La mayor parte eran de material lavable, por lo que eran reutilizados por tiempo prolongado.

Poco a poco se fueron reemplazando por otros de materiales sintéticos y para 1960 casi todos eran desechables pues las fibras sintéticas se deterioraban con la esterilización. La industria encargada del diseño de los cubrebocas desechables realizó estudios sobre su eficacia, pero los reusables fueron muy poco estudiados, lo que con el paso del tiempo propagó la idea de que eran inseguros.

Su eficiencia

La eficiencia de los cubrebocas depende de la combinación de varios factores:

  • La capacidad del material con que son diseñados para bloquear la entrada y salida de partículas,
  • La cantidad de fuga que hay alrededor
  • El buen uso de quien lo porta.

De esta manera, el uso de una barrera física como el cubrebocas puede ser efectivo para evitar la diseminación de las gotas respiratorias.

De acuerdo con la OMS la utilización del cubrebocas de la manera correcta, toda vez que un mal ajuste y la fuga de aire hacen que estas máscaras sean ineficientes, debe formar parte de una estrategia integral del tipo “Hágalo todo”, que abarque mantener el distanciamiento físico, evitar entornos cerrados y concurridos en los que haya contacto directo entre personas, garantizar una buena ventilación de los espacios interiores, limpiarse las manos con regularidad y cubrirse al estornudar o toser con un pañuelo de papel o con la parte interna del codo.

Según el tipo de mascarillas, estas podrán utilizarse bien para proteger a las personas sanas o para prevenir una transmisión posterior, o para ambas opciones. Te decimos sus características:

  • Cubrebocas quirúrgicos. Estas máscaras son de tres capas que están hechas de un polímero fundido, más comúnmente polipropileno, colocado entre tela no tejida. No están diseñados para proteger al usuario de la inhalación de bacterias en el aire o partículas de virus y son menos efectivos que los respiradores, como las máscaras N95 o FFP, que proporcionan mejor protección. Están destinadas a evitar que el usuario infectado propague la enfermedad, las máscaras evitan que las partículas del virus infectado salgan a la luz.
  • Cubrebocas médicos desechables. N95 y equivalentes (KN95, FFP2, etc.) a menudo se les llama respiradores. Están hechos con materiales superiores que pueden filtrar más de 95% de las partículas que son mayores de 0.3 micras. Estas máscaras generalmente se ajustan bien con mínimas fugas de aire, lo que las hace extremadamente efectivas.
  • Cubrebocas hechos en casa. Dado que el uso de cubrebocas es ya obligatorio en muchos países y espacios, hace que parte de la población recurra a cubrebocas hechos en casa con más frecuencia. Estas mascarillas de ninguna manera se recomiendan para los trabajadores de la salud. Pueden ayudar a impedir la diseminación de agentes infecciosos y más cuando hay personas que no tienen acceso a los N95 ni a las mascarillas quirúrgicas.

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Buen uso, buen desecho

De acuerdo con un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) “las decenas de miles de toneladas de desechos médicos adicionales derivados de la respuesta a la pandemia de COVID-19 han ejercido una enorme presión sobre los sistemas de gestión de desechos de la atención de salud a nivel mundial, poniendo en peligro la salud humana y ambiental, haciendo patente la necesidad de mejorar las prácticas de gestión de desechos”.

Y es que desde el inicio de la pandemia, millones de cubrebocas han sido utilizados, como bien dijimos anteriormente, en aras de preservar la salud y la vida. No obstante, te has preguntado ¿dónde han ido a parar los cubrebocas que has utilizado a lo largo de este episodio de la humanidad? ¿Has seguido las recomendaciones de desecho que las autoridades de cada país han implementado? Y todavía más ¿sabes el daño ecológico que representa el total de cubrebocas utilizados por la población mundial?

Es verdad que antes de las vacunas eran reflexiones poco usuales, pues estábamos más preocupados por mantenernos a salvo. No obstante ha llegado el momento de reflexionar, atender las recomendaciones de organismos especializados y tomar conciencia del impacto que nuestras acciones tienen en el medio ambienten y en los ecosistemas.

La OMS estima que las aproximadamente 87,000 toneladas de equipos de protección personal (EPP) que fueron adquiridos entre marzo de 2020 y noviembre de 2021 y enviados para atender las necesidades de los países por el COVID-19 a través de una iniciativa conjunta de las Naciones Unidas para situaciones de emergencia, la mayor parte acabarán convertidos en desechos una vez utilizados.

Y no sólo se trata de cubrebocas, toda vez que se han enviado a distintos países más de 140 millones de kits de pruebas, que podrían generar 2,600 toneladas de desechos no infecciosos (principalmente plástico) y 731,000 litros de desechos químicos (el equivalente de una tercera parte de una piscina olímpica), y que se han administrado más de 8,000 millones de dosis de vacunas a nivel mundial, lo que ha generado 144,000 toneladas de desechos adicionales en forma de jeringas, agujas y contenedores de seguridad.

El México, el Gobierno Federal a través de la  Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, presentó en 2020 la Cartilla de Mejores Prácticas para la Prevención del COVID-19 en el Manejo de los Residuos Sólidos Urbanos (RSU), para el manejo adecuado de los residuos sólidos urbanos generados durante la contingencia. En este documento se establece una distinción en el manejo que se otorgará a los residuos sólidos urbanos (RSU):

  • Residuos “normales”: aquellos generados en casas y organizaciones no hospitalarias con residentes sin contagio aparente.
  • Residuos COVID-19: corresponden a los generados por un hogar u organización no hospitalaria donde resida una o más personas contagiadas, así como todos los RSU generados por los aeropuertos y terminales de pasajeros, marítimas o terrestres.

La evidencia existente indica que el virus permanece hasta 3 horas en el aire después de su dispersión, hasta 4 horas en superficies de cobre, hasta 24 horas en cartón y hasta 2 o 3 días en plástico y acero inoxidable.

La permanencia del virus en los materiales que conforman los RSU los convierte en un posible eslabón en la cadena de transmisión epidemiológica.

Si bien los hospitales cuentan con protocolos para la gestión de dichos elementos infecciosos, la proporción de éstos ha aumentado en cuanto a recolección e incineración, así como en infraestructura de almacenamiento. Por su parte, los restos surgidos en los domicilios es responsabilidad de cada persona, así como seguir las recomendaciones de los organismos especializados.

Si se cuenta con servicio de recolección hay que separarlos y tomar las precauciones normales de lavarse las manos después de sacar los restos para que sean trasladados por el personal encargado de la recolección de basura.

Recomendaciones para el desecho de cubrebocas

Un cubrebocas tarda más de 400 años en desintegrarse y si se encuentra en el mar no solo amenaza a las especies como peces, medusas y arrecifes de coral sino a la vida humana, así que ha llegado el momento de tomar conciencia sobre su desecho adecuado en aras de preservar la salud del personal de recolección de basura y del medio ambiente.

Considera que algunos gérmenes pueden sobrevivir en un cubrebocas usado por días, así que evita arrojarlos indiscriminadamente en ascensores, parques, lugares de trabajo, hogares, contenedores de basura abiertos, ya que puede representar un peligro potencial para la salud de las personas que entran en contacto con dichos cubrebocas. Lávate las manos antes y después de quitártelo.

Esto aplica también para cualquier otro material utilizado contra el Covid-19. Para evitar reutilizar un cubrebocas usado, córtalo con unas tijeras por la mitad o bien cortar las correas para evitar que se atoren en cualquier parte.

Desecha los cubrebocas de cuerdo a su tipo, recuerda que deben tratarse como desechos médicos

  • Cubrebocas de tela: se puede lavar, desinfectar, secar y reutilizar. Para desecharse debe lavarse y secarse previamente.
  • Cubrebocas quirúrgico: se debe quitar con la barbilla hacia arriba, quita las cuerdas y no toques la parte delantera. Después, dóblala por la mitad hacia adentro, de esta manera el área contaminada no queda expuesta. Luego, dobla el cubrebocas en otra mitad, hasta que parezca un rollo. También se puede envolver con las correas para que no se deshaga. Envuelve el cubrebocas en una bolsa de papel de seda o de plástico (polietileno) y deséchelo inmediatamente.
  • Respirador N95: Coloca el cubrebocas en una bolsa de plástico o una bolsa con cierre hermético. También puedes guardarlos en un recipiente transpirable, como una bolsa de papel, entre otros. Asegura bien la bolsa y colócala en el bote de basura o en la unidad de eliminación de desechos biomédicos.

Nunca te pongas un cubrebocas nuevo hasta que no te hayas lavado bien las manos

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Para contar mayor información relacionada con el Covid en México y recomendaciones consulta el sitio https://coronavirus.gob.mx/

Fuentes:

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