“…en su interior hay una capilla, en la que se encuentra un enorme cirio que está marcando el tiempo de la humanidad. Dicen que hace tiempo alguien entró y el cirio va como a la mitad (…) la Peña tiene entradas, pero las cuida una gran serpiente, que se aparece cuando alguien quiere entrar”.

La Peña de Bernal en el estado de Querétaro, se erige como lugar sagrado pues de acuerdo con algunas leyendas locales, marca el inicio y el fin de la humanidad. Se piensa que es hueca y que existen entradas ocultas para penetrar a donde se esconden sus secretos, resguardados por seres míticos.

Es también la casa principal de una de las cruces más poderosas de la región, la Santa Cruz de la Peña de Bernal, que protege a los pobladores de las comunidades de su entorno y al mismo tiempo representa la entrada al territorio otomí-chichimeca del semidesierto.

Las Capillas Familiares en el Semidesierto Queretano. Peña de Bernal

Bienvenidos a territorio sagrado

“La Peña es un volcán, pero de agua, y cuando haga erupción va a inundar todo y será el fin (…) en el interior hay grandes riquezas, pero están cuidadas por un ser maligno; (…) dicen que alguien ya entró, que andaba por allá con sus animales y que vio la entrada y que se metió, y adentro encontró mucho dinero y oro; empezó a guardarse unas monedas y entonces apareció un hombre vestido de negro y le dijo que a dónde lleva eso, el (el hombre) se espantó, pero le dijo: ‘eso puede ser tuyo, pero tienes que traerme algo a cambio’; y cuentan que le pidió llevar unas almas para que se pudiera llevar el dinero, el pastor se asustó pero le dijo al hombre que sí, y entonces lo dejó salir, pero el pastor ya no regresó más por allá”.

La superficie flanqueada entre el Cerro del Zamorano, el Cerro del Frontón y la Peña de Bernal, tres elevaciones topográficas que representan sitios de gran contenido simbólico en la memoria de los grupos otomí-chichimecas, encarna un motivo de orgullo nacional al ser inscrita en la lista de patrimonio intangible de la Humanidad de la UNESCO.

La orografía, suelo, vegetación, agua, edificaciones comprendidos en ese territorio de alrededor de casi 63 mil hectáreas, la acción humana de sus 27 mil habitantes y su relación con la economía, formas de vida, creencias y cultura quedaron catalogados como Lugares de Memoria y Tradiciones Vivas de los Pueblos Otomí- Chichimecas de Tolimán. La Peña de Bernal, Guardián de un Territorio Sagrado.

El espacio físico y la herencia ancestral que guarda fueron reconocidos por el Gobierno del estado de Querétaro, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, comandados por el Instituto de Estudios de Estudios Constitucionales del Estado, para dar pie a los trabajos de lo que a la postre sería la declaratoria por la UNESCO, donde se reconoce y acredita la riqueza cultural y los esfuerzos de las comunidades otomí-chichimecas del semidesierto para la salvaguarda de sus tradiciones, capillas familiares y su territorio sagrado.

Peregrinaciones y sitios ceremoniales

En el semidesierto queretano se conservan tradiciones y características culturales propias, algunas de las cuales se remontan a los grupos originarios que vivían en estos territorios mucho antes de la llegada de los conquistadores españoles al suelo mexicano.

Se trata de comunidades en las que se habla el otomí o ñañha, la lengua de sus padres y abuelos, en las que se venera a los antepasados mecos. Los mecos, los ancestros más antiguos de estos pueblos, pertenecían a las tribus que los aztecas llamaban chichimecas, que habitaban el semidesierto del centro y el norte de México y que se caracterizaban por su espíritu batallador y su constante movilidad por el territorio, ya que combinaban la agricultura y la cría de animales con la recolección de productos silvestres.

Una característica natural del paisaje del semidesierto queretano es la Peña de Bernal, que representa un lugar de gran relevancia dentro de la identidad regional, además del gran atractivo turístico que ha ido ganando en los últimos años.

La Peña, el Cerro del Zamorano y el Cerro del Frontón, piezas fundamentales que enmarcan la región, albergan cada uno una cruz en su cima, considerada por los devotos como de gran poder o “muy milagrosas”: la Santa Cruz de Bernal, la Cruz de Maguey Manso y el Divino Salvador.

Las Capillas Familiares en el Semidesierto Queretano. Chimal

Cada cruz tiene su propio guardián, ya que se dice que las cruces aparecieron y le hablaron a sus elegidos para ser sus custodios, quienes han heredado la responsabilidad de cuidado a sus descendientes.

Los principales rituales de veneración a las cruces se llevan a cabo entre finales de abril y principios de mayo, alrededor de la conmemoración católica de la Santa Cruz, que en el calendario agrícola coincide con el inicio de las lluvias, por lo que los rituales se asocian con la petición de lluvia a las divinidades, elemento de gran relevancia en esta semidesértica zona.

Los rituales que se realizan en estas elevaciones conectan el espacio comunitario con los cerros a través de peregrinaciones colectivas a la cima de éstos: son el lugar de reunión entre vivos y muertos y las fuerzas divinas, es donde los ritos y símbolos se entremezclan para pedirle a la entidad sagrada su protección y ayuda.

Tradiciones

Las fiestas comunitarias se distribuyen a lo largo del año, pero se concentran en dos momentos: el primero señalado por el inicio de la primavera y la espera de las primeras lluvias (de fines de marzo a principios de mayo); y el segundo, determinado por el fin del tiempo de lluvias, que coincide con las cosechas y el término de la recolección (entre finales de septiembre y principios de noviembre).

Las fiestas principales son la Celebración de Dolores, Semana Santa, La Santa Cruz, San Isidro Labrador, San Miguel, Corpus Cristi y Día de Muertos.

Las capillas familiares

En la región existen más de 500 capillas familiares, que son el espacio central de la ritualidad otomí y su organización social. Se distribuyen en las siguientes comunidades:

  • San Antonio de la Cal
  • San Miguel Tolimán
  • San Pablo Tolimán
  • San Pedro Tolimán (cabecera municipal)
  • Micro región de Higueras (Casa Blanca)
  • Comunidad de la Florida, Cadereyta

Una manifestación cultural muy singular de los pueblos otomíes es la presencia de capillas u oratorios de carácter familiar, espacios rituales integrados en el ámbito doméstico, cuya edificación responde a ciertas pautas constructivas típicas y que constituyen el asiento de diversas actividades rituales, ajenas al culto católico público, que de una u otra manera se relacionan con la veneración de los antepasados, la ritualidad de la muerte, y la organización familiar y territorial de las comunidades.

La peculiaridad de las capillas, su inclusión en el paisaje de diversas poblaciones del altiplano y de la sierra del centro de México, su relevancia frente a otros edificios de uso común y doméstico, su distribución en un esquema de asentamiento semidisperso, y su considerable número, en comparación con otras edificaciones religiosas de mayor tamaño y pretensión, hacen de las capillas oratorio un elemento que marca la huella de la presencia otomí desde el período colonial a nuestros días.

Las Capillas Familiares otomíes en el Semidesierto Queretano

En Tolimán y algunas otras comunidades ñañha del semidesierto queretano, las ‘bóvedas’ o ‘capillas oratorias’ (nijö dega södi, como se les llama en San Miguel Tolimán) tienen vigencia como espacios de culto a los ‘abuelitos de antes’, los xita, los antepasados (boxita o bonuxit) fundadores de la ‘descendencia’ (meni dega dada, o descendencia del padre).

La capilla se inscribe dentro del espacio doméstico, formando parte de la casa (ar ngú), pero define un ámbito territorial y de parentesco más allá de la casa, más allá de la unidad doméstica (ar meng), donde se articula un patrilinaje, que recibe el nombre de ya meni. De esta manera, las unidades domésticas (mengú) se identifican en una parentela patrilineal (meni dega dada) que independientemente de sus imperfecciones encuentra en la capilla familiar su elemento básico de cohesión y de existencia.

La capilla representa el espacio de la fundación del grupo familiar, lugar donde la pertenencia y el derecho a participar en los ritos y el cuidado de la misma mantienen a un grupo de familias aglutinado en torno de un antepasado común, así sea este de orden mítico y a la parentela integrada a la comunidad (ar hnini).