DOI: 10.24850/b-imta-perspectivas-2020-09      Descarga PDF

Hoy en día existen varios riesgos capaces de afectar la seguridad alimentaria. Por ejemplo, la contingencia sanitaria provocada por la pandemia de COVID‑19 ha complicado el acceso a los alimentos de la población en diversos países y ha tenido efectos en diversos niveles, desde retrasos en su producción, hasta un colapso parcial en su red de distribución.

Por otro lado, tradicionalmente han existido riesgos hídricos (principalmente aquellos asociados a déficits en los sistemas hidrológicos) que pueden impactar la seguridad alimentaria de un país o de una región, ocasionando una caída abrupta en su producción agropecuaria. Con el objetivo de contrarrestar dichos efectos, desde hace casi tres décadas, los conceptos de huella hídrica y agua virtual se han vuelto cada vez más populares cuando se busca plantear soluciones al problema de la agricultura insostenible, dentro de un contexto hídrico.

La huella hídrica (el agua total usada para producir los bienes y servicios consumidos) y el comercio de agua virtual (el intercambio nacional o internacional de la huella hídrica de estos bienes y servicios) nos sirven para tomar conciencia acerca del costo real del agua. Por ejemplo, un plato de arroz consumido en México podría tener un alto costo ambiental, en el caso de que este haya sido importado de Vietnam (huella energética y de CO2 alta, por la distancia recorrida) o si proviene de algún acuífero sobreexplotado ubicado en Colima (huella energética e hídrica alta, por el bombeo de agua subterránea que está siendo extraída a un ritmo por arriba de su tasa de renovación natural), pero también podría tener un costo ambiental moderado o bajo si el insumo fue producido en un distrito de temporal tecnificado en Veracruz.

Las condiciones del sistema de comercio mundial en los últimos veinte años han permitido que el agua virtual esté cada vez más globalizada. En países ricos y economías emergentes, la amplia variedad y disponibilidad de productos alimenticios durante todo el año implica una gran cantidad de producción agropecuaria importada de países en vías de desarrollo, que en muchas ocasiones proviene de regiones semiáridas y áridas, cuyas principales fuentes de abastecimiento son acuíferos sobreexplotados.

Aunado a esta problemática, una buena parte de los subsidios al sector agrícola han tenido consecuencias negativas para los sistemas hidrológicos. Si bien los objetivos de estos subsidios son bien intencionados, prácticas como el subsidio al bombeo agrícola han acelerado el abatimiento de cuerpos de agua subterránea. Sería deseable que el costo ambiental de la degradación y del uso consuntivo no sustentable se viera reflejado en el precio final del producto o servicio.

Dicho de otra manera, la información brindada por la huella hídrica y el comercio virtual del agua nos permite conocer las regiones más aptas para producir nuestros alimentos y las tecnologías más adecuadas para ahorrar la mayor cantidad de agua y diseñar las mejores estrategias de comunicación para informar a la sociedad sobre los impactos hídricos asociados a su estilo de vida, tales como sus patrones de consumo y hábitos alimenticios. Conforme exista una mayor conciencia sobre nuestras decisiones como consumidores, tendremos una mayor posibilidad de exigir y elegir marcas con prácticas y cadenas de suministro más sostenibles con respecto a las que actualmente tenemos.

El diseño e implementación de políticas enfocadas en lograr la seguridad alimentaria tienen que ir acompañadas de una menor huella ecológica (agua, emisiones de CO2 y metano y energía). El comercio de agua virtual puede ser utilizado como una herramienta para equilibrar objetivos sociales, económicos y ambientales. Las políticas agrícolas, comerciales e hídricas de la 4T deberán tomar en cuenta riesgos y oportunidades adicionales, como el cambio climático y las tecnologías exponenciales, así como el cumplimiento de los derechos humanos.

Contribución de Agustín Breña Naranjo. 
Perspectivas IMTA Núm. 9, 2020.