El lobo mexicano históricamente se distribuyó desde Arizona, Nuevo México y Texas en Estados Unidos. En México fue en Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Durango, Zacatecas, Aguascalientes, Jalisco, San Luis Potosí y Guanajuato, llegando hasta Oaxaca.

Los lobos viven en manadas integradas por machos, hembras, jóvenes y crías. Como familia juegan, duermen y cazan juntos, lo que les da mayor oportunidad de obtener alimento y tener un menor gasto de energía. Por lo general, son animales de hábitos nocturnos y su dieta se basa en venados, borregos, antílopes, liebres y roedores.

La presencia del lobo mexicano en los ecosistemas es clave para su equilibrio, pues al ser un depredador carnívoro regula las poblaciones de sus presas. Por ejemplo, los venados cola blanca que son herbívoros (se alimentan de plantas), al sentirse perseguidos por el lobo, se mueven de un lugar a otro en el bosque, permitiendo que las zonas en donde se alimentan, la vegetación se recupere. Sin embargo, sucede todo lo contrario cuando no hay lobos, los herbívoros no tienen que huir y pueden estar comiendo en un mismo sitio hasta acabar con toda la vegetación disponible y dejar la zona vacía. En consecuencia, el exceso de herbívoros afecta a otras especies del bosque, que ven cómo se reduce la cantidad de alimento disponible y muchas optan por dejar el lugar o mueren de hambre, por lo que toda la cadena alimenticia se ve afectada.

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La reducción del hábitat y la disminución de las presas del lobo trajeron como consecuencia la modificación de su dieta, por lo que comenzó a cazar ganado doméstico que se encontraba cercano a su hábitat, esto propició que en Estados Unidos se iniciaran campañas para su exterminio, principalmente por la repulsión que los ganaderos sentían hacia la especie. ¡El resultado de estas campañas fue casi la extinción del lobo gris!

Hacia los años sesenta, al norte de la frontera, no se encontraba ni un ejemplar en vida libre y se sabía solamente de unos cuantos en las montañas del noroeste mexicano. Por lo que el lobo (Canis lupus baileyi) fue añadido a la Lista de Especies en Peligro de Extinción y con ello, se inició un ambicioso programa de recuperación de la especie.

Desde los años setenta, México y Estados Unidos trabajan en conjunto para recuperar al lobo mexicano dentro de su rango de distribución histórica. El programa de reproducción en cautiverio inicia en Estados Unidos con siete lobos capturados en México, con previa autorización del gobierno mexicano. Posteriormente, este programa arranca en México en 1987, siendo el zoológico de Aragón el primero en recibir lobos.

En 1998 el gobierno de Estados Unidos, a través del U.S. Fish and Wildlife Service, efectuó la primera reintroducción de lobo mexicano a su hábitat natural. En tanto en México (2011), a través de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y la Dirección General de Vida Silvestre, en colaboración con la Asociación Civil Naturalia, se reintroduce por primera vez a un grupo familiar en el estado de Sonora. En el 2012 se suman a este programa el Gobierno del Estado de Chihuahua, la Universidad Autónoma de Querétaro y propietarios de ranchos, dando como resultado doce reintroducciones de lobo en Chihuahua, donde hasta la fecha se mantiene la única población silvestre que hay en México.

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El futuro de la especie depende de la conciencia ciudadana respecto a su función ecosistémica, como controlador de plagas y dispersor de semillas. Existen grandes desafíos para recobrar un depredador al borde de la extinción, por ello, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) mediante el Programa de recuperación en México, incluye acciones de educación ambiental, compensación a ganaderos, manejo y restauración de su hábitat y vigilancia comunitaria. Así como proyectos alternativos productivos para la población local, lo que le permiten al Lobo mexicano y otras especies en riesgo seguir habitando el planeta.

Por lo pronto, el gran desafío del lobo gris es mantenerse a salvo en el reducido hábitat; alejado de la presencia humana que en algún momento lo puso en riesgo.

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Como sociedad tenemos el compromiso de valorar y proteger a esta majestuosa y misteriosa especie, como lo hicieron las tribus que hace tiempo habitaban en sus territorios. ¡No dejemos que su aullido se extinga!

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