Mi nombre es Alondra Julieta Ramírez Díaz de León, soy originaria de San Felipe, Guanajuato, un pueblo pequeño pero lleno de personas y lugares increíbles. Actualmente tengo 20 años, y curso una licenciatura en pedagogía. La razón por la que decidí estudiar esa carrera es por qué en el transcurso de mis estudios tuve maestros maravillosos, a los cuales yo veía y admiraba por sus dones para enseñar, ellos fueron una gran inspiración para mí y marcaron tanto mi vida que decidí que de grande quería convertirme en uno de ellos, para así algún día lograr inspirar de igual manera a mis alumnos.

Mi historia comienza un día cualquiera, cuando platicando con un compañero de la universidad, el me menciona sobre CONAFE, la verdad jamás había escuchado de él, pero de inmediato me llamo la atención, ya que el estar frente a grupo siempre había sido mi sueño. Me emocioné muchísimo y de inmediato me dirigí a pedir información, con nervios y miedo de no poder entrar llegué a oficinas y en un abrir y cerrar de ojos ya iba de camino a dar clases.

La comunidad que me tocó se llama Benito Juárez, me queda un poco retirada, está a dos horas y media de mi casa, sin embargo, eso no me detuvo. Para mí el primer día fue una experiencia genial, desde el momento en que estuve buscando el único camión que lleva hasta allá y el transcurso del viaje. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer, iba nerviosa porque era la primera vez que dejaba mi casa para viajar sola. Una vez arriba del camión iba observando todo el recorrido, estaba fascinada con todo lo que había a mí alrededor. Y después de un largo camino llegué, por fin estaba ahí.

Mi primer día en la comunidad lo recuerdo lleno de nervios, sobretodo, cuando conocí a mis alumnos. Yo veía sus rostros y hacía mi mayor esfuerzo por memorizar sus nombres. Después de unas semanas ya me sabía sus nombres con facilidad, incluso hasta su color favorito. Si me pidieran describir con una palabra todo lo que viví con mis alumnos, la verdad es que no podría, aún no encuentro la palabra perfecta que pudiera describir mi experiencia.

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Para mí cada día que compartí con ellos, fue una aventura y una experiencia nueva, los niños siempre me sorprendían con sus ocurrencias y sabiduría. Yo era de las personas que siempre creyó que las personas mayores o preparadas son quienes enseñan, pero me equivoqué, aprendí mucho de mis alumnos. Con ellos entendí que no solo estaba para enseñar, sino también para aprender. De las lecciones más importantes que me enseñaron es que no importa cuántos conflictos tuvieran, ellos jamás guardan odio ni rencor en su corazón, tienen un alma pura e inocente y tuve la suerte de tener un grupo maravilloso donde todos se trataban y se cuidaban como una familia.

Muchas veces les comenté a mis alumnos que los admiraba mucho, a lo que ellos respondían con risas. Y la verdad es que no miento en lo absoluto, la mayoría de ellos no tenían las cosas fáciles, muchos se levantaban desde temprano a alimentar a su ganado, a cortar leña, o a hacer deberes antes de ir a la escuela; otros arriesgan su vida cruzando el río para ir a aprender y otros cuantos, llevan huaraches a pesar del frío. A ellos no les gustan las vacaciones, porque les encantaba ir a la escuela, les encantaba aprender.

Gracias a mis alumnos aprendí a valorar cada minuto de mis clases, ellos me motivaban a aprender, me motivaban a enseñar, gracias a ellos y a todo esto, sabía que iba por el camino correcto. Mi principal objetivo era marcar la vida de cada uno de mis alumnos, así como ellos marcaron la mía. Muchos de mis alumnos tenían problemas en sus casas, por lo que la escuela es el único lugar donde se distraían, por lo que me concentré en convertir mi salón de clases en un lugar donde esos niños se sientan seguros y felices. Quiero formar niños de bien y con valores y ser la inspiración para que se motiven a convertirse en profesionistas.

También sé que, así como mis alumnos hicieron un gran esfuerzo por aprender, sus padres también lo hacen por levantarse temprano y mandar a su hijo desayunado, o por acompañarlo a la escuela. Tuve una gran experiencia con las mamás de mis alumnos, ya que siempre estuvieron al pendiente de mi, me llevaban de comer a mis horas y siempre estaban al pendíente de saber si me encontraba bien. En algunas ocasiones llegué a percatarme de diferencias entre ellas, pero al final siempre lograban solucionarlas. Gracias a ellas, logramos muchos convivimos y la creación de talleres increíbles.

Creo que el cambio para lograr una mejor sociedad depende tanto de los padres. Sé que suena un poco difícil, pero si todos los maestros amaramos nuestra profesión  y sintiéramos empatía por nuestros alumnos y, por su parte, todos los padres pudieran educar y hacer sentir a sus hijos amados, otra cosa sería. Pero al final estoy feliz de todo lo que logré con mi grupo, gracias al apoyo de sus mamás y al esfuerzo de mis propios alumnos. Apenas estoy empezando, pero esto es solo el comenzó de una gran historia y de un gran cambio.

Te invito a formar parte de esta gran institución, está llena de experiencias y aventuras increíbles, dónde podrás cambiar el futuro de muchos incluyendo el tuyo.