Mi nombre es Alfonso Barbosa Calvillo, nací y crecí en la comunidad Los Cedros perteneciente al municipio San Felipe en el estado de Guanajuato. Tengo 5 hermanos, soy hijo de padres trabajadores y honrados que siempre me han brindado su apoyo incondicional.

Hace algunos años viví una de las mejores experiencias de mi vida, presté     mi servicio como líder para la educación comunitaria, hoy educador comunitario, y así fue como formé parte de esta gran institución.

A principios del año 2014 regresé de Estados Unidos, ya que como todo joven quise vivir en carne propia el sueño americano, ese sueño que no es nada parecido a como lo imaginamos. Recuerdo que en el mes de mayo sonó mi celular, era una señora de la comunidad Las Pilas del Sur, me preguntó que si me interesaba impartir clases a niños de preescolar. Reflexioné un poco y como ya faltaba poco para terminar el ciclo escolar, acepté; mi idea era solo ir por lo que restaba del ciclo y ya.

Desconocía por completo lo que era el Conafe, pero a pesar de que yo sólo tenía la secundaria terminada no fue un impedimento para dar clases, estar frente a grupo y que me llamaran maestro. Al principio me sentía raro, y en ocasiones, no sabía qué hacer. Las madres de familia fueron muy atentas y amables desde el primer día que llegué, me sentía nervioso, pero al mismo tiempo, muy emocionado de estar ahí.

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Concluyó el ciclo escolar y decidí continuar, sentí la necesidad de quedarme en esa misma comunidad y hacer un buen trabajo. Recuerdo que al principio era un maestro regañón, así me decían mis alumnos, muchas veces me decía a mí mismo que ya no los iba a regañar y al día siguiente era lo mismo, los volvía a regañar. Sin embargo, conforme fue pasando el tiempo lo hacía cada vez menos, fue entonces cuando me di i cuenta que la conducta de los niños había mejorado, mi grupo ya era diferente, llegaban y saludaban, jugaban todos juntos de buena manera, y lo más bonito, fue que las madres de familia me reconocieron ese trabajo y el cambio que vieron en sus hijos. Reconozco que las madres de familia siempre me estuvieron apoyando, los niños tuvieron mucho avance no solo en comportamiento, sino en aprendizaje y me decían: “tú no me enseñaste a leer, a mí me enseñó mi mamá”, sus palabras me llenaban de orgullo y me motivaban a seguir trabajando.

Sentía que los niños me miraban como el que todo lo sabía, siempre me pedían que   les hiciera dibujos y para ellos estaban bonitos. Como maestro tuve que desarrollar muchas habilidades, además de mejorar mi letra porque mis alumnos me decían: esa cuál letra es. Todos mis alumnos me han dado la oportunidad de aprender de ellos.

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He participado en tres programas que atiende Conafe preescolar, primaria y secundaria, las experiencias que me llevé de cada una de las comunidades en su mayoría son agradables, esas comunidades que, aunque ya hayan pasado años me siguen recordando como su maestro.

Estoy muy agradecido, primeramente, con la institución por darme la oportunidad de formar parte de ella, ya que gracias al apoyo económico que he recibido a lo largo de estos años he logrado concluir una licenciatura. Ser maestro no es una tarea fácil y se requiere de esfuerzo, dedicación y vocación para enseñar, con las comunidades en las que he prestado mi servicio y con cada uno de los estudiantes  que han dejado gratos recuerdos, aprendizajes y experiencias inolvidables en mi persona.

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