En el otoño de 1952, un 20 de noviembre para ser exactos, se realizó la ceremonia oficial de inauguración de la Ciudad Universitaria (CU), lugar en el que serían reubicadas las facultades, escuelas y edificios administrativos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El presidente Miguel Alemán, uno de los principales promotores de la obra, presidió el acto al que asistieron importantes personalidades y los arquitectos que la hicieron posible; sin embargo, fue notable la ausencia de Carlos Lazo Barreiro, un personaje sin el cual habría sido imposible la materialización de este sueño añejo.

Una de las versiones que han buscado explicar la ausencia señala la turbación del joven Lazo de 38 años al no sentirse invitado a dicho acto, pues había dedicado el último bienio de su vida, con su mejor esfuerzo, energía y tiempo, a llevar la obra a la realidad. Lo cierto es que, a pesar del infortunado hecho, Ciudad Universitaria guardó un lugar especial en la memoria de Carlos Lazo, quien dejó toda una carpeta dedicada a la construcción, la cual hoy reposa en un fondo que lleva su nombre. A través de ese expediente podemos explorar aspectos de su vida como planificador con destellos de los aspectos organizativos, como las propias láminas nos dejan saber. (imagen 1)/cms/uploads/image/file/734230/IMG_20220620_114940_copia.jpg

Imagen 1. Lámina 25, fotografía de maqueta de CU y la leyenda "Organización para realizar C. U." (1950)

Para inicios la década de 1950, la Ciudad de México se encontraba en un proceso de crecimiento y urbanización ascendente con la creación de colonias y la expansión de la mancha urbana que inició desde finales del siglo xix. Pero no sólo había crecido la ciudad, también las escuelas, facultades y edificios de la UNAM, los que se encontraban dispersos a lo largo y ancho de la capital; por lo tanto, se volvió necesario establecer un espacio dedicado a la institución. A pesar del crecimiento urbano acelerado, al sur de la capital aún existían terrenos relativamente silvestres, en donde finalmente se instaló.

La primera vez que se planteó la idea de mudar la Universidad Nacional Autónoma de México a un espacio urbano propio fue en 1928, bajo la idea de respaldar la autonomía que desde hace mucho se demandaba. Sin embargo, la falta de presupuesto y la debilidad económica que vivió el país por un tiempo pospusieron los proyectos presentados y con el pasar de los años llevaron a las autoridades universitarias a comenzar a desistir de las aspiraciones planteadas, las que sólo serían posibles en la medida que el desarrollo económico del país lo permitiera. Así, el proyecto fue retomado hasta la rectoría de Rodulfo Brito Focuher, iniciada en 1942, quien se encargó de poner los cimientos: logró la autorización para obtener unos terrenos ubicados el Pedregal de San Ángel, al sur de la ciudad, y obtuvo apoyo presupuestal federal. Desafortunadamente, las divisiones internas en la universidad lo llevaron a renunciar.

El proyecto tuvo continuidad durante la gestión de Genaro Fernández Mac Gregor, quien encontró apoyo en el entonces presidente de la República, Manuel Ávila Camacho. En 1945, Ávila Camacho presentó ante el Congreso la iniciativa de la ley para la construcción de la Ciudad Universitaria con el objetivo de fortalecer el sistema de educación superior, así como para dejar una huella trascendental de su gestión y del proceso modernizador impulsado, por lo cual, lograr construirla sería aprovechado como elemento propagandístico. Estas aspiraciones también estuvieron presentes en la gestión de su sucesor, Miguel Alemán Valdez (1946-1952), quien constituyó el Patronato Universitario para que se encargara de la administración y supervisión de los bienes muebles, inmuebles y recursos financieros de la Universidad, el cual a su vez creó el organismo denominado Ciudad Universitaria de México. A pesar de la continuidad, el ritmo del avance para la consecución no era el deseado. Todo cambió con la llegada de Carlos Lazo Barreiro en abril de 1950.

La incorporación de Lazo buscaba sacar del estancamiento los trabajos en los terrenos del sur de la ciudad. Una de las imágenes que compone su carpeta nos transporta al momento en que un recorrido aéreo realizó una toma del conjunto del terreno en las primeras obras (imagen 2). Seguramente fue una de las primeras imágenes que tuvo Carlos Lazo entre sus manos al incorporarse al proyecto como gerente general y la que le permitiría tener una visión global del avance y las necesidades de trabajo para retomar los trabajos.

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Imagen 2. Lámina 2, obras, campos deportivos, carreteras, edificios, terracerías y forestación (1950)

Como gerente general, Lazo tenía como deber encargarse de planear, coordinar y supervisar la realización de las obras, ayudar a los directores a acelerar sus trabajos y publicitar el proyecto. En efecto, Lazo auxilió a los directores Mario Pani y Enrique del Moral, con los que arrancó la obra, y sumó gente de su confianza, como Almiro P. de Moratinos, Gustavo García Travesí y Luis Enrique Bracamontes. Carlos Lazo encabezó a este equipo que brilló por su ejemplar eficiencia, pues potenció el uso óptimo de los recursos, el orden y una rapidez inusual que permitió que las obras concluyeran en menos de tres años.

Los papeles de la carpeta de Lazo dan cuenta de las proyecciones para construir cada uno de los espacios que compondrían al complejo universitario, con planes de inversión con sus anexos y un modelo de contrato de obra a precio fijo. Destaca un plan de inversiones por 45 millones de pesos desglosado en el coste de los inmuebles y obras destinados al proyecto, igual que un plan general de costos del equipo utilizado, con un modelo de contratos a celebrarse por parte del patronato de la Universidad, representado por el arquitecto Carlos Lazo. (imágenes 3, 4 y 5)

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Imagen 3. Lámina 14, plan de inversiones para 45 millones de pesos (1950)

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Imagen 4. Lámina 14, anexo 6 con relación de obras en construcción incluido en el plan general de costos (1950)

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Imagen 5. Lámina 16, contrato de obra a precio fijo total máximo (1950)

Los trabajos iniciaron oficialmente con una ceremonia el 5 de junio de 1950 cuando se colocó formalmente la primera piedra de Ciudad Universitaria. Dentro de la carpeta de Lazo encontramos folletos que publicaron esta trascendental noticia (imágenes 6 y 7), como “El primer edificio de la Ciudad Universitaria” en Universidad de México, órgano oficial de la UNAM, y el folleto La Ciudad Universitaria… en realización, así como notas mecanografiadas de un artículo de El Universal, una conferencia dictada por él en agosto de 1950 y una aerofoto. (imagen 8)

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Imagen 6. Lámina 12, la integran: el folleto La Ciudad Universitaria de México C.U., la edición de la revista Universidad de México (1950); imágenes impresas en papel, una nota publicada en El Universal y una conferencia impartida por Lazo en agosto de 1950.

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Imagen 7. Aerofoto de CU integrada en la lámina 27 (1950)

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Imagen 8. “Plano de Conjunto” del folleto La Ciudad Universitaria en realización (1950)

Del conjunto de cosas posibles de atesorar, llama la atención de manera especial el número que dio cuenta del acto inaugural, el cual habla de los sentimientos de Lazo al asumir la responsabilidad, así lo planteó en el momento cumbre de su alocución:

Esta obra no puede serlo de una sola persona. Sólo puede ser una obra de auténtica Universidad, de todos y cada uno de los presentes y de los ausentes, de la suma de todos nuestros esfuerzos, de la suma de un esfuerzo con alcance y jerarquía de nacional. Esta concepción y esta certidumbre de tarea común es la que nos ha reunido aquí, porque, como es obra de todos, cada quien puede tener y tiene en ella su responsabilidad y mérito, su dedicación y su parte.[1]

Con ese ánimo, Carlos Lazo inició los trabajos del primer edificio que comenzó a construirse, destinado a convertirse en la Torre de Ciencias (donde hoy funciona la Torre II de Humanidades). Sabemos bien que el ánimo inicial estuvo en su punto más alto y que las obras avanzaron de manera veloz, así lo atestiguan las fotografías y papeles como el titulado “Récord de construcción, Torre de Ciencias” (imagen 9) que agregó a su carpeta. La celeridad de los trabajos permitió que para septiembre del mismo año se avanzara en obras adyacentes como laboratorios, salones, auditorio, biblioteca y anexo. Precisamente una de las fotografía muestra las obras que se desarrollaban a una distancia considerable, con una torre bastante avanzada al fondo (imagen 10). Parte de los expedientes de Lazo muestran el seguimiento a la visión global entre marzo y octubre de 1950. Las aerofotos registran el notable avance de siete meses de trabajo. (imagen 11).

[1] “El primer edificio de la Ciudad Universitaria” en Universidad de México. Órgano de la Universidad Nacional Autónoma de México, México, vol. IV, núm. 42, junio de 1950, p. 2.

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Imagen 9. Lámina 6, “Récord de construcción, Torre de Ciencias” (1950)

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Imagen 10. Lámina 10, construcción de CU, con la Torre de ciencias al fondo (1950)

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Imagen 11. Lámina 5, avance de obras entre marzo y octubre de 1950

Los documentos de Carlos Lazo dan cuenta de un fenómeno de comunicación fundamental para dar cuenta de la modernidad que se palpaba con cada obra. La construcción de la Ciudad Universitaria de México se dio en las décadas en las que en Latinoamérica se desarrollaron proyectos similares que brindaban la posibilidad de materializar nuevas ideas arquitectónicas y urbanistas. Darle difusión era fundamental, pues no sólo se les consideró como proyectos universitarios, sino como propuestas urbanas que contribuirían al desarrollo de las ciudades en las que se encontraban. Al mismo tiempo, con esto podemos saber que no únicamente le preocupaba la manera de realizar la obra, ya que dio seguimiento y resguardó materiales valiosos impresos por la propia UNAM que dan fe de los avances en la Torre de Ciencias y de la construcción global, además de notas periodísticas que dieron cuenta de las perspectivas de su inauguración para 1953. (imágenes 12, 13 y 14)

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Imagen 12. Lámina 16, promocional de la edificación de la Torre de Ciencias (1950)

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Imagen 13. Lámina 9, publicaciones (1950)

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Imagen 14. Lámina 8, cartel con la leyenda "Visite la Ciudad Universitaria de México" (1950)

Esta misma documentación permite mostrar en el discurso gráfico la identificación entre la materialización de la Ciudad Universitaria y la administración de Miguel Alemán. Un collage muestra al presidente de la República mirando el proyecto concluido, aunque se trata de la maqueta (imagen 15) y a pesar de que no conocemos la publicación en la que se insertó el gráfico ni la manera en que circuló, la identificación es clara, tanto como el interés de Lazo por conservarla.

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Imagen 15. Lámina 27, la imagen de Miguel Alemán observando la maqueta de CU (1950)

Iniciar el proyecto con la Torre de Ciencias y los edificios del conjunto de la facultad no parece un asunto gratuito. Es claro que para Lazo, el desarrollo de la ciencia era fundamental y más tratándose de la universidad nacional, donde se conjugó su interés con el de Manuel Sandoval Vallarta, Nabor Carrillo y Carlos Graef, director del Instituto de Física de la UNAM. Es sabido que estos últimos fueron promotores de un programa nuclear en México para el desarrollo científico en el Laboratorio de Energía Nuclear del Instituto de Física. Mientras se construía CU, promovieron la adquisición de un acelerador Van de Graff, un generador de partículas electrostáticas cargadas positivamente que debía el nombre a su creador Robert van de Graff.

Carlos Lazo colaboró de inmediato e incorporó la compra como parte de los gastos y reglas de adquisición para la construcción del recinto. El tema de la energía nuclear estaba a la orden del día, cuando su potencial destructivo había sido palpado en plena Segunda Guerra Mundial, pero también es cierto que muchos científicos abogaron por el trabajo con la energía nuclear para el progreso humano y la construcción de la paz. De eso estaban convencidos Vallarta, Carrillo y Graef.

Lazo compartía los mismos ideales, pues guardó un artículo en el que el arquitecto se dedicó a explicar el beneficio de la ciencia nuclear bajo el título Proposiciones mundiales a la era atómica que formaba parte de un documento mayor que no se conserva. Destaca la intervención del artículo con una impresión de promoción del acelerador, que incluso interrumpía la lectura de su artículo. El carácter propagandístico de la lámina es claro en la leyenda que lo acompañó: “Una hondísima revolución… aparato de Van de Graff desintegrador de átomos para la C.U. Único en la América Latina”. (imagen 16)

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Imagen 16. Lámina 21, artículo de Carlos Lazo y promocional del Van de Graff (1950)

La carpeta de Carlos Lazo nos brinda un vistazo de los planes y trabajos de 1950, aunque como sabemos, la obra se concluyó un par de años más tarde y comenzó a operar a partir de 1954. El proceso documentado por él mismo quedó bajo el resguardo del Archivo General de la Nación desde 1992, incorporado en los fondos de Archivos Particulares. Ahí quedaron resguardados expedientes que esperan por la indagación de una mente que busque comprender al hombre y su obra. ¿Qué testimonios de aquella edificación heroica quedan por explorar?

Fuentes consultadas:

Bravo, Yolanda, “Carlos Lazo o el reto de una gerencia general”, Bitácora Arquitectura, núm. 11, 2004, <http://revistas.unam.mx/index.php/bitacora/article/download/26357/67311>. [Consulta: 7 de julio de 2022.]

Mateos, Gisela, Adriana Minor y Valeria Sánchez Michel, “Una modernidad anunciada: historia del Van de Graff de Ciudad Universitaria”, Historia Mexicana, México, El Colegio de México, vol. 62, núm. 1 (245), julio-septiembre, 2012, <https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/download/211/188>. [Consulta: 7 de julio de 2022.]

Sanchez Michel, Valeria, “Construcción de una utopía: Ciudad Universitaria, 1928-1952”, tesis presentada para el grado de doctor en historia, Colegio de México, A.C. Centro de Estudios Históricos, México, 2014, <https://repositorio.colmex.mx/concern/theses/vm40xr826?locale=es>. [Consulta: 24 de junio de 2022.]

Referencia de imágenes:

AGN, Carlos Lazo Barreiro, Sección Segunda, Documentos, caja 02, registro 40.