En septiembre de 1968, cinco trabajadores universitarios se vieron atrapados en el pueblo de San Miguel Canoa, Puebla, donde fueron víctimas de un linchamiento motivado por el fanatismo religioso y la paranoia anticomunista.

La tarde del 14 de septiembre de 1968, un momento que prometía ser de alegría y aventura, se convirtió en una catástrofe. Cinco trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla: Manuel Gutiérrez Calvario, Jesús Carrillo Sánchez, Julián González Báez, Roberto Rojano Aguirre y Miguel Flores Cruz se dirigían hacia las faldas del cerro de La Malinche, en el pueblo de San Miguel Canoa, Puebla, para realizar un ascenso. Las complicaciones del mal clima y la caída de la noche los obligaron a quedarse en el pueblo, sin saber que muchos de ellos no regresarían con vida. Al no conocer a ninguna persona del lugar, decidieron tocar a las puertas de algunas casas, pidiendo que les permitieran quedarse, incluso buscaron asilo en la iglesia del pueblo.

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Imagen 1: Torre de iglesia

Lo que los trabajadores no sabían era que el párroco de la iglesia, llamado Enrique Meza Pérez, no simpatizaba con ningún movimiento social, y mucho menos con el movimiento estudiantil con el que fueron confundidos. Por este motivo, el padre se negó a permitirles el acceso a los viajeros cuando se enteró de sus objetivos.

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Imagen 2: Enrique Meza, Párroco de la iglesia

Ante la negativa del sacerdote de la iglesia de darles posada, los trabajadores decidieron buscar otro lugar donde alojarse. Encontraron refugio en la casa de Lucas García, quien se mostró solidario con ellos gracias a la intervención de su hermano Pedro García, a quien habían conocido en una tienda ese mismo día y con quien habían entablado una amistad. Pedro, proveniente de la Ciudad de México, estaba de visita en Canoa y se dirigía a la casa de su hermano Lucas, acompañado por dos de sus sobrinas y el novio de una de ellas, llamado Odilón.

Todos estaban a punto de dormir cuando escucharon tocar las campanas de la iglesia, acompañadas de consignas de alerta: “¡Ya llegaron los comunistas!” “¡Se van a robar los animales!” “¡Defiéndanse de los comunistas!”. La multitud se escuchaba cada vez más cerca, y, de pronto, se dieron cuenta de que las consignas estaban dirigidas hacia ellos. En poco tiempo, la casa se encontraba rodeada.

El pueblo se había armado con machetes, palos y otras armas, dispuestos a linchar a los trabajadores. Cerca de 800 personas los atacaron, simplemente por la creencia errónea de que eran comunistas. Coreaban consignas aún más agresivas: “¡Vienen a matarnos!” “¡Se van a robar a las mujeres!” “¡Muerte a los comunistas!” “¡Comunismo no, cristianismo sí!” El resultado fue devastador: cuatro personas asesinadas y tres más gravemente heridas, sin que nadie fuera detenido. Entre los fallecidos se encontraban dos trabajadores, Jesús Carrillo Sánchez y Ramón Gutiérrez Calvario, mientras que los otros dos eran el dueño de la casa, Lucas, y su hermano Pedro.

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Imagen 3: Reporte sobre los hechos de Canoa realizado por la DFS

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Imagen 4: Miguel Flores Cruz

Los tres trabajadores sobrevivientes quedaron con heridas graves: uno de ellos perdió varios dedos de la mano, otro sufrió cortes profundos en la cabeza y demás partes del cuerpo debido a los golpes que recibió con un machete. A pesar de las impactantes lesiones, lograron mantenerse con vida.

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Imagen 5: Julio González Báez

Al día siguiente, el periódico El Sol de Puebla publicó algunas notas en las que distorsionaban por completo los hechos y justificaban el linchamiento argumentando que los trabajadores habían intentado izar una bandera rojinegra en la iglesia del municipio.[1] Esta versión se basaba en que semanas antes de la tragedia, una comisión de estudiantes de la UAP había visitado Canoa con el objetivo de difundir su movimiento y ganar simpatizantes.

A pesar de los testimonios de los sobrevivientes, de la identificación del párroco de la iglesia, Enrique Meza como el autor intelectual y del reconocimiento del presidente municipal, del comandante, de los dueños de los altavoces y los dueños de la línea de camiones como participantes en el linchamiento, no hubo ningún arresto, ni siquiera un castigo mínimo.

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Imagen 6: Roberto Rojano

Además del apoyo económico y moral que les brindó la comunidad universitaria de la UAP, semanas después, el Consejo Universitario acordó establecer una cuota extra de inscripción de $5 para indemnizar y solidarizarse con las víctimas de la tragedia, tanto con los sobrevivientes como con las esposas y familiares de los que perdieron la vida.

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Imagen 7: Reporte sobre los hechos de Canoa realizado por la DFS

Este trágico acontecimiento es un ejemplo de hasta dónde puede llegar el fanatismo y la manipulación ideológica. En este caso, liderada por ideas religiosas que, llevadas por una fe ciega, desembocaron en tragedia y muerte. A pesar de haber transcurrido más de 50 años, la situación antes descrita quedó impune y la falta de justicia refleja la persistencia de problemas profundos en la sociedad hasta la actualidad.

Fuentes consultadas

AGN, DFS, Caja AC 1062/4223, Exp. 100-19-1, Legajo 18

Meaney, Guillermina, CANOA. El crimen impune Puebla, Gobierno del estado de Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2000.

Referencia de las imágenes

Imagen 1: AGN, Archivos Fotográficos, Instrucción Pública y Bellas Artes, Sección Propiedad Artística y Literaria, PAL/143, Torre de iglesia, Cuernavaca

 

Imagen 2: Meaney, Guillermina, CANOA. El crimen impune, Puebla, Gobierno del estado de Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2000.

Imagen 3: AGN, DFS, Caja AC 1062/4223, exp. 100-19-1, Legajo 18

Imagen 4: Meaney, Guillermina, CANOA. El crimen impune, Puebla, Gobierno del estado de Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2000.

Imagen 5: Meaney, Guillermina, CANOA. El crimen impune, Puebla, Gobierno del estado de Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2000.

Imagen 6: Meaney, Guillermina, CANOA. El crimen impune, Puebla, Gobierno del estado de Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2000.

Imagen 7: AGN, DFS, Caja AC 1062/4223, exp. 100-19-1, legajo 18

[1] Meaney, Guillermina. Canoa. El crimen Impune. P. 51-52