Para comprender lo anterior debemos remitirnos al desarrollo de los trabajadores durante la segunda mitad del siglo XIX. Las primeras organizaciones artesanas-obreras en México se originaron en ese periodo como respuesta a las nuevas formas de explotación que el incipiente desarrollo industrial comenzó a implementar en los principales sectores económicos y artesanados del país. Lo anterior implicaba la destrucción de las viejas relaciones de producción, la incorporación del artesanado como fuerza laboral de las industrias en desarrollo, pero también la amenaza que representaba en la competencia para el gremio.

Ante este panorama los trabajadores mexicanos comenzaron a adoptar las corrientes de organización y acción del movimiento internacional obrero europeo. Durante ese periodo, dicho movimiento contaba ya con grandes experiencias: la primera, en 1864, con la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) en Inglaterra, y la segunda, en 1871, con el movimiento y gobierno obrero de la Comuna de París. Algunos representantes de la clase obrera y del artesanado de México llegaron a tener un temprano contacto con la AIT.

Estas dos experiencias estimularon al proletariado mexicano a fundar el Gran Círculo de Obreros de México (GCO). Este organismo buscó agrupar a todas las sociedades trabajadoras mexicanas y adoptar un modo de acción basado en la solidaridad y ayuda mutua, es decir, el mutualismo. En sus primeros años de operación el GCO logró sumar a 28 sociedades obreras y artesanales, la gran mayoría de las cuales adoptó una forma de organización mutualista.

Una parte fundamental de estas primeras organizaciones obreras fue la creación de canales de comunicación en la prensa que permitieran, entre otros fines, acrecentar la organización de clase en México, así como denunciar los abusos del capitalismo sobre el trabajador. Tal fue el caso del periódico El Hijo del Trabajo, el cual se volvió uno de los pocos periódicos independientes de la clase trabajadora destinados “a la defensa de la clase obrera, y propagador de las doctrinas socialistas de México”,[1] lema que sostenía en su cintillo.

Sobre los redactores que participaron en El Hijo del Trabajo, se puede mencionar que utilizaban motes para ocultar su identidad, lo que nos adentra a los mecanismos de organización y lucha política adoptados frente al temor a la represión. Entre los seudónimos que utilizaron figuraban Andrés “el Jornalero”, Jacobo “el Trapero”, Juan “el Zapatero” y Justo “el Carpintero”, entre otros, los cuales permitían destacar el carácter de clase de la publicación, el protagonismo obrero por parte de los distintos oficios del artesanado, así como fortalecer la identificación del lector con el articulista y el periódico. Asimismo, la gran mayoría de sus promotores tenían una experiencia previa en la lucha de ideas a través de la prensa, pues provenían de otros periódicos como La Huelga y La Comuna.

El primer número apareció el lunes 17 de abril de 1876, dejando ver en su primera página el sentido mutualista de su editor y propietario, José Muñuzuri. Éste invitaba a la cooperación de los obreros para sostener, a través de la suscripción, un periódico independiente creado exclusivamente para los trabajadores. A cambio, la publicación se comprometía a mantener una sección especial de avisos para los obreros que no tuvieran ocupación o para anunciar algún puesto vacante. El costo de la suscripción a El Hijo del Trabajo fue de ocho centavos en la Ciudad de México, para el resto de la República costaba doce centavos, en tanto que por número suelto tenía un precio de tres centavos.

Una de las primeras noticias que recuperó El Hijo del Trabajo en su primer número fue precisamente la conformación del Gran Círculo de Obreros. Dicha publicación destacó el significado histórico de su nacimiento para las organizaciones obreras mutualista y cooperativistas en México, pues su lectura política planteaba que el incipiente movimiento obrero contaba con la suficiente fuerza para implantar los principios socialistas en México. Así, además de debatir con las voces de los “hombres de poca fe”,[2] propugnaba por la idea de que “las utopías se realizan”[3].

Debemos considerar que gran parte de los movimientos de carácter socialista fueron vistos, a mediados del siglo XIX, como utópicos, idealistas o imprácticos por una parte importante de la prensa de las clases dominantes. Lo anterior se había dado sobre todo en el debate con los socialistas utópicos, aunque con mayores dificultades con el socialismo científico promovido por Carlos Marx y Federico Engels, quienes, además de discutir con los viejos socialistas científicos, desarrollaron el método científico para la comprensión del sistema económico y político vigente y desarrollaron los elementos teóricos que sustentaron la práctica política obrera en Europa. Aunque, debemos tener claridad de que su conocimiento directo en América Latina fue tardío con procesos de traducción de su obra.

Algo particular de El Hijo del Trabajo fue su apasionada crítica de carácter socialista destinada a denunciar los abusos del capitalismo y de los propietarios de los medios de producción y del capital en México, la clase burguesa que sostenía sus privilegios a través de la explotación y malas condiciones de la clase proletaria en México, como denunciaba en sus páginas. Esta conciencia elemental de la dominación y la explotación alimentó los llamados constantes del periódico a la organización de las y los trabajadores, pues, como señalaba entonces, sólo a través de la unión de los hombres y las mujeres, hijos del trabajado, se podía alcanzar un mejor porvenir.

Hoy el AGN resguarda la voz y la experiencia política de las y los trabajadores que quedó contenida en las páginas de esta extraordinaria publicación. En la Biblioteca-Hemeroteca “Ignacio Cubas” es posible localizar y consultar varios de sus números, que van desde 1876 a 1877 y luego de 1881 a 1883. Asómate a esta ventana en la historia del periodismo independiente y del movimiento obrero en México.

 

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[1] José Muñuzuri [Ed.], El Hijo del Trabajo, Ciudad de México, 17 de abril de 1876. En, AGN, Biblioteca-Hemeroteca “Ignacio Cubas”, sección periódicos D.F.

[2] Andrés “el Jornalero”, “Las Utopías”, El Hijo del Trabajo, Ciudad de México, 17 de abril de 1876, p.3. En, AGN, Biblioteca-Hemeroteca “Ignacio Cubas”, sección periódicos DF.

[3] Ibidem.