Nació en Vicuña, Chile, el 7 de abril de 1889. Su verdadero nombre fue Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, sin embargo, fue mejor conocida como Gabriela Mistral, seudónimo que comenzó a utilizar desde 1908 en el poema Del pasado. Como primera vocación tuvo la docencia, no obstante, con el tiempo comenzaría a colaborar con algunas publicaciones literarias entre las cuales se encontró la revista Elegancias dirigida por Rubén Darío. Durante su primera etapa literaria obtendría el Premio Nacional de Poesía de Chile por su obra Sonetos de la muerte, publicado en 1914.

En su país, se sumó a la lucha por alcanzar y conquistar diversas reformas dentro del sistema educativo chileno, como por ejemplo la reivindicación del derecho de las mujeres a la educación, al mantenerse una tradicional y limitada enseñanza para el género femenino a diferencia de la educación que recibían los hombres. Otro tema, fue la desigualdad de sueldos dentro del magisterio, en especial el caso de las maestras, quienes cobraban una remuneración menor por su labor.

La ferviente lucha que mantuvo Gabriela Mistral la colocaron como una de las principales figuras del magistrado de Chile, trascendiendo su reconocimiento en otras latitudes, como fue el caso de México, en donde el maestro José Vasconcelos, tras su viaje a América Latina, invitó a la maestra chilena a sumarse al nuevo proyecto educativo que sería impulsado en la década de los veinte, por la recién creada Secretaría de Educación Pública. La maestra llegó a México en 1922, entre sus primeras aportaciones se menciona el presidir el Congreso de Maestros Misioneros del programa Misiones Culturales, en donde se dio a conocer el proyecto de educación que se daría dentro de las comunidades indígenas del país.

Otras de las tareas encargadas a Gabriela Mistral fue el escribir un libro: Lecturas para mujeres, así como versos y prosa con la finalidad de ser difundidos dentro de las escuelas. Así nacieron diversas partituras que en la actualidad se encuentran en el fondo documental de Propiedad Artística y Literaria del AGN, obras creadas durante su paso por esta nación.

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En mayo 1924 la maestra chilena concluyó su trabajo en México, dejando una impronta en las personas que trabajaron junto con ella, así como en las comunidades de Michoacán y Oaxaca en donde llevó a cabo su labor como misionera cultural. Antes de cruzar la frontera hacia los Estados Unidos agradecería a:

México por el regalo que me hizo de su niñez blanca; gracias a las aldeas indias donde viví segura y contenta, gracias al hospedaje no mercenario de las austeras casas coloniales donde fui recibida como hija; gracias a la luz de la meseta que me dio salud y dicha; a las huertas de Michoacán y de Oaxaca, por sus frutos cuya dulzura va todavía en mi garganta; gracias al paisaje línea por línea, y al cielo que, como en un cuento oriental, pudiera llamarse —siete suavidades—. Y, enseguida, algo más relacionado como su quehacer docente: Pero gracias sobre todo, por estas cosas profundas: viví con mi norma y mi verdad en esa tierra y no se me impuso otra norma: enseñando tuve siempre el señorío de mí misma; dije con gozo mi coincidencia con el ambiente, muchas veces, pero dije otras mi diversidad. No se me impuso norma de trabajo: tuve la gracia de elegirlo; cuidaron de no darme fatiga, tal vez porque me vieron interiormente rendida; nada de la patria me faltó, y si la patria fuese protección pudorosa, delicadísima, México fuera patria mía también1.

Después de México, la maestra chilena continuaría su labor en otros puntos del mundo, siendo designada en 1925 secretaria del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones en Ginebra (Suiza). Para 1928 fue elegida representante de Chile y Ecuador en el Congreso de la Federación Internacional Universitaria en Madrid. Además continuó como maestra en los Estados Unidos en las escuelas Bernard College, Vassar College y en el Middlebury College y colaboró en las universidades de Puerto Rico, La Habana y Panamá. Al mismo tiempo, continuó su actividad como escritora y poeta, actividad que le proporcionó diversos reconocimientos. El 10 de diciembre de 1945 obtuvo el Nobel de Literatura, pasando a la historia como la primera mujer iberoamericana en recibir dicho galardón internacional.

El 10 de enero de 1957 Gabriela Mistral partió de este mundo, dejando un gran legado no sólo a Chile sino a toda la humanidad, mismo que no deja de ser reconocido hasta nuestros días.

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1Gabriela Mistral. En la otra orilla. A bordo del Patria. 1924. Citado por, Valenzuela Fuenzalida, Álvaro. “Gabriela Mistral y la reforma educacional de José Vasconcelos”. En, Reencuentro, núm. 34, septiembre, 2002.