En 1777, José Antonio Alzate realizó una de las primeras exploraciones a la ciudad de Xochicalco y en 1791 publicó la Descripción de las antigüedades de Xochicalco, un texto en el cual se describía una parte de las estructuras de esta ciudad mesoamericana situada en el cerro del mismo nombre, que en náhuatl significa ‘en el lugar de la casa de las flores’.

Desde un inicio, Xochicalco reveló su formidable sistema defensivo natural, pues la ciudad fue edificada en un lugar elevado, además, estaba reforzada con fosos, terrazas amuralladas y entradas resguardadas. En su obra, Alzate incluyó la descripción de unos cuantos notables edificios que formaron parte de la acrópolis, como el famoso basamento del templo de las serpientes emplumadas, edificación que muestra en sus cuatro taludes la figura mítica de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada.  

Este primer acercamiento permitió poner sobre el mapa de las zonas arqueológicas a la ciudad fortificada de Xochicalco y señalar el avance científico y tecnológico alcanzado por las antiguas civilizaciones prehispánicas, lo que contrarrestó la opinión que encasillaba a todos los pueblos indígenas como bárbaros y salvajes. Además, fue punta de lanza para otras exploraciones encaminadas a reconstruir otras zonas arqueológicas de México, pues hay que recordar que gran parte de los centros prehispánicos fueron destruidos o sepultados por los españoles durante el proceso de conquista, mientras que otros fueron olvidados y devorados por la naturaleza.

Con el proceso de construcción de identidad nacional se avivó el interés por rescatar el pasado indígena a través de sus restos materiales. Sin embargo, las dificultades internas del país y la falta de instituciones especializadas en el rescate del patrimonio arqueológico impidieron el trabajo en las zonas arqueológicas. Pese al incipiente desarrollo, el Estado mexicano se ocupó en la temprana promulgación de leyes encaminadas a proteger los restos arqueológicos de saqueos promovidos por algunos exploradores, principalmente extranjeros.

Con la fundación del Museo Nacional en 1825, durante la presidencia de Guadalupe Victoria, y la del Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia en 1865 se fortalecieron paulatinamente los trabajos arqueológicos en México. Lo que comenzó como el pasatiempo de unos contados eruditos, se transformó en una generación de profesionales en el campo de la arqueología que contribuyeron a la creación de la primera cátedra de arqueología en la Academia de San Carlos en la segunda mitad del siglo XIX.

Durante la dictadura de Porfirio Díaz, los trabajos arqueológicos volvieron a poner sus ojos en la exploración, estudio y rescate de diversos sitios en México. Si bien, Teotihuacán es el mayor ejemplo, no fue el único proyecto, pues también destacó Xochicalco, conocido desde un siglo atrás, como hemos visto.

En un inicio, las labores arqueológicas en Xochicalco se limitaron a la limpieza y vigilancia a través del nombramiento de inspectores y conserjes designados por la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, ente encargado de las zonas arqueológicas del país. Sin embargo, esto no detuvo por completo la destrucción y saqueo del sitio, por lo cual numerosos científicos de la época se preocuparon por darlo a conocer y preservarlo. Uno de ellos fue el conserje Jesús Moreno, quien se destacó por su dedicación en la recuperación de la cultura en Morelos y que a mediados de 1895 propuso el rescate y restauración de Xochicalco con base en las imágenes que unos años atrás había publicado Antonio Peñafiel, esto con la finalidad de dar a conocer la riqueza de las culturas prehispánicas entre nacionales y extranjeros (imagen 1).

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Imagen 1. Propuesta de Jesús Moreno Flores para la restauración de Xochicalco, Miacatlán, Morelos, junio de 1895

La propuesta de Jesús no prosperó en ese año, aunque seguramente influyó en la sensibilización tanto como en los trabajos del XI Congreso Internacional de Americanistas en el que se presentó un reporte completo del sitio por primera vez para el mundo. La conciencia que se produjo a partir de labores como las señaladas se expresó en la promulgación de la primera regulación en la materia en 1897: la Ley de Monumentos Arqueológicos, la cual puso a los territorios con vestigios arqueológicos bajo propiedad de la nación y estipuló las primeras medidas de conservación. Poco a poco, las acciones se desarrollaron hasta que se proyectó el rescate de los basamentos de Xochicalco, a propósito de la iniciativa presentada por Francisco Plancarte y Cecilio Robelo, ilustres arqueólogos que buscaron mostrar el esplendor de esta ciudad mesoamericana a toda persona interesada en las antiguas civilizaciones.

En enero de 1910, con Leopoldo Batres a cargo, arrancó el proyecto de reconstrucción como parte del área de Inspección y Conservación de Monumentos Arqueológicos, el cual tuvo un presupuesto inicial de diez mil pesos más la apertura de una cuenta con las empresas ferrocarrileras para el transporte de materiales y de personal (imágenes 2 y 3).

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Imágenes 2 y 3. Gestiones de Leopoldo Batres para el arranque de las obras de restauración en Xochicalco, México, diciembre de 1909

No obstante, son conocidos los grandes problemas que se enfrentaron en términos de traslado de material y agua hacia la zona elevada de Xochicalco, pues los trabajadores trasladaban cal, arena, agua, madera y herramientas desde la estación ferrocarrilera hasta la zona arqueológica. Además, los recursos inicialmente destinados fueron insuficientes, lo que obligó a Leopoldo Batres a pedir más dinero a mediados de año para terminar la obra (imagen 4).

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Imagen 4. Leopoldo Batres informa sobre las dificultades y logros alcanzados en la zona arqueológica de Xochicalco, México, 4 de junio de 1910

Las penurias y dificultades atravesadas por el inspector general de monumentos arqueológicos y la cuadrilla de peones, albañiles y carpinteros que intervinieron en el proyecto se compensarían con el extraordinario descubrimiento que se atisbaba para junio de 1910. Leopoldo Batres no perdió la oportunidad de señalar lo que gracias a esas labores de rescate se había encontrado:

Una riquísima zona arqueológica que constituye uno de los más grandes grupos de monumento de este género que hasta hoy se ha conocido, pues todos los cerros están cubiertos de plazas, templos, explanadas, fortificaciones comunicadas entre sí por anchas y bien empedradas calzadas. Sin este desmonte habrían permanecido ocultos estos tesoros de la altísima civilización de Xochicalco.[1]

Las dificultades también se reflejaron en el aspecto técnico, como expresión del aún necesario perfeccionamiento de la labor arqueológica. No habían pasado ni quince días del inicio de los trabajos cuando el conserje del sitio le comunicó a Batres sobre los daños ocasionados por el ingeniero Juan Reina al derrumbar los muros de una cámara subterránea. Don Leopoldo no dudó en elevar una denuncia y exigir la aplicación de la pena correspondiente de acuerdo con la Ley de Monumentos Arqueológicos (imágenes 5 y 6). También es sabido que la reconstrucción del cuerpo piramidal principal no tomó en cuenta las ilustraciones y descripciones que José Antonio Alzate realizó a finales del siglo XVIII. A pesar de estas dificultades, el trabajo encabezado por Leopoldo Batres fue objeto tanto de reconocimiento, al ser presentado en el XVII Congreso de Americanistas, como de detracciones de sus colegas por los métodos utilizados y los resultados en las reconstrucciones.

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Imágenes 5 y 6. Denuncia de los daños ocasionados por el ingeniero Juan Reina en Xochicalco, México, 21 de enero de 1910

 

Con el inicio de la Revolución, el proyecto de Xochicalco se vio interrumpido. Los trabajadores involucrados en el rescate del sitio no fueron ajenos a las pésimas condiciones labores de la época, en especial los peones, quienes recibían 80 centavos por una excesiva jornada de trabajo. Ya en abril de 1910, el presidente municipal de Xochitepec denunció las condiciones a las que eran sometidos los pobladores de Tetlama y Alpuyeca, los abusos de autoridad y las amenazas de severos castigos que recibían si se negaban a trabajar de manera gratuita (imagen 7).

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Imagen 7. Transcripción de la denuncia del presidente municipal de Xochitepec sobre los abusos en las obras de Xochicalco, México, 25 de abril de 1910

A pesar de que esta zona permaneció vigilada por las correspondientes autoridades a fin de evitar alguna irregularidad o daños al lugar, es conocido el incendio de la casita construida en el sitio para la visita que se realizó con motivo de la presentación de los resultados de los trabajos de restauración. Hay que recordar que en el estado de Morelos se desató una sangrienta guerra contra el ejército zapatista por parte de las fuerzas federales y, en más de una ocasión esta zona arqueológica se vio amenazada por la guerra, en especial por las tácticas militares del ejército federalista de la tierra arrasada, que consistía en la quema de poblados y cultivos. Como consecuencia de la situación política y social, a finales de 1912, el conserje no tuvo más remedio que comunicarle al inspector general del incendio que terminó con dicha construcción y con las caballerizas (imagen 8).  No sorprende así que pasados algunos meses de 1913 se reconociera la necesidad de solicitar garantías para los empleados de las ruinas, como nos permite saber la glosa al margen de un documento.

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Imagen 8. Transcripción del telegrama enviado por el conserje de la zona arqueológica de Xochicalco sobre el incendio que acabó con la casa y las caballerizas, México, 31 de diciembre de 1912.

Tan pronto como terminó la fase armada de la Revolución, nuevas instituciones y especialistas encaminados al rescate de nuestro pasado indígena a través de sus vestigios materiales retomaron los trabajos en la zona de Xochicalco. Todos estos estudios y proyectos arqueológicos han permitido indagar parte de la historia de esta antigua ciudad mesoamericana, la que tiene todavía mucho que decir de aquella época. Hoy nos es posible dimensionar tales esfuerzos gracias a los documentos custodiados por el Archivo General de la Nación.

Fuentes consultadas:

Litvak King, Jaime, “Investigaciones en el valle de Xochicalco: 1569-1970”, Anales de Antropología, México, Universidad Nacional Autónoma de México–Instituto de Investigaciones Históricas, 1971, pp. 101 – 124.

Salinas Córdova, Daniel, “Los inicios de la protección del patrimonio cultural en México. De la independencia a los gobiernos posrevolucionarios”, presentado en el Coloquio Encuentros y Desencuentros. El patrimonio y los medios para su divulgación, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 23 de abril de 2015.

Sánchez Gaona, Laura, “Legislación mexicana de patrimonio cultural”, Cuadernos Electrónicos, España, Universidad de Alcalá, núm. 8, 2012, pp. 57-74.

Tellez Hernández, Fabiola Yannine, “La relación entre la narrativa oral y escrita en el pueblo de Coatetelco a partir del análisis del texto Coatl-tetetl de Jesús Moreno Flores (1886)”, tesis de maestría, México, Universidad Autónoma de Morelos–Facultad de Artes, 2019.

Imagen 1. Propuesta de Jesús Moreno Flores para la restauración de Xochicalco, Miacatlán, Miacatlán, Morelos, 18 de junio de 1895, en AGN, México Independiente, Justicia y Negocios Eclesiásticos, Instrucción Pública y Bellas Artes (1ª serie), caja 148, exp. 19.

Imágenes 2 y 3. Leopoldo Batres al Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, México, 2 y 31 de diciembre de 1910, en AGN, México Independiente, Justicia y Negocios Eclesiásticos, Instrucción Pública y Bellas Artes (1ª serie), caja 111, exp. 28.

Imagen 4. Leopoldo Batres al Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, México, 4 de junio de 1910, en AGN, México Independiente, Justicia y Negocios Eclesiásticos, Instrucción Pública y Bellas Artes (1ª serie), caja 112, exp. 82.

Imágenes 5 y 6. Leopoldo Batres al Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, México, 21 de enero de 1910, en AGN, México Independiente, Justicia y Negocios Eclesiásticos, Instrucción Pública y Bellas Artes (1ª serie), caja 112, exp. 68.

Imagen 7. El Gobernador de Morelos al Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, México, 25 de abril de 1910, en AGN, México Independiente, Justicia y Negocios Eclesiásticos, Instrucción Pública y Bellas Artes (1ª serie), caja 112, exp. 96.

Imagen 8. Francisco M. Rodríguez, inspector general de monumentos arqueológicos, al Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, México, 31 de diciembre de 1912, en AGN, México Independiente, Justicia y Negocios Eclesiásticos, Instrucción Pública y Bellas Artes (1ª serie), caja 113, exp. 13.

 

[1] Leopoldo Batres al Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, México, 4 de junio de 1910, en AGN, México Independiente, Justicia y Negocios Eclesiásticos, Instrucción Pública y Bellas Artes (1ª serie), caja 112, exp. 82, f. 14.