Canciller Claudia Ruiz Massieu: La Comisión trilateral ha sido un foro privilegiado para la reflexión y la acción, provocador de debate que ha tenido un impacto en las políticas públicas. Todos y cada uno de ustedes son actores centrales de América del Norte. Académicos, empresarios, son el motor vivo de la cooperación y el entendimiento entre los tres países.

Actualmente el entorno internacional es muy complejo. La humanidad se enfrenta tanto a oportunidades sin precedentes como a desafíos sin precedentes. El siglo 21 se caracteriza por importantes cambios en el poder. En otras palabras, nos enfrentamos a la transición de poder y la difusión del poder a escala global.

La distribución de poder puede ser descrita hoy como un juego de ajedrez tridimensional. En el tablero superior, el poder militar refleja un mundo que sigue siendo unipolar, siendo Estados Unidos la única superpotencia. En el tablero del medio, el poder económico refleja un mundo que se ha vuelto cada vez más multipolar, donde han surgido diferentes polos de influencia económica. Aquí, la integración regional ha sido la tendencia irreversible. Como se muestra por el número de acuerdos comerciales regionales, que han aumentado en un 600% en las últimas dos décadas, van de menos de 50 en 1994 hasta casi 300 en 2014. Por último, el tablero inferior son los desafíos transnacionales, como las pandemias o el cambio climático, los cuales ningún país puede controlar por sí solo y por lo tanto requieren un mayor nivel de cooperación internacional.

La lección es fuerte y el clara. En el mundo de hoy nadie, ningún país y ninguna sociedad, puede prosperar en el aislamiento. Esto es algo que México, Estados Unidos y Canadá entienden bien. Hemos cosechado los beneficios por más de 20 años de trayectoria de una prosperidad común asegurada. Y esta lección es hoy más relevante que nunca. Cuando el proteccionismo está resurgiendo en algunas latitudes y el prejuicio vuelve a convertirse en parte del discurso político.

Creo que todos estamos aquí para hablar sobre el futuro, listo para discutir la agenda de post TLCAN para el siglo 21. Para hacer eso, primero tenemos que entender dónde estamos y cómo llegar allí. Un cuarto de siglo atrás, nos dimos cuenta de que América del Norte sería más fuerte y más próspera trabajando como región. Una convicción de nuestros gobiernos consagrada en 1992, cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte - aquí tenemos a los tres principales negociadores - México, Estados Unidos y Canadá decidieron iniciar esta nueva asociación basada en los principios del libre comercio, flujos de inversión transfronteriza y normas comerciales en común. Este objetivo se ha realizado con claridad en el transcurso de las últimas dos décadas.

Desde la entrada en vigor del TLCAN en 1994, el comercio de la región creció de $290 mil millones a más de a más de $1.1 billones de dólares en 2016. Mientras que México, Estados Unidos y Canadá se han convertido en los socios comerciales más importantes de manera recíproca. En conjunto, nuestros tres países representan una cuarta parte del PIB mundial y el 14% de las exportaciones mundiales. Para poner esto en perspectiva, las exportaciones per cápita de nuestra región son casi cuatro veces mayor que la de China.

La región de América del Norte se ha convertido en una verdadera innovación conjunta de diseño, producción y servicio. La industria avanzada, tal como la aeroespacial, automovilística, electrónica, de maquinaria y de farmacéuticos, representan casi la mitad de todos los bienes comercializados en esta área. Más importante, nuestros países no sólo comercian con productos terminados entre sí, sino que construyen cosas juntos. Por ejemplo, los coches norteamericanos cruzan ocho veces las fronteras de la región durante el proceso de producción. Estoy convencida de que en un futuro cercano, las etiquetas de "hecho en México", " made in the United States " o "fabriqué au Canada" dará paso a la denominación "hecho en América del Norte".

Pero no es todo. Las industrias de servicios también se han vuelto cada vez más integradas. Impulsados por la inversión regional, los sectores financieros, de seguros y  telecomunicaciones, entre otros, los servicios de intercambio comercial de la región aumentaron de $ 1.7 mil millones en 1993 a más de $ 100 mil millones al año. Se abren nuevas oportunidades en áreas como salud, educación y energía.

América del Norte es también un imán para la inversión extranjera directa. Estados Unidos se ubica como el segundo destino de la IED a nivel mundial, Canadá como el séptimo, mientras que México ocupa el quinto lugar entre las economías emergentes. Por otra parte, la inversión regional transfronteriza ha aumentado cuatro veces en los últimos 20 años para una inversión en acciones de $ 800 mil millones de dólares. Para dar un ejemplo, hoy las empresas mexicanas invierten en nuestras propias marcas icónicas norteamericanas como The New York Times, Mission Foods, Sara Lee o Saks Fifth Avenue.

Sin embargo, el TLCAN es mucho más significativo. Marcó un cambio fundamental en la manera en que pensamos acerca de los desafíos y las oportunidades. Ya no únicamente como naciones, pero cada vez más como una región.

Así que en lugar de convencer a los ya convencidos con números y figuras que ya conocemos, me gustaría abordar algunos aspectos de nuestra integración que aún están por construirse en el siglo 21. Creo que este programa puede ser creado sobre la base de las ideas libres.

El primero, la integración económica, creada por el TLCAN ya no es un fin en sí mismo. El depósito de confianza, la comprensión y las buenas prácticas que ha creado, pueden y deben evolucionar como plataforma para la cooperación trilateral con nuevas vías más allá del comercio.

Segundo, debemos empezar a ver no de manera nacional, sino regional, cuando se llega a un acuerdo mundial. Crear soluciones regionales a los desafíos globales y oportunidades no es un imperativo idealista sino un acercamiento pragmático. Un ejemplo sería el TPP.

La tercera, nuestros tres países aspiran a continuar siendo soberanías nacionales, conservando sus objetivos individuales al interactuar con el resto del mundo. Es por eso que podemos avanzar paso a paso enfocándonos en esos temas en los que ya existe un consenso.

Creo firmemente que nosotros, como gobiernos, debemos salir de nuestras zonas de confort bilaterales bilaterales y debemos de trabajar de manera bilateral, pero debemos de tener en mente el aspecto trilateral. Debemos de pensar en trabajar trilateralmente lo más que podamos. Y la manera de pensar trilateralmente es quizá tomando como ejemplo la Alianza del Pacífico. 

Necesitamos identificar un problema en el que trabajemos trilateralmente y una vez que parezca haber progreso podemos empezar a identificar un segundo problema. Este tipo de construcción de enfoque  podría, tal vez, ser explorado.

La  seguridad, cooperación, desastres naturales, desafíos de salud, epidemias son algunas de las áreas donde este acercamiento podría ponerse a prueba. ¿Por qué estas áreas? Porque nuestro trabajo conjunto podría basarse en los principios de la responsabilidad global compartida. 

Permítanme compartir con ustedes otros ejemplos para ilustra cómo, bajo este supuesto, es que podemos y ya hemos tenido progreso.  Pensemos en los recientes esfuerzos en la lucha contra el cambio climático. Nunca antes los tres países habían alineados sus posiciones con respecto a este reto común de una manera tan profunda. En junio pasado durante la Cumbre de Líderes de América del Norte en Ottawa, los presidentes Peña Nieto, Barack Obama y el Primer Ministro Trudeau, lanzaron la política de asociación de Norte América para energía limpia y medio ambiente con metas muy ambiciosas.

Para reducir 45 % de emisiones para 2025 e incrementar políticas de energía limpia al 50% para el mismo año. Los tres países están convencidos que iniciativas como estas fortalecerán la seguridad energética regional, nos permitirán tener una red eléctrica más fiable, potenciar la innovación y la investigación, y promover el acceso universal a la energía.

Esta visión compartida de oportunidad en común es  precisamente lo que nos hizo buscar una solución trilateral. Los refugiados, una de las problemáticas que más presión ejercen, también nos hacen pensar de manera regional en lugar de meramente en términos nacionales, y brinda una solución trilateral que funciona para todos. Desde esta perspectiva regional, Centroamérica no es solo la frontera sur de México, sino la frontera sur de Norteamérica. Bajo esta idea, los tres aliados norteamericanos coauspiciarán la cumbre de refugiados que se realizará este mes. "Cambiamos " para aumentar el funcionamiento y oportunidades para ellos.

Entendemos que atender los desafíos económicos, sociales y de seguridad en Centroamérica está en el interés de todos y será más fácil y menos costoso si lo hacemos juntos. En el mismo sentido, nuestra agenda de seguridad y defensa también puede beneficiar de una visión regional. Por ejemplo, este año realizaremos el primer diálogo sobre política antidrogas para compartir información importante y mejores prácticas para crear una estrategia y tener un diálogo fructífero sobre el uso de drogas en nuestra región.

También estamos comprometidos con hacer mayores esfuerzos para erradicar el tráfico humano, un tema de interés global que no puede ser combatido exitosamente sin una visión regional en la estrategia. Y justo como sucede con las drogas, el tráfico humano es un asunto que no conoce fronteras, al igual que los desafíos globales de salud y enfermedades que constituyen amenazas de salud públicas, y como ellas, han creado la necesidad de mecanismos como el plan norteamericano para la influenza animal.

México, EE.UU. y Canadá tienen mercados laborales complementarios dado el cambio demográfico que los tres países experimentan, caracterizado por una población joven y cada vez más educada en México y la población de mayor edad en Estados Unidos y Canadá. Los tres países necesitan desarrollar políticas firmes para promover a nivel trilateral mercados laborales más incluyentes que usen y desarrollen plenamente las habilidades de los individuos y permitan que nuestros ciudadanos encuentren mejores empleos. Por ejemplo, como expliqué antes, el crecimiento en el comercio de servicios, una consecuencia natural de una mayor integración económica y financiera,  se expande rápidamente.

El hecho dengue no tengamos aún un marco de trabajo que permita la movilidad en la región crea barreras para una mejor integración de los mercados de servicios en Norteamérica.

México y Canadá han tenido mucho éxito en el desarrollo de programas bilaterales de movilidad laboral como el Programa de Trabajadores Temporales Agrícolas para asegurar influjo ordenado, legal y seguro de trabajadores temporales con pleno respeto de sus derechos laborales. Necesitamos replicar esta buena práctica en la región y pensar cómo llevarlo más lejos.

Señoras y señores, como podemos ver, Norteamérica no es solo una idea, sino una realidad. Es mucho más que una expresión geográfica. Es una máquina de crecimiento, desarrollo y prosperidad. Norteamérica es el futuro. Nuestro futuro común en una época en la que han surgido  alrededor del mundo fuerzas opuestas a la integración, el libre comercio y la cooperación.

México, Estados Unidos y Canadá sin el mejor ejemplo de que el libre comercio y la integración funcionan.

Y aún más importante, Norteamérica demuestra también que nuestra integración no es sólo una imposición de la geografía, sino una decisión estratégica soberana que es también una decisión inteligente. Nuestros países están conectados por múltiples criaturas, cielos, montañas, aguas, flujos migratorios de especies y las empresas de nuestra gente, pero por encima de todo; el proyecto de Norteamérica funciona porque está basado en valores e intereses comunes, así como una aspiración: ser más fuertes, más seguros y más prósperos juntos. Gracias.