Parece trabalenguas, ¿verdad? Pero es una enfermedad que tenemos que tomar muy en serio, ya que afecta al  sistema nervioso central de los bovinos, es crónica, degenerativa y fatal. Apareció por primera vez en el Reino Unido en 1986 y posteriormente se extendió en Europa, Asia, Oriente Medio (Israel) y Norteamérica.

Los científicos consideran que  este mal se transmite  a los rumiantes por alimentos elaborados con harinas de carne y hueso contaminados. El periodo de incubación de la enfermedad es de 4 a 6 años; y aunque no existe predilección por raza o sexo, por condiciones de manejo, la EEB se presenta principalmente en vacas de lecheras.

Los síntomas de  este padecimiento son anomalías de la marcha (especialmente ataxia de las patas traseras), hiperreactividad a los estímulos, temblores y cambios de comportamiento tales como agresividad, nerviosismo o temor, se modifica el temperamento e incluso llegan a sufrir pánico.

Hasta el momento no se han podido desarrollar vacunas o tratamientos para prevenir esta enfermedad, por lo que el control se limita a la restricción de la movilización de rumiantes y sus productos de países afectados.

¿Sabías que en México no tenemos Encefalopatía Espongiforme Bovina?

Así es no tenemos, por lo que la Organización Mundial de Sanidad Animal nos ha reconocido como país de riesgo insignificante en EEB, lo que nos permite exportar cárnicos.