Se comparten diez puntos para establecer una plática más adecuada con ellas y ellos, que impulse un cambio cultural y les beneficie en su desarrollo y bienestar.

1. Para dialogar hay que escuchar.

Hay que tomar en serio a las niñas, los niños, las y los adolescentes con quienes se convive a diario. Implica romper con la cultura predominante donde no se les toma en cuenta hasta que a los 18 años adquieren la mayoría de edad.

2. Preguntar.

Es la forma más sencilla de iniciar la charla. Hay que cuidar que no se convierta en una entrevista de preguntas cerradas a las que sólo pueden responder con Sí o No.

  • Ejemplos: ¿Cómo estás hoy? ¿Cómo te sientes? ¿Tú qué piensas? ¿Cómo te fue en la escuela? ¿Qué propones? ¿Hay algo que te esté ocurriendo?
  • Actividad: dibuja lo que te puso triste.

3. El tono de voz.

La sugerencia es que la voz sea tranquila, neutral, amistosa, abierta, sonriente. Una voz demasiado alta les altera y desconecta el diálogo; un tono demasiado bajo genera desconfianza.

4. Contacto visual en su mismo nivel de altura.

Hay que colocarse a su altura, mirarles de forma horizontal. Así niñas, niños y adolescentes perciben que se les escucha con atención.

5. El mismo punto de vista para interactuar.

Significa frente a frente, no de pie. Ninguna persona debe colocarse más arriba que otra, lo que evita la situación del “yo soy más que tú”. Así se reitera el enfoque de derechos humanos, y que niñas, niños y adolescentes son iguales a toda la población adulta.

6. Jugar.

El juego es el medio de interacción por excelencia; conecta de manera inmediata, establece reglas y límites, permite “romper el hielo”, crear un clima de seguridad y, quien juega con ellas y ellos se vuelve una persona de mucha confianza. Entra en su propio juego.

7. Aceptar todas sus formas de expresión propias de su edad y desarrollo.

Niñas, niños y adolescentes hablan de muchas cosas a la vez, cambian de tema, lo expresan de diversas formas, brincan, juegan mientras platican, expresan situaciones serias y las combinan con otras cosas. La persona adulta acepta y respeta estas formas de comunicarse para mantener el diálogo.

8. No interrumpir sus narraciones.

Aliéntales a continuar la conversación. Quizás algunos de los temas que expresan no sean del interés de una persona adulta, pero para ellas y ellos son relevantes. Hay que escuchar desde el punto de vista de su experiencia, edad y desarrollo.

9. Usar un lenguaje sencillo.

A veces la persona adulta no se da a entender porque habla con un lenguaje abstracto. Es preferible dialogar sobre temas que niñas, niños y adolescentes conocen mediante palabras simples, cotidianas, sencillas para evitar confusiones. Las expectativas adultas deben cambiar: no forzarles a que digan de antemano lo que se quiere oír.

 

10. Aceptar la literalidad de lo que dicen.

Entiende las opiniones de niñas, niños y adolescentes tal y como las expresan. No hay peor daño que interpretar sus palabras desde el punto de vista adulto o traducirlas a “lo que quiso decir”. Hay que recordar que, además del lenguaje verbal y no verbal, se expresan por medio de dibujos, imágenes, canciones y juegos.

Blog elaborado a partir de la ponencia de la Dirección de Promoción de los Derechos Humanos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna) en la serie Retos Ciudadanos de la Universidad Abierta y a Distancia (UnADM), transmitido por YouTube en https://www.youtube.com/watch?v=TlX6t0zgc0I