Ciudad de México
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Señor Secretario General,

Señoras y señores Ministros de Educación,

Estimados Jefes de Delegación y representantes de los países miembros de la OEI

Señoras y señores,

Quiero dar en primer término una afectuosa bienvenida a todos ustedes a la XIII Reunión Ordinaria de la Asamblea General de la OEI. Su realización en México tiene una enorme significación. Por un lado, testimonia la voluntad y el compromiso con las reformas y las transformaciones educativas que se han colocado en el primer lugar de la agenda pública del espacio iberoamericano y, por otro, es una oportunidad para intensificar los esfuerzos que cada uno de nuestros países está realizando en favor de una educación con calidad, equidad e inclusión.

Es preciso iniciar con el reconocimiento del alto honor que, desde 2014, supuso para mi país presidir el Consejo Directivo de la OEI. Acompañamos así la gestión del Secretario General Paulo Speller, a quien quiero extender una amplia felicitación y reconocimiento por haber conducido con eficacia y visión los trabajos de actualización de las Metas Educativas 2021 y alinear los fines de la organización con la Agenda 2030 promovida por la ONU. Entre otras cosas, Paulo Speller impulsó la creación del Programa Paulo Freire de movilidad académica para la formación del profesorado y promovió el lanzamiento, en 2017, del Instituto Iberoamericano de la Primera Infancia, una iniciativa conjunta de Chile y la OEI. Al agradecerle su dedicación en nombre de todos los países, quiero a esta asamblea un cálido aplauso para Paulo por su brillante gestión.

En esta sesión y en el seminario que tendremos por la tarde, la OEI abordará algunos de los asuntos más críticos para la región, tales como los avances y dificultades para la política educativas; la desigualdad en el acceso a oportunidades educativas entre niñas y niños; las tasas de deserción escolar; los éxitos y retos en el combate al analfabetismo, y los desafíos en la instrumentación de reformas educativas de gran calado para garantizar la calidad en el aprendizaje.

Si bien los retos son muchos y las condiciones de cada país distintas, lo cierto también es que en todos hay una decisión explícita por mejorar la educación, fortalecer el desarrollo científico y la innovación tecnológica, y robustecer las políticas y las nuevas industrias culturales. Con distintas velocidades, nuestros países han comprendido que la educación de calidad es la mejor inversión y la más duradera para llegar a mayores niveles de equidad y de movilidad social y económica.

El espacio iberoamericano es, desde luego, diverso y heterogéneo. Pero la evidencia nos muestra cada vez más cuáles son las prácticas, políticas e intervenciones cuya adecuada instrumentación puede tener un impacto muy positivo en la búsqueda de los resultados deseados, con relativa independencia de las particularidades nacionales. En otras palabras, como afirma Mariano Jabonero en un libro muy reciente, utilizar la evidencia para la construcción de políticas educativas pertinentes y eficaces.

Es bien sabido, por ejemplo, que los promedios regionales ocultan importantes diferencias entre países, estados y regiones, lo cual dificulta una comparación libre de sesgos. Las asimetrías regionales son un problema metodológico que enfrentamos en muchos países para calibrar la naturaleza de algunos de nuestros retos educativos, pero también para el diseño, la formulación y la ejecución de políticas públicas más eficientes. Pienso por ejemplo en el hecho de que las evaluaciones de logros de aprendizaje muestran resultados alentadores más rápido a nivel subnacional, sobre todo en países muy descentralizados. Esto quiere decir que, como ha pasado en otras partes del mundo, los progresos educativos se manifestarán más rápidamente en la esfera local a partir de una instrumentación de políticas sensibles al contexto, las cuales redundarán, en el mediano plazo, en un logro educativo nacional.

Para reflexionar sobre el estado que guarda la educación en nuestra región, datos de la propia organización nos permiten observar que, si bien hay avances significativos en la educación primaria y secundaria baja, los tres grandes pendientes están en la educación inicial, preescolar y secundaria alta. La cobertura en Educación Inicial presenta avances todavía lentos en la región, por debajo del 50%, y en la educación preescolar, la media en la regional es de 64%. En cuanto a la eficiencia terminal, la tasa regional en secundaria alta es del 61%, en contraste con el 94% en educación primaria y 88% en secundaria baja. Estas cifras revelan que los esfuerzos de los países iberoamericanos deberán concentrarse en implementar políticas educativas tendientes a que más adolescentes continúen y culminen sus estudios.

Estos son, en suma, algunos ejemplos de los desafíos que tenemos por delante como países y como organización. Quisiera destacar, por último, dos aspectos críticos que deberemos abordar en ese sentido.

Toda discusión sobre avances y retos en la educación debe estar acompañada de una reflexión sobre la economía política de nuestros sistemas educativos. De acuerdo con la OCDE, entre 2005 y 2017, en al menos seis países de la región, gran parte del gasto en educación, desde la primaria hasta el nivel terciario, se destina al gasto corriente. El promedio para los países de la OCDE es del 91%. Esto implica que el porcentaje de recursos destinado a mayores inversiones educativas en equipamiento, formación docente, tecnologías o nuevos materiales e innovaciones pedagógicas es aún reducido.

El otro tiene que ver con la calidad y la consistencia del liderazgo político, social y técnico, y con la eficacia de la gobernanza en los sistemas educativos nacionales. Como lo documenta un informa reciente el Diálogo Interamericano y de la Fundación Santillana, realizar estos cambios no es sencillo. “Las reformas pueden ser fuente de conflictos, ya que afectan intereses creados dentro del sistema educativo. Algunos países no tendrán más alternativa que reasignar recursos financieros entre niveles del sistema para atender áreas prioritarias (por ejemplo, la educación preescolar) que deben expandirse sin demora. Mejorar la eficiencia en el uso de recursos requiere eliminar instancias de malgasto que lamentablemente benefician a ciertos actores dentro y fuera del sistema educativo. Asimismo, cambios en las políticas de contratación y evaluación docente casi siempre son controvertidos y generan resistencia de parte de muchos gremios. Al mismo tiempo, las reformas propuestas o en marcha son inviables sin la colaboración de numerosos actores dentro y fuera del sistema educativo. También es crítico reconocer que la implementación exitosa de las transformaciones no se puede realizar de la noche a la mañana, la mayor parte de ellas demanda consistencia en el tiempo y requiere la construcción progresiva de capacidades. Trasciende los tiempos políticos de una administración y necesita persistencia en su implementación”.

En otras palabras, avanzar en las reformas educativas para lograr mejor calidad, movilidad, equidad e inclusión exige un compromiso amplio de la mayor parte de la sociedad, no de la sociedad corporativa, sino de la sociedad real, la que componen hombres y mujeres, personas, padres de familia, ciudadanos individuales y de carne y hueso.

En México hemos emprendido una reforma sistémica y estructural durante este gobierno con muy diversos componentes que van desde la creación de un auténtico servicio profesional docente hasta la puesta en marcha de un nuevo modelo educativo. Pero, como en todo el mundo, las reformas educativas requieren convertirse en una política de Estado. Necesitan el tiempo y el apoyo de los principales actores públicos y privados. Exigen ser defendidas ante las coyunturas políticas o electorales porque en su continuidad, está depositada la esperanza de que millones de niños y jóvenes mexicanos cuenten con una educación de gran calidad.

En ese objetivo, el renovado impulso con que se gestione la conducción de la OEI seguramente prestará un enorme servicio a todos los países miembros formulando ideas, visiones, estrategias y acciones que enriquezcan tanto el debate público como las políticas de cada país. Tal como se estableció en los Objetivos de Desarrollo del Milenio y en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sustentable, ese debe ser nuestro horizonte.

Si el gran logro del siglo XX fue por una cobertura universal en la educación básica, ahora la gran batalla del siglo XXI es por la calidad con equidad y con inclusión.

Una educación de calidad pretende sobre todo mejorar los aprendizajes de los estudiantes e impulsar su movilidad social y económica. Y para ello exige tener maestros profesionales, más comprometidos y mucho más preparados; ofrecer mejores contenidos; contar con mejores y más modernos espacios físicos y materiales didácticos pertinentes; enseñar en la diversidad y el respeto absoluto a quienes ven y viven el mundo de manera distinta y diversa. Formar, en suma, a un genuino ciudadano del mundo que sea “un cúmulo de flujos y corrientes”. (E. W. Said).

Estoy seguro de que esta será una asamblea muy productiva en esa dirección.

Les reitero nuestra más cálida bienvenida y de lo que hagamos todos dependerá buena parte del progreso de nuestros países.

Enhorabuena, bienvenidos y muchas gracias.