Ciudad de México
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Muy buenos días a todas y a todos ustedes. Gracias por estar aquí.

Quisiera saludar en primer término a la doctora Guadalupe Rivera Marín. Querida Lupe muy bienvenida, mil gracias por sus palabras.

Al doctor Renato González Mello, director del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Y a todas y todos ustedes.

Esta mañana iniciamos la conmemoración del 90 aniversario de la conclusión de los murales de Diego Rivera en la Secretaría de Educación Pública, y en tiempos inciertos y complejos, es bueno recordarlo, no sólo por lo que supone para el muralismo mexicano, sino también por lo que evoca para la historia de las artes plásticas mexicanas de principios del siglo pasado y para la historia de la educación a lo largo de todo el siglo XX.

Cuando esta secretaría se crea en el año de 1921 propiamente, México tenía poco más de 14 millones de habitantes, hoy somos 124 millones; 86 de cada 100 personas vivían en zonas rurales, hoy sólo 23. El número total de alumnos pasó de 680 mil a 36 y medio millones en la actualidad, y el de maestros paso de 17 mil a más de 2 millones. Entonces teníamos 8 mil 200 escuelas y hoy son 258 mil. México tenía apenas 70 bibliotecas públicas y hoy tiene 7 mil 500. La tasa de analfabetismo en el país pasó de 75% al 4.1% en 2018.

Es fácil entonces advertir que el número, el nuestro, era entonces un país en construcción y apenas empezaba a buscar una identidad, un perfil, un destino. En ese ambiente trabajó Rivera y muchos otros. Y estos frescos distribuidos en casi mil 500 metros cuadrados le dieron fama internacional como pintor y colocaron al movimiento muralista mexicano en la escena artística mundial. Además, han acompañado y alentado prácticamente desde su origen la labor de esta secretaría, pero sobre todo algo más: un espíritu nunca más cierto entonces, como decía Hegel, que un edificio es, ante todo, un fin y un propósito. Pero más allá, esta conmemoración es una oportunidad para voltear la mirada hacia toda la obra artística de la secretaría, la cual no solamente comprende los murales de Rivera sino también las obras de Roberto Montenegro, de Amado de la Cueva, de Jean Charlot, de Eric Mose, de Federico Canessi y de David Alfaro Siqueiros, por mencionar sólo algunos.

Por eso quisimos celebrar este aniversario, para analizar, entender pensar y discutir un movimiento artístico, político, estético y cultural que irrumpió en la escena nacional de forma tan decisiva como inesperada al término de la lucha iniciada en 1910. En cierto modo, escribe Bertram D. Wolfe, el gran biógrafo de Rivera, “el muralismo fue una de las consecuencias quizá menos previsibles de la Revolución Mexicana”.

Es en la década de los años veinte, la cual nos ocupará principalmente en este simposio internacional, que comienza el así llamado renacimiento artístico cultural de México.

El muralismo inscrito en el proyecto educativo y cultural posrevolucionario, buscó dan un sentido humanista y civilizatorio a lo que había sido un movimiento armado. Desempeñó una función primordial como elemento constructor de una identidad nacional pero también como vehículo de propagación de las banderas revolucionarias.

Fue, en parte, el resultado de mirar con ojos frescos a un país que se redescubría a sí mismo, y al mismo tiempo el emblema cultural del nacionalismo mexicano, de la llamada pintura social, del compromiso político. Era un movimiento artístico, ciertamente, pero quizás también una épica.

En ese contexto, no sabemos que hubiera podido lograr una generación de artistas con formación, talento y entusiasmo desbordados, sino hubiera habido quien les diera la oportunidad de transformar los muros de los edificios públicos en lienzos para educar a las masas, para educar al pueblo como recordaba Lupe Rivera.

Como señaló Siqueiros: “en esa época de transformación de nuestro pensamiento estético pudimos todos, unos desde Europa, y otros desde México mismo, conseguir un Médicis para la protección económica de nuestra tarea y ese Médicis se llamó José Vasconcelos”.

Vasconcelos ocupa un lugar protagónico en esta narrativa. Con el apoyo del presidente Álvaro Obregón y sin más estímulo que su confianza en la Revolución, funda la Secretaría de Educación Pública e invita a artistas mexicanos y extranjeros a decorar los muros del nuevo “palacio del saber y el arte”. En ese sentido, los murales fueron la plataforma perfecta para que todos los mexicanos accedieran a las expresiones del arte, en particular un arte nacional dentro de lo universal y ofrecer así una visión compartida de la historia nacional y de la realidad social.

Como el mismo Rivera explicó: “Siendo la Secretaría de Educación, más que ninguno otro edificio público, el edificio del pueblo, el tema de su decoración no podía ser otro más que la vida misma de ese pueblo”. De allí su elaboración plástica de las fiestas, las tradiciones, los oficios, las luchas y los anhelos del pueblo mexicano.

Por otra parte, vale la pena notar que Rivera incluyó en sus murales a familiares como a su hija Lupe, a colegas, a celebridades, a políticos y a empresarios de la época como el líder agrarista Úrsulo Galván, como el torero Juan Silveti, como la fotógrafa Tina Modotti, como el diplomático Genaro Estrada y la entonces joven pintora Frida Kahlo. A unos los enaltece y a otros los ridiculiza, como corresponde a las filias y las fobias habituales en todos los artistas.

A casi un siglo de distancia, la Secretaría de Educación Pública celebra pues esta empresa monumental con un programa conmemorativo que comprende distintas actividades:

El Simposio Internacional “Nuevas miradas a los murales de la Secretaría de Educación Pública”, que me va a tocar inaugurar esta ocasión y para lo cual hemos invitado a un destacado grupo de académicos mexicanos y extranjeros para analizar, debatir, y ofrecer una nueva lectura a este conjunto artístico. Gracias por estar con nosotros.

La Exposición fotográfica “Los personajes de los murales”, que se encuentra en el salón Nishizawa y que abriremos en unos minutos, en la que se muestran fotografías de varios de los hombres y mujeres que fueron retratados por Diego Rivera en sus murales y participaron de muy distintas maneras en el llamado renacimiento cultural de la nación.

Y la presentación de dos nuevas publicaciones: Paseos por los Murales de la Secretaría de Educación Pública y Los Murales de la SecretaríaLibro abierto al arte y a la identidad de México, mismos que serán presentados el día de mañana.

Finalmente abriremos al público el despacho de quien fuera el titular de la secretaría, ocupado entonces por José Vasconcelos.

Quisiera agradecer muy sinceramente la colaboración, el apoyo y la dedicación de un gran equipo que hizo posible este ciclo conmemorativo. Por parte de la SEP a Irma Gómez, a Emiliano González Blanco, a Raudel Ávila, a Isabel Moctezuma, a Héctor Orestes Aguilar, a César Garcés y María Rabanal.

Le agradezco mucho también a Miguel Fernández Félix, subdirector, y a Estela Treviño, a Juan Manuel Garibay, su espléndida museografía y a Dafne Cruz que nos asesoró académicamente para este simposio. Mil gracias a todas y a todos.

Finalmente, una nota personal. Creo que todos los que hemos pasado por esta secretaría albergamos sentimientos muy encontrados al recorrer diariamente los patios y los pasillos, observar los murales y ocupar el despacho que alguna vez fuera de Vasconcelos, de Torres Bodet, o de Reyes Heroles.

Uno suele moverse entre la solitaria inmensidad del despacho y los frescos de lo que entonces éramos o queríamos ser; entre el peso de la historia y el peso de la responsabilidad; entre un pasado cuyos rasgos aún están vivos y un presente en el que a veces nos cuesta trabajo reconocernos.

Pero cualquiera que sea nuestra posición ante esos dilemas, siempre será un privilegio y un honor haber pasado tiempo entre estas paredes, de las que ahora, todos ustedes disfrutarán.

Bienvenidos y muchas gracias.