Ciudad de México
/cms/uploads/image/file/388830/linea_2.jpg
Muy buenos días a todas y todos ustedes.

Muy distinguidos miembros del presídium.

Amigas y amigos.

Fue Bill Gates, quien ustedes conocen, quien 30 años después de haber abandonado la universidad en la que estudio, regresó a ella para obtener un título, tan solo o eso al menos fue lo que dijo, para incluirlo en su currículum vitae. Entre una fecha y otra, como ustedes saben, Bill Gates desarrolló una carrera casi genial y el grado fue en realidad honoris causa, precisamente por lo que había pasado a lo largo de esas décadas.

Así que, en realidad, lo más importante es haberse dedicado a una actividad profesional, haberlo hecho también como este distinguido grupo de servidores públicos, y además haberse tomado el tiempo y la dedicación, como aquí lo relató Javier para alcanzar la meta de tener título profesional.

Justo por ello, hoy celebramos el esfuerzo de un grupo de personas excepcionales, que tras dedicarse por años y en diversas capacidades al servicio público, han obtenido un título profesional mediante un modelo innovador.

No es un esfuerzo menor, al contrario, de muchas maneras refleja el amor a la educación, el sentido de superación y las ganas de seguir aprendiendo en su vida. A nadie le extraña, desde luego, que este avance haya ocurrido en la Administración Educativa Federal en la Ciudad de México.

Como es bien sabido en prácticamente todos los indicadores nacionales, desde alfabetización hasta PLANEA, la Administración suele aparecer en el primer lugar nacional. Y esa oposición se debe en buena parte al trabajo, a la eficacia y al compromiso de todos ustedes, de todo el equipo de la Administración y desde luego de quien la encabeza, Luis Ignacio Sánchez Gómez.

A todos ustedes, a Luis Ignacio, a todo su equipo, les doy de verdad una cálida y sincera felicitación y muy afectuosa, y se merecen todos un gran aplauso. Desde luego que el papelito habla, ya tienen aquí los primeros diez, ahorita los tendrán los otros 127 graduados.

Pero además del papelito habla, veamos qué más puede haber. Yo le pido ahora mismo al doctor Luis Ignacio Sánchez Gómez que, como una manera de estimular, de incentivar más a este excepcional grupo de servidores públicos, vea la manera de que puedan tener de parte de la Administración algo más que el título profesional.

No seré yo, desde luego, el que hable de lo que este paso supone en la vida de cada uno de los que están aquí esta mañana. Cada uno tendrá sus razones para haber participado en esta propuesta, cada uno sabrá lo que hace con el grado que ahora tienen en sus manos, pero los felicito muy sinceramente y saludos a los 137 graduados y a sus familias que hoy nos honran con su presencia.

Pero mientras escribía ayer estas notas, me he preguntado sobre las razones que les llevaron a participar en este ejercicio. Y supongo que de muchas formas consisten en la aceptación de que más allá de la simple transmisión de información y conocimientos o el desarrollo de las competencias y las habilidades, el verdadero sentido de una educación, debiera ser también la formación del temperamento, la inteligencia y el carácter.

Se dice fácil, pero ¿cómo llegar a esa meta? Tal vez no exista una respuesta definitiva, la ciencia y la pedagogía modernas no han logrado descifrarlo del todo y quizás nadie lo tenga cabalmente.  Me limito, por ello, a compartir con ustedes, con los graduados, con sus familias, con sus amigos solo unas cuantas ideas, reflexiones y dudas acerca de esta cuestión central para una persona, para una comunidad y para una dependencia como en la que nosotros trabajamos.

Cada uno de los graduados esta mañana habrá experimentado una etapa decisiva en la vida de cualquier ser humano, que ha tenido la oportunidad de educarse, pensarán muchas cosas. Todos ustedes dedicaron estos meses al aprendizaje, pero también al desarrollo personal. A la exploración académica, pero también a socializar con sus colegas, a formarse, pero también a cultivar el razonamiento. Y supongo que al tener un papel en sus manos se preguntarán si valió la pena ¿Por qué dejar el tiempo libre para invertirle, escuchar clases, hacer exámenes, redactar casos, si hay otras cosas más divertidas que hacer? Sólo si la respuesta es porque no había nada más importante que mi propia educación y seguir aprendiendo. Entonces, habrán alcanzado su verdadero sentir y significado, la dedicación y el empeño con que abordaron esta experiencia.

Me consta, el 20 de septiembre --si mal no recuerdo--, un día después del temblor del año pasado en una escuela de San Pedro de Los Pinos, cuyo nombre no me acuerdo. Me tocó ir como participante, como ponente a dar una conferencia a todos ustedes. Y yo pensé que iba estar bastante rala la asistencia. Para mi sorpresa estaba probablemente todo el grupo que hoy se está graduando y todos los que estaban, aún que finalmente no llegaron a esta meta. Y eso me pareció sencillamente muy emotivo. Así que gracias por haberme invitado y gracias por haberme permitido compartir esa experiencia.

A partir de ahora continuarán sus labores, sus desafíos y sus proyectos con mucho mejor equipamiento intelectual y con mucha mayor seguridad en sí mismos. Y eso es bueno para ustedes, es bueno para la secretaría y, sobre todo, para la comunidad a la que servimos.

El mundo y el México de hoy son, sin duda, más competidos, más complejos y más retadores que nunca antes, pero también son mejores que hace apenas unas cuantas décadas.

Tenemos el país más robusto y sofisticado de América Latina. Tenemos una de las economías más grandes del planeta y somos una de las mayores civilizaciones fundacionales del mundo que hoy conocemos. Y para navegar con éxito en esas aguas cambiantes y vertiginosas, una mayor educación es esencial, y un desarrollo personal coherente. Es decir, aquel que se funda como escribió David Brooks, en las modestas virtudes de quienes se inclinan a ser útiles, pero no necesitan probarle nada al mundo, humildad, moderación templanza, respeto y una suave autodisciplina.

Pero hay más, estoy convencido de que apoyar mucho más a quienes trabajan aquí como ustedes en favor de la educación requiere hacer lo necesario para que nuestras funciones, nuestras tareas y nuestros procesos se desarrollen con optimismo, con confianza, con equidad, con un excelente clima organizacional y, en consecuencia, con el mayor de los éxitos.

El esfuerzo y la dedicación de ustedes, habla de su compromiso como servidores públicos ciertamente, pero también nos muestra su preocupación por superarse en lo personal, logrando así que desde la individualidad incidan en lo colectivo y contribuyan al mejoramiento de la administración pública.

Estamos en la recta final, en la administración, en una dinámica sumamente intensa de trabajo para avanzar en la consolidación de la Reforma Educativa. Sin duda, ésta tiene como única finalidad que podamos ofrecer a las niñas y a los niños de México una educación de la mayor calidad que los prepara para el éxito.

Nuestro objetivo final es formar a nuestros alumnos para una vida personal, para una vida laboral, una vida profesional plena y próspera en el siglo XXI. En este camino, en esa dirección el ejemplo de ustedes, quienes ahora cuentan con más y mejores herramientas para desempeñar su trabajo con mayor profesionalismo, nos inspiran a continuar con esta noble tarea que es la educación.

Enhorabuena y muchas, muchísimas felicidades para todos.