Han transcurrido 237 años desde que el 5 de septiembre de 1782 la indígena aymara Bartolina Sisa fuera martirizada hasta la muerte en su natal Bolivia, del reino Inca, “para escarmiento de los indios”, por oponerse al sometimiento y la opresión causados por el racismo de los colonizadores españoles y del clero.

A esa distancia, las mujeres indígenas de todas las latitudes se mantienen en la primera fila de defensa de la Madre Tierra y sus recursos naturales, pero también en defensa de su derecho a retener los saberes que les han sido transmitidos generación tras generación.

La reina de los aymaras y virreina del Imperio Inca trascendió como símbolo de la lucha indígena de todo el mundo, y en su honor cada 5 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Mujer Indígena. Esto se acordó en Tihuanacu, Bolivia, en 1983, durante el Segundo Encuentro de Organizaciones por los Legítimos Derechos de las Naciones Originarias.

En México y en todo el Continente Americano, la mujer indígena reclama su plena participación en la toma de decisiones políticas, económicas y sociales a través de distintos movimientos sociales.

La Agencia Latinoamericana de Información (Alainet) informó en 2018 que en todo el mundo la población femenina indígena se cifraba en 186 millones de personas. La mitad de la población indígena del mundo, 26.5 millones se sitúa en América Latina y de esa cifra, 6.7 millones son mexicanas, más de 50% del total de los indígenas de nuestro país que conforman el 10.4% del total de los mexicanos.

El monolingüismo de 3 millones de indígenas las coloca en condiciones de exclusión, pobreza y discriminación, desnutrición, alta mortalidad, analfabetismo, mayor desigualdad y escaso acceso a los servicios de salud, además del grave problema del limitado acceso a la tierra y los recursos naturales.

Desde 2008, la Unesco incluye la igualdad de género como una de las dos prioridades globales de la organización, y señala que para conservar la biodiversidad es importante la población indígena, que cifra entre 370 y 500 millones de personas asentadas en todas las regiones, las cuales poseen, ocupan o utilizan aproximadamente el 22% del territorio del planeta.

Las mujeres indígenas enfrentan múltiples desafíos aun cuando tienen un importante papel en el mantenimiento de la diversidad cultural y de la biodiversidad del mundo, porque el conocimiento de los pueblos indígenas y las comunidades locales, denominado conocimiento local, indígena o tradicional se reconoce como esencial, junto con la ciencia, para llevar a cabo acciones efectivas y significativas a nivel mundial.

Ese conocimiento indígena se considera hoy fundamental en la agrosilvicultura, la conservación de la biodiversidad, la gestión de los recursos naturales, la medicina tradicional y el desarrollo sostenible, y es también una fuente importante de conocimiento para la evaluación y adaptación al cambio climático.

En México, de acuerdo con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, las mujeres indígenas tienen derechos que deben ser respetados y defendidos por toda la sociedad, entre ellos:

  • A una vida digna.
  • Al reconocimiento de sí mismas como integrantes de un grupo étnico específico, con un gran sentido de respeto y orgullo, y con derecho a que no se les discrimine por ello.
  • A estar protegidas por sus familias, comunidades y gobiernos.
  • A hablar la lengua aprendida de sus ancestros y transmitirla a sus hijos, así como a expresar sus sentimientos, necesidades y creaciones en su propia lengua.
  • Al acceso a recursos públicos para proyectos productivos.
  • Al acceso a la tierra en igualdad de condiciones que los hombres, en las formas establecidas por la Constitución y las diferentes leyes.
  • Al territorio como un espacio para la subsistencia y para el desarrollo de la cultura a la que pertenecen.
  • A ocupar cargos importantes (políticos o administrativos) en sus comunidades.
  • A vivir dignamente de acuerdo con las costumbres y tradiciones de su comunidad.