Hace más de 40 años, en la Carta de Belgrado, quedó asentado que la meta de la educación ambiental es “formar una población mundial consciente y preocupada con el medio ambiente y con los problemas asociados, que tenga conocimiento, aptitud, actitud, motivación y compromiso para trabajar individual y colectivamente en la búsqueda de soluciones para los problemas existentes y para prevenir nuevos”.

A partir de entonces, múltiples actores e instancias gubernamentales, académicas y de la sociedad civil han generado diversas rutas a favor de sociedades más justas y sostenibles.

A lo largo de estos años se han diseñado programas, proyectos, acciones y materiales de educación ambiental para diferentes públicos meta: niños y jóvenes, mujeres, sectores productivos, funcionarios de gobierno, etcétera. Muchos temas han sido incluidos en las agendas educativas: agua, aire, ecosistemas, energía, plásticos, cambio climático, océanos y mares...

La larga experiencia de educación y la cultura ambiental en México ha permitido consolidar un objetivo: generar oportunidades para el desarrollo de conocimientos, habilidades, aptitudes y valores necesarios para construir un futuro sustentable.

En este recorrido, hemos reconocido la importancia de la reflexión sobre la complejidad de los sistemas socio-ambientales, el desarrollo de capacidades para tomar decisiones fundamentadas, el valor de la cooperación y la adopción de hábitos de vida favorables para el planeta, la planificación de acciones colectivas en pro de la integridad medioambiental, la viabilidad económica y la justicia social, la consideración de las generaciones actuales así como de las venideras y el respeto a la diversidad cultural.

En un mundo cada vez más globalizado, también hemos reconocido la importancia de valorar y comprender la relación de unos países con otros, el poder de la democracia, de los derechos humanos y de la equidad.

Los retos para el 2021 pueden circunscribirse a nuevos o anteriores temas, pero de nueva cuenta, como se ha señalado desde hace 45 años, el mayor reto está en contribuir en la construcción de una ciudadanía formada y comprometida.

Cada uno de los programas de este gobierno federal constituye una oportunidad para impregnarlos del potencial transformador y constructor de sociedades justas, sustentables y democráticas que la educación ambiental proporciona.

El reto de trabajar con jóvenes que no han tenido posibilidades de acceso a la educación, con niños y adultos mayores que viven en hogares de alta precariedad, con población que habita en contextos urbanos marginados donde enfrentan con muy pocas capacidades los riesgos de cambio climático, con grupos indígenas que viven en regiones del país en las que persisten enormes desigualdades sociales, con sectores económicos que enfrentan las consecuencias de un medio ambiente deteriorado, hacen más claro el lema “Que nadie se quede atrás”.

El gran reto de atender a las poblaciones más vulnerables, no sólo como beneficiarios sino también como agentes de cambio social requiere:

• Mejorar las competencias de los educadores ambientales para contribuir a la formación de capacidades que permitan reconocer que los desafíos ambientales actuales están interconectados y que, por tanto, requieren respuestas integrales y de largo plazo.

• Desarrollar formas de aprendizaje social innovadoras, centradas en la reflexión de la experiencia que estos actores han adquirido en sus contextos de vida y de los estilos de vida resultantes.

• Fomentar el empoderamiento y activación de estos actores para que puedan reconocer las causas y condiciones que incrementan su vulnerabilidad y la de sus territorios, así como las capacidades que requieren para afrontar los riesgos y aprovechar posibilidades que el cambio climático trae consigo.

• Generar rutas de acción que permitan plantear soluciones con un enfoque de equidad y respeto. Esto impone la necesidad de dar relevancia al punto de vista y las necesidades de personas que viven en otros contextos, que hablan otra lengua, que pertenecen a generaciones distintas, que desempeñan diferentes roles de género, que entienden la naturaleza desde otras cosmovisiones.

•Priorizar enfoques comunitarios y basados en contextos locales, en lugar de aquellos enfoques que plantean una visión de “arriba hacia abajo”.

Invertir en estrategias inclusivas de protección social, como un componente clave de la política pública es una excelente oportunidad para retomar los principios de la Educación Ambiental, para impulsar sociedades más justas, incluyentes y participativas, que tengan posibilidades de alcanzar la paz y el mayor grado de bienestar y desarrollo humano para todos sus ciudadanos.

Por la Dirección de Comunicación y Educación Ambiental del Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo Sustentable (Cecadesu) de SEMARNAT.

 

Referencias:

Carta de Belgrado/UNESCO (1975). Seminario internacional de educación ambiental. Belgrado, Yugoslavia. Informe Final. ED-76/WS/95. UNESCO-PNUMA.

Minujin, A. y Bagnoli, V. (2016). Los 10 puntos más relevantes para construir una sociedad justa. Blog Primeros pasos. Disponible en https://blogs.iadb.org/ desarrollo-infantil/es/sociedad-mas-justa/ (Consulta: 13 de enero de 2019).

Toscano, A.L. (2015). Educación ambiental y acción colectiva municipal. Cecadesu-Semarnat: México.

UNESCO (2014). Conferencia Mundial sobre la Educación para el Desarrollo Sostenible. Disponible http://www.unesco.org/new/es/unesco-world-conference- on-esd-2014/ (Consulta: 13 de enero de 2019).

UNESCO (2015). Los derechos de los más jóvenes en las nuevas plataformas en los medios. (Servicio de prensa). Disponible en http://www.unesco.org/new/es/ media-services/single-view/news/youth_rights_in_new_media_platforms/