Los océanos, cerca de 1,300,000,000 kilómetros cúbicos de aguas azul intenso extendidas sobre 361,000,132 kilómetros cuadrados del planeta, abarcan el 71 por ciento de la superficie de la Tierra y constituyen la alacena mayor de la humanidad, una magnífica botica, la veta más rica de recursos minerales y el mayor reservorio de vida silvestre, entre otras bondades.

Insondables aún para el ser humano las profundidades marinas, pues solo se ha explorado el 5 por ciento del gran océano y faltaría descubrir en ese hábitat entre 500 mil y 5,000,000 de especies biológicas. Su capital natural representa una tentadora fuente de riqueza ilícita para los saqueadores que actúan sin respeto a la vida ni a la regulación local, nacional e internacional que tutela los mares.  

El tráfico de vida salvaje es una tragedia que está empujando a muchas plantas y animales al abismo de la extinción y minando años de labores de conservación, alerta Inger Andersen, directora general de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza, en el informe “No está en Venta” (2017) preparado por Dalberg Global Development Advisors.

La funcionaria de UICN destaca que “pese a los esfuerzos globales para proteger a las especies incluidas en la lista de la Convención sobre el Comercio Ilícito de Fauna y Flora Silvestres (CITES) frente a la sobreexplotación y el furtivismo, grupos criminales organizados siguen poniendo a la biodiversidad más preciada en su mira, incluso dentro de la supuesta seguridad de los sitios Patrimonio Mundial”.

Traficantes, favorecidos ante leyes blandas

Algunas organizaciones no gubernamentales cifran el tráfico ilícito de especies biológicas entre 10 mil y 20 mil millones de dólares anuales, pero el Parlamento Europeo calcula el monto ilegal entre 8 mil y 20 mil millones de euros anuales.

World Wildlife Fund (WWF) indica que el tráfico ilícito es la segunda causa de pérdida de flora y fauna del planeta, y que después de las drogas y armas, es el tercer crimen organizado de mayor impacto mundial.

No obstante, se desconoce con precisión cuánto obtienen los delincuentes ambientales de la depredación de flora y fauna marina, especímenes que en muchos casos nutren las tradiciones de las comunidades, pero cuyo tráfico abona a la codicia de redes criminales en crecimiento que inyectan a otras arterias criminales los fabulosos recursos obtenidos ilícitamente.

Este flujo de capital ilegal lo develará con mayor precisión un estudio que se realiza en Colombia, según anticipó Jorge Eduardo Ríos, responsable del Programa Global Contra la Droga y el Delito de las Naciones Unidas (ONUDD), quien subraya que el caso de América Latina es dramático.

Con una impresionante diversidad biológica, dice Ríos, el subcontinente regula el tráfico ilegal de vida silvestre con leyes muy débiles que no inhiben la depredación dentro de un enorme mercado interno con alta demanda de peces, tortugas y corales, entre otros organismos que, entre más raros o bellos, mayores ganancias aportan a la mafia.

Explica que otro filón del saqueo de biodiversidad lo representa el mercado legal que a menudo enmascara el tráfico ilegal, con altas cantidades de animales salvajes vendidos por criadores legales.

Delincuencia organizada cada vez más sofisticada

Por si fuera poco, pese a la megadiversidad de muchos países de América Latina, entre ellos México, la región no ha adoptado una especie representativa como símbolo de conservación, lo que frena el flujo de recursos para apuntalar los programas de preservación de vida silvestre, sostiene Jorge Eduardo Ríos.

El funcionario de la ONUDD indica que los sistemas de creencias que persisten en países como China constituyen otra problemática que debe atenderse, porque ideas como la presunta cualidad afrodisiaca y/o curativa de productos del mar, aunado a lo exquisito de su sabor, como la vejiga del pez totoaba, el pepino de mar o las aletas de tiburón, disparan el saqueo de especies y las colocan al filo de la extinción.

En su resolución A/RES/69/314 del 19 de agosto de 2015, la ONU reconoce que el tráfico ilícito de fauna y flora silvestres contribuye al deterioro de los ecosistemas y los medios de vida rurales, incluidos los que se basan en el ecoturismo, socava la buena gobernanza y el estado de Derecho y, en algunos casos, constituye una amenaza para la estabilidad nacional y requiere una mayor cooperación y coordinación a nivel regional para darle respuesta.

La protección de vida silvestre, añade, debe ser parte de un enfoque amplio para lograr la erradicación de la pobreza, la seguridad alimentaria, el desarrollo sostenible, incluida la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad, el crecimiento económico, el bienestar social y medios de vida sostenibles. Pero acota que, en algunos casos, el tráfico ilícito de especies silvestres protegidas es una forma cada vez más sofisticada de delincuencia organizada transnacional.

Especies en sitios Patrimonio Mundial no escapan al peligro

La investigación “Detener el comercio ilegal de especies de la lista CITES provenientes de sitios de patrimonio mundial 2017”, elaborado por Dalberg Global Development Advisors, a petición de World Wildlife Fund (WWF), busca mejora las sinergias tangibles entre Convención Internacional sobre Comercio Ilícito de Flora y Fauna en Peligro (CITES) y la Convención de Patrimonio Mundial acerca de los sitios Patrimonio Mundial o Patrimonio Mixto que acogen poblaciones importantes de especies icónicas de vida salvaje.

El informe refiere que “frecuentemente la fauna salvaje es el objetivo de grupos organizados y es explotada ilegalmente y traficada a escala industrial”, lo que disminuye los valores excepcionales universales que supusieron su reconocimiento como parte del patrimonio mundial.

En los últimos años, muchas de estas “joyas de la corona” han sido incluidas en la lista del Patrimonio Mundial en Peligro, lo cual plantea que para mantener el estatus de Patrimonio Mundial los gobiernos deben asegurar la supervivencia de algunos de los animales y plantas salvajes más vulnerables, y que la CITES se aplique por completo para que estos sitios irremplazables estén totalmente protegidos.

Inger Andersen (UICN) afirma que “la explotación ilegal de especies para el comercio internacional está amenazando la integridad de algunas de las áreas naturales más emblemáticas”, porque el tráfico de vida salvaje amaga prácticamente a los 18 sitios naturales incluidos en la Lista de Patrimonio Mundial en Peligro, lo cual degrada los valores únicos que los hicieron merecedores del estatus de Patrimonio Mundial.

Expone que las especies perseguidas son tan escasas que su supervivencia depende en gran medida de su protección estricta en los lugares Patrimonio Mundial, entre los cuales cita al Alto Golfo de California, “donde están críticamente amenazadas totoabas y vaquitas marinas, ambas endémicas”, y precisa que sus islas y áreas protegidas albergan a las 30 vaquitas que quedan en el mundo, la marsopa más pequeña.

El tráfico de vida salvaje propicia también funestas consecuencias como la pérdida de vidas de guardas ecológicos que solo entre 2009 y 2016 sumaron 595 mientras realizaban su labor dentro de Áreas Naturales Protegidas del Patrimonio Mundial.

Las actividades criminales del tráfico de flora y fauna conforman una cadena de valor que implica tanto a los países origen como a los intermedios de tránsito y a las naciones destino de los ejemplares demandados por los consumidores.

Por ello, el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) afirma que debe haber “una mayor protección y vigilancia de cada sitio y acompañarla de actuaciones más decididas para reducir la demanda mediante la educación, el reforzamiento de las normas y el enjuiciamiento, porque las convenciones y las actividades encaminadas a contener el tráfico de vida salvaje se centran hoy en los eslabones independientes de la cadena de valor.”

Propone, en consecuencia, aumentar la colaboración y la integración CITES-Convención del Patrimonio Mundial, así como identificar las rutas comerciales y los mercados de consumo de los productos capturados, además de poner en marcha un esfuerzo internacional, con las diversas partes interesadas para abordar el problema.  

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