Los ecosistemas son la base de la vida en la tierra. La naturaleza o los procesos ecológicos otorgan a los seres vivos y al planeta múltiples servicios ambientales, por lo que es fundamental mantenerlos en buen estado de salud.

Sin embargo, el mundo, incluido México, no se salva de la degradación de los ecosistemas que menoscaba los servicios que prestan.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se calcula que un tercio de las tierras destinadas a la producción de alimentos, fibras y forraje, están degradadas, que representan 1,600 millones de hectáreas de todos los países del mundo. Así también, las aguas interiores y los ecosistemas de agua dulce han disminuido. En el año 2000, solamente se conservaba el 13% de los humedales que había en el año  1700.

En el caso de nuestro país, el programa sectorial de la Semarnat refiere que el uso no sustentable del territorio y de su patrimonio natural ha provocado la pérdida de importantes superficies de ecosistemas naturales y de su biodiversidad, la degradación ambiental y el deterioro de la calidad de vida de la población.

“Hasta mediados de la presente década, se había transformado poco menos de la tercera parte de los ecosistemas naturales hacia actividades productivas –principalmente las agropecuarias-- y zonas urbanas. Algunos estados ricos en biodiversidad, como los del Golfo de México, han perdido hasta el 80% de sus ecosistemas originales para convertirlos en tierras agrícolas”.

Por todo ello, la FAO impulsó la adopción del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), como una  oportunidad para apoyar y ampliar los esfuerzos encaminados a prevenir, detener e invertir la degradación de los ecosistemas en todo el mundo y hacer conciencia de la importancia que tiene para la vida de las presentes y futuras generaciones esta tarea.

Para este organismo internacional, la restauración es el proceso de asistencia de recuperación de los ecosistemas que han quedado degradados, dañados o destruidos, con hincapié en el establecimiento de los procesos ecológicos necesarios para que aquellos terrestres y acuáticos sean sostenibles, resilientes y saludables, tanto en las condiciones actuales como en el futuro, y mejoren el bienestar de los seres humanos.

Nuestro país coincide plenamente en la importancia de recuperar la función ecológica impactada por actividades humanas o por fenómenos meteorológicos, por lo que uno de los objetivos de la Semarnat es restaurar los ecosistemas, con énfasis en zonas críticas, y recuperar las especies prioritarias para la conservación, con base en el mejor conocimiento científico y tradicional disponible.

Sin duda, como bien argumenta la FAO, este decenio será decisivo para llevar a cabo acciones en la lucha para erradicar la pobreza, el hambre y la malnutrición, en el contexto de una población humana creciente y de la necesidad cada vez mayor de servicios ecosistémicos, incluidos los alimentos.

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