Los procesos globales colocan al borde de la extinción al 43% de las 7,000 lenguas indígenas que hablan alrededor de 700 millones de personas en el mundo, es decir, aproximadamente el 10% de la población mundial.

Aunque extraoficialmente se celebra cada 21 de febrero desde el año 2.000, la Asamblea General de las Naciones Unidas promulgó en 2007 el Día Internacional de la Lengua Materna con el objetivo de promover el multilingüismo y la diversidad cultural.

Esto tiene mucho sentido para México, privilegiado en diversidad cultural y lingüística, cuya población indígena representa más del 10 por ciento de los habitantes del país, cifra que posiblemente crecerá al levantarse el Censo Nacional de Población y Vivienda 2020, ya que el porcentaje de 2010 se basó en si hablan o no una lengua originaria.

Por cierto, México acogerá el encuentro internacional de representantes indígenas, gobiernos y academia, el 27 y 28 de febrero, con el objetivo de trazar las metas y acciones a desarrollar durante el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas 2022-2032, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

La comunidad internacional busca detener la desaparición progresiva de las lenguas maternas en las que “hay conocimientos científicos, soplos de sabiduría y costumbres que permiten a la civilización pasar de una etapa a otra”, aseguró Tijjani Muhammad-Bande, presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, al anunciar la proclamación del Decenio.

En nuestro país, la población indígena y campesina se ubica como garante y potenciadora de nuestra gran riqueza biocultural. El estado de Oaxaca, por ejemplo, no sólo es el más rico biológicamente hablando del país, sino también el espacio donde se habla el mayor número de lenguas originarias; y esa población indígena habita alrededor del 80% del territorio de la entidad, señala el etnobiólogo Víctor M. Toledo Manzur, en una colaboración para La Jornada.

En La memoria biocultural (2008), en colaboración con Barrera Bassols explica el concepto de diversidad, riqueza o legado biocultural con base en tres criterios: la biodiversidad (riqueza de flora y fauna), la etnodiversidad que atañe al número de lenguas) y la agrodiversidad (áreas de domesticación y diversificación de plantas y animales domesticados).

Toledo Manzur, también académico de la UNAM, señala en un escrito para la revista Sociedad y Ambiente que la idea de la naturaleza virgen, prístina e intocada se está volviendo falsa porque es una mirada idealizada desde la ecología estrictamente biológica.

Sostiene que “la cultura local no puede separarse del universo vivo. En las regiones indígenas la naturaleza ha estado permeada, ha sido conceptualizada y apropiada, por la mente y la acción humanas”. Agrega que “no hay naturaleza aislada de lo humano, y esto es especialmente cierto para aquellas regiones o territorios donde la relación cultura y natura es muy antigua, como Oaxaca, Chiapas, Veracruz, la península de Yucatán, Puebla, Hidalgo, Michoacán”.

Lo relevante de las lenguas maternas se observa en las regiones campesinas e indígenas, porque en las regiones tradicionales del mundo --zonas de resistencia a los modelos de modernización dominantes-- hay un traslape entre las zonas de mayor diversidad lingüística y las de mayor diversidad biológica, señala.

Esto también sucede en México, indica Toledo Manzur, porque las principales reservas de biodiversidad están en las regiones indígenas; lo mismo que las fábricas de agua, las zonas forestales, los recursos fitogenéticos, los mosaicos de pasajes de heterogeneidad ecológica, la producción a pequeña escala y el uso múltiple de los recursos y la autosuficiencia alimentaria.

Se trata, añade, de regiones que se deben defender, estudiar y entender, y que se oponen al modelo agroindustrial basado en las grandes propiedades, ganadería extensiva, monocultivos, producción de agrocombustibles, producción de transgénicos, agroexportación.

En otro artículo, Toledo Manzur apunta: “Aportes científicos muy recientes han demostrado a escala planetaria lo hallado en muchos países: que las porciones de mayor biodiversidad coinciden con los territorios de los pueblos indígenas”.

Tecnologías de la percepción remota y el procesamiento de datos registran 40 regiones, con apenas 8.5 por ciento de la superficie terrestre, donde existe 67 por ciento de todas las plantas vasculares y más del 50 por ciento de los mamíferos, reptiles, anfibios y aves del orbe. Y justo ahí está la presencia de pueblos indígenas con el 68 por ciento de las lenguas habladas del mundo, lo que evidencia un estrecho vínculo entre la diversidad biológica y la cultural.

Esto adquiere mayor trascendencia al confirmarse que los pueblos indígenas poseen territorios en 87 países equivalentes a la cuarta parte de la superficie terrestre, con lo que se arriba a una modalidad de conservación biocultural con la participación combinada o corresponsable de las comunidades indígenas, los científicos y las instituciones gubernamentales o privadas.

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