El ruido o contaminación acústica constituye un problema de salud psíquica y física que causa efectos negativos en las personas y el medio ambiente. Sin embargo, las sociedades modernas parecen no percatarse de su gravedad que se refleja en trastornos del sueño, enfermedades cardiovasculares, cardiopatía isquémica, problemas cognitivos y de la digestión, riesgo de impacto negativo en el desarrollo del feto, estado de tensión y de enojo, entre muchos más.

Las sociedades modernas las conforman conjuntos ruidosos de personas que se transportan en motocicletas, automóviles, aeronaves, trenes; se reúnen y platican con estridencia en restaurantes, centros de recreo y de trabajo, laboran en el fragor de la industria y el comercio, o transitan estrepitososamente con dinamismo ensordecedor.

El llamado “contaminante invisible” afecta inconscientemente al cuerpo físico y a los órganos de las personas mientras duermen, y también mientras realizan cualquier actividad, aun cuando en uno u otro caso no sientan las molestas.

Las secuelas del ruido son tan devastadoras para el ser humano y tan variadas y numerosas las fuentes que lo generan, que se han fijado dos fechas para promover la conciencia sobre los daños que causa al alcanzar un nivel superior a los 70 decibelios (dB), límite establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS): el 12 de junio, Día Mundial de la Descontaminación Acústica, y el último miércoles de abril, Día Internacional de la Conciencia sobre el Problema del Ruido, fecha que conmemora México.

Edward B., Nitchie, educador, quien padeció en su vida personal y laboral las consecuencias de su sordera, fundó en 1910 una institución sin fines de lucro, NitchieService League Inc., con el propósito de ayudar a otras personas con pérdida auditiva a mejorar su calidad de vida.

Con el paso del tiempo la institución tomó el nombre de Center of Hearing and Communication, e inició en 1996 la conmemoración para alertar a la población sobre los riesgos del ruido para el trastorno auditivo en particular, y la salud en general.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) en Europa advierte que, por su rango de impacto, la contaminación acústica es "la segunda causa de enfermedad por motivos medioambientales, después de la polución atmosférica, y no sólo es una molestia medioambiental, sino también una amenaza para la salud pública".

Un reporte de la Organización para la Cooperación Económica (OCDE) define al ruido como un tipo de contaminación poco percibido, incluso ignorado, que causa daños fisiológicos y psicosomáticos muchas veces irreversibles a más de 120 millones de personas en el mundo.

Este universo incluye por lo menos a 13 millones de personas en los países miembros de la OCDE, entre los cuales destaca México, por estar expuestos a sonoridades superiores a 65 decibeles (dB) que revelan contaminación acústica, fenómeno propio de la civilización de consumo.

Un sector de la población mundial particularmente expuesto a la pérdida auditiva lo constituyen más de mil 100 millones de adolescentes y jóvenes por el uso nocivo de aparatos de audio personales, como reproductores de MP3 y teléfonos inteligentes, y por la exposición a niveles sonoros dañinos en lugares de ocio ruidosos, como clubes nocturnos, bares y eventos deportivos, según la OMS.

El organismo internacional advierte que aunque el exceso de sonido que altera las condiciones normales del medio ambiente en una determinada zona no es acumulable ni se traslada, repercute gravemente en la calidad de vida de las personas si no se controla de forma adecuada.

En México, el 13 de enero de 1995 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la NOM-081-SEMARNAT-1994 que establece los límites máximos permisibles de emisión de ruido de las fuentes fijas y su método de medición, pero fue modificada (29/04/2013) al observarse que sobresale por el aumento de los problemas generados por la contaminación acústica al superarse ampliamente la incidencia perjudicial del ruido en los seres humanos.

De acuerdo con esa norma, el máximo de ruido permitido para exteriores de zonas residenciales, de 6:00 a 22:00 horas, es de 55 dB, y de 22:00 a 06:00 horas, de 50 dB. En los mismos horarios para zonas industriales se permiten hasta 68 y 65 dB; para escuelas en áreas exteriores y de juego, durante el juego, 55 dB; y para ceremonias, festivales y eventos de entretenimiento durante 4 horas el límite máximo es de 100 decibeles.

El Centro Nacional de Metrología alerta sobre la exposición a ruidos fuertes, por encima de 80 dB, como el producido por una perforadora eléctrica: si es prolongada puede ocasionar pérdida permanente de la audición, y durante un tiempo corto puede originar pérdida temporal del oído. Advierte que un ruido superior a los 110 dB, como el despegue de un avión, aun por tiempo corto, puede generar pérdida permanente en la audición.

Es necesario entonces bajar el volumen no solo un día, sino mitigar cotidianamente al contaminante invisible mediante una actitud de respeto a los demás y a nuestro entorno, durante nuestras acciones individuales y colectivas.

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