Sin embargo, ambos conceptos que sin duda están en todos nuestros recuerdos, en cada instante de nuestras biografías, no nos impactan de la misma manera a mujeres y hombres. Antes de nacer, los espacios (incluso imaginarios y hasta simbólicos) que nos esperan en el territorio, en la comunidad, en la familia son diferentes y desiguales. Los tiempos señalan también nuestra llegada al mundo de manera diferenciada y desigual. Los tiempos de cuidado, los tiempos dedicados a la palabra, a nuestro control del propio espacio será diferente.
Se ha estudiado en profundidad cómo las familias y en muchos casos las propias comunidades, condicionan el tiempo de las niñas para destinarlo a trabajo del hogar y de cuidados; la propia organización y orden de géneros nos deja su huella desde pequeñas enseñándonos que nuestro tiempo no vale lo mismo y sobre todo, que las mujeres no importamos tanto como los hombres. Los espacios se van separando poco a poco. El doméstico, en el hogar; el rincón del patio de la escuela durante los años escolares; las calles oscuras, los callejones amenazantes, las vías sin suficiente iluminación, el transporte público, el acoso callejero. El espacio público, abierto, de la política, de lo social, del deporte, del ocio es marcadament masculino en este reparto injusto pero cierto, de la vida productiva y reproductiva llamada también división sexual del trabajo, produciendo, en cascada, innumerables formas de injusticia que toman la forma de discriminaciones naturalizadas, de violencias de todo tipo, de desigualdad en el reparto de las tareas del hogar, de los trabajos, de las brechas salariales, de la participación política, de la representación, de los cargos de elección popular. Todo, absolutamente todo lo que tocamos hombres y mujeres está sometido al rigor del orden de géneros que mandata cuerpos y destinos.
Unicef dice que, en el planeta, las niñas dedican 160 millones de horas más que los niños, cada día, a las tareas del hogar; mientras que, en México, la última Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo de INEGI (ENUT, 2019) nos señala que el tiempo de las mujeres está sobrecargado en más de un 67% de su tiempo semanal a las tareas del hogar y de cuidados. En el sistema de dominación masculina en el que vivimos, nos vemos obligadas, las mujeres y niñas, a resolver como si fuera propio de nuestra naturaleza, la mayor parte de las tareas del hogar y de cuidados agotando nuestras horas, nuestros proyectos de vida y de futuro. Las mujeres y niñas del planeta, de nuestra región, de nuestro país, de nuestras ciudades y comunidades, no somos dueñas de nuestro espacio y tampoco de nuestro tiempo y ninguna de las vías por las que transitamos, o los lugares en que vivimos y nos movemos, así como la organización general de la vida social y productiva, nos ha considerado en su diseño y planeación.
Es por ello que esta publicación trata de llevarnos a ese punto de reflexión obligada que nos conduzca directo a la acción: articular, desarrollar e implementar políticas de cuidado, sistemas integrales de cuidado, que tejan, con delicadeza, la trenza que une con armonía los espacios y tiempos para el bienestar de todas y todos. Tenemos que cambiar esto. Es urgente.
Nadine Gasman Zylbermann
Presidenta del INMUJER