El nuevo agrarismo de la 4T rescata los principios justicieros del agrarismo histórico revolucionario que puso en el centro el derecho a la tierra de los campesinos y las comunidades indígenas; rescata la figura ejidal y comunal en su carácter multifuncional y multicultural; impulsa planes de justicia para los pueblos indígenas con la participación de todas las instituciones del Estado Mexicano. Al mismo tiempo crea opciones para el relevo generacional, para fortalecer la igualdad de género; para la conservación de la biodiversidad mediante modelos de producción agroecológica; para fortalecer la agricultura campesina familiar, cuidar y reproducir nuestras semillas nativas, desechar el uso de agrotóxicos y fomentar la producción de nuestros maíces nativos.  

El nuevo agrarismo combate el caciquismo, el autoritarismo y la corrupción; practica la democracia participativa, promueve la cooperación y la producción colectiva a través de figuras asociativas que fueron desmanteladas por el neoliberalismo.

El nuevo agrarismo, también debe promover nuevas leyes y reglamentaciones que protejan la propiedad social y brinden seguridad jurídica a los dueños legítimos de la tierra. Debe respetar los usos y costumbres, las lenguas originarias, la música, las danzas, la cultura alimentaria, para una convivencia pacífica de los pueblos que contribuya a la gobernanza local y nacional.

Para el cuidado de la propiedad social de la tierra se requiere tomar medidas prácticas que aminoren la conversión de las tierras ejidales al pleno dominio, hasta lograr una legislación que garantice un proceso de privatización en el que sean beneficiados no sólo los dueños del capital, sino principalmente los dueños de la tierra.

Para agilizar trámites, además de la modernización de los sistemas de información, el RAN abre sus puertas a los sujetos agrarios y brinda una atención humana y lo más eficiente posible; intensifica jornadas agrarias itinerantes y la entrega directa de documentos a los titulares; prioriza los requerimientos técnicos y trámites de los proyectos estratégicos de la Presidencia, y promueve convenios de colaboración con instituciones pares y gobiernos locales. 

Territorio nacional: lo rural y lo urbano

En la visión de lo que debe ser un nuevo agrarismo en México es necesario ir más allá de lo que se ubica en la contradicción generalmente identificada entre lo rural y lo urbano. Nuestro concepto es que debe trabajarse por un desarrollo equitativo entre lo rural y lo urbano, basado en la cooperación y la solidaridad.

A partir de los años 60 del siglo pasado pasamos de ser un país mayoritariamente rural a urbano; la población urbana creció a pasos agigantados. Hoy la población rural significa solo el 23% de los mexicanos, se dispersa en 188 mil 593 poblados de menos de 2 mil 500 habitantes. La población urbana vive solo en un tercio del territorio nacional. Considerando que el 77% de los mexicanos son urbanos, tenemos que sólo 63.8 millones viven en 59 zonas metropolitanas del país y un 20% en ciudades medias. La población urbana no puede vivir sin lo que el campo les brinda: agua, aire limpio, ambiente sano, paisaje, los materiales para la construcción de viviendas y calles que provienen de los bosques, las minas y los ríos.

Entre las grandes aportaciones del campo a la ciudad destacan la mitigación del cambio climático, la producción de alimentos sanos para las grandes ciudades. El diseño de las ciudades del futuro deberá considerar el abasto regional de alimentos de su región y preferentemente de su periferia, así como fomentar la agricultura urbana. El manejo sustentable del agua es vital para las grandes ciudades.

La mayor parte de los recursos naturales del país se encuentra en ejidos y comunidades. El 70% de bosques y la rica biodiversidad, las dos terceras partes de los recursos hídricos del país se encuentran en la propiedad social. En tierras ejidales y comunales se localizan unos de los mayores tesoros arqueológicos del mundo.

El ejido y la comunidad agraria surgidos de la Revolución Mexicana de 1910 representan expresiones comunitarias y culturales reconocidas mundialmente. Honremos esta dimensión entregando nuestro quehacer cotidiano para que puedan seguir siendo territorios de justicia, pero también motores de un desarrollo alternativo.