MODERADOR: Preside este evento, 218 Aniversario del Natalicio de Benito Juárez García, el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador.

Lo acompañan:

El gobernador constitucional del estado de Oaxaca, Salomón Jara Cruz.

El director general del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, Adelfo Regino Montes.

El presidente municipal de Guelatao de Juárez, Aldo González Rojas.

El presidente municipal de San Juan Quiotepec y presidente de la Unión Liberal de Ayuntamientos, Asociación de Municipios de Ixtlán de Juárez, Rafael Velázquez García.

El presidente municipal de San Andrés Solaga y presidente de la Asociación Regional de Comunidades Indígenas de la Sierra Juárez de Oaxaca, Adelfo Andrés Cayetano Bautista.

La coordinadora general del Consejo Nacional de Pueblos Indígenas, Yaneth del Rosario Cruz Gómez.

El alumno de la escuela primaria ‘Morelos’, de la comunidad de Trinidad Ixtlán, Santiago Xiacuí, ganador del certamen de poesía, René Martínez Ruiz.

Asimismo, damos la bienvenida a la población del municipio de Guelatao de Juárez, a gobernadoras y gobernadores de las entidades federativas, así como a los representantes de los medios de comunicación y a quienes nos siguen a través de las redes sociales.

Todas y todos ustedes sean bienvenidos.

A continuación, se llevará a cabo la entonación del Himno a Juárez, interpretado por el coro de instituciones educativas, acompañado por la banda municipal Yela Too, del municipio de Guelatao de Juárez

(HIMNO A JUÁREZ)

MODERADOR: Procedemos con el mensaje de bienvenida a cargo del presidente municipal de Guelatao de Juárez, ingeniero Aldo González Rojas.

ALDO GONZÁLEZ ROJAS, PRESIDENTE MUNICIPAL DE GUELATAO DE JUÁREZ: Licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Ingeniero Salomón Jara Cruz, gobernador constitucional del estado libre y soberano de Oaxaca.

Distinguidos integrantes del gabinete presidencial que nos acompañan.

Apreciados gobernadores de los distintos estados de la República que hoy están con nosotros.

Integrantes de la mesa del presídium.

Ciudadanas y ciudadanos presentes en este acto conmemorativo.

Señor presidente:

En el año 2020, el municipio de Guelatao quedó con la tarea de ser ejemplo en el manejo de los recursos que nos fueron entregados por su gobierno. Podemos informarle que nuestra comunidad ha cumplido con el cometido.

Decidimos en asamblea que, en lugar de realizar sólo obras de beneficio social, se establecieran tres cooperativas comunitarias que nos ayudaran a resolver distintas necesidades. Asimismo, le informamos que, en materia de transparencia, adicionalmente a las instituciones que las instancias de gobierno nos solicitan que establezcamos para realizar la vigilancia del ejercicio de los recursos, nuestra asamblea añadió otras que consideró pertinentes y necesarias porque estamos convencidos que la transparencia es básica para el buen funcionamiento de cualquier gobierno, por más pequeño que este sea.

Señor presidente:

En el año 2022 usted presentó en este mismo lugar la iniciativa de construir el camino de Benito Juárez. Podemos decirle también con orgullo que el camino está realizado. El día de ayer lo recorrimos junto con representantes de comunidades indígenas, mixes, zapotecas y chinantecas de la Sierra Juárez, así como de los 68 pueblos, así como de los 68 pueblos indígenas de este país. Ellas y ellos atestiguaron que tomar las decisiones en asamblea y actuar en consecuencia nos ha permitido realizar una obra que engrandecerá el legado del benemérito de las Américas.

Ayer, en el transcurso del recorrido por el camino de Benito Juárez, recibí la encomienda de las comunidades serranas de solicitar públicamente su apoyo para que se rehabilite la carretera Oaxaca-Tuxtepec, que pasa por esta comunidad y que nos une con las regiones del valle de Oaxaca y la cuenca del Papaloapan.

Asimismo, es urgente la rehabilitación de las carreteras que unen a las comunidades de nuestra región, algunas de las cuales no han recibido mantenimiento durante varios años.

En otro ámbito, también solicitamos su apoyo para que se concluya la construcción del hospital de Ixtlán de Juárez, como un hospital de carácter regional para que sirva de manera igualitaria a las y los paisanos de las diferentes comunidades que soliciten su servicio.

Quiero decirle también que hoy, como ayer, Benito Juárez defendió nuestro territorio frente a la invasión extranjera, nuestros pueblos indígenas siguen defendiendo sus territorios y sus bienes naturales desde una perspectiva de defensa de la vida.

En ese sentido, la consulta y el consentimiento libre previo, informado, son fundamentales para que las decisiones que se toman desde fuera puedan ser plenamente conocidas, discutidas y aceptadas, o acordadas, en su caso, por los pueblos indígenas. Sin embargo, este principio es limitado porque la aspiración de los pueblos indígenas de México y del mundo es tener el derecho de libre determinación.

Varios años pasaron desde que, en la década de los años 70, cuando se inició una discusión en el seno de las Naciones Unidas y después de muchos obstáculos y negociaciones, concluyó en el año 2007 con la aprobación por el pleno de las Naciones Unidas de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas; fue un esfuerzo muy importante realizado por líderes indígenas de distintos lugares del planeta y también de intelectuales que nos apoyaron.

Algunos países de fuerte arraigo colonial trataron de impedir que en la declaración se estableciera plenamente el derecho de libre determinación de los pueblos indígenas, con el argumento de que podrían demandar su soberanía frente a los estados. Finalmente, este derecho quedó plasmado como autonomía en la declaración.

Es importante mencionar que nuestro país, durante los diálogos de San Andrés, los pueblos indígenas de México afirmamos que ejerceríamos la libre determinación de nuestros pueblos con autonomía en el marco de Estado mexicano.

Voces que rayan en el conservadurismo han tratado de impedir que se apruebe el derecho de libre determinación de los pueblos indígenas de México, mientras, al mismo tiempo, claman por la libertad de mercado.

Para los invisibilizados de México la autonomía sigue siendo un ejercicio que realizamos de manera cotidiana en nuestras comunidades, mermado en la mayoría de los casos, pero que nos ha permitido sobrevivir. Por eso, consideramos que el derecho de libre determinación de los pueblos indígenas es fundamental para establecer una relación respetuosa entre las instituciones del Estado mexicano y los pueblos indígenas de México.

La iniciativa en materia de derechos de los pueblos indígenas que ha presentado recientemente, señor presidente, debe ser aprobada. Es urgente, entonces, convencer a los legisladores y desde aquí les hacemos un llamado a todos los legisladores de todos los partidos que reconozcan nuestra existencia y nuestro derecho, y así, de esa manera, reivindicar al apotegma juarista que afirma: ‘Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz’.

Sean bienvenidos y bienvenidas todas y todos a la cuna del Benemérito de las Américas, licenciado Benito Juárez García.

Muchas gracias.

MODERADOR: Procedemos con la declamación de la poesía A Juárez, interpretada por el alumno de la escuela primaria ‘Morelos’ de la comunidad de Trinidad Ixtlán, Santiago Xiacuí, ganador del certamen de poesía, René Martínez Ruiz.

RENÉ MARTÍNEZ RUIZ, ALUMNO DE LA ESCUELA PRIMARIA ‘MORELOS’ DE LA COMUNIDAD DE TRINIDAD IXTLÁN, SANTIAGO XIACUÍ: De la autora María Rosario Monroy Dosta, A Juárez:

La noche se degrada desdeñosa ufanada en lamentos tras las sombras

Oscura, de miedo, paranoica distorsiona los sonidos de los vientos

que de lejos llegan, se quedan y aniquilan corazón, rostro, cuerpo ya no caminan.

La noche desvanece sus alas ya tendidas ante la violencia iracunda y desmentida,

cayendo sobre la inocencia contenida de los jóvenes que enmudecen hasta el llanto.

Por los amigos, la sangre sin quebranto pintando de rojo los rostros ya sin vida.

Inocencia perdida en la batalla la muerte su trofeo toma ahora.

Cayeron embestidos por las balas, masacre inconsciente y destructiva.

Masacre inconsciente y destructiva de aquellos que matan por las drogas.

Hoy los hombres no mueren por ideales en defensa de la patria o de la honra

como murieron los héroes en batalla construyendo libertad, esperanza, gloria.

¿En dónde quedan nuestras leyes constitucionales que enmarcan el respeto y el derecho promulgadas por Juárez?

Por Juárez, muy certero, ideología del hombre verdadero.

Quien no mira la riqueza de mi patria en su gente, su tierra y su cultura

y desdeña matando con gran saña

por poder, dinero, que se pudran sus entrañas, una guerra de tres años ya pasamos

Conservadores y liberales se enfrentaron.

Por Juárez la historia ha cambiado, las Leyes de Reforma han promulgado.

Murieron muchos hombres, sí, es cierto.

Pero una razón era eminente: no permitir que gobernara un extranjero.

Queriendo un México soberano e independiente,

Juárez, luchar contra la ignorancia, era su arma.

La lectura para el saber, su fundamento.

La escritura al compartir, su pensamiento

que engrandece al ser y fortalece el alma.

Juárez, hoy que, en México, nuestro México vivimos tanta crisis, desorden político, violencia,

rencontrémonos con la mirada clara y serena

del hombre que, bajo de la montaña de la noble raza zapoteca,

donde el canto del cenzontle ilumina las mañanas,

donde el viento suave, frío, te despierta, purificando nuestra alma,

la noche se desliza silenciosa, un rayito de luz nos da esperanza.

Juárez, tu ejemplo nos alcanza.

Bendita la patria, nuestra patria, la patria mexicana.

Una voz sublime nos silencia.

El alma de Juárez ya es promesa.

Juárez, padre amado, yo soy tu esencia.

MODERADOR: Agradecemos la presencia del Gabinete del Gobierno de México, gobernadoras y gobernadores.

Luisa María Alcalde, secretaria de Gobernación.

General Luis Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa Nacional.

Almirante Rafael Ojeda, secretario de Marina.

Alicia Bárcena, secretaria de Relaciones Exteriores.

Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana.

Leticia Ramírez Amaya, secretaria de Educación Pública.

Juan Pablo de Botton Falcón, subsecretario de Hacienda.

Jesús Ramírez Cuevas, vocero del Gobierno de México.

Maestra Marina del Pilar, gobernadora de Baja California.

Licenciado Víctor Manuel Castro Cosío, Baja California Sur.

Rutilio Escandón Cadenas, Chiapas.

Delfina Gómez, Estado de México.

Evelyn Salgado, Guerrero.

Julio Menchaca Salazar, Hidalgo.

Alfredo Ramírez, Michoacán.

Cuauhtémoc Blanco, Morelos.

Miguel Ángel Navarro, Nayarit.

Sergio Salomón Céspedes, Puebla.

Mara Lezama, Quintana Roo.

Ricardo Gallardo, San Luis Potosí.

Rubén Rocha, Sinaloa.

Alfonso Durazo, Sonora.

Carlos Manuel Merino, Tabasco.

Américo Villarreal, Tamaulipas.

Lorena Cuéllar Cisneros, Tlaxcala.

Cuitláhuac García, Veracruz.

David Monreal, Zacatecas.

A continuación, hace uso de la palabra el gobernador constitucional del estado de Oaxaca, ingeniero Salomón Jara Cruz.

SALOMÓN JARA CRUZ, GOBERNADOR DE OAXACA: Con su permiso, licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Saludo con afecto al ciudadano Aldo González Rojas, presidente municipal de San Pablo Guelatao; saludo a todos los integrantes del gabinete federal; a las autoridades militares, así como todos mis compañeros, compañeras, gobernadores. Bienvenidos a su casa, Oaxaca, a todas y todos ustedes.

Saludo también a todos los presidentes municipales que nos acompañan.

Agradecemos la siempre calidad y fraternidad hospitalidad de la comunidad de Guelatao. Esta laguna del encanto alberga el espíritu ancestral de nuestros pueblos originarios y desde el corazón de esta tierra serrana, que vio nacer a uno de los mejores hijos de México, reiteramos a todos ustedes las más cálida y cordial de las bienvenidas a Oaxaca.

Muchas gracias. Muchos, a todos ustedes les hemos dado este agradecimiento. Muchas y muchos han sido llamados por la patria para defenderla, pocos han entendido tal emplazamiento y aún menos estuvieron dispuestos asumir tal sacrificio, próceres les hemos llamado, aunque estoy cierto que todas y todos ellos con humildad hubiera rechazado tal denominación.

Hoy estamos aquí reunidas y reunidos para recordar a uno de esos seres excepcionales que no le tuvo miedo al peso de la historia; el 21 de marzo es uno de los días más significativos para la memoria de la República. Y este lo será aún más, señor presidente, por coincidir con su último año de gobierno.

En nombre de todas y todos los oaxaqueños, nuestro infinito agradecimiento por su cariño y apoyo incondicional. Gracias, muchas gracias.

Fue en 1806 cuando esta comunidad vio nacer al indígena zapoteca que se convertiría en el mejor presidente de nuestra historia. En su último libro, usted nos recuerda que ningún gobernante había sido más ajeno a las tentaciones y a los extravíos del poder. Él sabía que nada podía esperar, a los humildes, de los potentados, y no hay mejor forma de conmemorar el natalicio de ese gran hombre que construyó su propio camino hacia la inmortalidad que, honrando su legado y siguiendo su ejemplo de congruencia y amor al pueblo, justo como usted lo ha hecho, señor presidente, abrazando la doctrina, los principios juaristas, como pilares y fundamentos de la Cuarta Transformación.

Juárez encabezó la lucha contra las estructuras coloniales, encabezó la resistencia y la restauración de la República y le dio a México la reputación y el lugar que le pertenecía en el concierto internacional.

Juárez, el hombre, el gigante, es el héroe que encarna y representa los ideales máximos de quienes creemos que el poder carece de sentido cuando se gobierna contra la voluntad de los pueblos.

En el Manifiesto a la nación, del 15 de julio de 1867, tras vencer la adversidad y reinstalar el gobierno republicano, el presidente Juárez declaró: ‘Hemos alcanzado el mayor bien que podíamos desear, viendo consumada por segunda vez la independencia de nuestra patria’. Con estas palabras que resonaron en lo más profundo de la incipiente consciencia nacional, Juárez nos legó un mandato eterno y nos enseñó que la verdadera grandeza de una nación reside en su capacidad para cultivar valores fundamentales: el honor, la moderación y la justicia.

En este día especial recordamos los ideales que nos guían e inspiran a seguir. La Cuarta Transformación refleja el espíritu de quien, en una de las épocas más convulsas, entendió que sólo con el apoyo del pueblo se puede salir adelante.

Juárez demostró a todo el mundo que las armas más importantes para defender la soberanía de una nación son la dignidad y la razón.

Al igual que usted, señor presidente, Juárez comprendía que la honestidad es la piedra angular de una transformación verdadera. Por ello, no existe un referente más cercano al ejemplo juarista, señor presidente, que el gobierno popular que usted ha encabezado en los últimos años, luchando contra los conservadores y anteponiendo siempre los principios de igualdad y justicia; separando el poder político del poder económico; velando por la inclusión y el bienestar de quienes menos tienen; reduciendo la pobreza y la desigualdad; promoviendo la reivindicación histórica de nuestros pueblos originarios; rescatando las empresas estratégicas como la industria eléctrica y el sector energético; devolviéndole al pueblo de México la soberanía y la propiedad sobre sus recursos naturales, y recuperando el liderazgo y la dignidad de nuestro país a nivel global.

Y lo hizo también en un entorno internacional muy complejo, haciendo frente de manera exitosa a la administración Trump y llevando hasta Centroamérica un nuevo modelo de bienestar y atención a las causas de la migración y de la desigualdad.

Juárez y usted son la síntesis de lo mejor de nuestra herencia política, el liberalismo y el Humanismo Mexicano. Su autoridad moral los coloca como referentes obligados e indiscutibles en la historia de nuestro país. Ambos infunden respeto y admiración, correspondieron el amor de su pueblo y han cumplido con el llamado que la patria les hizo.

En este viaje irreversible hacia un país justo y equitativo, más vale tener a la mano este valioso ejemplo del amor al prójimo. Bajo la sombra del árbol sagrado de la libertad que Juárez plantó con sus manos, encontramos refugio y esperanza.

En este día honramos el legado de Benito Juárez, al tiempo de reconocer la visión y el liderazgo del presidente Andrés Manuel López Obrador en la búsqueda de un futuro más próspero y unido para México. Que su ejemplo nos inspire a seguir adelante con determinación y valentía en la construcción de un país mejor para todos.

Hoy más que nunca es momento de unirnos en torno a un proyecto común que nos permita seguir construyendo este futuro, este futuro de esperanza y bienestar para las generaciones presentes y futuras.

Que la fuerza de nuestra unidad sea el motor que nos impulse hacia adelante, superando cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino.

Amigas y amigos:

Honremos la memoria de Benito Pablo Juárez García replicando sus enseñanzas y llevando a adelante su legado de justicia, igualdad y libertad para todas y todos los mexicanos; que el triunfo de la patria siga siendo el objeto de nuestras nobles aspiraciones y que sea siempre el mayor título de gloria y el mejor premio de nuestros humildes esfuerzos.

¡Que viva el legado de Benito Juárez!

¡Que viva la República juarista y la Cuarta Transformación!

¡Que viva Oaxaca!

¡Que viva México!

¡Que viva el presidente Andrés Manuel López Obrador!

MODERADOR: Estimado público, escuchemos el mensaje que nos dirige el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador.

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Amigas, amigos de Guelatao, de pueblos, comunidades, municipios de la Sierra Norte, de todo Oaxaca y también del país que nos acompañan en este acto:

Antes de leer el texto que escribí para esta ocasión, quiero responderle a Aldo sobre sus peticiones. Voy a contextualizar un poco, aunque hay sol y ya ven que yo no hablo de corrido, así que prepárense porque me voy a tardar un poco.

Nada más aprovechar para hacer un reconocimiento a los gobernadores, las gobernadoras que nos acompañan, y a los miembros del gabinete. Esta transformación la estamos haciendo entre todos y desde abajo; la estamos haciendo con el apoyo del pueblo y de muy buenos servidores públicos.

En el caso de Oaxaca, muchas obras se están haciendo con la participación de la Secretaría de Marina, todo lo relacionado con el proyecto del istmo se está haciendo con el apoyo de la Secretaría de Marina.

Y también, en Oaxaca contamos con el apoyo de la Secretaría de la Defensa en la construcción de muchas obras. Por ejemplo, todas las sucursales del Banco del Bienestar en Oaxaca se hicieron con ingenieros militares; los cuarteles de la Guardia Nacional, lo mismo, y otras obras en Oaxaca y en todo México, porque los marinos y los soldados son pueblo uniformado y nos están ayudando mucho.

Por eso, quiero hacer el compromiso para que los ingenieros militares nos ayuden en la rehabilitación del camino de Oaxaca a Tuxtepec. Para que no se espante el general secretario, vamos a avanzar en la rehabilitación, ojalá y podamos terminar en septiembre; si no, lo vamos a dejar avanzado, cuando menos de Oaxaca a Ixtlán lo vamos a dejar terminado en su rehabilitación, y de Ixtlán a Tuxtepec. Si no lo concluimos nosotros, se lo vamos a dejar encargado, encomendado al próximo gobierno, que —pienso— va a ser sensible y va a entender que se debe de atender a todos, escuchar a todos, respetar a todos, pero se le debe dar preferencia a los pobres y a los marginados.

Por lo que corresponde al hospital de Ixtlán —que en la historia debe tenerse en cuenta a Ixtlán porque era el distrito de la Sierra Norte, era el pueblo más importante en aquellos tiempos, Ixtlán, y sigue siendo—, entonces, con respecto al hospital, hoy nos vamos a reunir. Por eso están aquí las gobernadoras, los gobernadores, porque se va a presentar el programa de IMSS-Bienestar en Oaxaca. Y hacemos el compromiso que antes de terminar el mandato que me dio el pueblo, antes de concluir, a finales de septiembre, vamos a inaugurar este hospital de Ixtlán, eso es lo que puedo responder.

Lo demás, pues va a estar en manos de los legisladores. Ya se envió la iniciativa de ley para garantizar los derechos de autodeterminación de los pueblos indígenas y ellos van a decidir.

Ahora voy a leer el texto que escribí para esta ocasión histórica; dice así:

Amigas y amigos:

La vida y obra del presidente Benito Juárez García es enseñanza de lo más valioso para quienes ocupan, ocupamos, aspiran, a desempeñarse como auténticos servidores públicos.

Siendo un niño, Benito Pablo decide salir de aquí, de Guelatao, para alcanzar el sueño de estudiar, crecer y cultivar sus conocimientos y su espíritu. Casi todos sus biógrafos coinciden que era un alumno brillante; que, desde su temprana edad, en vez del seminario, optó por el Instituto de Ciencias y Artes, optó por la profesión de abogado.

En 1833, a la edad de 27 años, comenzó a trabajar en el servicio público en su estado natal. Fue síndico, diputado, juez, maestro, director de su antigua escuela, secretario de Gobierno, miembro del gabinete, integrante del Poder Judicial y gobernador del estado. Y, como ya sabemos, posteriormente fue ministro de justicia, magistrado de la Suprema Corte de la Nación y presidente de México, el mejor presidente, en efecto, que ha tenido nuestro país.

Esta larga carrera en el servicio público explica en buena medida cómo pudo, con su amplia experiencia y su edad, desempeñarse como hermano mayor para integrar y mantener relativamente unidos a los jóvenes de sus varios gabinetes, quienes, por su libertad de criterio, rebeldía e inteligencia, eran muy inquietos; eso sí, parecían gigantes. No ha habido un gabinete, así, en mucho tiempo.

Uno de los rasgos más notables de Juárez es que, desde el inicio como desempeño como hombre público, se mostró también como un hombre de ideas. Por ejemplo, el 16 de septiembre de 1846, siendo gobernador, en un discurso para conmemorar el Día del Grito de Independencia nacional, afirmó: ‘El pueblo que quiere ser libre, lo será’. Hidalgo enseñó que el poder de los reyes es demasiado débil cuando gobiernan contra la voluntad de los pueblos.

Y agregó: ‘El egoísta no tiene patria, ni honor; amigo de su bien privado y ciego tributario de sus propias pasiones no atiende al bien de los demás. Ve las leyes conculcadas, la inocencia perseguida, la libertad ultrajada por el más fiero despotismo; ve el suelo patrio profanado por la osada planta de un injusto invasor y, sin embargo, el insensato dice: ‘Nada me importa, yo no he de remediar al mundo’. Ve sacrificar a sus hermanos al furor de un cruel tirano con la misma indiferencia que la oveja mira al lobo que desola al rebaño’.

Su devoción por la educación fue una constante en su ideario. Repetía y repetía: ‘La instrucción pública es el fundamento de la felicidad social, el principio en que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos’.

Cuando gobernaba Oaxaca, se refería a los servidores públicos de este estado como republicanos de corazón. Decía: ‘Se conforman con vivir en una honrosa medianía que aleja de ellos la tentación de meter mano en las arcas públicas para improvisar una de esas vergonzosas fortunas que la moral reprueba y que la sociedad siempre maldice’.

Pero, además de hombre de ideas, Juárez era un gran estratega político. A diferencia de Comonfort, quien en momentos de definición decisivos optó por la moderación, Juárez decidió echarse para adelante, promulgar las Leyes de Reforma y separó el poder civil del poder clerical, y consumó con ello una hazaña única en el mundo.

Juárez también sabía que su apuesta corría el riesgo de ser manipulada, malinterpretada, como un agravio a las creencias del pueblo; por eso, procuró diferenciar lo anticlerical de lo antirreligioso, Para decirlo con más claridad, Juárez era anticlerical, pero no antirreligioso.

Su lucha era contra el clero, una corporación que acaparaba más que nadie los bienes materiales del país, sobre todo, la tierra; mantenían sometidas las conciencias y era dueña esa corporación, en los hechos, del poder público. Según los principios de Juárez, la religiosidad y la libertad de creencias debían quedar a salvo, mantenerse inalterables.

Con esa prudencia y sabiduría, y con una estrategia política magistral, logró la transformación de México en ese entonces: la separación del poder civil, del poder clerical, aplicar el principio bíblico de que ‘a Dios lo que es Dios, y al César lo que es del César’.

Pero también actuó con mucha inteligencia, eficacia. Por ejemplo, con las Leyes de Reforma puso al mercado las grandes extensiones de terrenos que poseía el clero en el país y supo despertar la ambición de hacendados y aspirantes a latifundistas que, de conservadores, se convirtieron por conveniencia en liberales. Ello ayudó mucho a la causa de la reforma.

Se puede decir que ese proceder fue decisivo para consumar el milagro del triunfo de los progresistas contra los conservadores, un logro excepcional, porque un puñado de juaristas venció a un poderoso y omnímodo adversario.

Derrotados, los conservadores acudieron al extranjero a buscar auxilio para su causa, es decir, un grupo de reaccionarios de nuestro país apeló al monarca francés de entonces, Napoleón III, y le ofreció el trono de México a Maximiliano de Habsburgo. Fue así como nos invadieron cerca de 30 mil soldados franceses, del que era en esa época el más poderoso ejército del planeta.

Este enorme agravio hizo resurgir el más puro y leal heroísmo del pueblo de México. En esos momentos en todas las regiones del país, en todas partes del territorio, se escuchaba la consigna de que, entre ser mexicano y se traidor, no había término medio.

Es célebre el exhorto del general Ignacio Zaragoza previo a la batalla de Puebla, el 5 de mayo de 1862, a los mexicanos que se preparaban para defender al país de los invasores franceses. Les decía Zaragoza: ‘Tenemos ante nosotros al mejor ejército del mundo, pero vamos a triunfar porque ustedes son los mejores hijos de la patria’. Y así fue.

Es también célebre un telegrama en el que Ignacio Zaragoza le informa al ministro de Guerra que las armas nacionales se han cubierto de gloria.

Esa batalla y otras, como la defensa heroica de Puebla, cuando esa ciudad fue posteriormente sitiada por los invasores, permitieron a Juárez ganar tiempo y preparar la retirada al norte para mantener en alto la dignidad de la República.

A mediados de 1863, ante la imposibilidad de defender la Ciudad de México, la capital de la República, Juárez salió acompañado por los integrantes de su gabinete y un pequeño equipo de gobierno, resguardado apenas por un piquete de medio centenar de efectivos. En el sencillo carruaje del mandatario viajaban los integrantes de su familia, empezando por su esposa Margarita, que estaba embarazada, y en otros carros iban los archivos de la República, indispensables para que el gobierno siguiera funcionando, el gobierno itinerante.

A partir de entonces, Juárez muestra con toda autenticidad y transparencia su perseverante firmeza en la defensa de sus ideales, que eran las de todo un pueblo en lucha por la independencia y su soberanía. Es célebre una de sus frases: ‘El que no espera vencer, ya está vencido’.

Se ha hecho el fragmento de una carta a su yerno, Pedro Santacilia, enviada desde Chihuahua el 2 de marzo de 1865 en el que dice: ‘Que el enemigo nos venza y nos robe si tal es nuestro destino, pero nosotros no debemos legalizar un atentado entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza. Si la Francia, los Estados Unidos o cualquier otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio, y por nuestra debilidad no podemos arrojarlo de él, dejemos siquiera vivo nuestro derecho para que las generaciones que nos sucedan lo recobre. Malo sería dejarnos desarmar por una fuerza superior, pero sería pésimo desarmar a nuestros hijos, privándolos de un buen derecho que más valientes, más patriotas y más sufridos que nosotros lo harían valer y sabrían reivindicarlo algún día’.

A la postre el imperio terminó derrumbándose por diversos factores internos y externos. El más importante de ellos, sin duda, fue el tesón del gobierno juarista y la resistencia del pueblo de México con su estrategia militar guerrillera.

Cuando los franceses empezaron a abandonar el territorio, Juárez inició desde Paso del Norte —hoy Ciudad Juárez, el estado de Chihuahua el regreso a la capital.

El 15 de mayo de 1867, en San Luis Potosí, uno de sus ayudantes le entregó una carta del general Mariano Escobedo, en el que le informaba del triunfo de las fuerzas liberales en Querétaro.

El 19 de junio, Maximiliano de Habsburgo y los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía fueron enjuiciados y fusilados en el Cerro de las Campanas.

Dos días más tarde, la capital del país, último refugio de los imperialistas, caía en manos del general Porfirio Díaz, el régimen monárquico se entregaba sin condiciones al gobierno de la república restaurada.

De esa manera, el 15 de julio de 1867, después de cuatro años y 45 días de perseverantes luchas, Juárez y su gobierno entran triunfantes a la Ciudad de México. Se había consumado la victoria de la República sobre el imperio y del liberalismo sobre la reacción conservadora.

En la capital se festejó con entusiasmo el regreso de la célebre comitiva del Paso del Norte, la recepción fue espléndida y llena de emotividad. En la crónica de ese día se lee: ‘El coche en que venía el señor Juárez estaba, literalmente, cubierto de flores, coronas y ramilletes que caían de los balcones, como una lluvia de agradecimiento’. El pueblo se ostentaba en inmensa muchedumbre, desbordando su alegría en un delirio de vivas.

Al llegar a Palacio Nacional, Juárez bajó de su carroza negra e izó en el asta bandera la enseña patria, la bandera nacional. Ni siquiera la tupida lluvia que caía sobre la ciudad intimidó a los capitalinos, había suficientes razones para que el pueblo se manifestara jubiloso. Se celebrará el fin de una aciaga época y el advenimiento de un orden nuevo en la cosa pública.

Terminaban las confrontaciones internas y las constantes intervenciones extranjeras, iniciadas al día siguiente de conquistada la independencia política de México. Daba comienzo una época civilista, la del recurso de la polémica para dirimir diferencias, la del culto a las leyes, a las libertades y al progreso.

El mismo día de su llegada a la Ciudad de México, Juárez pronunció un discurso denso en frases memorables:

‘Encaminemos ahora todo nuestro esfuerzo —decía— a obtener y consolidar los beneficios de la paz, bajo sus oficios será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes de la República. Que el pueblo y el gobierno respeten siempre los derechos de todos; entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.

‘Hemos alcanzado hoy —decía— el mayor bien que pudiéramos desear. Viendo consumada por segunda vez la independencia de nuestra patria, cooperemos todos para poder legar a nuestros hijos el camino de prosperidad, amado y sosteniendo siempre nuestra independencia y nuestra libertad.’

En otra expresión memorable en ese mismo discurso, el presidente Juárez dijo que: ‘En nuestras libres instituciones, el pueblo mexicano es el árbitro de su suerte. Con el único fin de sostener la causa del pueblo durante la guerra, mientras no podía elegir sus mandatarios, he debido, conforme al espíritu de la Constitución, conservar el poder que me había conferido.

‘Terminada la lucha, mi deber es convocar al pueblo para que, sin ninguna presión, elija con absoluta libertad a quien quiera confiar sus destinos.’

De esa forma anunciaba la pronta celebración de elecciones para renovar los poderes federales.

A finales de 1867, Juárez se impuso democráticamente a Porfirio Díaz y fue reelecto presidente de la República. El sufragio en su favor fue un acto de justa recompensa nacional, un voto razonado de la sociedad política por los indudables servicios prestados a la patria. Francisco Zarco lo expresó de la siguiente manera:

‘El pueblo mexicano, reeligiendo a Juárez, obra sin duda por un sentimiento de decoro y de dignidad, y se empeña en demostrar la impotencia de la intervención; rechaza las amenazas y las intrigas de la fuerza, elevando al poder al que en vano trataron de derrocar las bayonetas extranjeras.’

No solamente debe Juárez su reelección a este sentimiento del pueblo en su honor, sino a la firmeza con que sostuvo la causa nacional, la constancia con que a ella se consagró y a la fe que tuvo siempre en la salvación de la patria.

En ese tiempo, durante el gobierno del presidente Juárez, se autorizó la nueva concesión a la compañía inglesa constructora del ferrocarril México-Veracruz.

Un año después de la muerte de Juárez, se inauguró el primer tren de pasajeros de Veracruz a México, de México a Veracruz.

También, siendo presidente en ese tiempo Juárez, se aprobó una ley para elaborar el primer censo general de población y se acordó construir caminos y líneas telegráficas en varios puntos del país.

En 1870, Juárez tenía 64 años de edad. En octubre de ese año se vio obligado a guardar reposo a causa de un grave problema cardiaco.

En enero de 1871 sufrió la pérdida de su esposa. Aun no es posible desentrañar en qué condiciones tomó la decisión de volver a reelegirse: se cree que, tras el fallecimiento de su esposa, lo embargó un sentimiento de soledad que únicamente el poder público podía atemperar; se dice también que sentía inconclusa su obra y que la renuncia a la candidatura la interpretaba como una deserción de sus deberes.

Aunque Juárez triunfó de nuevo en la elección presidencial de 1871, Porfirio Díaz se levantó en armas en su contra con el llamado Plan de la Noria, que cuestionaba la reelección.

De toda esa proclama del Plan de la Noria, lo que más llamó la atención fue una frase que casi 40 años después revelaría su verdadero contenido histórico, se sostenía en ese documento: ‘Que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el poder y esta será la última revolución’.

El 18 de julio 1872, muy cerca de la medianoche, Mejía, ministro de Guerra, fue en busca de Sebastián Lerdo de Tejada, presidente de la corte, para notificarle el fallecimiento de Juárez, al parecer a causa de una angina de pecho. De acuerdo con la Constitución, Lerdo se convertía en presidente interino.

En el acto, se trasladó a la casa de Juárez, al Palacio Nacional, donde permaneció hasta el amanecer, acompañando al que fue su protector y maestro en el difícil oficio de la política.

La noticia del fallecimiento sucedió, sacudió a todo México. No era para menos, Juárez encarnaba la legalidad y la soberanía nacional. Con él comenzó la era nueva, la historia moderna de México. Fueron muchos los servicios que prestó a la patria y por eso se convirtió en una de las figuras más simbólicas de México y la más respetada por los mexicanos.

Con su muerte, el pretexto de los conspiradores había desaparecido. Aun cuando los rebeldes que estaban levantados en armas por Nayarit se encontraban prácticamente vencidos en lo militar, este trágico acontecimiento, la muerte de Juárez, les dio el último golpe y les arrebató la bandera de la insurrección.

Se quedaron con las ganas de arrojar del poder a un gobernante legítimo, a quien acusaban de abrigar inconfesables ambiciones dictatoriales, y tuvieron que aceptar, sin remedio, a otro hombre que llegaba al poder por el camino de la legalidad y no por la fuerza de la sublevación.

El ayuntamiento de la capital, la Ciudad de México, decretó un luto de siete días. Y la prensa, aun la más encarnizadamente contraria a Juárez, que lo combatió, guardó absoluto silencio. No hubo voces enemigas en torno al caído. Mientras el cuerpo estuvo expuesto en el Salón de Embajadores de Palacio Nacional, ningún periódico se ocupó de asuntos políticos. Ante esa tumba que se acaba de abrir, decía el diario El Siglo XIX: ‘Todas las pasiones enmudecen’.

El funeral fue solemne. A las 9:00 de la mañana del 22 de julio se bajó el féretro al patio principal del Palacio, donde esperaba el coche fúnebre. Otra vez una carroza negra cargaba, como en los más aciagos días de la intervención y el imperio, el cuerpo del hombre que representó, como nadie, a la República.

Las calles y las plazas estaban llenas de personas hechas a la idea de que Juárez no podía desaparecer de pronto. El cortejo tardó dos horas en llegar al panteón de San Fernando. La carroza era tirada por tres parejas de caballos blancos y encima llevaba muy visible las insignias masónicas. No hubo ceremonia religiosa alguna en el funeral.

Amigas y amigos:

El ejemplo de Benito Juárez es uno de los recursos más valiosos de nuestro país. Muy pocos como él, muy pocos individuos ha habido en el mundo que sean como él, una combinación tan íntegra y armónica de dignidad y modestia, de visión histórica y entrega al servicio de sus compatriotas, de genio político y tesón perseverante para trascender por sobre las adversidades personales y los infortunios nacionales. Nadie como él encarna, con tal perfección, la voluntad indoblegable del pueblo mexicano y su determinación de soberanía, de paz, progreso, bienestar, respeto a la ley y defensa de los principios.

En la vida y la obra del Benemérito tenemos la inspiración y también tenemos el manual, las verdades esenciales que nos permiten sortear momentos difíciles y oscuros.

El gran poeta tabasqueño, Carlos Pellicer, escribía que, ‘a pesar de tanta noche triste, con Juárez la República es mar navegable y sereno. Y si una flor silvestre puedo dejarte ahora —agregaría Benito Pablo aquí, en Guelatao—, es porque el pueblo siente que, en su esperanza adulta, tu fe le dará cantos para esperar la aurora’.

Debo confesar aquí que la tarea de gobernar que me ha correspondido en estos años ha sido menos ardua y más tersa porque, desde hace mucho tiempo, tengo a Benito Juárez como referencia y como guía. Han sido incontables los momentos en los que he acudido a él para pedirle consejo y nunca, nunca me ha fallado, porque Juárez todavía está entre nosotros. Juárez todavía gobierna con su ejemplo.

¡Que viva el presidente Benito Juárez García!

¡Viva México!

¡Viva México!

¡Viva México!

MODERADOR: Procedemos con el depósito de ofrenda y guardia de honor en homenaje al 218 aniversario del natalicio de Benito Juárez García, encabezado por el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador, y acompañado de los integrantes del presídium.

(DEPÓSITO DE OFRENDA Y GUARDIA DE HONOR)

MODERADOR: Les solicitamos guardar el debido respeto para entonar nuestro Himno Nacional mexicano interpretado por la banda municipal Yela-Too de Guelatao de Juárez, Oaxaca.

(HIMNO NACIONAL)

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