MODERADORA: Damos inicio a esta ceremonia con los honores correspondientes al presidente de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas.

(HONORES)

MODERADOR: Preside esta ceremonia conmemorativa al 105 aniversario de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, el presidente de la República, el licenciado Andrés Manuel López Obrador.

MODERADORA: Integran el presídium:

El diputado Sergio Carlos Gutiérrez Luna, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

MODERADOR: Senadora Olga Sánchez Cordero, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.

MODERADORA: Doctor Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

MODERADOR: Licenciado Mauricio Kuri González, gobernador del estado de Querétaro.

MODERADORA: Licenciado Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación.

MODERADOR: Licenciado Marcelo Ebrard Casaubon, secretario de Relaciones Exteriores.

MODERADORA: General Luis Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa Nacional.

MODERADOR: Almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina. 

MODERADORA: Licenciada Rosa Icela Rodríguez Velázquez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana.

MODERADOR: Y ciudadana Ariadna Montiel Reyes, secretaria de Bienestar.

MODERADORA: También contamos con la presencia de gobernadores de las diferentes entidades federativas de la nación.

MODERADOR: Integrantes del gabinete legal y ampliado.

MODERADORA: Diputados federales y senadores de la República.

MODERADOR: Invitados especiales y representantes de medios de comunicación.

Reciban todos la más cordial bienvenida.

MODERADORA: El licenciado Mauricio Kuri González, gobernador del estado de Querétaro, hará uso de la palabra.

MAURICIO KURI GONZÁLEZ, GOBERNADOR DE QUERÉTARO: Muchas gracias.

Muy buenos días.

Saludo con muchísimo gusto al licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

A la senadora Olga Sánchez Cordero Dávila, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República.

Al diputado federal Sergio Carlos Gutiérrez Luna, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

Al ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Al licenciado Omar Fayad Meneses, gobernador del estado de Hidalgo y presidente de la Conago.

A la jefa de gobierno de la Ciudad de México.

A las y a los gobernadores, muchas gracias por estar acá.

A mi esposa Car Herrera, presidenta del patronato del Sistema Estatal DIF.

Y a mis hijas, Carmen María y Sabina. Muchas gracias, hijas, por estar acá.

Al licenciado Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación.

Al almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina.

Al general Luis Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa Nacional. Decirle, señor general, que estamos muy agradecidos por todo el apoyo que Querétaro ha recibido, sobre todo con motivo de las lluvias el pasado 1º de octubre. La verdad, que el apoyo de la tropa fue fundamental para sacar adelante a los ciudadanos. Muchísimas gracias, señor secretario.

Al licenciado Marcelo Ebrard Casaubón, secretario de Relaciones Exteriores.

A la licenciada Rosa Icela Rodríguez Velázquez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana.

A la licenciada Ariadna Montiel Reyes, secretaria de Bienestar.

Y con mucho cariño a los exgobernadores del estado de Querétaro, muchas gracias por estar acá el día de hoy.

A la doctora Mariela Ponce Villa, magistrada presidenta del Poder Judicial del estado.

A la diputada Beatriz Marmolejo Rojas, presidenta de la Mesa Directiva de la Legislatura del estado.

Al maestro Alejandro Echeverría Cornejo, fiscal general del estado.

A la doctora Teresa de Jesús García Gasca, rectora de la Universidad Autónoma de Querétaro.

A los diferentes integrantes de mi gabinete.

A las presidentas y presidentes de cámaras, de colegios, de asociaciones y medios de comunicación. Muchas gracias.

Y, por supuesto, aquellos que nos acompañan de manera virtual.

Señoras y señores:

Nos convoca hoy la memoria, la reflexión. Se reúne en pleno el Estado mexicano para conmemorar un año más de la promulgación de la Constitución Política que nos rige desde hace 105 años. Ese hecho es, sin embargo, una consecuencia de la confrontación, pero también de la política, es el resultado de tiempos de discordia, de ruptura, de violencia, una época que confronta a los mexicanos hasta la muerte. El reino del terror se desata por diferencias que en apariencia eran irreconciliables, termina por la fuerza del diálogo y la alta política, se sintetizan en la Constitución.

El grito de Madero es más por la democracia que por la justicia. Sufragio efectivo, no reelección es una demanda política, la llamada definitiva para cerrar el capítulo de la historia nacional, que fue muy largo y muy, pero muy penoso, que había confundido el poder con la persona y Madero nos recuerda que no, el poder le pertenece al pueblo, no puede ser encarnado ni privatizado.

Por la resistencia a instaurar la democracia, a respetar la voluntad popular, estalla la Revolución, pero Madero será ejecutado paradójicamente por ejercer la democracia.

Y viene entonces una tercera etapa de la Revolución, la de la guerra civil. Tras derrotar y desterrar al Huerta, las fuerzas revolucionarías son incapaces de entenderse, hay una confrontación entre quienes demandan con razón una profunda reforma social y quienes prefieren un camino institucional ortodoxo. Todos tienen razón, todos quieren un México mejor, todos sueñan con un país distinto a partir de lo que conoce.

La Constitución llega para dirimir la controversia y cesar la matanza, se expide aquí cuando el verbo sustituye a las balas y los argumentos a los cañones.

En este recinto México por primera vez se reúne, se conoce y discute, y también acuerda.

La Constitución es, sobre todo, un entendimiento, es el triunfo de la política sobre la sinrazón de la violencia.

Todos deben ceder algo para poder obtener mucho: seguridad, paz y estabilidad. Es la lección de que hay espacio para todas las expresiones de esto que llamamos México en un imaginario colectivo, cuando privan la sensatez y la inclusión.

A 105 años de distancia de este ejercicio, no sólo debe de ser de memoria, sino también de muchísima reflexión. Hace un siglo el costo de nuestros errores había sido brutal: más de un millón de muertos, el país partido. En estabilidad como forma de gobierno, el magnicidio como urna.

Todos los líderes revolucionarios son ejecutados, pero además la muerte se instala hasta en las más remotas de las rancherías, porque entonces una pandemia cruel y muy implacable recorre el país: la influenza española.

Las lecciones de entonces deben de ser válidas ahora. México, México no es uno solo, hay muchos Méxicos. Ese mosaico no nos debilita, nos fortalece y nos da grandeza. La diversidad, la innovación, el respeto y la justicia abrirán finalmente un porvenir mejor a todas y a todos los mexicanos.

Sólo la voluntad empecinada y la grandeza de miras son capaces de superar los rezagos nacionales que cobran a menudo tintes de tragedia. Unir a México, sanarlo, protegerlo y alimentarlo implica un gran ejercicio de imaginación política, de ingeniería constitucional y de mucha generosidad social.

Las constituciones, nos recuerdan las democracias maduras y avanzadas, no pueden derechos de autor, corresponden a procesos históricos, a una multitud de voces y a muchísimas ideas. Como entonces, hoy es preciso curar al país de la desconfianza, de la violencia, del egoísmo y de la enfermedad. Hacerlo implica que la ley, o se ejerce es letra muerta, una carta de buenas voluntades.

México tiene todo, recursos, ubicación geográfica, extensión, para hacer un lugar que se distinga en el mundo por su calidad de vida, pero no lo vamos a lograr en tanto los servidores públicos y la sociedad no asumamos un compromiso ante la historia: cumplir la ley y hacer respetar la Constitución.

Siendo un país de leyes, haremos realidad la promesa de prosperidad. Esa comienza garantizando la seguridad, sin ella no hay nada.

La Constitución tiene un gran valor por su origen, pero también por su perspectiva, se adelanta a su tiempo y hoy, hoy estamos obligados a mirar hacia afuera al mundo, a aprender, a imaginarnos un futuro diferente.

Evitar la repetición de la historia implica aprender de ella. La violencia verbal siempre, siempre antecede a la violencia física, la división a la fractura, el pensamiento único asfixia. Los grandes sueños del constituyente permanecen ahí, a la espera de nuestra acción para hacerlo realidad.

Hoy tenemos un presidente que posee una profunda visión social y, de verdad, qué bueno que así sea. Hay un país rezagado y muy adolorido, requiere de toda nuestra atención y de toda nuestra ayuda.

Hay otro México que espera que se le otorgue la oportunidad de estudiar, de trabajar, de ahorrar, de invertir, el país que desea aprender, emprender y triunfar. Ambos, el país de la necesidad y el país del empuje, demandan un sitio en toda nuestra atención.

Podemos ofrecer a nuestra gente y a todo el mundo valiosas contribuciones: talento, innovación, creatividad. Ellas desataran el empleo, fuente permanente de prosperidad que paulatinamente deberá sustituir a las redes de protección.

Nuestro deber histórico es aproximar a esos dos Méxicos extremos y debemos hacerlo hoy. No tenemos tiempo que perder. Hagamos renacer el espíritu de la Constitución, su inquebrantable vocación por la reconciliación.

Hagamos vigente su letra profundizando la democracia mexicana, promoviendo el interés nacional, fortaleciendo los derechos sociales, la propiedad privada y el respeto a las garantías individuales. Igualdad con libertad, educación de calidad que genere conocimiento, salud para tener una vida plena y productiva, federalismo y división de poderes, genuina equidad de género, pero de verdad que, sobre todo, hagamos realidad su más caro sueño: justicia para todas y para todos.

Muchas gracias.

MODERADOR: Hace uso de la palabra, el doctor Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

ARTURO ZALDÍVAR LELO DE LARREA, PRESIDENTE DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN: Señor licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

Señor presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

Señora presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República.

Señor gobernador del estado de Querétaro.

Señor secretario de Gobernación.

Señora jefa de gobierno de la Ciudad de México.

Señora y señores gobernadores.

Distinguidos miembros del presídium.

Señoras y señores:

Conmemorar un aniversario más de la Promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos tiene un profundo significado para nuestra vida pública. Es celebrar una historia común que nos da identidad y cohesión como nación, es celebrar las luchas y las conquistas de quienes han soñado con un arreglo social más justo e igualitario, es refrendar el compromiso con una forma de vida democrática en la que todo el poder dimana del pueblo y se instituye para beneficio de este.

Conmemorar la Constitución es mirar al pasado para entender nuestro presente, pero al mismo tiempo es mirar hacia un futuro comprometido, anclado en la voluntad de regir nuestros designios conforme a este pacto fundamental.

En el pasado están las mujeres y hombres que han luchado por un país democrático, libre e igualitario; están quienes lucharon por los derechos laborales, por el reconocimiento y la autodeterminación de los pueblos y comunidades indígenas, quienes lucharon por la tierra y por la reforma social.

En las páginas de nuestra Constitución está plasmado el anhelo de un país en el que el color de la piel, la condición social, la etnia, el género, la diversidad sexual o la discapacidad no determinen el destino de las personas, sino que este pueda ser forjado a partir de la posibilidad real de perseguir los propios sueños.

Está también plasmado el anhelo de una democracia para todas y para todos, en la que la ciudadanía sea verdaderamente representada. Una democracia que le dé voz a quienes nunca han sido escuchados.

Encontramos en nuestra Constitución la promesa de un país sin corrupción, en el que los cargos públicos no sean patrimonio de una clase gobernante, la promesa de una justicia real y accesible para todas las personas, la promesa de una vida digna en la que estén aseguradas las necesidades básicas: educación, salud, vivienda y seguridad.

A diferencia de otras constituciones del mundo, la nuestra no es el reflejo de un momento histórico, sino de un camino andado a lo largo de 105 años, en esa lucha inacabada por cerrar las brechas profundas que nos dividen y que nos separan.

Nuestra Constitución es un entramado complejo, un mosaico normativo que refleja un siglo de evolución política, pero de entre sus líneas emerge siempre el ideal de un México más igualitario, en el que logremos superar las injusticias históricas que nos han marcado. Por ello, al conmemorar un año más de la norma fundamental, debemos mirar hacia el futuro con el compromiso firme de saldar esas deudas y de hacer realidad en la vida de las personas esa visión constitucional de justicia e igualdad.

Tenemos una Constitución viva y dinámica, con una vocación transformadora que busca hacerse realidad en la vida de las personas. Los derechos que reconoce y garantiza no son retórica ni palabras huecas, sino mandatos que debemos observar y hacer posibles.

Tenemos una Constitución con un profundo compromiso igualitario, que nos exige actuar con sensibilidad humana y social.

Una Constitución que busca revertir desigualdades históricas, emparejar el piso y hacer realidad la promesa de una sociedad más justa en la que todas las personas, independientemente de sus condiciones, puedan desarrollarse en igualdad de oportunidades.

Tenemos una Constitución sin fronteras, abierta al derecho internacional y a los derechos constitucionales de otras latitudes, que nos hermana con otras naciones en la búsqueda de un mundo mejor en el que quepamos todos.

Tenemos una Constitución que rechaza prejuicios, dogmas y estereotipos al decidir sobre derechos humanos y nos exige tomar decisiones considerando seriamente sus implicaciones sobre los intereses de la gente, sobre todo de las personas más vulnerables de nuestra sociedad.

Tenemos una Constitución con una profunda vocación democrática, que empodera a las y los ciudadanos para actuar como agentes de transformación y para defender y reivindicar sus causas con un lenguaje común.

Los compromisos de nuestra Constitución son también un instrumento de paz, un espacio de diálogo para resolver el conflicto social sobre la base de una tradición compartida, hablando a través de la Constitución y no en contra de ella.

Tenemos, en suma, las bases de una cultura constitucional compartida que nos une y nos permite mirar por encima de cualquier diferencia para construir el futuro de paz y concordia al que aspiramos todas y todos.

Llevar a la realidad nuestra Constitución y sus promesas de justicia, hacerla tangible en la vida cotidiana de la gente es una exigencia básica de dignidad humana y es nuestra más alta responsabilidad.

Hoy es un buen día para reafirmar este compromiso. Debemos hacer nuestra la Constitución, debemos apropiarnos de sus postulados y llevarlos a la práctica con voluntad y congruencia en todos los ámbitos de nuestra vida. Hacerlo es la única ruta posible para conquistar la sociedad justa e igualitaria que merecemos y a la cual aspiramos.

Muchas gracias.

MODERADORA: El presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, diputado Sergio Carlos Gutiérrez Luna, hará uso de la palabra.

SERGIO CARLOS GUTIÉRREZ LUNA, PRESIDENTE DE LA MESA DIRECTIVA DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS: Licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente de la República.

Licenciado Adán Augusto, secretario de Gobernación.

Ministro presidente, Arturo Záldivar.

Licenciado Marco Kuri González, gobernador de Querétaro.

Senadora Olga Sánchez Cordero, presidenta del Senado de la República.

Jefa de gobierno, gobernadoras, gobernadores.

Compañeras y compañeros del gabinete.

Personas que nos acompañan:

Hoy nos encontramos en este salón, donde hace 105 años los constituyentes del 17 otorgaron a la patria la Constitución que ha sido considerada, según algunos estudiosos, como la más radical de su época en el mundo.

Apelando a la discusión pública que mantuvimos hace algunas semanas sobre lo radical, retomamos con convicción que la acepción implica transformar de raíz, de fondo. Es que, en efecto, la Constitución de Querétaro, al ser la primera e incluir garantías sociales y derechos colectivos que fueron producto de demandas populares de la tercera transformación, es definitivamente radical, un pacto político, pero sobre todo uno social en su sentido más amplio.

El texto constitucional del 17 sepultó formalmente las prácticas antidemocráticas oscurantistas de la dictadura, validó la demanda del sufragio efectivo, no reelección, erigiendo a estos como baluartes de la democracia que hoy en día practicamos. Asimismo, incluyó una visión ordenada de la división de poderes y nos dotó del derecho inalterable que tenemos los mexicanos de ostentar la soberanía nacional.

Al tratarse de un texto posrevolucionario, fue apremiante plasmar las demandas de los sectores campesinos y trabajadores, mismos que protagonizaron la lucha de las divisiones armadas en las diferentes etapas.

Quiero resaltar en esta conmemoración una de las discusiones constituyentes por su extrema vigencia en nuestros días, la del dominio de la nación sobre los bienes del subsuelo concretada, a pesar de los conservadores y de los intereses extranjeros, en el artículo 27.

Una constitución se puede definir de diferentes formas, también de diferentes perspectivas, algunos las han clasificado, otros cuantos les han dado concepciones sociológicas, políticas, por supuesto jurídicas y estructurales; sin embargo, además de contar con una norma suprema que contenga la garantía de derechos fundamentales asegurada y la separación de poderes definida, una constitución tiene que ser el reflejo de su pueblo y sus circunstancias, porque debe estar listar para adaptarse a la realidad social en beneficio y sólo en beneficio de la nación.

Por eso es que, a partir del 2018, a poco más de 100 años de haberse promulgado la Constitución que hoy nos rige, se pusieron en marcha una serie de reformas que, como lo expresó el presidente López Obrador en este recinto, podrían considerarse en su conjunto como una nueva Constitución cumpliendo el compromiso demandado en la propia evolución política y social del pueblo de México: la austeridad, el castigo a la corrupción y el fraude electoral, la creación de la Guardia Nacional para pacificar al país, la paridad hacia la igualdad sustantiva, el bienestar social para todos a través del derecho a la pensión a adultos mayores, al estudio para los jóvenes y a la salud, la profundización democrática hoy participativa y directa mediante instrumentos como la consulta popular y la revocación de mandato, todas ellas modificaciones lo suficientemente trascendentes que llevan en sí la construcción de una nueva patria.

Ser legislador en los tiempos de la transformación es un honor y una responsabilidad magna. Nunca debemos olvidar la fortuna de haber sido llamados a este episodio de la historia, esa historia que, como dijo Salvador Allende, es nuestra y la hacen los pueblos, los que, como el nuestro, no han dejado de luchar por la construcción de esa patria que todas y todos soñamos.

Muchas gracias.

MODERADOR: La senadora Olga Sánchez Cordero, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores, hará uso de la palabra.

OLGA SÁNCHEZ CORDERO, PRESIDENTA DE LA MESA DIRECTIVA DE LA CÁMARA DE SENADORES: Muy buenos días a todas, a todos ustedes.

La historia constitucional de México es un camino que inicia con un movimiento armado, con un estallamiento, con un reclamo airado de justicia social.

Desde sus inicios como nación, México tiene un anhelo persistente de justicia social que hoy comienza a ser una realidad. Durante siglos ese anhelo no encontró confluencia de voluntades en los poderes públicos, pero hoy es el centro de las acciones del gobierno.

Respetando la Constitución, los tres poderes de la unión están hoy empeñados en atender ese anhelo de justicia social, poniendo en el centro del ejercicio del poder a las personas, a su dignidad, a través de la promoción, protección, respeto y garantía de sus derechos y el respeto a los límites constitucionales al ejercicio del poder político.

Es para mí un honor compartir esta conmemoración en este sitio histórico, en este majestuoso escenario, con los representantes de los poderes de la unión: el señor presidente de la República, el señor presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el señor presidente de la Cámara de Diputados, el señor gobernador del estado de Querétaro, nuestro anfitrión, con los gobernadores y gobernadoras y jefa de gobierno, con los integrantes del gabinete, con las senadoras y senadores de la República, con los diputados y diputadas, magistrados y magistradas, juezas, jueces, medios de comunicación, portando en este acto la representación de la Cámara de Senadores del Honorable Congreso de la Unión.

Hacerlo en un evento en el que conmemoramos la promulgación de este documento histórico, político, jurídico que nos une como nación enaltece los valores republicanos aquí representados.

La historia constitucional del país está encaminada a enaltecer la dignidad y la justicia social, hacer realidad el ejercicio de los derechos, a establecer los límites del poder la colaboración entre ellos y su coordinación funcional, para garantizar la vida de las personas, sus derechos teniendo como premisa los valores democráticos en ella contenidos.

Interpretar la Constitución, interpretar la Constitución es una función cotidiana del poder y es por tanto una función que desde el punto de vista de la interpretación política implica considerarla como pacto social, y desde la interpretación jurídica implica considerarla como la norma fundamental o suprema.

El titular del Ejecutivo interpreta todos los días la Constitución, todos los días interpreta la Constitución, preponderantemente desde el punto de vista político, y el Judicial y el Poder Legislativo lo hacemos preponderantemente desde el jurídico.

Ambas interpretaciones, la política y la jurídica, convergen en un objetivo común: el bienestar de toda la población. Esa es y ha sido la principal tarea de vida y el mayor aprendizaje que el haber transitado por los tres poderes de la Unión en cargos de la mayor responsabilidad me ha dejado.

La Constitución es una Constitución vigente y viva. Es un documento vigente por su identidad y reconocimiento social, pero el cumplimiento de sus preceptos por parte del poder público y de las y los ciudadanos la mantiene viva, por eso es una Constitución vigente y viva.

En ello radica la soberanía del pueblo, en que sus derechos están reflejados en ella, que se garantiza de manera directa y a través de los ejercicios de participación ciudadana, a través de ellos la ciudadanía interviene en los asuntos públicos y en la toma de decisiones, de ahí la importancia del conocimiento de la Constitución por parte de todo el pueblo.

Hoy, como presidenta del Senado de la República, de la misma manera que lo hice el año pasado con la honrosa representación del Ejecutivo federal, me dirijo a este auditorio para refrendar el único compromiso y la principal lealtad de vida que he mantenido a lo largo de mi paso por los espacios públicos: mi lealtad, mi fidelidad, mi respeto irrestricto a nuestra Constitución.

La participación que he podido tener en esta etapa de la vida nacional lo vale. La lección más importante ha sido el convencimiento de que el ejercicio del poder sólo se entiende si se lleva a cabo con dignidad, con honorabilidad, honestidad y justicia social.

Así se ha entendido el ejercicio del poder en este gobierno, porque se dignifica la vida pública, porque ese ejercicio y en este ejercicio se fortalece el Estado de derecho y se fortalece la democracia, así lo ordena el documento fundacional del Estado que permite a los poderes públicos ejercer sus atribuciones en un marco de competencias en el que no pueden suplantarse las del uno con las del otro, así lo ordena la Constitución de 1917, cuya vigencia el día de hoy venimos a confirmar, porque la Constitución hay que conocerla, hay que cumplirla, hay que acatarla y hay que obedecerla.

Muchas gracias.

MODERADOR: Escuchemos el mensaje que dirige el licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Amigas, amigos.

Ciudadano gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri.

Jefa de Gobierno, gobernadoras, gobernadores de los estados de la República.

Representantes de los tres poderes del Gobierno de la República.

Servidores públicos, mujeres y hombres.

Amigas, amigos todos:

Hoy conmemoramos un aniversario más, recordamos que hace 105 años se promulgó la Constitución vigente, la Constitución de 1917. Como aquí se ha dicho, lo mencionó Mauricio Kuri, las constituciones son fruto de procesos de cambio, de transformación.

La primera Constitución federal, de 1824, surge para hacer valer nuestra independencia y dejar de manifiesto que México sería un país libre, soberano, con una República popular, federal; una República, no una monarquía. Ese fue el mensaje principal de la Constitución de la primera República federal de México.

La segunda gran Constitución fue la de 1857, y tuvo como propósito separar al poder civil del poder clerical. Es esa Constitución fruto de un movimiento liberal; lamentablemente, de una confrontación armada, de la guerra de Reforma. Pero México fue desde entonces un ejemplo para hacer valer un principio bíblico, según el cual a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.

Luego, ya sabemos, se quiso imponer de nuevo el colonialismo, y aquí precisamente, en Querétaro, quedó reconfirmada nuestra soberanía. Aquí, con un acto histórico que todos conocemos, se estableció que México es un país libre, independiente, soberano. Se conquistó, se volvió a alcanzar, se logró la segunda independencia de México.

El tercer movimiento popular fue el que dio origen a la Constitución que hoy recordamos, la de 1917. Esa Constitución es también fruto de un gran movimiento, aquí se mencionaba, por la violencia, por las epidemias, por el hambre. Perdieron la vida en la Revolución un millón de mexicanos, pero no fue en vano, porque en esa Constitución del 17 quedaron plasmados los anhelos de un pueblo que se sacudió la dictadura porfirista, para decirlo amablemente; pero en realidad el movimiento revolucionario significó acabar con la esclavitud que existía en ese entonces.

Todos hemos escuchado que con la Independencia se proclamó la abolición de la esclavitud, pero en realidad durante todo el siglo XIX siguió prevaleciendo la esclavitud en nuestro país. Es hasta 1914 que empiezan a abolirse las leyes que permitían el peonaje en las haciendas de México.

Entonces, la Constitución recoge eso, es abolir la esclavitud, que no haya peones acasillados.

La Revolución se lleva a cabo por el acaparamiento que había del territorio, de latifundios, tanto de mexicanos como de extranjeros. En el porfiriato, y eso no hay que olvidarlo, un hacendado podía ser dueño, y lo era, de la mitad de un estado. Por eso se hablaba de que Terrazas no era de Chihuahua, sino Chihuahua era de Terrazas. Y dominaban los hacendados. Por eso fue el movimiento zapatista, porque los dueños de la Hacienda del Hospital cada vez invadían más las tierras comunales de Anenecuilco, de Morelos.

Una vez escribieron los dirigentes de Anenecuilco al gobernador, que estaba impuesto por los hacendados, pidiéndole que interviniera porque les estaban invadiendo sus tierras. La respuesta del hacendado —porque la carta se la envió al gobernador—, la respuesta fue: ‘Dígale a los de Anenecuilco que, si quieren sembrar, que lo hagan en macetas’. Así surge el movimiento zapatista.

Lo mismo en el caso de las grandes injusticias por las condiciones de opresión a los obreros. No olvidar el porqué de la huelga de Cananea, el porqué de la huelga de Río Blanco.

Entonces, todo eso se recoge en la Constitución del 17. Se establece en el artículo 27 el derecho de los campesinos a la tierra, se restituyen las tierras comunales; ya habían sido invadidas durante el porfiriato. Así surge la propiedad social y eso se establece en el artículo 27.

Y hay algo extraordinario: en la Constitución del 17 se nacionalizan los recursos naturales de nuestro país, en especial el petróleo, que estaba en manos de empresas extranjeras; porque se consideraba, igual que como en los países extranjeros, en la legislación, en especial anglosajona, de que el dueño de la tierra era también el dueño del subsuelo y como en el porfiriato se les permitió a los extranjeros constituir grandes latifundios, sobre todo en las costas del golfo de México, eran también los dueños, se sentían los dueños de los recursos del subsuelo. En la Constitución del 17, en el artículo 27, se establece el dominio de la nación sobre los bienes del subsuelo.

Aquí, en Querétaro, los legisladores revolucionarios dejaron el tema hasta el final, porque alrededor había agentes de las compañías extranjeras y de los gobiernos de otros países pendientes de la decisión que se iba a tomar aquí.

Casi no se dio tiempo. Por eso es importante recordar a Venustiano Carranza y a los legisladores. Y se presenta la iniciativa al pleno para que los recursos de la nación, los recursos del subsuelo fuesen de la nación y se aprueba, y ya no hay tiempo y empiezan los telegramas al extranjero de lo que había sucedido.

Eran tantos los intereses que tuvieron que pasar pues más de dos décadas, del 17 al 38, para que pudiese llevarse a la práctica, para que dejara de ser letra muerta el artículo 27 en materia de petróleo, porque ni siquiera se permitía hacer la ley reglamentaria. Por eso fue también una decisión patriota del general Cárdenas en 1938 para expropiar el petróleo.

Todo esto es lo que recordamos el día de hoy: la justicia social, la defensa de nuestra soberanía, eso es la Constitución del 17.

Y tenemos también que ser autocríticos. En los últimos tiempos, y yo respeto otras opiniones, pero desde mi concepción, durante todo el periodo neoliberal, en vez de avanzar, retrocedimos en cuanto a los derechos establecidos en la Constitución. No se legisló en favor del pueblo de México, se legisló en favor de las minorías y se entregaron bienes de la nación a particulares, nacionales y extranjeros; hubo graves retrocesos.

Por eso, cuando aquí Sergio hablaba de que se hacía necesaria, después de nuestro triunfo, proponer una nueva Constitución, lo pensamos, porque todas las reformas que se hicieron en 36 años fueron para ajustar el marco legal en beneficio de las minorías, no para defender al pueblo ni hacer valer nuestra soberanía.

Pero, imagínense —y por eso la política, entre otras cosas, significa optar entre inconvenientes— lo que se nos hubiese costado llevar a cabo un cambio así, el tener una nueva Constitución. Nos hubiese desgastado, nos hubiese confrontado, no hubiésemos avanzado.

Entonces, optamos por reformar buscando los equilibrios, también la conciliación. Y se avanzó en reformas muy importantes.

Imagínense para la justicia social lo que significa que en la Constitución se haya establecido —la Constitución vigente— el derecho de los adultos mayores a la pensión, el derecho a la pensión para niñas, niños con discapacidad; el que se haya elevado a rango constitucional el derecho de estudiantes pobres a recibir una beca para estudiar; el derecho del pueblo a la salud, que esto se haya logrado al reformar el artículo 4º constitucional, lo que hicieron los legisladores; y que, además, se haya escrito en un transitorio de la Constitución que no deben de reducirse los presupuestos destinados a garantizar estos derechos. Eso fue un avance importantísimo.

Lo mismo, el que se haya logrado reformar el artículo 28 para que se considere prohibida la condonación de impuestos, que era un abuso, una gran injusticia, que la mayoría de los mexicanos, los más pobres, estaban obligados a pagar sus impuestos; todos pagaban impuestos, todos, porque hasta el que compra una mercancía tiene que pagar un impuesto; pero las grandes corporaciones empresariales, financieras, no pagaban impuestos, se les condonaban los impuestos, miles de millones de pesos.

Fue un gran avance el que se establecieran el artículo 28, repito, que se prohíbe la condonación de impuestos, así como está prohibido el que existen los monopolios.

Fue muy importante también elevar a rango constitucional el castigo a los corruptos, porque se llegó incluso durante todo el periodo neoliberal a hablar de transparencia, se crearon institutos para garantizar la transparencia, institutos anticorrupción, pero la corrupción no estaba tipificada como delito grave; incluso, se había llevado a cabo de manera deliberada una reforma al Código Penal para que no fuese delito grave la corrupción. Entonces, ahora es distinto, es delito grave la corrupción, sin el derecho a fianza.

Es muy importante también el que se aprobara, que se llevara a cabo una reforma para quitar los fueros, en especial al presidente, que pueda ser juzgado el presidente de la República en funciones por cualquier delito como cualquier otro ciudadano. Esto venía desde la Constitución del 57 y, a pesar de la Revolución, se mantuvo en la Constitución del 17 el fuero presidencial.

Y ahora se llevó a cabo esta reforma y otras más, como la de revocación del mandato, que se va a llevar a la práctica por primera vez el día 10 de abril. Independientemente del resultado, es establecer el hábito democrático. No olvidar que el pueblo es el soberano, que se tiene que mandar obedeciendo, que en la democracia el pueblo manda; que, así como nos ponen, nos pueden quitar los ciudadanos. Esto se ha logrado en los últimos tiempos.

¿Qué falta?

Algunas otras reformas constitucionales. Y se está buscando convencer, persuadir de la necesidad de que se reforme la Constitución para fortalecer la industria eléctrica nacional, porque evidentemente hay un desbalance, no hay equilibrios.

Se le dio en la reforma energética anterior todos los privilegios a las empresas particulares al grado de que, si esto no lo resolvemos, desaparece la Comisión Federal de Electricidad. Porque hasta para despachar la energía se le dio preferencia para subir la energía a las líneas de transmisión a las empresas extranjeras, y se llegó al extremo de que no se considera energía limpia la que se produce en las hidroeléctricas, que son las plantas de la Comisión Federal de Electricidad, cuando es la energía más limpia y más barata.

Todo esto para favorecer a particulares, que eran los que dominaban en el país, porque no había en ese sentido una separación entre el poder económico y el poder político.

Ahora estamos buscando, sin extremismos, que se resuelva este asunto, que se mantenga la equidad, 46 por ciento del mercado eléctrico para las empresas privadas, 54 para la Comisión Federal de Electricidad.

No hay que olvidar que un gran presidente, Adolfo López Mateos, tomó la decisión de nacionalizar la industria eléctrica y, entre otras razones o como parte de su fundamento, ese que el sector particular, las empresas privadas, no consideraban negocio electrificar los pueblos. Un poco lo que sucede con el internet: tenemos señal en las grandes ciudades y en los pueblos apartados no hay señal porque no es negocio.

En 1960, Antonio Ortiz Mena, secretario de Hacienda, y Adolfo López Mateos, toman la decisión de nacionalizar la industria eléctrica para electrificar los pueblos, y gracias a eso se electrificó todo el país, porque no prevalecía el lucro, sino el servicio público.

Es lo que ahora estamos buscando, el que podamos equilibrar y proteger esta empresa pública, esta empresa de todos los mexicanos, de los consumidores domésticos, pero también de los empresarios. Necesitamos poner orden en el caos que significó el entregar concesiones a diestra y siniestra, sin tomar en cuenta el interés general, el interés público, el interés de los mexicanos.

La otra propuesta, la otra iniciativa, que es también para debatirse, es una reforma electoral para que de una vez y para siempre se acaben los fraudes electorales, ya que se termine con eso, todo un periodo vergonzoso que se padeció en nuestro país.

Que tengamos jueces, autoridades imparciales en lo electoral, que no haya fraudes, que las elecciones sean limpias, sean libres, como lo pedía el presidente Madero, Apóstol de la Democracia. No consejeros, magistrados, empleados del presidente o de los partidos, sino autoridades verdaderamente independientes, de inobjetable honestidad con voluntad, con vocación democrática. Nos podemos poner de acuerdo con eso.

Seguir el ejemplo, ni siquiera de países europeos o de otras naciones o potencias, el ejemplo de Costa Rica, de cómo tienen resuelto, desde hace mucho tiempo, todo lo relacionado con los procesos electorales. No saben de fraude, no saben de compra de voto y se respetan las decisiones de las autoridades electorales. Eso lo podemos lograr, un poder verdaderamente independiente para que se haga valer la democracia.

Y ya, por último, el que se consolide la Guardia Nacional. La opinión nuestra es que es una institución que nos hace falta a todos. Cuando se creó se contó con el apoyo de todos los partidos representados en el Congreso, por unanimidad se aprobó la creación de la Guardia Nacional.

Pero yo tengo la preocupación —porque tenemos que pensar en instituciones que puedan servir no un sexenio, no una década, sino varias décadas, más cuando se trata de la protección del pueblo, de garantizar la paz y la tranquilidad—, y tengo la preocupación de que, si no dejamos esta institución consolidada y queda suelta, como quedó en su tiempo la Policía Federal Preventiva, se puede echar a perder y necesitamos que la Guardia Nacional —es mi propuesta— dependa de la Secretaría de la Defensa Nacional, de una institución profesional, de una institución con disciplina, de una institución que desde que surgió precisamente durante la Revolución ha actuado con lealtad al pueblo de México.

Esas son algunas reformas.

Yo estoy muy satisfecho de estar aquí. Esta es la historia, aquí estuvo Heriberto Jara, el revolucionario que más admiro, Francisco J. Múgica, y muchos otros a los que les rendimos homenaje el día de hoy.

Muchas gracias.

MODERADORA: Finaliza esta ceremonia con los honores al presidente de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas.

Se les invita a permanecer de pie para entonar nuestro Himno Nacional.

(HIMNO NACIONAL)

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