se dirige a la escolta de bandera para saludar a nuestro lábaro patrio.

(SALUDO)

MODERADORA: En estos momentos arriba este recinto el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador, y se dirige a la mesa de honor para conmemorar el 1º de Mayo, Día del Trabajo.

MODERADORA: Preside esta ceremonia conmemorativa por el Día del Trabajo el presidente constitucional de los Estados Unidos, licenciado Andrés Manuel López Obrador.

Lo acompañan:

La maestra Luisa María Alcalde Luján, secretaria del Trabajo y Previsión Social.

Carlos Aceves del Olmo, secretario general de la Confederación de Trabajadores de México.

Isaías González Cuevas, secretario general de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos.

Rodolfo Gerardo González Guzmán, secretario general de la Confederación Regional Obrera Mexicana.

Francisco Hernández Juárez, secretario general de Telefonistas de la República Mexicana.

Napoleón Gómez Urrutia, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores Minero, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana.

También contamos con la presencia de integrantes sindicales del país, así como diversas autoridades del Gobierno de México.

Reciban todos la más cordial bienvenida.

A continuación, se presentará un video.

(INICIA VIDEO)

VOZ MUJER: Hoy celebramos el trabajo y la lucha historia de las y los trabajadores por dignificar sus condiciones de subsistencia y bienestar.

El 1º de mayo de 1886, trabajadores en Estados Unidos se movilización masivamente para exigir mejores condiciones laborales. En Chicago hubo enfrentamientos entre manifestantes y autoridades que derivaron en la condena a muerte de cinco trabajadores. Estos hechos se volvieron el símbolo de la resistencia obrera ante la injusticia.

En México, la lucha laboral a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX fue nutrida por las corrientes mutualistas y anarcosindicalistas recogidas por el Partido Liberal Mexicano, con la destacable aportación intelectual de Ricardo Flores Magón, quien promovió la organización y conciencia obrera. Su influencia fue decisiva en las huelgas de Cananea, en Sonora, y de Río Blanco, en Veracruz; ambas reprimidas violentamente y consideradas el preámbulo de la Revolución.

En 1912 se fundó la Casa del Obrero Mundial en la Ciudad de México y el 1º de mayo de 1913, pocos meses después del asesinato de Francisco I. Madero, se organizó la primera marcha obrera en defensa de los ideales revolucionarios traicionados por Victoriano Huerta.

El derrocamiento de Huerta y años de guerra civil entre las facciones revolucionarias dieron pie a la promulgación de la Constitución de 1917, que en su artículo 123 contempló por vez primera en la historia universal derechos laborales: el derecho a la libre asociación, derecho de huelga, un salario mínimo y una jornada máxima de ocho horas.

En la práctica no hubo grandes cambios, de manera que las y los trabajadores continuaron luchando por sus derechos, ahora constitucionales, ante sus patrones y el gobierno.

Fue hasta 1931 que se promulgó la Ley Federal del Trabajo, que reconoció a los sindicatos el derecho a negociar contratos colectivos y promovió la sindicalización en sectores estratégicos como el ferrocarrilero, minero y petrolero, dando pie a la formación de las grandes centrales obreras, como la CTM, la CNC y la CROC.

La movilización de trabajadores petroleros para exigir un contrato colectivo y mejores salarios fue clave para la expropiación petrolera, porque sus peticiones, respaldas por la justicia mexicana, pero desacatadas por las empresas extranjeras, motivaron al presidente Lázaro Cárdenas a nacionalizar en 1938 la industria petrolera. 

En los años 40 inicia un proceso de industrialización que diversifica el trabajo, estimula el crecimiento económico e incide en el aumento gradual de derechos laborales. Se crea el IMSS y el Issste, se establece el derecho al reparto de utilidades y el salario mínimo crece paulatinamente hasta llegar a tener un poder adquisitivo máximo equivalente a 25 kilos de tortilla por jornada de trabajo.

Sin embargo, con la llegada del neoliberalismo a inicios de los años 80, el gobierno privatiza industrias nacionales con el pretexto de atraer inversión, precariza salarios y derechos laborales, degrada el sistema de pensiones y aumenta la desigualdad.

Para 2018, el panorama nacional era desolador, con uno de los salarios mínimos más bajo del mundo y derechos laborales burlados bajo esquemas de subcontratación. 

Ese mismo año, el hartazgo y la esperanza de millones se expresó en las urnas para transformar el país.

Hoy, en 2023, el eco del 1º de Mayo retumba en México, vivimos un proceso de reivindicación, una nueva realidad laboral.

Este 1º de Mayo celebramos el trabajo que es el motor de la transformación.

¡Que vivan las y los trabajadores!

¡Que viva México!

VOZ MUJER: Gobierno de México.

(FINALIZA VIDEO)

MODERADORA: Hace uso de la palabra el profesor Patricio Flores Sandoval, secretario de Comunicación Social de la Confederación de Trabajadores de México.

PATRICIO FLORES SANDOVAL, SECRETARIO DE COMUNICACIÓN SOCIAL DE LA CONFEDERACIÓN DE TRABAJADORES DE MÉXICO (CTM): Buenas tardes a todos. No son buenas tardes. Yo creo que son buenas tardes, ¿no? Estamos juntos.

Señor presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador, congratulándonos por su recuperación para bien de México, lo saludamos con respeto.

Maestra Luisa María Alcalde Lujan, joven e inteligente y titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, la saludamos con afecto y consideración personales.

Compañero Rodolfo González Guzmán, secretario general de la CROM.

Compañero Napoleón Gómez Urrutia, presidente de la Confederación Industria Internacional de Trabajadores.

Compañero Isaías González Cuevas, secretario general de la CROC.

Compañero, al que quiero mucho y se me olvida, dígame su nombre, dígamelo, por favor. Francisco Hernández Juárez, de todos mis afectos, todavía presidente colegiado de la UNT, y de uno de los sindicatos más representativos, pero que también en ocasiones menos comprendidos en el país, de los telefonistas del país. Nuestra solidaridad y cariño, compañero.

Saludo también con enorme gusto a quienes representan la política social del país:

A don Carlos Martínez Velázquez, director general del Infonavit.

A otro joven, Zoé Robledo, que dirige los destinos del Instituto Mexicano del Seguro Social, y lo hace muy bien, siempre acompañado por gente importante en el consejo, no voy a decir nombres porque van a pensar que estoy sesgado hacia a algún lado.

Saludo, por supuesto, también al director del Centro Federal de Conciliación, licenciado Alfredo Domínguez Marrufo.

Saludo a toda la representación obrera del país, saludo a todos los líderes que con su trabajo le dan constancia y paz laboral a nuestro país.

Compañeras y compañeros.

Señor presidente:

Agradecemos en todo lo que vale su anfitrionía por lo que representa la tradicional conmemoración del Día Internacional del Trabajo, proveniente del proceso histórico de la humanidad y su evolución en el transcurso de los tiempos, los contextos y las circunstancias.

Ciertamente rememoramos lo ocurrido en el año de 1886, en la ciudad estadounidense de Chicago. Tenemos y valoramos aquellas hechos injustos, trágicos, sangrientos y asesinos que lograron lo que buscaban. Más allá de la mera represión ejercida contra los sindicalistas, se convirtieron en símbolo universal para la clase trabajadora de todo el mundo.

La noticia de aquella huelga y los crímenes perpetrados contra los trabajadores llegaron a México y contribuyeron muy notablemente a estimular el espíritu de lucha de la clase trabajadora mexicana, teniendo como escenario Cananea y Río Blanco en 1906, además de varios otros importantes movimientos huelguísticos que así se registran y se constatan.

Pero debemos recordar también que no fue, sino hasta el año de 1913, en pleno proceso ascendente del movimiento de la Revolución mexicana cuando se conmemora por primera vez en nuestro país la gesta sindicalista universal del día 1º de Mayo con la celebración de una sorprendente, y gigantesca para aquellos tiempos manifestación, celebrada el Día del Trabajo.

Manifestación que fue organizada por la casa del obrero con consignas por la jornada de ocho horas y el descanso dominical, aquella casa que acordaría añadir la palabra ‘mundial’ a su nombre, tal y como hoy la recordamos.

Organización que nace por la represión porfirista y posteriormente huertista, con víctimas sobre cuya sangre y pérdida de libertad se impulsó la lucha por mejores condiciones en el campo y en las ciudades.

Realmente es largo, esforzado, vivo y muy interesante el recorrido de la lucha obrera desde entonces y hasta nuestros días.

Efectivamente, han ocurrido y se han desarrollado múltiples circunstancias, hechos y tiempos. Expresión común se convierte el afirmar que hoy son otros tiempos, pero la búsqueda de mejores condiciones para las clases laborantes continúa, permanece y se fortalece.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el trabajo, la lucha y la gestión sindical es un tema inacabado. Así, la unidad que aquí se constata con la presencia de todos los representantes obreros como valor del sindicalismo universal explica con ella la clase trabajadora. A través de la historia se ha podido luchar, sobrevivir y avanzar hacia la justicia laboral y social en todo el mundo. A manera de ejemplo lo que sucede en el mundo, ahí están los recientes acontecimientos en Francia y otras latitudes.

En México, la relación de trabajo supone el principal medio para que las y los trabajadores accedan a los derechos y prestaciones asociados con el empleo formal en el ámbito del derecho del trabajo y la seguridad social en niveles dignos y acordes con nuestros derechos humanos.

En nuestras formas de lucha, el sector de las y los trabajadores mexicanos preponderantemente somos respetuosos de la vida institucional en todos sus ámbitos, expresiones y consecuencias. Por eso nuestro aprecio a las instituciones, por eso nuestra disposición y apertura al diálogo son permanentes e invariables, como lo es a la inclusión y a la no discriminación, y a la búsqueda de mejores condiciones para elevar los niveles de vida de los miembros de los sindicatos y también de la población en general.

El diálogo tripartito ha sido fundamental. Un tripartismo no sólo de discurso, sino de participación responsable en la vida institucional. Con él y en él a los trabajadores organizados de sindicatos nos asiste y fundamenta la razón y la legalidad, con ambas ciertamente alcanzamos algunas de las mejores realizaciones institucionales en aquellos valores esenciales que hemos podido aportar, construir y conformar en México, todo ello al haber contribuido de manera importante al mantenimiento innegable de la paz social.

Ahí está la contratación colectiva del trabajo, ahí está el derecho laboral, ahí están las instituciones fundamentales como el Instituto Mexicano del Seguro Social, el Infonavit, el hoy Infonacot, el Sistema de Ahorro para el Retiro y otras muchas políticas, programas y espacios públicos y sociales de diálogo con el método del tripartismo.

Nuestra participación es y ha sido definitiva y de mucho aporte en la construcción de la seguridad social y del bienestar para la clase trabajadora mexicana y para el país en general.

Las y los trabajadores organizados en sindicatos hemos alcanzado e inducido cambios verdaderos en el sentido progresivo y correcto a la vida social en toda la geografía de la república mexicana.

Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que en el ADN de la clase trabajadora está el construir, el edificar, el producir, el crear, el generar, el avanzar más allá de las siglas, colores e ideologías de los sucesivos y diferentes gobiernos.

Recuerdo, por ejemplo, los empeños de nuestro histórico dirigente Fidel Velázquez y líderes subsecuentes por la semana de 40 horas, que ahora en el actual de un presidente obrerista, mano firme pudiera convertirse en realidad; porque la clase trabajadora en general, decíamos, pero más aún las y los trabajadores organizados en sindicatos sabemos dialogar, porque la clase trabajadora invariablemente sabe respetar los acuerdos en los que participa, sabe honrar su palabra, lo hace con el gobierno y lo hace con las empresas y, por todo ello, también demanda respeto.

Lo hace con firmeza y fortaleza, en particular con quienes normalmente se mantienen dispuestos a dialogar para mejorar las condiciones de trabajo.

Nuestro entendimiento siempre está abierto y sin renunciar a derechos ganados, reconocidos y así establecidos, sea por acuerdos o convenios, siempre fundamentados en la legalidad, se busca avanzar y progresar en las diferentes realidades productivas y sociales.

La paz, la tranquilidad, el bien ambiente para todo proceso productivo o de generación, a partir de los lugares de trabajo, son condiciones y convicciones básicas e indispensables para el progreso y mejoramiento de las condiciones de vida de trabajadores, de sus familias, de las empresas, de todo aquello en lo que labora una persona, por ello es de la sociedad en su conjunto.

Los sindicatos, en especial los aquí representados, acompañamos y respaldamos la política de recuperación salarial que ha venido instrumentando su gobierno, señor presidente, porque era tiempo y era verdaderamente inaplazable y más que necesario recuperar los rumbos, los sentidos justos y correctos procediendo a corregir y aún mejorar las tendencias indispensables y necesarias salarialmente hablando en México.

Fueron muchas las ocasiones en las que representación obrera signó bajo protesta los acuerdos de la Conasami por insatisfactorios y lesivos a la economía de los trabajadores.

Acompañamos a su gobierno también en la reforma y aplicación de una ley laboral que fortalece la certeza del trabajador en su participación al interior de sus organizaciones, conformadas todas ellas por los mismos trabajadores, por supuesto. También para elegir a sus dirigentes y aprobar sus contratos colectivos de trabajo.

Hemos estado con su gobierno en las reformas que favorecen el descanso y la convivencia familiar con más días de vacaciones, y también en la reglamentación de las llamadas outsourcing que precarizan el empleo y evaden obligaciones con las instituciones de seguridad social. A propósito, ese es este un tema inacabado por algunas acciones de simulación al registrarse como empresas especializadas algunas de ella son verdaderamente serlo.

Son acciones estas lo que certifican a usted como presidente obrerista, reitero, que ha sabido consensuar las demandas obreras con la buena voluntad patronal para comprender y aplicar su responsabilidad social en el contexto de responder a quienes, con su esfuerzo, hacen crecer sus capitales y los fortalecen como empresas exitosas, los trabajadores.

Por otro lado, sin duda hay conciencia de ello, actualmente derivado de los factores externos y otros internos, la economía de los mexicanos, y en particular de la clase trabajadora, se viene viendo seriamente afectada por los niveles de inflación, no sólo en los precios de los productos de la denominada canasta básica, sino también en la subyacente. Por ello, nos atrevemos a pedir, con todo respeto, acciones inmediatas a fin de no llegar a una necesidad de solicitar incrementos salariales de emergencia. Pero también demandamos que se superen los falsos dilemas entre la productividad laboral y la recaudación fiscal.

No puede ser que se ahogue a los asalariados castigando su participación y dedicación pagando mayores impuestos por trabajar más y mejor. Es de desear que se vea con buenos ojos la desgravación de las horas extras y los descansos laborados, porque representa la posibilidad de que, al rebasar alguna tasa, se pague más de impuestos que lo que se recibe por esos conceptos.

De igual manera, en concordancia con la reforma en materia vacacional, ya no se grave la prima correspondiente y se libere totalmente el aguinaldo y el PTU de la obligación impositiva.

Y en el caso de las Afores, aspiramos a que los más de cinco billones de pesos de los trabajadores que hoy administran lo hagan calificando e informando a los más de 18 millones de dueños de las cuentas inactivas que ahí tienen un recurso que les pertenece.

En esas fundamentales esperanzas queremos mantener claro que todas las organizaciones sindicales que integramos las organizaciones aquí representadas, al Congreso del Trabajo en particular y al mismo trabajador en general que estaremos puestos a tomar y recuperar todos los días las sendas del esfuerzo del trabajo y progreso pleno de nuestra nación.

Ir hacia ese mejor país que anhelamos para todas y todos, ese país que debemos ser y por el cual día a día trabajamos, perseveramos y empeñamos nuestros afanes y esfuerzos desde hace muchas generaciones para lograr arribar a los órdenes superiores de organización y productividad social, a la cual desde siempre, efectivamente, aspiramos a pervivir en ella.

Señor presidente, compañeras y compañeros sindicalistas:

Al agradecer por ser recibidos en la sede de la institución presidencial que gobierna para todos los mexicanos, recordamos que todos los grandes movimientos de la humanidad se han fundamentado en la esperanza, la esperanza en mejores tiempos por venir, la esperanza en una mayor unidad y mejor trabajo.

Las mexicanas y los mexicanos de ayer, de hoy y de mañana bien merecemos seguir abrigando esperanzas. Para ello, seguiremos enfrentando en unidad algunas de las pretendidas distorsiones que buscan inducir singulares tomas decisión diseñadas desde el exterior, especialmente por los peculiares vecinos del norte.

A tales impulsores, sean locales o vecinales, les decimos que dentro de un ámbito competitivo, legal e institucional las organizaciones sindicales aquí presentes sabremos enfrentar y resolver los desafíos que la integración comercial multinacional de las empresas en las que laboramos nos imponen, en las actuales y en las que están por venir. Por ello, continuaremos siendo responsables en los procesos de legitimación y democratización sindical.

Comentario aparte, ojalá y exista la posibilidad de revisando los procesos de una plataforma se permita continuar con la legitimación contractual. 

En los sindicatos las y los trabajadores que los conformamos somos actuantes, seguimos plenos y con ánimo de vida, continuamos en nuestro día a día trabajando en todos los ámbitos que nos corresponden dando solución y alternativas de solución a la relaciones contractuales y laborales con la razón y la ley como herramientas fundamentales.

Porque tenemos esperanza, las y los trabajadores perseveramos, y lo seguiremos haciendo en nuestras ideas sociales y sindicales buscando aportarle siempre a la nación mexicana.

En este 1º de Mayo, Día Internacional del Trabajo, saludamos a los mártires de hoy, porque los hay; saludamos la lucha por un mejor sistema de pensiones, menos opaco y con más información para sus aportantes.

Por más acciones para la salud integral de las y los trabajadores formales e informales, por una mejor adquisición y distribución de medicamentos, por más capacitación, por más y mejores empleos, pero sobre todo por todo aquello que nos genere un México mejor.

¡Que viva México!

MODERADORA: Toma la palabra la maestra Luisa María AlcaldeLujan, secretaria del Trabajo y Previsión Social.

LUISA MARÍA ALCALDE LUJÁN, SECRETARIA DEL TRABAJO Y PREVISIÓN SOCIAL: Muchísimas, muchísimas gracias. Es un orgullo conmemorar este día tan emblemático para el mundo del trabajo en compañía del presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien nos da muchísimo gusto ver con tanta fortaleza y con tan buen ánimo.

Y, por supuesto, también de los principales, las principales dirigencias, secretarias y secretarios generales de los sindicatos alrededor del país. Como ya se mencionaron, hoy nos acompañan de diferentes sectores, está don Carlos Aceves del Olmo, de la CTM; Isaías González, de la CROC; Francisco Hernández Juárez, de Telefonistas y de la UNT; Rodolfo González, de la CROM; el senador Napoleón Gómez Urrutia, del sindicato minero, que ya fueron mencionados.

Pero también aquí presentes está Alfonso Cepeda, del SNTE; Joel Ayala, de la FSTSE; está Arturo Olivares, del sindicato del Seguro Social; está Pedro Haces, de Catem; Abel Domínguez, de la CTC; Martín Esparza, de la nueva central de trabajadores; Ricardo Aldana, del sindicato petrolero; Víctor Fuentes, del Suterm; está Víctor Flores también, del sindicato ferrocarrilero; Lorenzo Pale, del sindicato azucarero; está Gerardo Cortés, del sindicato harinero; está Humberto Gual también, del sindicato de pilotos; está Ada Salazar, del sindicato de sobrecargos; está Carlos Hugo Morales, del Stunam; Jesús González, Edmundo García y Genaro Leal de los sindicatos autónomos de Nuevo León; Marco Treviño, de la ANDA; entre muchas y muchos que están hoy presentes y que representan a millones de trabajadores alrededor del país.

Quiero iniciar haciendo notar que la pluralidad de sindicatos hoy presentes, sindicatos de diversas corrientes de pensamiento que en el pasado hubiese sido muy difícil ver en la misma mesa o en el mismo espacio, reflejan la transformación que estamos viviendo y ponen de manifiesto que cuando las reglas democráticas son claras hay espacio para el entendimiento. 

Este 1º de Mayo, día cargado de historia y de simbolismo, nos permite hacer un recuento de lo andado juntos en estos cuatro años y medio.

De la mano de las organizaciones sindicales hemos dado un giro radical a la política laboral en México bajo la premisa de que no se puede hablar de crecimiento económico si ese crecimiento no se ve reflejado en los bolsillos de los trabajadores, y que de poco o nada sirve a traer inversión y generar empleos cuando estos lejos de abonar al desarrollo profundizan las desigualdades.

Estamos demostrando con hechos y no con palabras que una política de recuperación e incremento salarial, de defensa de los derechos de trabajadores, de garantías de libertad y democracia en el trabajo y de una negociación colectiva auténtica, lejos de generar inestabilidad y ahuyentar inversiones, como se repitió y se repitió durante los 40 años del periodo neoliberal, han traído resultados que, pese a la pandemia, no habíamos visto en décadas, máximos históricos de empleo formal y máximos históricos de salario promedio que ayudan a sentar las bases de un modelo nuevo donde nunca más las y los trabajadores sean ignorados o puestos en segundo plano.

El 17 de diciembre de 2018, con la decisión unánime de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos de apoyar la propuesta del presidente López Obrador, inició la ruta hacia la recuperación del salario mínimo en México, con un incremento del 16 por ciento a nivel nacional y del 100 por ciento en los 43 municipios ubicados en la Zona Libre de la Frontera Norte.

Un año después, con resultados en mano, demostramos que los municipios fronterizos en donde se había duplicado el salario mínimo registraron niveles inflacionarios por debajo del resto del país, y que en esta región el empleo continuó creciendo, incluso por encima del promedio nacional.

Estos datos evidenciaron el mito del fantasma inflacionario y fueron aislando las voces que lo pregonaron, pero sobre todo nos permitió convencer y lograr incrementos que en cuatro años y medio han logrado recuperar el 90 por ciento del poder adquisitivo del salario minino, y 186 por ciento en la Zona Libre de la Frontera Norte.

También, de la mano de los sindicatos, avanzamos en acabar con la subcontratación en México, porque otra de las ideas estelares del neoliberalismo consistió en dar facilidades para flexibilizar las relaciones laborales y extender el outsourcing en todos los sectores de la economía, jóvenes engominados con portafolios elegantes ofrecían a las empresas las ventajas de triangular a su personal y ahorrarse con ello obligaciones laborales, obligaciones de seguridad social y el reparto de utilidades.

Hace apenas unos años veíamos empresas que concentraban nóminas de 100 o 150 mil trabajadores que con la comodidad de un clic daban de baja para interrumpir sus antigüedades y anular su estabilidad laboral. A dos años de distancia, tres millones de mujeres y hombres que eran rehenes de este esquema fraudulento han sido reconocidos por sus verdaderos empleadores.

También, se ha avanzado en rescatar el derecho constitucional al reparto de utilidades. De 2021 a 2022, el reparto de utilidades creció en 109 por ciento, pasando de 87 mil millones a 183 mil millones de pesos. La cantidad de dudas, de denuncias, de solicitudes que llegan a la Secretaría del Trabajo diariamente dan cuenta de que hoy se trata de un derecho vivo.

Una reforma fundamental más fue lograr modificar el sistema de pensiones. Las cuentas alegres que en el año 97 se proyectaron para acabar con el modelo solidario y pasar a las cuentas individuales cayeron por su propio peso cuando la gente empezó a jubilarse con menos del 30 por ciento de su salario y, claro, con requisitos de acceso casi imposibles de cumplir.

Logrando consensos se reformó el modelo para incrementar la aportación patronal de manera paulatina y así garantizar pensiones que alcancen por lo menos el 70 por ciento del salario, también para poner un freno a los abusos de cobros de las Afores y para bajar los requisitos de cotización para poder acceder a una pensión de mil 250 a 750 para 2023. Tan sólo este cambio ha dado acceso a una pensión a más de 50 mil trabajadores que hubieran quedado fuera.

Respecto a este punto, no podemos dejar de mencionar la importancia del derecho a la pensión universal que para millones excluidos del sistema de pensiones significa el único ingreso en el último tramo de su vida.

También nos heredaron una justicia laboral en abandono y decadencia. Todos los días nos encontramos y al presidente en sus continuas giras se acercan personas que solicitan se resuelvan sus juicios que llevan cinco, 10, hasta 20 años en trámite.

Hoy, en todo el territorio nacional ya cerraron las juntas de Conciliación y Arbitraje que ya sólo se dedican hoy a atender su rezago y en su lugar abrieron las puertas los centros de conciliación y los tribunales laborales.

La gran apuesta del modelo ha sido que la mayoría de los conflictos pueden resolverse a través del diálogo y, en efecto, así ha sido. De los 700 mil conflictos atendidos bajo el nuevo sistema, el 75 por ciento, repito, el 75 por ciento se ha resuelto a través de la conciliación en menos de 45 días.

El resto que llega a los tribunales en menos de siete meses y medio a través de juicios orales, es decir, los tiempos para acceder a la justicia se han reducido en 87 por ciento y los montos recuperados en favor de las y los trabajadores se han triplicado.

Finalmente, uno de los cambios de mayor calado y que ha significado un reto mayúsculo ha sido la reforma laboral publicada el 1º de mayo de 2019 en materia de libertad y democracia sindical. Aquí, precisamente, en este salón, celebrábamos todas y todos juntos el inicio y la entrada en vigor.

Estos cambios, lejos de traer caos y una avalancha de huelgas, como algunos predijeron, han garantizado estabilidad y diálogo, como nunca antes las y los trabajadores se han involucrado en las decisiones fundamentales de sus organizaciones y han acudido a ejercer su voto directo, secreto, para poder elegir a sus dirigentes. Además, cerca de cuatro millones de trabajadores han participado en la legitimación de sus contratos colectivos de trabajo de la mano del Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral. 

Hoy, precisamente, concluye el plazo establecido para transitar de un modelo de simulación y contratos de protección a uno basado en la representación auténtica. Este ejercicio ha puesto de manifiesto que existían en nuestro país decenas de miles de contratos y sindicatos falsos, desconocidos por sus trabajadores, quienes ahora van a tener una ventana de oportunidad para poder acceder a la negociación colectiva auténtica.

Hoy los sindicatos tienen una oportunidad histórica para regresar a las bases, reinventarse, convencer y demostrar de la utilidad del sindicalismo, donde la legitimidad se gane con trabajo permanente y cotidiano, demostrándole, sobre todo a los trabajadores más jóvenes, que individualmente las posibilidades de mejora son limitadas, pero que unidos colectivamente son más fuertes si se pueden obtener mayores derechos. 

Señor presidente:

Este 1º de Mayo podemos celebrar que vamos por la ruta correcta, que además de lo mencionado, dignificar las vacaciones, reconocer a las trabajadoras del hogar y garantizar oportunidades de empleo a miles de millones de jóvenes antes excluidos, han sido conquistas históricas.

¡Que vivan las y los trabajadores de México y qué viva México!

Muchas gracias.

MODERADORA: Escuchemos el mensaje que dirige el licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. 

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Amigas, amigos dirigentes sindicales, mujeres, hombres:

Me da mucho gusto estar aquí con ustedes en esta importante conmemoración, en esta fecha histórica. Hoy 1º de Mayo, Día del Trabajo, se recuerda a los mártires de Chicago como símbolo de lucha y resistencia de la clase obrera en el mundo.

No debemos olvidar que hace 137 años ocho obreros, migrantes en su mayoría, fueron injustamente procesados por exigir de manera pacífica el derecho a la jornada laboral de ocho horas, a cinco de ellos se les sentenció a la pena capital.

Todos los historiadores contemporáneos coinciden en que eran inocentes de los delitos que les fueron imputados, que los juicios fueron una farsa, que las ejecuciones fueron un escarmiento dirigido a desalentar a quienes luchan por sus derechos legítimos y que se creó contra ellos un clima social de linchamiento, no muy distinto al que a veces intentan producir algunos políticos y gobernantes contra los migrantes en Estados Unidos.

Sobre los mártires de Chicago José Martí escribió unas palabras que bien pueden aplicarse a la inmensa mayoría de quienes se ganan el pan fuera de sus países de origen. Decía Martí: 

‘Estos no son felones abominables, sedientos de desorden, sangre y violencia, sino hombres que quisieron la paz, corazones llenos de ternura, amados por cuantos los conocieron y vieron de cerca el poder y la gloria de sus vidas.

Aquí en nuestro país también expresamos hoy nuestra más sincera admiración y el respeto a quienes lucharon y entregaron hasta sus vidas por mejorar las condiciones salariales y laborales de la clase trabajadora. Recuérdese que, a la par de esa gran injusticia padecida por los obreros de Chicago, en nuestro país se vivían tiempos dictatoriales y los trabajadores del campo, de las fábricas y de las minas padecían de las más despiadadas explotaciones, e inclusive había resurgido la esclavitud colonial.

Además de los bajos salarios, las condiciones laborales durante el porfiriato fueron infames, abundan los testimonios de mal trato y de jornadas de 16 horas, a las mujeres se les pagaba menos que los hombres, se recurría al trabajo infantil para abaratar la mano de obra, no se contaba con ninguna prestación adicional al salario, ni un día de descanso remunerado, vacaciones, indemnización por accidentes de trabajo; no había pensiones, ni jubilación, nada, absolutamente nada.

El cónsul inglés Carden, en su informe en 1896 a los industriales de Manchester calculaba que 12 por ciento de los obreros de las fábricas textiles de México eran niños de ambos sexos. No está de más subrayar que no existían leyes laborales para impartir justicia en la relación obrero-patronal, todo quedaba bajo el control de empresarios excesivamente ambiciosos y despiadados; eran muy pocos, contados los industriales con sentimientos humanitarios.

En 1892, los dirigentes de la confederación obrera de las fábricas del Valle de México enviaron un escrito a Porfirio Díaz, por demás realista y doloroso, en él le pedían su intervención para que garantizara el derecho al trabajo digno y a mejores condiciones laborales. ‘El obrero de México, señor presidente, —le decían— en vano consagra su vida entera al trabajo. El obrero tiene en el presente una existencia angustiosa para procurar un mezquino alimento a su familia y en el porvenir sólo espera una vejez impotente, amargada por la miseria y afligida por las enfermedades.

‘Nosotros no conocemos el ahorro, ese aliciente para el futuro, que aseguraría el pan y la educación para nuestros hijos, y para nosotros algún descanso cuando se extinguieran nuestras fuerzas físicas o cuando una mutilación, tan frecuente en nuestro estado, nos impidiera trabajar’. 

Sin embargo, no había ninguna respuesta, el gobierno evadía su responsabilidad social, porque no había justicia social. El gobierno era un simple comité al servicio de una minoría rapaz, al servicio de potentados.

Por eso fueron de gran trascendencia las huelgas de Cananea y de Río Blanco, así como la Revolución mexicana, movimiento emprendido por los trabajadores y por el pueblo en contra de los potentados, de los gobernantes autoritarios, de la dictadura, de la prensa oficial y oficiosa, de los científicos, como se llamaba a los intelectuales al servicio del régimen porfirista.

Aun cuando nos lleve tiempo, y ya la hora de la comida, es importante recrear lo sucedido en Cananea en 1906 y en Río Blanco en 2007. En Cananea estaba en explotación la rica mina de cobre que pertenecía al coronel estadounidense William Greene, y que está situada más cerca de la frontera de Arizona que del centro sur de Sonora, de modo que en los hechos era un enclave estadounidense.

Ahí los extranjeros mandaban en todo: ocupaban los puestos directivos, manejaban el comercio, vivían en las mejores casas y procuraban no mezclarse con los mexicanos. Además, había grandes diferencias salariales.

La empresa ocupaba a seis mil mineros mexicanos y a 600 estadounidenses. Los nacionales ganaban tres pesos al día y los norteamericanos tres dólares. Por si fuese poco, la jornada laboral exigida a los mexicanos era en promedio de 12 horas. 

Por esa causa, el 1º de junio de 1906 los trabajadores resolvieron ir a la huelga con un pliego petitorio que incluía la destitución de un mayordomo abusivo. También se incluía el salario mínimo de cinco pesos diarios, jornada máxima de ocho horas, distribución de todas las plazas de la empresa en proporción de 75 por ciento para los mexicanos y el resto para los extranjeros, y el reconocimiento al derecho de los nacionales a ascender a puestos superiores.

Está demostrado que el coronel Green rechazó por escrito las demandas con el argumento de que los mineros de Cananea eran los mejores pagados de la república; sin embargo, existe otra versión, de que el general Green telegrafió a Porfirio Díaz para expresarle su disposición de aceptar las peticiones, y que la respuesta del dictador fue: ‘No me alboroten la caballada’.

Con esta supuesta recomendación, Green se excusó: ‘Trabajadores ―les dijo a los mineros― estoy dispuesto a negociar, pero vean, ―y agitó el telegrama en el aire― el presidente de la República lo prohíbe’.

Aquí abro un paréntesis para refrescar también la memoria. Durante todo el periodo neoliberal había ocasiones en que los empresarios querían incrementar los salarios y el gobierno lo prohibía, porque la política económica, antipopular, entreguista, impuesta desde el extranjero, consistía precisamente en mantener bajos salarios; y aunque el sector empresarial o algunos empresarios quisieran o querían incrementar el salario, no se les permitía.

Cuando se habla de neoliberalismo nosotros siempre hemos sostenido que en México neoliberalismo es neoporfirismo, es una calca de lo que se padeció durante el periodo de Porfirio Díaz.

Lo cierto es que el general Greene exigió al gobernador de Sonora, Rafael Izabal, que se trasladara a Cananea con fuerzas federales. ‘Traiga sus tropas con usted’. Pero casi al mismo tiempo, cuando una manifestación de mineros pasa por un depósito de madera de la compañía se desata la violencia. Cosío Villegas consigna que viene el primer disparo, los primeros muertos y heridos, y la respuesta de los mineros de incendiar la maderería y matar a dos norteamericanos.

Se sabe que Rafael Izabal a su paso por Naco reclutó a 200 estadounidenses y llegó con ellos a Cananea. Un poco antes había arribado el comandante de la gendarmería sonorense y también hizo su aparición el general Luis C. Torres, jefe de las fuerzas federales en el estado. Según Enrique Flores Magón, todas estas fuerzas participaron en la matanza y fueron asesinadas 27 personas, de las cuales algunos no eran mineros.

Dos días después de la represión, tanto Torres como Izabal se ponen de acuerdo para fusilar a los dirigentes de la huelga, así lo informa en un telegrama Izabal a Ramón Corral, ministro en ese entonces del Interior del gobierno de Porfirio Díaz.

‘Deberán ser condenados —le dice el gobernador de Sonora a Corral— por sediciosos Manuel M. Diéguez, natural de Jalisco, socialista decidido; Esteban Baca Calderón, natural de Tepic, bastante ilustrado e inteligente que buscó trabajo de minero sin más fin que relacionarse con el pueblo y sublevarlo; José María Ibarra, comerciante en pequeño, natural de El Fuerte, Sinaloa. Estos son los que ahora tenemos perfectamente aclarados con documentos u otras pruebas que están en correspondencia y combinación con los Flores Magón, seguro que aparecerán otros, pero a estos el general Torres y yo creemos conveniente fusilarlos, pero a la luz del día, para que el ejemplar castigo surta sus efectos’.

Ramón Corral no estuvo de acuerdo con el escarmiento propuesto por la pareja Torres e Izabal. Tal vez fuera igual de canalla que ellos, pero, sin duda, era menos tonto. En un telegrama dirigido al gobernador Izabal, le dice que ‘es imposible fusilar a los hostigadores de los desórdenes porque causaría gran escándalo en el país. Que les aplique el juez todo el rigor de la ley y después les mandaremos a San Juan de Ulúa a extinguir su condena’. Y, en efecto, eso sucedió, el juez Demetrio Sodiniega el amparo a los dirigentes y conforme a la consigna, Manuel M. Diéguez, Esteban baca Calderón y Samuel Ibarra fueron sentenciados a permanecer 15 años en el presidio de San Juan de Ulúa, Veracruz.

Más tarde, Sodi llegaría ser presidente de la Suprema Corte de Justicia. Según el periodista italiano Carlo de Fornaro, en ocho años de carrera en el Poder Judicial acumuló una fortuna de más de un millón de pesos, y su máxima era: ‘No hay más justicia que la real gana de quien manda’.

En cuanto a Diéguez y Baca Calderón, en 1911, con el triunfo maderista, salieron de las tinajas heladas del purgatorio de San Juan de Ulúa.

Luego de Cananea, se produjo la rebelión en la zona textilera de Orizaba, particularmente en Río Blanco, Veracruz.

Si en Cananea a los seis mil mineros mexicanos les pagaban tres pesos diarios, en Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Querétaro, Estado de México y en el Distrito Federal cerca de 50 mil operarios de la industria textil recibían sólo un peso por 15 horas de trabajo.

En abril de 1906, cuando ya estaban en marcha los preparativos para hacer una huelga en Río Blanco, el propio gobernador de Puebla, Mucio Martínez, que tenía poco o casi nada de humanismo, de sensibilidad social, le escribe a Porfirio Díaz que no le parece bajo el salario de un peso diario, pero sí excesiva la jornada laboral que duraba de 6:00 de la mañana a 9:00 de la noche. En su opinión, sería conveniente reducirla a 12 horas, aunque veía difícil convencer a los industriales que tenían como predilección, cito textualmente, ‘sacarle al obrero el máximo jugo posible’.

Indiferentes al descontento de sus trabajadores, los empresarios textileros de Puebla y Tlaxcala constituyen el Centro Industrial Mexicano, que decide imponer en todas las fábricas de la región un reglamento único, este fija el salario en un peso al día, establece la jornada de trabajo de 6:00 de la mañana a 8.00 de la noche, con excepción de los sábados y los días 15 de septiembre y 24 de diciembre, en que las labores deberán suspenderse, decía el reglamento, a las 6:00 de la tarde.

Todos los domingos y 21 días festivos en el año serán de descanso y ellos los obreros no trabajarán, pero tampoco recibirán pago. En respuesta, el 4 de diciembre de 1906 los trabajadores agrupados en el Segundo Gran Círculo de Obreros Libres, una organización más extendida que la de Río Blanco porque funcionaba en Puebla y en Tlaxcala, se declara en huelga, siete mil operarios interrumpen sus labores en ambos estados y elevan al Centro Industrial Mexicano una serie de propuestas contra el reglamento.

Era un pliego petitorio justo y moderado, pero los empresarios contestaron con intransigencia y rechazaron el arbitraje de Porfirio Díaz solicitado por los dirigentes obreros. El 22 de diciembre por la mañana informaron los empresarios a Díaz que no deseaban su mediación. Por la tarde, los industriales de Puebla y Tlaxcala, donde proseguía la huelga, así como los de Querétaro, Distrito Federal, Veracruz y otros estados anunciaron que a partir del 24 de diciembre cerrarían sus fábricas hasta que los obreros aceptaran las condiciones establecidas en su reglamento.

El conflicto, como es obvio, hizo notorio la pérdida del respeto al presidente Porfirio Díaz, es decir, ya se empezaba a invertir los papeles, él había creado a esos empresarios, pero en 1906 estos se sintieron con suficiente poder para defender sus intereses e imponer sus decisiones.

Mientras el tiempo pasaba, la situación social se deterioraba cada vez más, muchos trabajadores desesperados empezaron a emigrar a la Ciudad de México y otros hasta Coahuila, aceptando el ofrecimiento que les hizo Francisco I. Madero, de darles trabajo en sus haciendas.

Por fin, luego de haber rechazado en dos ocasiones la mediación presidencial, los empresarios la aceptaron, y el 4 de enero de 1907 Porfirio presentó a las partes en conflicto una resolución muy desventajosa para los obreros, que, en vez de solucionar el problema, lo agravó.

Existen varias versiones de los hechos del 7 de enero de 1907, unos coinciden que en esa fecha, en un ambiente de hambre, desesperación y cansancio, un grupo de obreros se confrontó con empleados de la tienda de raya del francés Víctor Garcín o García; según otros historiadores, los trabajadores arrojaron piedras contra el almacén, les dispararon desde adentro y dos obreros cayeron muertos.

Esto desata un motín, la gente incendia las tiendas de raya y la violencia se desborda a medida que una multitud invade las tiendas de raya en todo el corredor textilero. El gobierno lanza una represión brutal por parte del Ejército que es reforzada al día siguiente con la llegada del subsecretario de Guerra al que acompañan soldados de la Ciudad de México y del estado de Veracruz.

Las tropas federales abren fuego sobre los manifestantes, hay fusilamientos, son detenidos alrededor de 300 trabajadores y un periodista asegura que el número de víctimas fue de entre 650 y 700 personas.

En el archivo privado de Porfirio Díaz hay un reporte en el cual le informan que el 1º de junio de 1907, cinco meses después de la matanza el vapor Progreso zarpa de Veracruz con 16 dirigentes obreros deportados a Quintana Roo, entonces la Siberia tropical de México. Días más tarde llevan a 22 dirigentes más a ese que era un infierno verde. Miren cómo han cambiado las cosas.

En realidad, la brutal represión de río Blanco y la zona textilera de Orizaba dejó abierta una gran herida en el país y produjo un profundo resentimiento contra Porfirio Díaz, que luego de años de silencio llevaría a muchos mexicanos a respaldar la campaña maderista y a empuñar las armas en la Revolución.

Para hacer valer la justicia, y en especial la justicia laboral y agraria, se hizo la Revolución mexicana. Fue la primera en el mundo por su dimensión social y la más profunda por su vocación humanista.

Todavía no se llevaban a cabo las más trascedentes reformas en materia laboral cuando ya Francisco I. Madero, quien no era precisamente socialista, creó durante su gobierno el Departamento del Trabajo y consta que hasta el 16 de septiembre de 1912 intervino en la solución de por lo menos 70 huelgas, casi todas en la industria textil.

En estos casos, sin usar la fuerza, se celebraron acuerdos entre obreros y patrones para la reducción de la jornada de trabajo a 10 horas diarias y con incrementos de salarios del 10 por ciento.

Sin embargo, lo más importante en materia de derechos laborales se alcanzó con la aprobación del artículo 123 de la Constitución de 1917, ahí quedaron establecidos:

El salario mínimo justo y remunerador.

La jornada de ocho horas.

El día de descanso obligatorio.

Que las mujeres durante los tres meses anteriores al parto no desempeñarían trabajo físico y en el mes siguiente del parto disfrutarían del descanso total, así como tiempo libre para amantar a sus hijos en el periodo de lactancia.

Asimismo, se estableció que para trabajo igual debería corresponder salario igual, sin tener en cuenta sexo ni nacionalidad.

Se estableció el reparto de utilidades.

Las horas extra de trabajo se debían pagar 100 por ciento más que una jornada normal.

Habitaciones, servicios médicos y unidades recreativas en centros de trabajo.

Responsabilidad a empresarios por accidentes y enfermedades de los trabajadores, indemnizaciones por muerte o incapacidad.

Derecho a la formación de sindicatos.

El reconocimiento del derecho de huelga.

La creación de juntas de conciliación y arbitraje.

El establecimiento de cajas de seguros populares en beneficio de los trabajadores.

Asimismo, se consideraron como de utilidad social las cooperativas para la construcción de viviendas, entre otras prestaciones.

Ninguno de estos derechos existía en el porfiriato. E indudable que la lucha del pueblo por su emancipación, acompañada por las sinceras convicciones de sus dirigentes dio lugar a conquistas sociales muy importantes que marcaron con claridad la diferencia entre el periodo revolucionario y el porfiriato.

Aunque los reaccionarios, como decía don Jesús Silva-Herzog, ignorantes y obstinados siguen pensando que aquel tiempo en que gobernó al país el general Díaz fue el mejor de México en toda su historia, hay insensatos, parece mentira, señalaba don Jesús, que niegan el desarrollo de la nación alcanzado en los últimos lustros, más para un hombre progresista de nuestros días.

El balance del porfirismo arroja números rojos. Si no hubiera sido así, no habría estallado la Revolución. Y, en efecto, por el sacrificio de los mexicanos que participaron en esa gesta histórica, no por concesión gratuita, se creó un nuevo orden social con mayor movilidad y justicia. Debe recordarse también que con los gobiernos posrevolucionarios surgieron el Instituto Mexicano del Seguro Social y el Infonavit, entre otras instituciones de apoyo a la clase obrera.

No obstante, durante el periodo de 1983 a 2018 una constante de los gobiernos neoliberales o neoporfiristas fue quitar derechos y conquistas a la clase trabajadora, sobre todo limitar de manera brutal e injusta el aumento al salario mínimo, al grado que en 36 años el poder adquisitivo de los trabajadores se redujo hasta en un 70 por ciento.

La justificación de esta infamia era que el aumento al salario ocasionaba inflación. Una gran mentira, un vil sofisma de la tecnocracia al servicio de la oligarquía que en ese entonces mandaba en México. Ahora, las cosas son distintas, el gobierno actúa con independencia, como verdadero juez y no está sólo al servicio de empresarios o de banqueros.

El salario mínimo ha aumentado en 90 por ciento en términos reales, como nunca en la historia reciente.

Se ha incrementado el reparto de utilidades.

Hay condiciones favorables para que los trabajadores democraticen sus sindicatos con el voto libre y secreto.

Los servidores públicos de la Secretaría del Trabajo no son impuestos por los potentados, ahora es Luisa María, no es una empleada de ningún empresario del sector minero, de los que expulsaron a Napoleón, ya eso no pasa ni volverá a pasar.

No se permiten abusos contra los asalariados.

Hay elecciones con voto libre y secreto en las organizaciones sindicales.

Los contratos colectivos se someten a consulta con los obreros.

En este nuevo ambiente de verdadera legalidad y justicia, sin que se le impida a nadie manifestarse y ejercer su derecho de huelga, prácticamente no hay protestas sindicales.

Amigas, amigos, dirigentes: 

Sólo me resta agradecerles, porque he contado con la comprensión y el apoyo de ustedes, independientemente de las banderías partidistas, como aquí se ha mencionado. Siempre he tenido el apoyo de ustedes el tiempo que llevo gobernando al país.

Pueden estar seguros de que bajo los mismos criterios de legalidad, democracia, libertad sindical y justicia para los trabajadores nos seguiremos conduciendo en el resto del tiempo que nos queda de mandato.

Estoy seguro de que continuaré contando con ustedes y con el apoyo de la clase obrera de México, con su cooperación y con su solidaridad.

De mi parte, ustedes siempre encontrarán extendida mi mano abierta y franca en señal de amistad y compañerismo.

Somos distintos porque somos libres y somos demócratas, pero nos debe unir siempre, y eso es lo que estamos demostrando, el amor al pueblo y a la patria. Cuando se tienen ideales son más importantes las causas que se defienden que el carácter, el habla o el temple de los dirigentes. Muchas gracias. --