MODERADORA: Se encuentra con nosotros el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, quien se dirige a la escolta de bandera para saludar a nuestro lábaro patrio.

Damos inicio a esta ceremonia con los honores al presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas.

(HONORES)

MODERADORA: Preside el centenario luctuoso de Ricardo Flores Magón, el presidente de constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador.

Lo acompañan el maestro Alejandro Ismael Murat Hinojosa, gobernador constitucional del estado de Oaxaca.

Ingeniero Salomón Jara Cruz, gobernador electo del estado de Oaxaca.

Señor Diego Flores Magón, familiar de Ricardo Flores Magón.

Y el señor Armando Bartra, filósofo, sociólogo y catedrático.

También contamos con la presencia de integrantes del Gabinete Legal, Ampliado y funcionarios del Gobierno de México, representantes de medios de comunicación y quienes nos siguen por internet a través de redes sociales, reciban todos la más cordial bienvenida.

Hace uso de la palabra el señor Armando Bartra.

ARMANDO BARTRA, ESCRITOR Y CATEDRÁTICO: Muy, muy buenos días a todos, a todas.

Me da un gusto enorme estar aquí en esta fría mañana, todavía fría mañana, en Palacio Nacional, en presencia del señor presidente, Andrés Manuel López Obrador, en presencia de buena parte del gabinete, en donde tengo muy buenos amigos, por cierto, lo cual me da mucho gusto. Y me da gusto no tener amigos en el gabinete, sino que mis amigos estén hoy en el gabinete, es una buena noticia.

Y me da más gusto todavía estar aquí, en Palacio Nacional, hablando de un hombre, Ricardo Flores Magón, hablando de la aportación que él hizo a la Revolución mexicana, siendo que Ricardo Flores Magón era anarquista, siendo que Ricardo Flores Magón era contrario a todos los gobiernos.

Y estamos aquí recordando, rememorando a Ricardo Flores Magón en el seno mismo, en el corazón mismo del Poder Ejecutivo federal. Es un gusto, de verdad, y habla bien, muy bien de la profundidad histórica de la Cuarta Transformación, que pueda ser incluyente con personajes como estos, que son parte de nuestra historia, así sea con un pensamiento que no todos compartimos.

La idea que voy a tratar de comunicarles en unos minutos es que el proyecto de revolución social de Ricardo Flores Magón, el que impulsó durante la primera década del siglo pasado, enlaza muy claramente, muy estrechamente, con el proyecto de revolución social que en la segunda década del siglo pasado impulsó Emiliano Zapata.

Que hay un engarce, una conexión muy clara, muy directa entre la idea de la revolución magonista y la idea de la revolución zapatista, y que esto no es simplemente por sus propósitos, no es simplemente por sus intenciones, sino que hay una conexión directa, clara constatable y verificable.

Hay un diálogo, un diálogo intenso, epistolar, no podría ser de otra manera, nunca se conocieron Emiliano y Ricardo. Ricardo, todos lo sabemos, estaba en el exilio en Estados Unidos.

Y después las conexiones directas, los enviados del magonismo que estuvieron en Morelos en momentos decisivos en la historia de la Revolución mexicana y en la historia del zapatismo de Morelos.

De esto voy a hablar, esto es lo que voy a tratar de exponerles, pero hay que ir por partes, hay que empezar por el principio. Y quizá, lo primero es: de dónde nace la idea de que en México era necesaria otra revolución social. Dado que la Independencia había sido una guerra, una revolución, dado que la Reforma había sido otra revolución, ¿por qué era necesaria una tercera revolución en este país?

A fines del siglo XIX el antirreleccionismo, que fuera bandera de Porfirio Díaz contra la segunda reelección de Juárez, contra la primera reelección de Lerdo, un antirreleccionismo que triunfa con el Plan de Tuxtepec, es retomado por los jóvenes, jóvenes estudiantes de esta ciudad, jóvenes estudiantes de la Ciudad de México, quienes reivindican la no reelección, oponiéndose a la tercera que emprendía Porfirio Díaz, transformado del antirreeleccionista que había sido, en ‘don Perpetuo’, así se le empezó a decir, después ‘don Perfidio’ también.

En este movimiento de lucha política, el estudiante de preparatoria, que es don Ricardo Flores Magón, 19 años, quien es detenido en un mitin, en un mitin celebrado en el Zócalo, aquí nada más, han visto ustedes en el monumento a Enrico Martínez, más conocido como ‘el nivel’, porque establece el nivel al que llegaban las aguas cuando esta ciudad se inundaba, ahí, junto a este monumento, frente a la cantina de ‘El Nivel’, que lamentablemente fue transformada en una institución universitaria. No hay que volver las cantinas universidades, hay otros espacios.

En todo caso, esa fue la primera prisión. Ricardo terminó en la azotea del palacio municipal con otros estudiantes y ahí les dijeron los policías: ‘Les vamos a dar para sus aguas’. Espero que todos entiendan lo que esto significa. Por fortuna no fue así, pero sí fue su primera cárcel.

En los primeros años del siglo XX, el constitucionalismo y legalismo de los liberales decimonónicos, del que Porfirio Díaz había hecho gala en su impetuosa juventud, pero que para entonces había abandonado por completo, es recuperado por una nueva generación que siente traicionados los ideales de los fundadores y que reivindican la Constitución del 57 y denuncia la corrupción del sistema judicial. De esa generación forma parte Ricardo, quien, en 1900, con su hermano Jesús y con Antonio Horcasitas, empiezan a publicar un semanario, Regeneración, periódico jurídico independiente en ese primer momento que se mantendrá, como sabemos, durante 18 años, hasta los últimos años de su vida.

El rescate de la tradición liberal, secuestrada por un Porfirio Díaz cada día más pro oligárquico, cada día más clerical, cada día más represivo, se traduce en la proliferación, en la multiplicación de clubes y de periódicos críticos del régimen, emergencia predominantemente legalista que, sin embargo, se politiza desde principios del siglo, en 1901, cuando, convocados por Camilo Arriaga —Camilo Arriaga no en balde sobrino nieto del constituyente Ponciano Arriaga— que convoca a un encuentro, a una reunión en San Luis Potosí, que es el congreso fundacional del Partido Liberal.

En el encuentro, Ricardo, Ricardo Flores Magón, que ha cambiado el lema inicial de Regeneración, que ya dirige él, por ‘Periódico independiente de combate’, representa la radicalidad de aquellos que de las tierras de Reforma recuperan, no tanto el legalismo, aunque también, sino el espíritu libertario, el espíritu justiciero.

Este endurecimiento de la crítica de Ricardo Flores Magón lo abona el que, durante unos meses, en que él que estuvo en Oaxaca, trabajando, porque la familia requería ingresos, aún ya siendo estudiante él de leyes no fue buen estudiante, pero allá en Oaxaca tuvo la oportunidad de visitar un lugar que era un infierno social; hemos oído hablar de esto seguramente todos nosotros: Valle Nacional.

En Valle Nacional, los vegueros, los productores de tabaco, trabajaban con empleados, con jornaleros forzados a quienes se explotaba a muerte, literalmente a muerte.

El argumento era: nos sale más caro darles de comer bien, darles una casa, darles alimento y médico si se enferman, que conseguir uno nuevo; sale más barato conseguir un trabajador nuevo que hacer que dure un poco más el viejo trabajador. A muerte, pues. Esto lo vio Ricardo Flores Magón en Oaxaca, esto se lo comunica a su hermano Enrique, está en una carta, no lo estoy inventando, este endurecimiento político de dos jóvenes que querían rescatar el liberalismo.

La posibilidad de seguir trabajando en este proyecto de transformación suponía que el pueblo de México tuviera información sobre lo que era el porfiriato, la gente conocía su entorno inmediato y no mucho más. La prensa era una prensa, no nos extraña, una prensa vendida, una prensa de servicio a la oligarquía, una prensa al servicio en este caso del gobierno dictatorial, y había que publicar periódicos alternativos que dijeran la verdad.

Pero esto no era posible si le cerraban las imprentas, si les rompían el equipo, si secuestraban las ediciones, y si encarcelaban a los editores. Entonces, se deciden ir al exilio. Piensan que, en Estados Unidos, ingenuos ellos, van a encontrar la libertad que no tienen en México, y ahí en Estados Unidos seguir trabajando en las publicaciones y en la organización, así sea a distancia.

Ahí es donde hay una ruptura, no me voy a detener en ello, se separan dos tendencias del Partido Liberal: la de Camilo Arriaga, que pensaba que era posible una transición por la vía legal, por la vía de una candidatura alternativa, por la vía suave, diríamos, y tersa; y Ricardo, que estaba convencido, a estas alturas, estamos hablando de 2004, 2005, de que Porfirio Díaz, no iba a soltar el gobierno o iba a heredar el gobierno —ya era un hombre viejo para entonces—, y que era necesario una revolución armada, no había otra vía. Y esto provoca una ruptura.

Ricardo va a continuar al frente de lo que ahora llaman ‘Junta Organizadora del Partido Liberal’, y desde 1904, 1905 empiezan a preparar una revolución, una insurrección armada. Dos dimensiones tiene esta insurrección armada:

Una es las armas, los grupos conspirativos, los grupos dispuestos a dar el combate, a dar la batalla, a rebelarse, y los grupos organizados para este fin, por un lado.

Y, por otro lado, el contenido programático, no se le pide a la gente que se levante en armas, no se le pide a la gente que se rebele, no les le pide a la gente que mate y muera por un simple cambio de gobierno; se requiere una transformación y esto es un proyecto de país.

Y Ricardo y los suyos arman un proyecto de país. El plan para el cual están llamando a una insurrección es el programa de 1906. Se ha hablado mucho de este programa, no voy a decir de su contenido.

Voy a decir de algo que sorprende a algunos que son muy radicales y que, como Ricardo Flores Magón, piensan que debió haber sido un programa, como Ricardo Flores Magón era anarquista, debió haber sido un programa anarquista. No lo es, es un programa de reformas, es un programa que establece un salario mínimo de un peso al día, que establece una jornada laboral de ocho horas, que establece que los campesinos pueden reclamar legalmente sus tierras, que establece que haya crecimiento económico.

Dirán: ‘Tibio, tibio, si este hombre es anarquista’, sí, pero este hombre le iba a pedir al pueblo de México, a las mexicanas y a los mexicanos que se levantaran contra un gobierno por lo que sentían ellos que era sus reivindicaciones fundamentales, y las reivindicaciones fundamentales son las que están en ese plan, no las ideas de Ricardo Flores Magón.

Era muy fácil sentarse a escribir un programa anarquista, lo escribirán años después; en ese momento era necesario recoger los sentimientos de la nación: qué es lo que quería el pueblo de México y ese es el programa que se hizo.

Se pensará que la revolución que la concebían era muy militarista, ‘vamos a levantarnos en armas, a derrocar al gobierno y ya’. La verdad es que ellos tenían la esperanza, que no se cumplió, de poder hacer coincidir el levantamiento de los que estaban conspirando con un levantamiento social, con una insurrección social.

Coincide el intento de levantamiento de ellos con los movimientos huelguísticos en Cananea, en la mina de Cananea, movimientos reprimidos violentamente y movimientos en los que tenían presencia, como todos sabemos, los magonistas, la gente de la Junta Organizadora del Partido Liberal.

Y dice Ricardo, en algún momento:

‘Si los de Cananea se levantan, si los de Cananea se rebelan, si los de Cananea se enfrentan a la fuerza pública, en ese momento en todo el país tenemos que levantarnos nosotros, hay que hacer coincidir el levantamiento de los que están conspirando con el levantamiento espontáneo de la gente en Cananea.’

No es una idea propia de un foguista, diríamos ahora, cualquiera, él está pensando que el movimiento social espontáneo puede coincidir con la rebelión organizada. No sucede así. Después de la represión, Cananea se aplaca y ellos tienen que hacer una revolución en frío, que es reprimida, están penetrados por la policía, lo intentarán otra vez en el 8, no voy a contar la historia, otra vez son reprimidos antes de tiempo y queda muy golpeado ya para entonces el Partido Liberal.

El proyecto magonista y los intentos del 6 y del 8 no prenden, no cuajan. Y no cuajan, en cambio o en contraste con el llamamiento que, en 1910, a fines del 1910, va a hacer Francisco I. Madero. No quiero hacer una reflexión muy extensa sobre esto, sólo decir algo que me parece casi de sentido común: los magonistas estaban planteando que el país iba a cambiar de abajo para arriba, que iba a cambiar a través de un programa y no por obra de un presidente, no por obra de un líder carismático.

Con Madero, en cambio, ofrecía lo contrario: un buen presidente operará el cambio que los mexicanos necesitan. Y evidentemente le creyeron a Madero. Si por más de 30 años un hombre malvado, Porfirio Díaz, los había llevado a la ruina, sería un hombre bueno, Madero, el que los sacara de la ignominia: sufragio efectivo y no reelección, el cambio político traería el cambio social.

Los magonistas, además de debilitados por dos frustrados intentos insurreccionales, no estaban dispuestos a seguir a Madero en su proyecto personalista que en la práctica se reducía, según ellos, en ‘quítate tú para ponerme yo’. Y si bien trataron de aprovechar la coyuntura creada por el alzamiento para crear bases propias dentro del país, en Chihuahua fueron traicionados directamente por los maderistas, incluso con el propio Madero, y en Baja California duraron sólo unas semanas.

En este proceso, Díaz renuncia, Madero es electo presidente y, como los magonistas habían previsto, su revolución es esencialmente política y no social.

Los llamados del manifiesto magonista del 11 a que los campesinos recuperaran sus tierras, a que los obreros tomaran las fábricas, a que los ciudadanos se gobernaran por sí mismos, desde sus comunidades, no tuvieron eco. La consigna anarquista con la que firmaron ese manifiesto, el de septiembre de 1911, ‘Tierra y libertad’, fue opacado en primer momento por la maderista de ‘Sufragio efectivo, no reelección’.

Se ha dicho que los magonistas prepararon el camino, que fueron adelantados y precursores, pero que en 1910 se equivocaron, se quedaron al margen, en la orilla, en la banqueta, mientras que el proceso seguía adelante.

En términos políticos, más bien, en términos pragmáticos, prácticos, de hecho, pudiéramos decir que así fue. Sin embargo, creo que en términos políticos la revolución social por la que ellos habían trabajado no fue suplantada por una revolución puramente política. La revolución social por la que ellos habían trabajado durante toda una década ocurrió y ocurrió como ellos la habían previsto, sólo que no fueron los magonistas quienes la protagonizaron.

Canto de cisne del magonismo, el manifiesto del 23 de septiembre del 11, dice:

‘La tormenta se recrudece día tras día, maderistas, vazquiztas, reyistas, os llevan a defender sus desteñidas banderas. No escuchéis sus cantos de sirena, arriba todos, pero para llevar a cabo la expropiación de los ricos.’

Y sigue:

‘Mexicanos, si queréis ser libres, luchad por la causa del Partido Liberal. Todos les ofrecen libertad política para después del triunfo, los liberales os invitamos a tomar la tierra, los invitamos a tomar las máquinas, los invitamos a tomar los medios de transporte sin esperar a que una ley lo decrete; la expropiación tiene que ser llevada a sangre y fuego durante este grandioso movimiento —y termina— como lo han hecho y lo están haciendo nuestros hermanos de Morelos, como lo han hecho y lo están haciendo nuestros hermanos de Morelos’, dice el manifiesto.

Porque es en la guerra campesina, que se desarrolla ya en algunas regiones del país, donde los magonistas encuentran su esperada revolución social, y la decisión de Emiliano Zapata de romper con Madero, que se concretará dos meses después de la publicación del manifiesto magonista, va precisamente en la línea de lo preconizado por la junta: recuperar las tierras, ocupar las fábricas, que ahí eran los ingenios, y autogobernarse en las zonas liberadas; todo esto a sangre y fuego, y sobre la marcha, sin esperar decretos o leyes que lo autorizara: la revolución anarquista en el sur, sin que ellos supieran que eran anarquistas o sin que importara mucho si lo fueran o no.

Pagando el costo de ser descalificado por sus camaradas anarquistas europeos, Ricardo encomia y celebra a un hombre como Emiliano Zapata, que no es anarquista, sino que ni siquiera sabe posiblemente lo que es esto, pero que en la práctica está haciendo lo que ellos llamaban una revolución social.

No sólo lo celebra, intercambia correspondencia, publica en Regeneración los manifiestos zapatistas y manda a varios representantes suyos a Morelos, que se entrevistan con el líder suriano; entrevistas que ocurren, lo he dicho antes, en momentos cruciales para el zapatismo y para el futuro de la Revolución, y voy a exponer tres casos que me parecen muy ilustrativos:

A fines de 1911, el magonista Magdaleno Contreras se entrevista con Zapata en el cuartel general y a nombre de la junta lo convoca a romper con Madero. El argumento es que Madero no está cumpliendo sus promesas y no las va a cumplir. Madero no tiene otra idea más que sustituir al presidente Díaz, no hacer una revolución social.

La entrevista es cordial, pero los zapatistas se resisten a romper con el hombre en quien han creído y al que siguieron con el Plan de San Luis. Unas semanas después, sin embargo, el 28 de noviembre, Zapata emite el Plan de Ayala en que se concreta el rompimiento y se exige una solución radical al problema agrario, exactamente como lo plantearon los magonistas.

Los intercambios entre magonistas y zapatistas continúan. En enero del 13, el magonista José Guerra va a Morelos, se tropieza con las batallas en la Ciudadela, y para cuando ya finalmente puede llegar al cuartel general, Madero ha sido asesinado y Victoriano Huerta usurpa la presidencia.

Piénsenlo por un momento, la coyuntura es muy complicada, muy complicada para los zapatistas, pues siempre hay la tentación de aliarse con el enemigo de nuestros enemigos. Desde fines de 1911, Madero, a quien Huerta acaba de asesinar, era el enemigo de los zapatistas, los zapatistas habían enfrentado con las armas en la mano a los ejércitos federales que respaldaban al gobierno de Madero.

La pregunta sería: ¿quizás hay que suspender hostilidades y buscar un acercamiento con Huerta? Nos parece monstruoso en este momento, pero en ese momento no lo era, quizá. José Guerra les dice que es absurdo, que Huerta es un asesino, que Huerta va a ser un gobierno más reaccionario y represivo, que debe continuar la Revolución.

Ellos dudan, entre otras cosas dudan, recuerden ustedes, porque Pascual Orozco, Pascual Orozco, que era el jefe de la Revolución, Zapata había reconocido a Pascual Orozco, que también se había enfrentado a Madero, cuando Madero no cumple al jefe de la revolución, de la revolución campesina, Pascual Orozco sí se va con la finta de Victoriano Huerta. Los zapatistas, no.

Dos meses después, más o menos, tres meses después, firman una reforma del Plan de Ayala, desconocen a Orozco y le otorgan la jefatura de la revolución a Zapata. De algo habrá servido —no digo que los convenció, es absurdo— pero de algo habrá servido el contacto con los magonistas a través de Guerra.

Y el último que me interesa destacar para ir terminando esto:

A fines de marzo, otro magonista llega al cuartel general zapatista. Se trata de Jesús María Rangel, un hombre que había participado en la guerrilla, que había estado en la cárcel, un magonista destacado, quien expone la situación de la frontera en Estados Unidos, la importancia de trabajar ahí, aunque él no ofrece colaboración militar de la junta, pues la junta ya no tiene fuerzas organizadas.

Zapata le pide a Rangel que cuando vea a Magón le diga que lo invita a Morelos, que por qué no se viene a Morelos, que ahí en Morelos ellos tienen el control, que ahí puede seguir haciendo el periódico si es que tanto le interesa Regeneración, que tienen imprentas, que la fábrica de papel ‘San Rafael’ es de ellos, que, por lo tanto, puede seguir sacando su periódico desde Morelos, qué están haciendo en Estados Unidos.

Jesús María Rangel le dice que probablemente no acepte. En todo caso Ricardo Flores Magón, Enrique, Librado, estaban en la cárcel en ese momento. Aunque hubieran querido, que seguramente no hubieran querido, no hubieran podido aceptar.

Antes de marcharse, Rangel le pregunta a Zapata su opinión sobre el manifiesto, sobre el manifiesto anarquista de 1911, el manifiesto rubricado ‘Tierra y libertad’. Y el líder le dice: ‘No me preguntes a mí, pregúntale a los jefes, pregúntale aquí a mi gente, aquí están hoy muchos de los que tienen mando de tropa, léeles el manifiesto, se los podemos pasar, pero muchos no saben leer o leen mal, o despacio, tú se los léeles y ellos te van a decir lo que piensan. Y no creo que con mucha tranquilidad y espíritu, porque hablar de esos temas con los jefes zapatistas era casi-casi tan apremiante como hacerlo con el gabinete pleno y el señor presidente de la República hoy aquí, pero Rangel, igual que yo, dice su verdad y su verdad es leerles el manifiesto.

Si ustedes lo han leído, es un manifiesto (inaudible), es un manifiesto que está en contra de la propiedad, que está en contra del gobierno, que está en contra de la religión, y es un movimiento que llama a la apropiación de las tierras y de las fábricas.

Se los lee, la gente cuchichea, y: ‘Estamos de acuerdo’; sólo Otilio Montaño dice:

―Yo no estoy de acuerdo.

―¿En qué no estás de acuerdo?

―La bandera.

―¿Cuál bandera?

―Si, ustedes dicen que hay que levantar la bandera roja, nosotros pensamos que la bandera es la bandera tricolor, la bandera mexicana. ¿Por qué la bandera roja?

―No, pues que es la bandera roja es la bandera que es símbolo de los trabajadores de todo el mundo, etcétera, ―el rollo anarquista―.

―Sí, pero la bandera mexicana es nuestra bandera.

Y ahí se la pasan discutiendo sobre si la bandera o no la bandera. El contenido, el contenido programático del documento de 1911 es aprobado por los zapatistas y lo que discuten es la bandera. Ya había ocurrido una situación parecida en la convención, ocurriría parecida en la convención, alguien se metió con la bandera y estuvieron a punto de fusilarlo. Con la bandera no se mete uno, pero las ideas del documento magonista eran compartidas.

Si Ricardo se hubiese ido a Morelos, posiblemente habría estado en la reunión de Villa con Zapata en Xochimilco, y quizá, quizá hubiera cambiado la mala opinión que tenía del Centauro del Norte; sobre todo, al darse cuenta de que, gracias a la alianza del norte y sur, de los rancheros, y la División del Norte y, por otro lado, de los comuneros del Ejército Libertador del Sur, la Convención de Aguascalientes, el punto más alto de la revolución social, tendría como centro la consigna anarquista ‘Tierra y libertad’. Pero Magón no fue a Morelos, y Ricardo y Emiliano no se conocieron en persona.

Gracias al zapatismo, gracias al villismo, gracias a otras insurgencias campesinas, durante el tercer lustro del siglo pasado la Revolución mexicana fue una revolución social. Y aunque después cambiaron los vientos, lo siguió siendo, pues las reivindicaciones de los hombres y las mujeres del campo no podían ser desechadas.

El magonismo se apagó al final de la primera década del siglo, pero su proyecto siguió adelante, su sueño siguió adelante impulsado por los campesinos sureños, a quienes les había pasado la bandera. La revolución social magonista no fracasó, sólo cambió de mano.

Gracias.

MODERADORA: El señor Diego Flores Magón hará uso de la palabra.

DIEGO FLORES MAGÓN: Quisiera comenzar por agradecer la invitación que se me hizo a participar en esta ocasión tan importante. Saludar, por supuesto, al presidente de la República, a los miembros del presídium, gobernador Alejandro Murat, gobernador electo Salomón Jara, al distinguido intelectual Armando Bartra y desde luego a todos los miembros de Gabinete y quienes nos acompañan.

Quiero también agradecer las palabras, especialmente de Armando, porque dibujan una sinopsis excelente y muy completa que me permite a mí tal vez detenerme en algunos aspectos, tomando en cuenta que ya existe un marco dónde ubicarlos.

Y en particular me gustaría a mí detenerme en el origen de Ricardo Flores Magón, que se me hace muy importante. Más allá de lo anecdótico, del dato geográfico, biográfico y notarial del lugar de su origen, yo creo que en su destino se refleja su raíz, y él lo expresa en esos términos incluso, y lo citaré en un momento.

Ricardo Flores Magón nació un 16 de septiembre, que no deja de ser interesante, de 1873, curiosamente el próximo año se cumplen 150 años de su nacimiento, y nació en el pueblo de San Antonio Eloxochitlán, en la Sierra Mazateca, esto es en lo alto de la Sierra Mazateca, que es donde la región tiene distintas zonas, hay la zona de la cuenca del Papaloapan, que es prácticamente tropical y esto es en lo alto. A quienes no hayan ido, yo les puedo platicar que es uno de los lugares más hermosos del mundo.

Y ahora les citaré una descripción que hace el propio Ricardo de esta región. Les voy a leer algunos fragmentos de su acta de nacimiento, que es un documento absolutamente entrañable, dice:

‘En el pueblo de San Antonio Eloxochitlán a los 22 días del mes de septiembre de 1873 —porque dejaron pasar algunos días, como se acostumbraba para llevar el bebé a registrarlo, dice:— el ciudadano Teodoro Flores, natural de Mazatlán —no Mazatlán, Sinaloa, sino Mazatlán también en la Sierra Mazateca, y vecino de este lugar, viudo —había enviudado en la guerra de intervención por una agresión salvaje que cometieron contra su familia y su propiedad— de 44 años de edad ―y este es un dato muy interesante― y labrador ―dice, este hombre que había pasado desde la guerra de Reforma sirviendo al Ejército Republicano y Nacional, ahora era un campesino empobrecido que vivía en esta región— para registrar el nacimiento de un niño, asegurando ser su hijo natural dado a luz por Margarita Magón Grajales, de 30 años, viuda, en la casa de su morada el día 16 del corriente a las tres de la tarde, el cual tiene por nombre Cipriano Ricardo.

‘Firman este documento el secretario del ayuntamiento y Teodoro Flores’, porque los demás, los testigos y el propio presidente municipal no sabían escribir.

Les voy a compartir unas cifras de algunas estadísticas que son escasas y preciosas de esa región para formarse una imagen poco más aproximada de lo que era esta región en aquellos tiempos:

San Antonio Eloxochitlán en 1877, o sea, cuatro años después, tenía 941 habitantes, una escuela, a la que concurrían 30 niños, ahí se hablaba principalmente el mazateco, y dice la estadística que levanta el jefe político del distrito: ‘las personas que saben leer y escribir en el municipio de Eloxochitlán son cinco, y hay sólo cinco empleados públicos’.

Como se sabe y como nos recordó Armando hace un momento, la familia de Ricardo migra a la Ciudad de México en 1877, o sea, con un Ricardo de cuatro años solamente. Y esto podría hacer pensar en lo pasajero, en lo fugaz, en lo casi fortuito o contingente del lugar de su nacimiento, pero no. Voy a insistir en este punto, en el profundo significado y en las profundas consecuencias para su sique, para su pensamiento que se derivan del lugar de su origen y lo voy a citar a él.

Muchos años después, toda la vida después, en 1921, 22 no recuerdo bien la fecha de estas cartas Ricardo escribe desde prisión, está a punto de morir, a su amiga Ellen White, que era una anarquista de origen ruso que se llama Lily Sarnoff, lo siguiente:

‘Soy un salvaje, un hijo de la naturaleza, por eso resiento cualquier ataque a mi libertad. En mi alma aún alientan las montañas que vieron mi advenimiento a la vida, un aliento saludable, inmaculado. Por eso amo la justicia y la belleza, y quisiera que todos las amaran.’

Y luego, en otra carta de esta misma serie a la misma Lily Sarnoff, le dice:

‘Soy un amante de la belleza, no sé si para bien o para mal vine al mundo dotado con un sistema nervioso capaz de registrar y disfrutar hasta la más sutil manifestación de la belleza, y registrar y padecer hasta la más mínima expresión de la fealdad. Hijo de la sierra tropical, recibí las primeras impresiones de la vida en la grandeza y majestad de ese entorno. Ni la cuna de un príncipe se ha mecido en medio de semejante esplendor, bajo el dorado y púrpura de mi sol nativo. Sencillamente, respiré belleza con mi primer aliento. Creo que esas impresiones de mi origen determinaron mi destino. Desde que tengo memoria, la naturaleza ha sido para mí la fuente inextinguible en que mi alma busca saciar su extraordinaria sed de belleza.’

Así evocaba Ricardo Flores Magín su origen y ahí, bueno, queda todo dicho ¿no?

Déjenme de manera prosaica, ¿no?, extraer algunos términos para sentar el punto que me interesa afirmar aquí, que es la asociación que él forma entre la belleza, la naturaleza y la libertad, el concepto casi de un paraíso perdido que es el lugar de su origen, la idea de que ese lugar no es una quimera, no está fuera del mundo, sino que es un sitio concreto de México, de Oaxaca, de la Sierra Mazateca, y cómo funda su espíritu rebelde sobre su sensibilidad a la belleza.

Además de ese discurso poético, hay otros indicios documentales, concretos, reales, que corroboran y complementan la importancia del origen para el pensamiento de Ricardo. Es decir, aunque era tan chiquito, cuando sale de ahí hay algunos apuntes que lo asientan en su lugar de origen y que a mí siempre me ha parecido muy importante repetir. Por ejemplo, hay un apunte de dos líneas, de su padre, Teodoro Flores, de 1875, del 14 de septiembre, o sea, dos días antes de que cumpla dos años Ricardo, y es una línea, se las voy a compartir porque para mí es sagrada, dice:

‘Con María, —que es curiosamente como Teodoro le decía de Cariño a Margarita, su mujer, la mamá de Ricardo— con María, Paula —que era una media hermana de Ricardo, del primer matrimonio de Teodoro— y Ricardo, cargándolo los muchachos se fue a ver el ganado a la laguna.’

Tiene una redacción muy extraña, pero en esencia está diciendo que, a los dos años, podemos visualizar a un Ricardo yendo a hombros de sus medios hermanos a cuidar el ganado también en la Sierra Mazateca. Y está imagen de un pasado, pues casi pastoral en la vida de Ricardo, para mí tiene una potencia muy grande, puesta en paralelo con estas visiones que luego él describe de su propio origen, que apuntan a lo mítico posiblemente, hay esta corroboración documental de cómo ahí está su experiencia en la sierra.

Y hay otro recuerdo que apunta su hermano menor, Enrique, mi bisabuelo; dice por ahí en un artículo que está perdido, que Ricardo recordaba, ‘casi entre sueños’, dice, pescar camaroncitos en los arroyos de Eloxochitlán.

Y para mi maravilla, cuando yo he visitado esa región me han dicho que sí, que por supuesto que los niños mazatecos de Eloxochitlán, los niños especialmente, es una actividad infantil en determinadas temporadas, entran a los arroyos, que desde luego donde uno mira hay un arroyo, una cascada, una caída de agua, entran a los arroyos a pescar, como una especie de acociles. Y también les puedo presumir que cuando visité fueron a pescar un parque, me prepararon de la manera tradicional.

Quisiera detenerme un poquito solamente en Teodoro Flores, un poco más, porque todo esto habla de él. Teodoro es el padre de allá, es el padre mazateco, es el padre indígena, y me gustaría citarles un poema que Jesús, el hermano mayor de Ricardo, le dedica a su papá, Teodoro, en ocasión de su cumpleaños, en 1887, la familia ya vive en la ciudad desde hace casi 10 años, Jesús tiene 16 años, y le dice:

‘A mi padre.

‘Oh cuán gozo, repito, que tú de todos los padres has sido para conmigo el modelo inimitable.

‘De mi educación el peso a cargo tuyo tomaste y nunca en manos ajenas mi tierna infancia fiaste.

‘Amor a todos los hombres, temor a Dios me inspiraste, odio a la atroz tiranía y a las intrigas infames.’

Entonces, tenemos aquí un pequeño Jesús, o bueno, un Jesús adolescente diciendo que su padre es el modelo inimitable y que le enseñó a odiar a la atroz tiranía. Qué profundo es eso, ¿no?

Luego, Enrique, el hermano menor de Ricardo, cuenta cómo en sus memorias, ya de grande, estaba él con su padre un día frente a la Catedral, aquí a unos metros, y que se encontró con un compadre de allá, de la sierra. Bueno, hay que hacer un paréntesis para decir que Teodoro batalló y la guerra de intervención completa, prácticamente en una guerra de guerrillas, a salto de mata por el monte y por la sierra, y que conocía profundamente la región y tenía redes fortísimas, fraternas con muchos otros mazatecos que igualmente habían participado defendiendo la República de la agresión imperialista.

Entonces, bueno se encuentra a sus compadres, a sus compañeros de armas, a sus compañeros de guerra y dice Enrique que se encontró a un compadre, dice el nombre y no lo anoté, frente a la Catedral y que le dice el compadre: ‘Teodoro, ¿cómo te veo tan jodido —es la palabra que pone ahí— si tienes tantas tierras en Mazatlán?’. Y Teodoro le contesta: ‘Es que esas tierras no son mías, son comunales’.

Y aquí yo les puedo compartir que hay todas las razones documentales para afirmar que cuando entra en vigor la ley de desamortización a partir de la ley orgánica del estado de Oaxaca que se publica en 1888, si no me equivoco, hay un conjunto de maniobras legales en las que participa Teodoro para asignarse a él las tierras, de modo que siguieran siendo de uso comunal.

Y, efectivamente, muere en la pobreza en la Ciudad de México, sin hacer ninguna explotación privada de esas tierras, que siguen siendo del dominio público en Mazatlán.

Ese es el modelo inimitable del poema de Jesús.

También en esas memorias, Enrique cuenta cómo en las sobremesas en aquellos tiempos, Teodoro muere en 1893 y Ricardo todavía está en la prepa, entonces, en fin, en ese mundo remoto del recuerdo Teodoro, después de la comida en ocasiones compartía historias con sus hijos, historias de la guerra me quiero imaginar, y también enseñanzas y lecciones.

Y dice Enrique cómo les explicaba a los hermanos las virtudes de la vida en comunidad, las virtudes de las prácticas del mundo indígena oaxaqueño como modelo de convivencia.

Y esto, que podría pensarse que está en el terreno del mito y de la leyenda familiar, se refleja puntualmente en la escritura de Ricardo y les voy a leer un fragmento de un artículo de septiembre de 1911, el mismo mes del manifiesto del 23 de septiembre, que dice:

‘Predominaban en el pasado reciente, hace 20 o 25 años —o sea, para el momento en que escribe Ricardo, en 1886, 85, justo las épocas de su padre en la sierra mazateca— predominaban, vivían los pueblos indígenas en comunidades, poseyendo en común las tierras, las aguas y los bosques. El apoyo mutuo era la regla en esas comunidades. En estas comunidades no había jueces, ni alcaldes, ni carceleros, todos tenían derecho a la tierra; el agua para los regadíos, el bosque para la leña y la madera para construir las chozas. Los arados andaban de mano en mano, así como las yuntas de bueyes. Cada familia labraba la extensión de terreno que estimaba ser suficiente para producir lo necesario y el trabajo de descarga y de levantar las cosechas se hacía en común, reuniéndose toda la comunidad hoy para levantar la cosecha de Pedro, mañana para levantar la de Juan y así sucesivamente. Para fabricar una casa, ponían manos a la obra todos los miembros de la comunidad’, o sea, propiedad común de la tierra, trabajo en comunidad y autonomía, no había ni jueces, ni carceleros, no hacían falta.

Esto es la anarquía, pura y sencillamente en la definición del propio Ricardo, que dice: ‘Orden basado en el apoyo mutuo’.

Con esa imagen, con esa cita de Ricardo, yo creo que se completa el círculo de su origen a su visión revolucionaria, en realidad. Es decir, el anarquismo de Ricardo era una forma, acaso idealizada, acentuada en sus virtudes fundamentales de proponer hacia el futuro lo que estaba en su pasado y en su origen, que era el mundo indígena oaxaqueño y sus prácticas autonómicas.

Y aquí quisiera yo hacer un pequeño paréntesis, pero que me parece pertinente, para celebrar la iniciativa de los 19 presidentes municipales de la región mazateca, en la región mazateca hay 19 municipios, y los 19 presidentes municipales se juntaron para declarar su entusiasmo y su interés de que la Sierra Mazateca lleve el nombre de Ricardo Flores Magón.

Y todo esto, puesto a la luz de lo que acaba de compartir con ustedes cobra una relevancia particular, es decir, no es solamente un, un… No sería solamente un acto de mera toponimia, sino cargado de un profundo significado, que en esencia reivindicaría el ser indígena de la región, ampliando los términos, como se denomina la Sierra Mazateca con Sierra Mazateca de Flores Magón y de los pueblos náhuatl, mixteca y naxinandá, que es la autodenominación de estos mismos pueblos en sus propias lenguas.

Yo considero que el Congreso del estado de Oaxaca, a donde sé que ya tuvieron un acercamiento, debería escucharlos, porque además son los representantes legítimos y constitucionales de sus comunidades que le dan un fundamento de legitimidad a esta virtuosa y profundamente poética iniciativa.

Además, me atrevo a sugerir, aprovechando esta ocasión tan solemne, que sería muy significativo hacer un plan de justicia para el pueblo mazateco, como se ha hecho frente a otros pueblos también oprimidos históricamente. Basta citar el abuso terrible que significó el modo en que se construyó la presa ‘Miguel Alemán’, en la cuenca del Papaloapan, que significó el desplazamiento forzado de las comunidades a base de engaños y mediante el uso de la fuerza.

También esto serviría para, en nombre de Ricardo, atender otros problemas de impartición de justicia en la región.

Me gustaría ir cerrando con una carta para dejar a Ricardo en su origen tal vez, ¿no?, hacer alguna mención después de su futuro, pero dejándolo ahí en la víspera de Regeneración.

En una carta que le escribe desde Amapa, en este periodo al que se refería Armando, por razones bastante extravagantes Ricardo retorna no a La Alta donde nació, sino a la cuenca, cerca de Tuxtepec, donde escucha o atestigua los tormentos que sufren los trabajadores de las plantaciones de tabaco de Valle Nacional.

Y desde ahí le escribe a Enrique una carta que consta en el archivo de Enrique y que es directamente profética, del 23 de julio de 1899:

‘Muy querido, Enrique:

‘Dices que agradeces te mande saludos cuando escribo. No puedes imaginarte, por lo que a mí toca, el placer que me causa, si no de ver tus letras, porque ahora escribiste en máquina, sí de ver tus conceptos transcritos en correcta forma en el papel, mi gran debilidad. El papel es para mí un ídolo y creo que no en lejano tiempo sea mi arma muy grande el periódico.’

Y esto lo escribe a un año tal vez de que aparezca en la Ciudad de México Regeneración y empiece esa historia que ya es muy conocida para todos nosotros.

En sus últimos años, Ricardo, en estas mismas cartas que escribe, las condiciones de la prisión son atroces para este hombre que tiene su gran debilidad en el papel, le imponen una tasa de cartas que puede escribir, no más de dos o tres, ahora no recuerdo, por semana, de una cuartilla frente y vuelta, a este hombre que se ha dedicado desde 1893 o 92 a escribir, que es un escritor y un revolucionario de una forma indistinguible, una y otro atributo de su ser.

Y esas cartas se vuelven, por consiguiente, una vena lírica, porque se ve obligado a condensar en una extensión muy breve su sentir y su expresión, eso ya es poesía en realidad.

Y en esas cartas donde él está muy consciente de que puede morir, porque está seriamente enfermo, repite muchos temas, repite y repite esos temas, y uno de ellos, una de sus frases es que lleva 30 años en la lucha, 30 años, en el 22, qué curioso, ¿no?. Entonces, si uno echa la cuenta, bueno, ubica el inicio de su vida como luchador en 1892.

Y para cerrar, diría, pensando en este hombre que se ve al final de sus días como un luchador, que eso fue exactamente, que eso fue de una manera superlativa, inimitable, esencial y, me atrevería a decir, absoluta:

Yo creo que Ricardo Flores Magón es el revolucionario total. La revolución se va definiendo para él mismo conforme pasan los años, hasta estar perfectamente definida para 1904, 1905, y no parar de definirse más.

Dedicó toda su vida, quiero decir, sus energías totales, su aliento, su pensamiento, su sentimiento, su imaginación, su expresión, a la Revolución. Y en sus últimos años llegó a verla, incluso, como una dimensión cósmica en los términos que les compartía hace un momento y que me atrevería a sintetizar de esta forma:

El hombre tiene derecho a ser feliz por el simple hecho de ser. Por el simple hecho de ser el hombre participa en la majestad del cosmos y por esa misma razón fundamental es intolerable cualquier degradación de la majestad humana.

Por eso me parece enorme que hoy lo estamos celebrando a 100 años de su muerte. Y también agradezco que su forma de lucha o una de sus formas de lucha fuera la escritura, porque podemos regresar a él siempre, tenemos torrentes de escritura suya para animar y para retornar mucho tiempo. Los animo a leer a Ricardo.

Y nuevamente agradezco la oportunidad de compartir esto con todos ustedes.

Muchas gracias, presidente.

MODERADORA: Escuchemos el mensaje que dirige el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador, con motivo del centenario luctuoso de Ricardo Flores Magón.

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Amigas, amigos:

Me da mucho gusto participar en este acto de recuerdo, conmemoración, por los 100 años del fallecimiento de Ricardo Flores Magón.

Muchas gracias, Diego, Armando.

Muchas gracias a los gobernadores: Alejandro Murat, gobernador constitucional de Oaxaca, y muchas gracias al nuevo gobernador electo, Salomón Jara. Están ya a pocos días de concluir un mandato e iniciar otro en Oaxaca, y celebro que se esté llevando a cabo esa transición en armonía, como lo merece el pueblo de Oaxaca.

Lo que se ha dicho está muy bien, así que sólo voy a hacer referencia a tres características excepcionales de Ricardo Flores Magón: su intimidad amorosa, su juicio práctico y sus profundas convicciones revolucionarias.

Empiezo con los tiernos fragmentos de cartas que Ricardo Flores Magón dirigía desde la cárcel de Los Ángeles a su adorada María Talavera.

Este hombre anticlerical, íntegro, recto hasta el extremo, que sólo pensaba en la justicia y en la revolución, aclaró que ser firme es cosa bien distinta a ser sensible. Y escribió cartas en las cuales pedía a su amada que pasara por el callejoncito de fuera del penal porque quería ver desde su celda su carita tan linda.

También decía:

‘La agrupación de Chicago no nos defiende, ni es para otra cosa que para defender a los amos. Nosotros somos pobres mexicanos, esa es nuestra falta. Nuestra piel no es blanca y no todos son capaces de comprender que también debajo de una piel oscura hay nervios, hay corazón y hay cerebro.’

Pero no dejaba de mezclar su causa con el amor, y le confesaba a María:

‘Yo no estoy conforme con mi incomunicación, porque no puedo hablar contigo; no, no estoy conforme ni lo estaré, no puedo suspirar a tu oído, mi amor, ni aspirar tu aliento ni ver de cerca tu carita encantadora. Cualquiera que me vea pensará que no sufro; es que sé mostrarme digno, no quiero dar motivo para la compasión de nadie.’

Pero cambio de tema, ahora quiero relatar la importancia del Programa del Partido Liberal Mexicano y Manifiesto a la nación, un documento que publicaron los magonistas en el exilio en San Luis Misuri, en Estados Unidos, el 1º de julio de 1906. Se trata de uno de los textos de mayor trascendencia en la historia de México.

Es cierto que su elaboración es fruto de diversas consultas entre muchos militantes y simpatizantes del anarquismo, pero la redacción del texto se atribuye a Juan Sarabia y a Ricardo Flores Magón.

El documento es extraordinario, apegado a la realidad de entonces, como lo mencionó Armando; propositivo, innovador y de inspiración democrática. Para empezar, se habla de un cambio de fondo, sustituir la dictadura por una auténtica democracia.

Luego, abarca todos los aspectos de la vida pública y enlista las principales aspiraciones del pueblo y sus más urgentes necesidades:

El sufragio efectivo, la no reelección.

La libertad de prensa.

El otorgamiento del amparo, sin dilación.

La pronta impartición de justicia.

La abolición de la pena capital.

La desaparición de los jefes políticos y el fortalecimiento de la autonomía municipal.

La sustitución de las cárceles por colonias penitenciarias para la regeneración de los reclusos.

La eliminación del servicio militar obligatorio o leva.

La unión de los países latinoamericanos para defenderse ante abusos de las potencias.

La reafirmación de las Leyes de Reforma y el apego estricto a la Constitución.

La libertad religiosa.

La educación laica.

El aumento de escuelas públicas.

Sueldos justos a los maestros.

Y atención especial a la enseñanza de artes y oficios.

Asimismo, propone reducir los impuestos, aplicar descuentos a quienes rentan y hacen mejoras en casas y cuartos de vecindades.

Declarar iguales ante la ley a los hijos legítimos y naturales, así como a hombres y mujeres.

El programa contiene, además, una amplia y detallada propuesta económica y social, equilibrando libertad y prosperidad. Postula el respeto al derecho de propiedad y tiene como objetivo, cito textualmente, ‘aumentar el volumen de riqueza general’.

Propone lograr el desarrollo nacional, en particular el de la agricultura y la industria, mediante la intervención de un Estado democrático que distribuya la riqueza con el criterio de mejorar los ingresos y el consumo de la gente para fortalecer el mercado interno.

De manera clara y convincente, argumenta, fíjense esto, la cita es extraordinaria:

‘Los pueblos no son prósperos, sino cuando la generalidad de los ciudadanos disfrutan siquiera la relativa prosperidad. Unos cuantos millonarios acaparando todas las riquezas, y siendo los únicos satisfechos entre millones de hambrientos, no hacen el bienestar general, sino la miseria pública, como lo vemos en México.

‘En cambio, el país donde todos los más puedan satisfacer sus necesidades, será próspero con millonarios o sin ellos.

‘En efecto, cuando el pueblo es demasiado pobre, cuando sus recursos apenas le alcanzan para malcomer, consume sólo artículos de primera necesidad, y aun estos en pequeña escala. Sin embargo, cuando los millones de parias que hoy vegetan en el hambre y la desnudez, coman menos mal, usen ropa y calzado, y dejen de tener petate por todo ajuar, la demanda de mil géneros que hoy es insignificante aumentará en proporciones colosales, y la industria, la agricultura, el comercio, todo será materialmente empujado a desarrollarse en una escala que jamás se alcanzaría mientras subsistieran las actuales condiciones de miseria general.’

Por último, lo que más admiro de Ricardo Flores Magón es la firmeza de sus convicciones. Era un hombre enérgico, pero fiel a sus ideas. Es fácil tacharlo de sectario o de intransigente, pero es difícil ignorar su congruencia.

En vísperas de su muerte, desde la cárcel explica a su amigo Nicolás Bernal por qué no puede pedir perdón para ser liberado, como se lo habían sugerido las autoridades estadounidenses:

‘Me pudriré y moriré dentro de estas horrendas paredes que me separan del resto del mundo, porque no voy a pedir perdón, no lo haré. En mis 29 años de lucha por la libertad lo he perdido todo y toda oportunidad para hacerme rico y famoso. He consumido muchos años de mi vida en las prisiones; he experimentado el sendero del vagabundo y del paria; me he visto desfallecido de hambre; mi vida ha estado en peligro muchas veces; he perdido mi salud, en fin, he perdido todo, menos una cosa, una sola cosa que fomento, mimo y conservo casi con un celo fanático, y esa cosa es mi honra como luchador.

‘Pedir perdón significaría que estoy arrepentido de haberme atrevido a derrocar al capitalismo para poner en su lugar un sistema basado en la libre asociación de los trabajadores para consumir y producir, y no estoy arrepentido de ello.

‘Pedir perdón significaría que abdico de mis ideas anarquistas, y no me retracto. Afirmo, afirmo, que, si la especie humana llega alguna vez a gozar de verdadera fraternidad y libertad y justicia social, deberá ser por medio del anarquismo.

‘Así pues, mi querido Nicolás, estoy condenado a cegar y a morir en la prisión; mas prefiero esto que volver la espalda a los trabajadores y tener las puertas de la prisión abierta al precio de mi vergüenza. No sobreviviré a mi cautiverio, pues ya estoy viejo, pero cuando muera, mis amigos, quizá escriban en mi tumba: ‘Aquí yace un soñador’, y mis enemigos: ‘Aquí yace un loco’, pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: Aquí yace un cobarde y traidor a sus ideas.’

En la noche del 20 de noviembre de 1922, a unas horas de dejar la prisión, en virtud de un indulto solicitado por el presidente Álvaro Obregón y concedido por el presidente de Estados Unidos, mientras dormía, unas manos gigantescas a través de los barrotes de la celda lo tomaron por el cuello. Hubo una breve y salvaje lucha, y Ricardo murió estrangulado. Desde luego, el parte oficial fue otro: el director de la cárcel declaró que Ricardo había muerto de un ataque al corazón, incapaz de resistir la alegría de haber sido liberado.

Su funeral fue muy parecido al del expresidente Sebastián Lerdo de Tejada, el cuerpo fue embalsamado en Los Ángeles y la Alianza de Ferrocarrileros lo trasladó hasta la Ciudad de México. En todas las estaciones de importancia, Chihuahua, Torreón, Aguascalientes, Querétaro, bajaban el cuerpo.

Era, después de todo, una de las escasas oportunidades que tenía el pueblo, de rendir homenaje a uno de sus héroes auténticos. Madero fue enterrado clandestinamente por sus asesinos y Huerta prohibió la manifestación de duelo. Villa y Zapata caerían abatidos a traición y se irían a la tumba sin recibir el homenaje al que su grandeza los hizo merecedores. El mismo Carranza sería sepultado de un modo discreto, rodeado de espías y polizontes.

Pero Ricardo Flores Magón, después de 25 años de ausencia, volvió a su patria muerto cuando su recuerdo estaba más vivo que nunca. Las mujeres lloraban al paso del féretro, muchos trabajadores y campesinos llevaban flores y lazos negros.

Al llegar a la Ciudad de México, fue velado en el salón principal de la Alianza de Ferrocarrileros. Sus restos se encuentran en el Panteón Civil de Dolores, en la Rotonda de las Personas Ilustres, y sus ideales permanecen más vivos que nunca.

En consecuencia, no es extraño que este 2022, a 100 años de su asesinato, se haya dedicado a homenajearlo. Y celebro que, así como la sierra norte de Oaxaca se le conoce como la Sierra Juárez, a la Sierra Mazateca se le agregue el nombre de los Flores Magón.

Muchas gracias.

MODERADORA: El presidente de los Estados Unidos Mexicanos, acompañado de integrantes del presídium, depositarán una ofrenda floral y montarán guardia de honor con motivo del centenario luctuoso de Ricardo Flores Magón.

(OFRENDA FLORAL Y GUARDIA DE HONOR)

MODERADORA: Les pedimos sean tan amables de guardar un minuto de silencio en honor a Ricardo Flores Magón.

(MINUTO DE SILENCIO)

MODERADORA: Finaliza esta ceremonia con los honores al presidente de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas.

Se les invita a permanecer de pie para entonar nuestro Himno Nacional.

(HIMNO NACIONAL)

MODERADORA: El presidente de México se dirige a la escolta de bandera para despedirse de nuestro lábaro patrio.

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