MODERADORA: Damos inicio a esta ceremonia con los honores plenos al presidente de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas.

(HONORES)

MODERADORA: Preside esta ceremonia conmemorativa al centenario luctuoso de Francisco Villa el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador.

Lo acompañan:

El doctor Esteban Villegas Villarreal, gobernador constitucional del estado de Durango.

Maestra Luisa María Alcalde Luján, secretaria de Gobernación.

General Luis Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa Nacional.

Almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina.

Licenciada Rosa Icela Rodríguez Velázquez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana.

Y el historiador Pedro Salmerón Sanginés.

También contamos con la presencia de autoridades federales, estatales y municipales del estado de Durango, así como representantes de medios de comunicación y quienes nos siguen por internet a través de redes sociales.

Reciban todos la más cordial bienvenida.

Hace uso de la palabra el gobernador del estado de Durango, doctor Esteban Villegas Villarreal.

ESTEBAN VILLEGAS VILLARREAL, GOBERNADOR DE DURANGO: Muy buenas tardes a todas, a todos.

Pero, antes que nada, quiero que me ayuden entre todos a brindarle un fuerte aplauso al que he hecho posible que estemos hoy aquí. 

Presidente, es un sueño para nosotros que esté usted aquí, en San Juan del Río, en esta tierra. Yo le platicaba al presidente ahorita en el camino que, cuando éramos niños varios de los que estamos aquí, en estos cables de luz hay unas bolas amarillas y que preguntábamos que para qué eran, y nos decían que porque antes venían los presidentes de la República a este lugar, donde nació en general Francisco Villa.

A mí nunca me tocó ver a ninguno y creo que, igual que yo, es un sueño para muchos que después de más de 40 años pueda estar una vez más un presidente de la República, que entiende de la historia, que entiende de la lucha y que siempre ve por las personas más necesitadas: el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Gracias, presidente, gracias por estar aquí.

A los secretarios de Estado: a Luisa María Alcalde, secretaria de Gobernación, gracias por todo tu apoyo siempre; a José Rafael Ojeda, almirante de la Marina, muchas gracias almirante por estar aquí; al general Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa, gracias; a la licenciada Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad Pública, muchas gracias, secretaria; y, por supuesto, a Pedro Salmerón.

A todas y a todos, senadoras, senadores, presidentes y presidentas municipales, diputadas, diputados, denme oportunidad de saludarlos a todos.

En mis señores padres que hoy me acompañan, en mi papá Alejandro y en mi mamá Mireya, que también, presidente, cuando le dije que yo era de aquí volteó a verme, así como diciendo: ‘Me está echando una mentira este’, pero no, de aquí soy, presidente. Y mi mamá exactamente atrás de este cerro ahí nació en una comunidad que se llama Río Grande.

Gracias por todo, presidente.

Hoy es un día muy especial para la historia de nuestro estado y de nuestro país. Hoy nos reunimos aquí para conmemorar un ciclo, un siglo de la partida de uno de los más grandes líderes que ha tenido México, de cuna duranguense, de pensamiento liberal con grandes ideales por lograr una vida más justa para todas y todos, para todas y todos los mexicanos, el sanjuanero y gran revolucionario, mi general Francisco Villa, el Centauro del Norte, este año proclamado por el honorable Congreso de la Unión ‘El año de Francisco Villa’, el revolucionario del pueblo. Me enorgullece poder rendir homenaje a este icono de la historia duranguense junto al presidente de la República, el licenciado Andrés Manuel López Obrador.

Presidente, una vez más, muchas gracias por acompañarnos en este día tan importante para las y los duranguenses.

Pero hoy no solamente rendimos homenaje a uno de los personajes más sobresalientes de la historia de nuestro país, quien luchó incansablemente por lograr la libertad de nuestro pueblo, sino que también nos reunimos hoy para reconocer la valentía de las y los duranguenses a lo largo de la historia de nuestro México.

Le agradezco su presencia hoy, señor presidente, porque nos ha demostrado la cercanía y empatía que tiene hacia todos nosotros, duranguenses que luchamos día con día por salir adelante y alcanzar nuestros sueños, por escuchar nuestras preocupaciones y necesidades, por promover políticas inclusivas, por incentivar el desarrollo económico de nuestro estado, por impulsar la educación equitativa en todas las regiones y municipios de Durango y por su compromiso real hacia el bienestar de la gente, sobre todo de la más necesitada.

Durango es uno de esos estados que son lo más importantes de esta época del Virreinato hasta la consolidación de México como un país soberano, democrático e institucional. Históricamente tuvimos presencia en la ruta comercial de mayor influencia de América, el camino real de tierra adentro. Fuimos partícipes del nacimiento del primer presidente de México, Guadalupe Victoria y del caudillo más importante de la Revolución mexicana: Francisco Villa.

Por eso, hoy no solamente conmemoramos a Francisco Villa, sino a todas las mujeres y hombres duranguenses que, gracias a sus valores, como la honradez, el trabajo, la responsabilidad, la calidez, la tolerancia, la empatía, la solidaridad y justicia dejaron huella en la historia de Durango y de México.

Pancho Villa fue un hombre de origen humilde, que nació aquí, en La Coyotada, en mi amado San Juan del Río, y quien desde joven tuvo que enfrentar grandes desigualdades debido a haber nacido en una familia humilde, no una familia rica o acomodada, esta experiencia personal marcó profundamente sus ideales y su visión de lo que debía de ser México, un Estado de bienestar, justo, igualitario, libre, sin hambre, productivo, sin explotadores ni explotados, y con una educación que formará a las y los niños como personas de bien con una formación integral, humanista, justicia y revolucionaria.

A lo largo de su vida luchó por hacer realidad este sueño y comprendió que para cambiar a México tenía que cambiarse primero a sí mismo, sólo así iba a poder romper las estructuras mentales y sociales que ya no funcionarían en un futuro próximo para las futuras generaciones de mexicanos.

Su compromiso inquebrantable con las personas olvidadas y despojadas de sus derechos más básicos inspiró a generaciones enteras a trabajar en políticas públicas y programas sociales a favor de la igualdad, inclusión, justicia y bienestar de las personas más vulnerables. Se fue sabiendo que su valía y determinación transformó la realidad de miles de mexicanos, y que su lucha no fue en vano.

Hoy, después de 100 años de su partida, seguimos siendo testigos de su valentía y de su gran ejemplo. Su legado perdura en todas las personas que defienden los derechos humanos, y con valor trabajan para tener éxito, renombre y liderazgo.

Señor presidente:

En este día tan importante quiero decirle que somos orgullosamente de un territorio clave de la geopolítica de este país, la primera reserva forestal de México, con una inmensa cantidad de recursos naturales, abundante agua en diferentes zonas, rebosante minería, una rica ganadería y mucha agricultura de primer nivel.

Señor presidente:

Los duranguenses somos hijos de esta tierra rica en recursos naturales, somos gente cálida que no olvida nunca a quienes nos han brindado su ayuda, a quienes nos han dado la mano para levantarnos después de un tropiezo. Somos gente solidaria, capaz, trabajadora y soñadora.

Y así como nuestro general Francisco Villa, también soñamos con ver a nuestra tierra próspera, a nuestra gente feliz. Soñamos con darle a nuestros hijos un gran futuro y sobre todo un gran país. Soñamos con que la lucha que aquellos revolucionarios hicieron siga siempre presente en nuestros corazones, y que jamás olvidemos que gracias a ellos podemos tener un México más justo, democrático y social.

A 10 meses de tomar las riendas de este estado, estamos comprometidos completamente a convertir a Durango en uno de los estados más prósperos del norte de México, y para eso hemos construido un gobierno que toma en cuenta a todas y a todos.

Hemos estado trabajando en resolver primero lo urgente, rescatar a Durango, rescatarlo del rezago en lo que lo encontramos y que gracias al buen manejo de las finanzas y —porque lo tengo que decir— y a la ayuda del presidente de la República hoy de haber estado en semáforo rojo estamos en semáforo verde. Gracias, presidente. 

Ahora, a casi un año de mi administración, puedo decirle, señor presidente, que estamos listos para traer grandes inversiones, estamos listos para convertir a Durango en un estado competitivo en toda la región y lograr mejores oportunidades laborales para nuestra gente, honrando siempre nuestro pasado, pero viendo cada día hacia el futuro, estamos listos y trabajando por un Durango con infraestructura y con salud de calidad.

Me enorgullece decir que nací en esta misma tierra que vio nacer a Francisco Villa, San Juan del Río. Soy orgulloso heredero de su lucha y espíritu indomable, y con alta responsabilidad porto su estandarte como gobernador del estado de Durango, y me comprometo a mantener vivo nuestro pasado revolucionario y trabajar incansablemente en defensa de los valores de justicia, libertad, dignidad, igualdad e inclusión.

Sin embargo, hay que seguir trabajando duro todos juntos. Trabajemos en unidad, la sociedad duranguense, los empresarios, los gobiernos municipales, el gobierno estatal y el gobierno federal para devolverle la importancia y la riqueza histórica a Durango y para posicionar a México como líder emergente mundial.

Nuestro momento es ahora, debemos aprovecharlo porque las oportunidades no se presentan todos los días, es ahora cuando debemos creer en el potencial que tenemos. Es momento de creer que podemos lograr grandes cosas, de demostrar que nuestra historia tiene valor para trabajar por el futuro que todos queremos y que todos merecemos, es ahora cuando debemos darles gracias a nuestros padres, a nuestros abuelos y generaciones pasadas por nunca haberse rendido, por dejar huella.

No importante que tan grande o pequeña haya sido, todos ellos han sido pilares importantes para el desarrollo de México. Cada persona que pisó el mismo suelo que nosotros un tiempo atrás es el legado de la tierra que tenemos ahora y que debemos cuidar y defender.

Nuestros valores vienen de cada uno de aquellos revolucionarios que pisaron fuerte, defendieron la tierra que amaban, y exactamente así es como cada mexicana y mexicano defiende a México de cualquiera que quiera menospreciarlo o dañarlo. Es ahora cuando debemos solar y trabajar para que esos sueños se cumplan.

Mi general Francisco Villa, orgulloso duranguense y mexicano determinado, con espíritu de lucha y libertad, no sólo defendió su gente, defendió su tierra, defendió sus pensamientos y logró ver consolidado todo su esfuerzo. Aunque su batalla haya terminado ese 20 de julio de 1923, nosotros nos seguiremos encargando de continuar con su legado, de continuar con las enseñanzas para nuestros y para nuestros nietos, para que México sea un mejor país, que sea un país recordado como un país de grandes héroes, justos, y juntas y juntos podremos seguir convirtiendo a México en el país que Francisco Villa y todos nuestros héroes nacionales soñaron.

¡Que viva el valor revolucionario!

¡Que viva Francisco Villa!

¡Que viva la gente de Durango!

¡Que viva el presidente de la República!

¡Que viva Durango!

MODERADORA: El historiador Pedro Salmerón Sanginés hará uso de la palabra. 

PEDRO SALMERÓN SANGINÉS, HISTORIADOR: Muy estimado, señor presidente.

Distinguido, señor gobernador.

Muy estimadas secretarias: Luisa María Alcalde, Rosa Icela Rodríguez, Alejandra Frausto.

Distinguido, general secretario.

Respetado almirante secretario.

Amigo senador Enríquez.

Y saludo también a los nietos y bisnietos de Pancho Villa aquí presentes, y a todos ustedes.

A él le habría encantado, sí, a Pancho Villa le habría encantado estar aquí, vernos reunidos en el lugar donde nació hace 145 años con el nombre de José Doroteo Arango Arámbula; le habría encantado ver que recordamos a un niño, a un muchacho que parecía condenado a ser el niño de yuntero al que le cantó el poeta Miguel Hernández. 

Pero Doroteo no quiso ser esclavo y se rebeló contra su destino, a los 16 años abandonó la vida de peón de campo, que era como ser esclavo en aquel tiempo y se echó a la sierra.

Según la leyenda cultivada por el propio Pancho Villa, porque el patrón intentó abusar de su hermana, pero ya decía John Reed en 1914 que lo más probable es que hubiera sido la insoportable altanería de Villa que hacía de él un rebelde natural, lo cierto es que ahí comenzaron las leyendas que lo hacen un Robin Hood de la sierra de Durango y luego de la Chihuahua. Pero la historia es mejor que la leyenda, ese hombre que no quiso ser esclavo se convirtió en revolucionario en 1910.

Al tomar esa decisión que volvió a cambiar su vida, Pancho Villa tenía 32 años. Era un jinete infatigable y diestrísimo, infalible tirador de pistola y carabina, magnífico conocedor de la sierra de Durango y de Chihuahua. Había dirigido a pequeños grupos de hombres armados, lo mismo bandidos que arrieros. Era de buena presencia y fácil trato, salvo en sus momentos de cólera, que solían ser terribles, odiaba con encono a los hacendados y a los poderosos, y apreciaba el valor y la lealtad como virtudes cardinales. Era decidido y poseía una inagotable energía, y tenía una inteligencia natural poco común, muy aguda, pero escasamente cultivada.

Todavía discutimos los historiadores si en 1910 ya sabía leer y escribir, o si aprendió en la cárcel en 1912.

A los pocos meses de sumarse a la Revolución, Pancho conoció al jefe de la misma, su tocayo Madero. Todo parecía estar en contra de ese encuentro. 

¿Qué tenían en común el perfumado vegetariano que nació en sabanas de seda con el criador de gallos finos que dormía al raso con la silla de montar como almohada y el zarape como cobija?

Tenían en común el amor a la patria y a los pobres. La vida que había llevado le dio a Pancho Villa un infalible detector de mentiras, y este detector de mentiras le enseñó que Madero era de verdad, que lo que decía Madero era cierto, que hablaba con la verdad y que estaba dispuesto a morir por la patria, por los pobres.

Y ese mismo detector de mentiras que la vida le dio a Pancho Villa le sirvió para desconfiar profundamente, desde el principio, de Victoriano Huerta, aquél militar desleal, traidor y sin palabra que en febrero de 1913 dio cuartelazo contra el gobierno democrático y que en los siguientes 15 días ordenó el asesinato de 600 cuadros y dirigentes maderistas, incluido el propio presidente.

Entonces, Pancho reinició la lucha. Pronto estaría al frente de un millar de bragados y en seis meses sería el jefe de un poderoso ejército revolucionario; es decir, un ejército integrado por voluntarios que luchaban por ideales.

No contaré la historia, pero sí quiero evocar una mañana de septiembre de 1913, cuando los jefes de la revolución popular en el norte se reunieron, en una hacienda cerca de Lerdo, y en asamblea los agraristas, campesinos, vaqueros, artesanos, obreros, maestros que formaban las guerrillas revolucionarias del norte, eligieron a Pancho Villa como jefe común, ellos lo eligieron, surge de las filas del pueblo.

Y al nuevo ejército le llaman la División del Norte. ‘La División del Norte —escribió Adolfo Gilly— es una de las mayores hazañas históricas mexicanas. Su organización fue el punto de viraje en la guerra campesina y en la Revolución. Las masas del norte del país y las que se sumaron en su avance, la organizaron de la nada y contra todos. Le dieron su tremendo empuje, alzaron a uno de sus propis filas, Francisco Villa como el mayor jefe militar de la Revolución. Barrieron en el camino con cuanto se les puso por delante’.

Al frente de la División del Norte, Pancho conquistó Chihuahua. Sus hombres lo eligieron gobernador. Su medida de mayor impacto fue la confiscación de los bienes de los enemigos de la revolución, los poderosos que acumularon fortunas despojando a los pueblos y que apoyaron al gobierno espurio de Victoriano Huerta.

Con esos dineros, administrados con acrisolada honradez, se pagaron las políticas sociales y educativas que sorprendieron al mundo, y también se convirtió a la División del Norte en un ejército capaz de enfrentar en grandes batallas al ejército federal porfirista y vencerlo en la primavera de 1914.

Triunfante la revolución, su jefe formal, don Venustiano Carranza, intentó impedir que se extendieran a nivel nacional las medidas sociales tomadas por Villa en el norte y por Emiliano Zapata en el sur; eso provocó, como en muchas revoluciones, una guerra civil entre los revolucionarios.

Durante esa guerra, villistas y zapatistas unidos tomaron la Ciudad de México y desfilaron en triunfo. Durante unos meses parecía que los oprimidos, los marginados, los humillados de siempre habían tomado en sus manos su destino y estaban cambiando al país, y de hecho lo estaban cambiando; como dijo un campesino zapatista en aquellos meses: ‘Hasta los pajaritos cantaban más bonito’.

Pero la División del Norte fue derrotada en los campos de batalla, en las batallas más cruentas de nuestra historia, sus hombres y sus jefes fueron perseguidos con saña inaudita por una violencia contrainsurgente que hizo palidecer a la de Porfirio Díaz y a la de Victoriano Huerta.

Durante esos años de violencia en escalada, Pancho Villa pareció volver a ser otra vez un mero bandido; pero en esos años también ocurre una cosa importantísima: Pancho Villa atacó Columbus, Nuevo México, y desde entonces Villa se convirtió en el símbolo de la resistencia contra el imperialismo. Un ejército estadounidense entró a México a cazar a Villa y nunca pudieron agarrarlo.

El jefe de la expedición imperialista escribió: ‘Vagos rumores y afirmaciones positivas indicaban que Villa había partido en casi cualquier dirección y hablaban de su presencia en todos lados. La imaginación popular redujo eso a una frase: Pancho Villa está en todas partes y en ninguna. El propio Pancho dijo del jefe de esa expedición: ‘Ese Pershing vino aquí como un águila y se fue como una gallina mojada’.

El fracaso de la expedición punitiva fue uno de los temas que hizo que los altos mandos políticos y militares de Estados Unidos entendieran en los años siguientes, que Estados Unidos bajo ninguna circunstancia le conviene invadir México, que nunca, no hay forma de que lo hagan, no les conviene y aunque sólo sea por eso debemos recordar la memoria de Pancho Villa.

Finalmente, en 1920, aceptó la realidad de la derrota y firmó la paz con un nuevo gobierno. 

El año anterior había sido asesinado su gran su gran compañero Zapata y ejecutado su gran amigo Felipe Ángeles, sus mejores generales estaban muertos y Pancho ya no tenía adónde ir. Se retiró tres años a la Hacienda de Canutillo, una de las cinco que el gobierno entregó a sus hombres. Pancho volvió al duro trabajo de campo de su adolescencia, hizo de la desolada comarca un vergel y un ejemplo.

Este exitoso ejemplo, el apoyo que dio a los campesinos que seguían luchando por su tierra, su mera presencia era una aguja clavada en el poder y en 1923 el gobierno dio luz verde para que lo mataran.

¿Qué motivaba a los autores intelectuales del crimen?

En algunos casos la venganza personal, en otros el resurgimiento del poder de Villa, de su poderosa voz en defensa de los pobres, el miedo al contagio de su experimento social, el miedo a la revolución campesina.

El 20 de julio, hoy hace 100 años, ocho asesinos emboscados mataron a aquel hombre al que habían respetado 20 batallas campales, 200 escaramuzas, numerosos atentados y al ejército de los Estados Unidos Mexicanos.

La reacción del pueblo de Parral demostró que no tenían… que no estaban equivocados los hombres del poder y del dinero al temer a Villa; se volcaron a las calles, lo vitorearon y dijeron claramente que era un crimen político.

Durante muchos años la historia oficial quiso opacarlo, lo trató como un mero bandolero, como un asesino despiadado. Su tumba fue profanada, sus seguidores acorralados, se intentó borrar su memoria. Pero siempre hubo quienes rescataron a Pancho Villa, al defensor de los pobres. Nacieron y crecieron infinidad de mitos. Tuvo una estatura mítica.

Villa y Zapata son héroes, porque el pueblo así lo ha reclamado. Como dice Jesús Vargas, Villa sostuvo una lucha revolucionaria desde 1910 hasta 1920. Durante 10 años alcanzó fama mundial por su genio militar y sus dotes de líder. Nunca luchó por obtener un beneficio propio, nunca traicionó, nunca acordó, nunca aceptó nada que pudiera afectar los intereses de la patria.

Por eso, los invito a repetir el grito de guerra de la División del Norte de 1913 a 1915 que es: 

¡Viva Madero!

Y por supuesto, ¡Viva Villa!

¡Viva Zapata!

¡Viva la División del Norte!

¡Viva México!

MODERADORA: El licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, hace entrega al general Luis Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa Nacional, de un revólver que perteneció al presidente Francisco I. Madero, el cual presuntamente fue entregado al líder revolucionario Francisco Villa.

Este revólver se encontraba en la República de Cuba, mismo que fue donado por el señor Javier Leal Estébanez, en su condición de heredero universal de los bienes del historiador cubano, doctor Eusebio Leal Spengler, para hacer integrado al patrimonio cultural de México.

Referida arma quedará bajo resguardo de esta secretaría en el Museo Histórico de la Revolución, ubicado en Chihuahua, Chihuahua.

El presidente de los Estados Unidos Mexicanos, acompañado de los integrantes del presídium, depositarán una ofrenda floral y montarán guardia de honor con motivo del centenario luctuoso de Francisco Villa.

(GUARDIA DE HONOR)

MODERADORA: Sean tan amables de permanecer de pie. 

En el marco de esta ceremonia conmemorativa al centenario luctuoso de Francisco Villa, una compañía de cadetes del Heroico Colegio Militar realizará una salva de fusilería.

(SALVA DE FUSILERÍA)

MODERADORA: Finaliza esta ceremonia con los honores al presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Al personal civil se le pide respetuosamente descubrirse y permanecer de pie para entonar nuestro Himno Nacional.

(HIMNO NACIONAL)

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