Si alguno de ustedes desea saber porqué nosotros los Yoemem (yaquis) tenemos un gran apego al mar, al río y al monte que nos rodean. Porqué decimos que se deben respetar, cuidar, y no agotarlos con la extracción de recursos. Escuchen esta historia, que muestra un poco de nuestra visión-

Mi nombre es Ko’oko que significa “dolor” en mi lengua yaqui. Me llamo así porque cuando nací, mis padres y mis abuelos vivieron un pasaje muy triste en mi comunidad. Le quitaron la vida a nuestros guardias tradicionales mientras hacían su recorrido por mi pueblo. Una de las victimas era mi tío y ante la tristeza que embargó a mi familia, me pusieron este nombre.

Los guardias cuidaban la comunidad porque se oían noticias de que nos despojarían de nuestras tierras para venderlas a las empresas mineras. Sin embargo después de los sucesos hubo un tiempo de calma y se marcharon los rumores.

INPI. Pueblo yaqui. Huya ania: El maravilloso Mundo del Monte.

Ahora tengo 8 años y me tocó vivir una experiencia muy horrible. Todo comenzó cuando veíamos pasar a gente armada a gran velocidad por el camino principal de nuestro pueblo. Tiempo después llegaron unas personas bien trajeadas, que supuestamente en la mejor disposición, querían comprar muchos terrenos en la zona, dándonos los mejores precios posibles, además de casas en lugares “menos riesgosos”. Estas tierras las hemos recibido de nuestros abuelos y tatarabuelos, por lo que nos negamos rotundamente.

La gente de traje se fue pero permaneció el miedo de que volviera la violencia. Una noche mientras tomaba un vaso de leche en mi casa, escuchamos muchos disparos de armas muy cerca. Tuve tanto miedo de que me tocara una bala o le tocara a mi madre, o mi abuelita, que cuando nos escondimos debajo de la mesa, repetía muchas veces en mi mente “ojalá que ya fuera de día”.

A la mañana siguiente supimos que hubo nuevos muertos, que se sumaron a nuestros líderes que han sido desaparecidos. Sus cuerpos fueron abandonados en un llano. Pero esto no se detuvo allí, volvieron a correr rumores de que apenas era el inicio.

Lo peor fue, cuando un día una señora que conocemos de mucho tiempo, iba corriendo por las casas gritando que grupos armados estaban en la entrada de nuestro pueblo. Mamá no lo pensó dos veces, ya que no estaba mi padre, me tomó a mí y a mi abuelita y nos fuimos muy rápido a la sierra que queda arriba de nuestra casa. Muchas personas hicieron lo mismo. Todos nos mirábamos y sentíamos miedo de que esos hombres subieran a buscarnos. Lo bueno es que el papá de mi amigo, sabe el camino de la sierra de Bacatete y nos escondimos en unas grutas.

INPI. Pueblo yaqui. Huya ania: El maravilloso Mundo del Monte.

Allí estuvimos mucho tiempo. Una vez, cuando todos nosotros estábamos preocupados sobre qué íbamos a comer, vimos a lo lejos a un señor de buen aspecto y muy amable. Se nos acercó diciendo que no tuviéramos miedo, que nos daría unos panes, fruta y agua para que permaneciéramos allí un par de días más, en lo que se tranquilizaba el pueblo. Al día siguiente nos volvió a llevar comida. Después me enteré que este hombre es Yoeta conocido como “el vaquero del monte”, que cuida de los animales y que nos ayudó para saciar nuestra hambre. Me sentí muy agradecido con él.

Mientras todos estaban descansando bajo la sombra, yo me fui a caminar por donde habían unas flores para llevarle a mi abuela. En el camino vi muchos animalitos del monte. Primero, una lagartija muy bonita de colores brillantes que corría delante de mí. En otra parte observé un alacrán que movía muy rápido sus patas. Me percaté que se alejaba de un hormiguero. Entonces me acerqué con cuidado para no pisar las hormigas y me puse en cuclillas.

Me imaginaba que Dios nos ve desde lo alto, como si nosotros fuéramos pequeñas hormiguitas. Pensaba quedarme viéndolas otro rato sino hubiera sido por un nido de víboras debajo de un arbusto, que semejaba al Kurues, la serpiente de siete cabezas. Tomé rápidamente las flores para mi abuela y corrí hacia la guarida. Posteriormente entendería cuál es la función de animales como esos. Pero fue maravilloso observar que en el monte fluye una corriente de vida que no se agota.

Permanecimos en ese lugar otro tiempo mas, éramos muchos niños, con nuestras madres y abuelitas, junto a unos pocos padres. Estos habían ido al pueblo para saber si era seguro regresar. En ese momento nos asustó un hombre de mal aspecto, con ropas desgarradas, que intentaba robar nuestras cosas.

INPI. Pueblo yaqui. Huya ania: El maravilloso Mundo del Monte.

Ese ser era Yoremgo’i que desobedeció nuestras costumbres y había sido expulsado de la comunidad como castigo. Pero mientras nos intentaba quitar nuestras frutas, apareció la serpiente nuevamente y el hombre se espantó, desistiendo de robarnos nuestra comida. Allí entendí que todos los seres tenemos una función en la vida. Nosotros pudimos ahuyentar a la serpiente y todo volvió a la calma.

Una de las abuelitas que estaba con nosotros y que es de la familia de mi amigo, nos pidió que nos sentáramos en un círculo. Ella comenzó a elevar unos cantos bellos, como lo suele hacer en las fiestas de mi comunidad, pues es cantora. Todos nos alegramos y olvidamos un instante porqué estábamos allí. Huya ania que significa “El maravilloso mundo del Monte”, nos inspiró y confortó para salir a delante de esa situación tan grave. Yo recuerdo una frase de unos de esos cantos que decía: “Al final la paz reinará”.

Poco tiempo después el pueblo volvió a la calma y los grupos armados se habían retirado. Pudimos regresar a nuestras casas y estábamos muy contentos por eso. Sin embargo yo aprendí muchas cosas estando en Huya ania. Comprendí que de allí obtenemos beneficios como son los productos de nuestro sustento. Pero además hemos sido abrazados por ese lugar, cuando tuvimos que huir de nuestras casas.

Lamentablemente el hombre yori como una “bestia fiera” ha sido nuestro principal peligro, al querer arrebatar lo nuestro y llevárselo. Por eso sentimos un gran apego hacia nuestro territorio y a todos los seres, que los consideramos una herencia divina. Y así como nuestros antepasados los surem, nosotros no nos iremos de aquí.

/cms/uploads/image/file/675326/yaquis-huya-ania-luis-gerardo-martinez-aran-inpi-4_1500x949.jpg

Texto: Moisés Montiel Tapia / Apoyo: Judith Amisadai Rosado Ortega / Ilustraciones: Luis Gerardo Martínez Aran