Sabemos que la energía es central para la vida de todas las personas, pero si nos asomamos al impacto en la vida de las mujeres y las niñas, por su acceso o falta de ese recurso nos daremos cuenta de que la pobreza energética tiene efectos negativos desproporcionados en su desarrollo. Ello se debe a que los roles de género condicionan la manera en que mujeres y hombres nos relacionamos con la energía; tenemos distintos niveles de acceso y control de recursos, así como patrones difenrentes de uso y consumo energético.

La importancia de cómo y para qué usamos la energía tiene que ver en realidad con que la energía significa la diferencia entre acceder o no a ciertos derechos, por ejemplo: la educación, la salud y el trabajo. Para las mujeres es muy importante el acceso a la energía, no solo para satisfacer necesidades básicas como cocinar, procesar alimentos, transportar otros recursos, sino para atender sus intereses estratégicos: la electricidad doméstica para poder estudiar durante la noche, alumbrado en las calles para mejorar su seguridad, energía para generar un proyecto productivo o un emprendimiento.

Es necesario abordar los derechos de las mujeres en el contexto de la Reforma Energética, de cómo esta reforma impactará, ya sea como profe- sionales del sector o como parte de la población en general. El sector ener- gético es uno de los más crecientes y vibrantes, de nuestra época. Pero, a la vez, sigue siendo una de las industrias más desiguales en términos de género, puesto que la participación de las mujeres en la toma de decisiones en el campo de la energía es escasa o en ocasiones nula.

En la Transición Energética, debe reconocerse la importancia de que las nuevas políticas contemplen e integren el enfoque de género, de otro modo, incluso las iniciativas “bien plani cadas” y bien intencionadas, pue- den contribuir a ampliar las desigualdades y probablemente aumentar la discriminación contra las mujeres. Por ejemplo, cuando se piensa en la provisión de energía para las mujeres a n de que puedan preparar alimentos, estamos igualando el interés de las mujeres -exclusivamente- a cocinar, dejando de lado el potencial de la energía para otros intereses que les permitan empoderarse.

La buena noticia es que nos encontramos en un momentum, propicio y una coyuntura favorable para impulsar dos agendas: la sustentabilidad energética y la igualdad de género. Nada mejor que promover la igualdad y, a la vez, aspirar a una matriz energética más sustentable, tomando las energías renovables y la e ciencia energética como herramienta para empoderar a las mujeres.

Hablar de género en el sector energético implica mucho más que “incluir mujeres”, signi ca un cambio genuino en las relaciones de género y oportunidades igualitarias, donde, por supuesto los hombres también deben contribuir y actuar. Es hora de luchar por un desarrollo realmente sostenible centrado en las personas, uno donde mujeres y hombres convivamos en pie de igualdad.

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- Opinión de Sandra Caballero en el Suplemento TODAS junio 2017