La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia define la violencia psicológica como cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica: negligencia, abandono, descuido reiterado, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, indiferencia, infidelidad, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio.

Incidencia y manifestaciones

En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (2011) establece que 63 de cada 100 mujeres ha sufrido algún tipo de violencia.

9 de cada 10 mexicanas de 12 a 19 años han sido agredidas durante el noviazgo.

El tipo de violencia que más se presenta es la violencia emocional o psicológica, la cual presenta la prevalencia más alta (44.3%).

Modalidades de la violencia emocional o psicológica

Una de las modalidades más comunes de esta violencia es el acoso afectivo, una conducta de dependencia en la que la persona acosadora depende emocionalmente de su víctima hasta el punto de impedirle independencia alguna, invadiendo constantemente la intimidad, la tranquilidad y el tiempo para la realización de sus tareas o actividades.

También existe la manipulación mental, la cual incluyen amenazas y críticas que generan miedo, culpa o vergüenza y buscan llevar a la persona víctima hacia donde desea la persona que la manipula.

Otra de las modalidades es la agresión insospechada, la persona agresora disfraza de atención, de buenas intenciones y de buenos deseos, el control de la autonomía y libertad de la persona. Lo que genera que la persona “protegida” no pueda crecer e independizarse.

¿Sabes cuáles son las repercusiones de la violencia psicológica?

La violencia psicológica es más difícil de demostrar que la violencia física porque las huellas que quedan no son visibles. Estas situaciones hacen que la persona viva una pérdida de su dignidad, seguridad y confianza en sí misma y en las personas que la rodean; termina creyendo lo que le dice la persona que ejerce la violencia.

En la víctima se construyen sentimientos de vergüenza y culpabilidad, fobias, trastornos de pánico, puede incluso llegar a haber una total inactividad física o a presentarse comportamientos suicidas y de daño autoinfligidos.

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