Arturo Estrada Hernández inició como artesano a los 9 años, cuando, en agosto de 1979, ingresó en la Escuela Taller de Rebozo de Santa María del Río, San Luis Potosí; ahí fue aprendiz del maestro Cecilio Duarte Sánchez, quien le instruyó en la elaboración tradicional del rebozo hasta que cumplió 15 años. Posteriormente, debido a su trabajo como artesano, le ofrecieron una plaza dentro del taller.

Cabe señalar que esta prenda tradicional de Santa María del Río se caracteriza por estar elaborada con seda, la cual se hila en un telar de cintura bajo diferentes técnicas de tejido, como las bolitas, lloviznas, grecas, caramelos, peinecillos, tintes abiertos, flechas, corazones, entre otras.

Cada pieza es fabricada por dos personas, la primera elabora el tejido con base en diferentes procedimientos: devanar, urdir, pepenar, amarrar, teñir hasta tejer por completo la tela; la segunda realiza el empuntado.

El proceso artesanal de Estrada Hernández se diferencia por tener mayor complejidad, ya que inicia con la búsqueda creativa del diseño, aterriza sus ideas en bocetos; posteriormente, confecciona pruebas en hilo artisela -hilo económico- y, finalmente, teje el rebozo en seda proveniente de china y tramados de algodón. 

“Una sola pieza convencional suele urdirse en dos partes (onda y jaspe), en mis creaciones buscó la forma de agregar hasta 10 fondos y 10 jaspes, por ello, voy a urdir en 10 partes, amarrar en 10 partes, teñir en 10 partes”, indicó el artesano.

Para cada uno de sus diseños, además de utilizar el ikat, técnica de tejido textil, escribe y asigna historias únicas a sus rebozos; las cuales plasma a través de diferentes figuras y patrones, creando una simbología irrepetible en cada pieza. Por consiguiente, sus creaciones cuentan con seudónimos alusivos a las historias que lo inspiraron. Actualmente, ha dedicado piezas a la aurora boreal, al otoño o a emociones como el dolor.

Para la confección de cada rebozo, incorpora colorantes naturales que provienen de diferentes materiales como la grana cochinilla, añil, nogal, vara dulce, bardo de león, liquen, cempasúchiles, entre otros.

Todo este proceso de elaboración le lleva alrededor de un año, por lo que los precios de venta se elevan considerablemente y pocas personas pueden adquirirlos; no obstante, de manera paralela, mantiene una producción de rebozos tradicionales.

Actualmente, en la Escuela Taller de Rebozo se busca preservar y enseñar la tradición rebocera, por lo que tienen dos cursos con 25 personas cada uno (todos mayores de edad). En el primero, los instruyen en métodos para urdir y amarrar hasta crear la tela del rebozo; el segundo consiste en la enseñanza del empuntado o rapacejo, este curso lo imparte una empuntadora -persona que teje a mano los flecos, a base de nudos, que cuelgan como acabado del rebozo-.

Una vez cumplido el mes, Arturo Estrada elige a tres de los alumnos que mostraron mejor desempeño, para dar continuidad a sus lecciones, con el fin de que aprendan a crear productos de calidad y se les retribuya económicamente por sus creaciones.

La alta demanda de alumnos ha rebasado los cupos disponibles de los dos grupos que tiene la Escuela Taller de Rebozo; sin embargo, a los aspirantes que no alcanzan a inscribirse se les toma en cuenta para la siguiente convocatoria que se lanza. 

De esta manera, busca disciplinar a las próximas generaciones de tejedores y empuntadoras para que tomen la estafeta como artesanos “una vez que los aprendices han perfeccionado su trabajo, se les motiva a que innoven y propongan diseños, pero todo dependerá de su creatividad, sus aptitudes e iniciativa”, añadió Arturo Estrada.

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