El reto no podía de ser mayor para reafirmar la vocación, demostrar que se adquirieron las bases histriónicas, el carácter y el dominio escénico para seducir al público, que con el montaje de Ambrosía, del dramaturgo Roland Schimmelpfenning, en una versión libre del director Bruno Bert.

Los alumnos de las licenciaturas en actuación y escenografía -que comprende vestuario, iluminación y utilería- de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT),  presentaron la puesta en escena como su examen final de graduación con una puesta escena exasperante e inquietante, de desamor por el prójimo.

Ambrosía sacude al describir una soberbia, indiferente, arrogante, clasista y discriminatoria sociedad burguesa  alemana, pero que en un mundo globalizado pudiera reflejar el comportamiento de los grupos adinerados en cualquier latitud.        

Para su director y profesor que ha guiado el paso formativo de esta generación “todo montaje debe ser un desafío, un cúmulo de preguntas, una incógnita apasionante. Pero mucho más cuando se trata de un trabajo de titulación para un grupo de creadores teatrales”.

Tal vez por esto, como importante factor, “hemos escogido esta obra de Roland Schimmelpfenning, autor alemán que es ejemplo de las últimas fronteras de la escena contemporánea”.

El también promotor teatral señala que esta obra “es irritante, nada es amable, nada genera una facilidad de comunicación con la respuesta.

“Y sin embargo, la violencia constante, el sin sentido, la mutilación emocional, la sensación de una vejez que no depende de los años, es algo que nos rodea más allá de la coyuntura: la contemporaneidad urbana, la desestructuración de las ideologías, el ruido y la incapacidad de comunicar”.

El texto de Schimmelpfenning “es una severa revisión satírica y crítica de la sociedad burguesa alemana y de su soberbia”. La puesta en escena respeta el texto original del autor, pero con una connotación en la sociedad actual y muy próxima a la nuestra.

“Si bien pudiera ser distinta a nosotros, con el proceso de globalización nos encontramos con ecos, con esos ecos de pérdida de valores, identidades, desinterés humanos y por el otro, al que sólo se le usa.

“Es confundir el placer, la ganancia o el usufructo a través del sexo y del dinero, la explotación. Esa indiferencia global por una política de construcción, también la vivimos nosotros”.

Bruno Bert dijo que su interés por que los alumnos calificaran con esta obra fue por dos perspectivas, la primera: ética y política, donde “el espectador pueda identificar que es una pintura de Alemania, pero de alguna manera nos refleja a nosotros”.

Asimismo expresó: “Roland Schimmelpfenning es un dramaturgo extraordinariamente inteligente que, siguiendo ciertas tendencias de la dramaturgia tradicional alemana, rompe las estructuras convencionales de comunicación”.

En los valores decadentes de las sociedades adinerada “se piensa que son dioses y que el mundo está para que ellos se sirvan y los seres están para que ellos los usen.  Pero en ese mundo, el de arriba, sólo está el vacío, el totalitarismo, la violencia y el racismo”. 

Resaltó que es una obra para el público, “pero especialmente está destinada a los actores, porque es una escuela, para crear actores, de ponerlos frente a circunstancias de dramaturgias muy contemporáneas que los obliguen  salir de los esquemas convencionales. De asumirse a un personaje y que los obligue a narrar de otra manera historias,  que los  obligue a encontrar el vacío, y sin embargo, tratar de transformarlo en algo que diga”.

Un total de 10 actores en escena inician la obra sin público. El escenario, una amplia sala blanca dominada por un comedor invadido de botellas de alcohol, cerveza, vino, cigarros y pocos alimentos.  No se sabe quiénes son, porque están ahí, si tienen un nombre. No sabemos qué relación tiene entre ellos, salvo excepciones. 

No sabemos nada, sólo que frente a unas gradas colocadas a pie del escenario para el público tenga mayor intimidad con el montaje, 10 personas, hombres y mujeres, han  pasan el tiempo bebiendo y bebiendo hasta embrutecerse.

Todos están ataviados con ropa de línea, joyas y disponen de dinero a  montones. Cantan, bailan, se divierten, conversan, sin embargo, no se escuchan, no se hacen caso, parecen  ser indiferentes y lo único supremo e importante es cada uno de ellos. Su maquillaje exagerado muestran las máscaras de sus  rostros, vidas y sentimientos.

La larga noche concluye con la desintegración progresiva de ese grupo humano a través de la noche donde queda sólo la soledad y muerte. También queda un trabajo actoral que reconocer.

El reparto de la obra estuvo integrado por: Saúl Calzada Páez, Rockweiler; Alejo Contreras, Señor Hartug; Paola Davalovski, Kronberg (tabernera); Raquel Padilla, (señora) Hartung (mujer); Aleksia Fossati; María González Solís, Gallasch; Sebastián Dante, Hering;  Ral Solís, Gubig; Jennifer Zamora Mápula (señora) y Berenice Zavala, Kreye.

Diseño de escenografía, MarGa González, Heidi Lamadrid y Brenda Vaca; diseño de vestuario, Andrea Lumbrera; diseño de iluminación, Daniela Caloca y Utilería, Brenda Vaca.

Ambrosía abrió temporada a partir del 27 de julio y se presenta en el Teatro Salvador Novo hasta el 2 septiembre. Las funciones serán: de miércoles a viernes, 20:00 horas; sábados, 19:00 horas y domingos 18:00 horas. Los días 18, 19, 25 y 26 de agosto, y 1 de septiembre habrá funciones a las 13:00 horas. El acceso a las funciones es libre.

Bruno Beret es periodista crítico teatral y corresponsal de la revista Primer Acto, en España, La escalera de Argentina y Teatro CELCIT. Es cofundador de la Escuela del Espectador. Es director de teatro  con una producción de 50 obras, especializado en teatro de calle y profesor de ENAT.  

Información: AAD

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