Calaveras esculpidas en metal, papel y madera, reproducciones libres que parten de la configuración humana y lleva a quienes las observan a reflexionar sobre la vida y la muerte, son parte del proyecto más reciente del escultor Manuel Marín y se encuentran reunidas en el libroTzompantli, editado por la Dirección General de Publicaciones (DGP) del Conaculta. 

Textos escritos por Eduardo Matos Moctezuma, Luis Ignacio Sáinz y Diana Bastida, acompañan a este libro en el que el artista toma al Tzompantli con su historia, su carga simbólica y religiosa y le otorga algo propio: una estética particular con la que arma cientos de piezas únicas, que asumen la tradición de los antiguos mexicanos y le confieren un impulso renovado.

“Manuel Marín ha logrado aprehender a la muerte y transformarla en múltiples expresiones en donde los rostros, aparentemente iguales, nos llevan a recorrerlos en un incesante deseo de vernos reflejados en cada uno de ellos. Cráneos blancos que nos dicen mucho acerca de la individualidad del hombre, pero que una vez que pierden su epidermis, quedan expuestos en su esencia interna y allí están, con las cuencas vacías, haciéndonos reflexionar en el transcurrir del tiempo…

…y es el tiempo el que logra la transformación que el artista capta de manera admirable para darnos, de aquella aparente similitud de cráneos, la presencia múltiple de la muerte”, afirma el doctor Eduardo Matos en su texto, al que tituló Tzompantli, expresión múltiple de la muerte…

…el mundo antiguo tenía su propia comprensión del devenir del hombre. El sacrificio realizado era la unión entre el ser y la divinidad. Por medio de la muerte del hombre por el hombre, se lograba llegar a los arcanos insondables en que los dioses jugaban con la vida, con la muerte, con el tiempo…

…el espacio sagrado era indispensable para llevar a cabo la oblación deseada. Templos, santuarios y piedras sacrificiales servían para la inmolación que, finalmente, destinaba al tzompantli –aquella estructura con postes de madera donde quedaban ensartados miles de cráneos– para hacer perdurar su presencia como clara advertencia de que el camino al Mictlan, al Tlalocan o para acompañar al Sol, se lograba a través del sacrificio ritual que quitaba la vida y daba la muerte…

… Manuel Marín es ahora el responsable de darnos el rostro de la muerte. Muchos siglos han pasado y, sin embargo, aquí están, transformadas en expresiones que nos dicen muchas cosas y que nos recuerdan muchas más: es, simplemente, el poder que tiene el artista de recrear con sus manos cientos de expresiones para, finalmente, darle vida a lo muerto…” concluye Matos Moctezuma.

Miembro de número de la Academia de las Artes, Manuel Marín nació en la Ciudad de México en 1951, estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado (ENPEG) La Esmeralda, y suma en su carrera más de 90 exposiciones individuales, así como su participación en alrededor de 300 colectivas, tanto en México como en el extranjero.

Dijo la Morsa, que exhibió en 1981 en el Museo de Arte Carrillo Gil; Plaza Mayor, que presentó en 1991 en la XXI Bienal Internacional de São Paulo, Brasil, Horizontes Cuadrados, montada en 1996 en el Museo de Arte Moderno, y Endimión en Latmos. 1000 Dibujos, en el Centro Cultural Estación Indianilla, son algunas de las muestras individuales que dan cuenta de la trayectoria del artista.

Tzompantli será presentado el jueves 7 de marzo a las 19:00 horas, en el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología (Paseo de la Reforma y Gandhi s/n, colonia Chapultepec Polanco), con los comentarios de Teresa del Conde, Eduardo Matos Moctezuma, Luis Ignacio Sáinz, Manuel Marín y Diana Bastida (moderadora). Entrada libre.

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